(2.4)
Pasaron varias clases y finalmente la hora del almuerzo llegó. Yeonjun estaba recostado en el bode de una jardinera de concreto, con las manos detrás de la cabeza y una pierna flexionada. El sol le daba en la cara parcialmente, pero tenía los ojos cerrados; así podía escuchar con mayor nitidez el alboroto de los estudiantes en el patio.
Extrañamente, no tenía ánimos ni siquiera para ponerse sus amados auriculares. En su cabeza permanecían la frustración, el enojo, y el miedo.
Estaba teniendo verdaderamnente mucho miedo del porvenir.
Pensar en el futuro siempre lo estresaba, pero era peor cuando todo parecía acomodarse en su contra, ¿acaso no era inevitable ser pesimista en una situación así?
Si reprobaba y lo echaban de la escuela, no podría continuar estudiando. Sin el certificado de secundaria no habría bachillerato y mucho menos universidad. Yeonjun se sentía reverendamente estúpido, pues los que fueron sus compañeros de generación antes de atrasarse, es decir, los jóvenes de su edad, ya debían estar presisamente pensando qué carrera escoger y haciendo los trámites pertinentes para conseguir todas sus metas soñadas.
Él, en cambio, seguía estancado.
Sus viejos amigos probablemente estarían ansiosos por el examen universitario; que era, sin duda, infinitamente más dificil que un estúpido examen de física para niños, como el que Yeonjun acababa de reprobar. ¿Qué pensarían ellos si lo vieran?
Le daba vergüenza incluso imaginarlo.
Pero imaginar a sus antiguos compañeros era lo de menos. Era mucho peor cuando Yeonjun imaginaba su propia vida, su destino tras ser expulsado.
Era consciente de que en su casa estaban atravesando una etapa dificil, no solo en el aspecto de la convivencia, sino también económicamente. Sus padres no tendrían dinero suficiente para pagarle la colegiatura en una nueva secundaria. El regaño colosal que recibiría ni siquiera lo angustiaba tanto. Su verdadera preocupación era que, en esa situación, lo más conveniente para su familia sería que Yeonjun buscara un empleo lo antes posible.
Sin estudios, ¿quién lo contrataría?, ¿de qué? Seguro serían cosas malpagadas y humillantes; cualquier persona que quisiera darle trabajo lo trataría como a un vago por haber dejado la escuela tan joven. Y sería visto así toda la vida. Tendría que renunciar a cualquier otro sueño o meta mayor. ¿Qué clase de ejemplo sería ese para Yeji?
Ella, su hermanita, estaría muy decepcionada; y ya no le daría besitos, ni abrasos, ni galletas Oreo mordisqueadas. Yeonjun dejaría de ser su heroe, su querido Yun-Yun. La perdería. Entonces Yeonjun se quedaría sin apoyo en el mundo, porque nadie más lo motivaría en su fantasía disparatada de algún día convertirse en artista.
La pequeña monstruita, única admiradora de su música, no querría escucharlo nunca más. Se quedaría sin motivos para tocar la guitarra, sin motivos para cantar y para componer canciones. Se quedaría solo, completamente solo. Porque hasta en su propia familia sería considerado una basura, un fracasado, un perdedor.
Un renegado.
Yeonjun se talló los ojos bruscamente intentando mitigar el ardor que sintió en ellos. Suspiró una y otra vez, queriendo despejar su cabeza de aquella bruma de pensamientos deprimentes.
No había entrado a ninguna clase después de abandonar física.
Sabía que saltarse las horas de estudio no le convenía, pero estaba realmente furioso y en ese humor sería peligrosamente fácil explotar con cualquier otro maestro. Ya no quería más problemas, había tenido suficientes por ese día, o mejor dicho, "por ese día de mierda", como solían ser todos los días en la vida de Choi Yeonjun.
─ ¡Yeonjun oppa! ─saludó de pronto una voz aguda con entusiasmo─ ¡Aquí estás! Te estaba buscando como loca.
─ Eso es porque estás loca, niña ─gruñó el renegado─. Déjame en paz.
"Al parecer ─pensó─ el día puede ponerse aún peor". Y eso que Yeonjun desconocía las cosas que le sucederían al anochecer.
─ ¡Qué gracioso eres, oppa! ─rio aquella chica, sentándose en la jardinera junto a donde reposaba la cabeza de Yeonjun.
Entonces perdió el aliento un par de segundos, embelesada al poder mirarlo de muy cerca. Yeonjun era, para ella, el chico más guapo y sexy que había sobre la faz de la Tierra.
─ Piérdete, Arin ─dijo el rebelde sin abrir los ojos, pero sintiendo la proximidad de la muchacha─. No estoy de humor.
─ ¡Nunca estás de humor! ─se quejó ella─ Pero... el día de hoy deberías darme una oportunidad, intentaré animarte. ¿Quieres hablar?
─ La verdad no.
─ Anda, te hará bien.
─ ¿Y qué diablos quieres que te diga?
─ Pues, p-pues... ─a Arin le tembló la voz cuando Yeonjun finalmente abrió los ojos y sus miradas se encontraron─ d-dime cómo te sientes por lo que sucedió con tu examen de física. A lo mejor desahogarte te hará sentir mejor.
─ ¿Eso crees? ¿Desde cuándo eres psicóloga?
─ ¡Por favor! ─lloriqueó, alargando la última sílaba de su súplica─ Deja de burlarte y tómame un poquito en serio por una vez, ¿puedes? Solo inténtalo, si te incomodo me largo; lo juro.
El rebelde se abstuvo de gruñirle nuevamente por una simple razón: sus ojos. Sus malditos ojos de súplica infantil le recordaron a los bonitos ojitos que hacía Yeji para pedirle algo.
Cada que Arin lo miraba así, le resultaba desesperante, pues justamente era la razón por la que Yeonjun no había podido rechazarla oficialmente.
Arin actuaba muy obvia al hacer notar que le gustaba el renegado. Todo el grupo lo sabía, Yeonjun también, por supuesto.
Él quería dejarle en claro que jamás habría un noviazgo entre los dos, pero tenía miedo de sonar muy hiriente, sabiendo de antemano que no poseía tacto alguno para decir las cosas. El "rechazo" había quedado postergado hasta que Yeonjun descubriera cómo cortar las esperanzas de Arin evitando sonar como un cabrón-sin-sentimientos.
La muchacha era bastante irritante, pero también era la única entre todos sus compañeros de clase que no lo trataba como si fuera un delincuente. Definitivamente no se merecía que le rompieran el corazón, así que Yeonjun se forzaba a ser tolerante con ella.
Aunque Arin no se lo ponía nada fácil. Era llorona, impertinente y completamente chantajista. En realidad, era demasiado parecida en varias cosas a su pequeña monstruita.
─ Bueno ─decidió conceder, a regañadientes, el renegado─. Tú ganas. Hablemos un rato.
─ ¡Yeeeeeei!
─ Pero no grites más.
─ Oki, oki, me calmo. ─La chica respiró para contener su emoción y una vez que retomó la compostura, se atrevió a acariciar el cabello del mayor─ ¿Qué piensas... q-qué piensas en este momento sobre el examen de física y eso? ¿sigues muy enojado? P-puedo escucharte.
Yeonjun contó mentalmente hasta cinco para no soltar una maldición. ¿Acaso esa niña no sabía nada de charlar, o es que quería ponerlo de malas a propósito?
─ Pienso que el señor Kim puede irse a comer mierda ─contestó al fin─. Y que al maldito imbécil de Soobin lo voy a mandar al hospital un día de estos.
Arin soltó una risita.
─ Sé que odias a Soobin, pero ¿qué tiene que ver?
El mayor bufó.
─ Apuesto que él me acusó por "copiar" ─ Yeonjun omitió decir que realmente no estaba copiando. Tenía la sensación de que nadie, ni siquiera Arin, le creería.
─ ¿Soobin? ─ cuestionó ella, con voz dudosa─ Se que es un poco lambiscón, pero... no lo sé. ¿Realmente crees que sea un bocón?
─ Estoy seguro. Me amenazó antes.
Arin ladeó la cabeza para pensarlo, deteniendo sus caricias en el cabello del mayor ─algo que este agradeció internamente─. Soobin era muy amigo suyo, ambos disfrutaban hacer juntos los trabajos en equipo, pues eran los más "aplicados" de la clase.
Sin embargo, por mucho que le cayera bien el presidente, sabía que era probable lo que Yeonjun había dicho. Y ahora se sentía molesta con Soobin, pues odiaba que perjudicaran a su oppa.
─ El presidente debería aprender a meterse en sus propios asuntos ─ se quejó con determinación, demostrando como siempre su lealtad por el renegado; luego suavizó el gesto y se dirigió dulcemente al dueño de sus suspiros─. Pero ya no te preocupes por eso, si quieres puedo ayudarte a estudiar durante las vacaciones... Tú sabes, para que no estés en riesgo de reprobar. Podemos vernos hoy mismo después de clases; en la biblioteca, en m-mi casa o donde g-gustes, oppa.
Yeonjun sonrió.
─ Gracias, nena. En serio te lo agradezco, pero no es necesario.
El renegado estaba de corazón conmovido por la propuesta de la menor. Nadie nunca lo ayudaba en esa maldita escuela donde todos parecían estar en su contra; así que sentaba bien escuchar a alguien dispuesta a darle una mano.
─ Bueno, oppa. Como digas. Solo recuerda puedes pedirme ayuda cuando quieras ─aseguró la chica, sonrojándose cual tomate. Había sido un ataque directo a su corazón recibir una sonrisa del renegado, quien casi nunca estaba feliz. Además, la había llamado "nena", ¿acaso no era razonable sentir que le daría una taquicardia en cualquier momento? ─. Y respecto a Soobin ─cambió de tema, torciendo la boca, intentando desviar la atención de su notorio sonrojo─, ¿realmente quieres vengarte de él? Porque, osea, entiendo que estés molesto. A mí también me parece muy mal eso de andar de bocón con los profes, pero... ¿no vas a lastimarlo, cierto? Él es muy debilucho y...
─ No le voy a hacer nada. Cálmate.
Arin suspiró aliviada, sonriendo.
Estuvo a punto de decir otra cosa, pero quedó en silencio cuando levantó la vista a la explanada del patio y se topó con una imagen curiosa.
─ Oh, mira ─le dijo al mayor─. Hablando del rey de Roma: Soobin está por allá. ─señaló─ El presidente actúa un poco raro desde esta mañana, ¿no crees, oppa?
Yeonjun se reincorporó, sentándose en la jardinera. Fijó la vista hacia donde Arin estaba señalando, y notó que, en efecto, ahí estaba Soobin. Venía caminando con Beomgyu y ambos se comportaban de forma extraña.
Llevaban una sudadera morada ─sin duda perteneciente a Beom─ hecha bola, sostenida entre los dos. Parecía que tenían algo escondido; y lo hacían más evidente ya que volteaban en diferentes direcciones sin disimulo. Ambos chicos se caracterizaban por ser volubles. En ese momento, dejaban de manifiesto que la discreción no era una cualidad que poseyeran.
Yeonjun rio un poco, pues en su cabeza hasta podía escuchar el tema de "Misión imposible" como la banda sonora de aquella peculiar escena que parecía sacada de una parodia barata.
"Par de tontos, ¿qué llevan ahí?" ─se preguntaba, para sus adentros, el rebelde.
El presidente y el popular dejaron de caminar de pronto. Se sentaron en una jardinera a unos cinco metros, aproximadamente, de la que Yeonjun y Arin ocupaban.
El chico de cabello largo pareció conectar sus ojos con los de Yeon un par de segundos, percatándose de lo cerca que estaban. Frunció el ceño e hizo un puchero breve; Yeonjun no supo interpretar si dicho gesto fue de molestia, tristeza, o miedo quizá, a que alguien descubriera lo que traían ahí.
Sea cual fuere el motivo, Beom lucía disconforme.
Soobin, por otro lado, no pareció notar ni la mirada del renegado ni nada más de su alrededor, solo estaba preocupado por proteger aquella cosa que escondían. Beomgyu no lo estaba escuchando, a pesar de que le hablaba de forma muy nerviosa; por lo que Soobin, desesperado, decidió alzarle la voz y jalarlo del brazo.
— ¡Beomgyu, hazme caso!
Beomgyu sacudió la cabeza, forzándose a no distraerse con la presencia de Yeonjun. Regresó toda su atención a Soobin y a su sudadera morada, la cual desenvolvió tras darle la espalda a Yeonjun y Arin, impidiendo que estos vieran lo que había ahí.
Soobin sacó un pequeño tupper del bolcillo de su pantalón y se acercó a Beomgyu mientras este extendía la sudadera para cubrirlo, como si fuera una cortina
Yeonjun y Arin los veían ejecutar aquellas acciones que, desde su perspectiva, no tenían ni una pisca de sentido.
─Vaya, ¿qué estarán haciendo? ─preguntó Arin al aire, buscando más plática con su oppa, pues un silencio inquietante se había instaurado desde que comenzaron a ver aquel "show".
─ No sé. ─siguió el renegado, expectante. Le pareció ver algo redondo. No, más bien, esférico... algo así como una... ─ ¿una pelota?
─ ¿Ah?
─ ¿Qué es eso?, quiero decir, eso que tienen allá los dos idiotas ¿Es una pelota?
─ Uh...─ Arin entrecerró los ojos buscando una mejor visión─ Sí, eso parece... Sí, parece una pelotita. A lo mejor solo actúan raro porque están jugando con eso.
─ A lo mejor.
La cosa que parecía una pequeña pelota de pronto se les fue de las manos al chico popular y al presidente. La esfera no rebotó; rodó por la orilla de la jardinera hasta caer al suelo, provocando que Soobin pegara, literalmente, el grito en el cielo.
Yeonjun no entendió bien lo que Soobin exclamó. Pero sonaba parecido a... ¿"Odiar"? ¿"Te odio"? ¿"Odín, padre de Thor, el dios del trueno"?
Beomgyu también lució preocupado, pero a diferencia de su amigo, conservó la compostura. Se apresuró a levantar aquella esfera y le dio palabras a Soobin para tranquilizarlo y que dejara de ser tan escandaloso.
Yeonjun y Arin no podían apartar la vista.
"Somos tan chismosos" ─pensó con gracia la chica.
─ Oh, mira, hay algo dentro. ─comentó ella, notando que Soobin sacaba, preocupado, algo al interior de esa "pelotita".
─ ¿Qué diablos es? ─Preguntó el renegado, mirando una cosa que tenía forma de bolita y era color gris; o quizá café, o negro, o blanco, era difícil de distinguir. A primera impresión le pareció que se trataba de una piedra, o un estróbilo de pino. Luego esa cosa se movió. ¿Acaso era una rata?
─ Parece... ¿un hámster? ─preguntó la chica frunciendo el ceño. De repente, su gesto se vio sorprendido y la "iluminación" pareció darle un subidón de sabiduría─ ¡no, no, espera! ¡pero claro, cómo lo olvidé! ¡es Odi! ─exclamó sin gritar, contenta de descifrar aquel gran misterio.
─ ¿Qué dices?
─ Es Odi ─repitió─, lo he visto antes. Es un erizo. La mascota de Soobin.
Yeonjun frunció el ceño volviendo a mirar atentamente al presidente de la clase, procesando lo que su compañera acababa de decir. Soobin revisaba que Odi no estuviera lastimado, ya importándole poco que alguien lo descubriera. A su lado, Beomgyu se frotaba las cienes frustrado, superado por tanto estrés.
─ Un momento...─Yeonjun comenzó a enojarse mucho, a sentirse indignado─ ¿me estás diciendo que ese hijo de puta metió a un animal, es decir, a su mascota en la escuela y nadie se dio cuenta? ─preguntó cruzándose de brazos.
Arin encogió los hombros.
─ Al parecer sí. Pero nosotros ya nos dimos cuenta, oppa.
─ Maldito malnacido ─dijo entre dientes, negando con la cabeza─ ¿cree que él sí puede romper todas las reglas tranquilamente y luego andar de bocón con los demás? No, no. Le voy a dar una lección. ─Yeonjun se levantó de la jardinera dispuesto a caminar. Odiaba toda esa situación: la hipocresía, el cinismo, la injusticia. Odiaba a Choi Soobin por completo.
─ Oh, ¿a dónde vas? ─le cuestionó la menor.
─ A dirección, a vengarme. Deberías alegrarte, lograré hacerlo sin lastimar a tu amigo el idiota ese.
─ ¡Que bueno, oppa! ─se levantó también la chica, dispuesta a seguirlo.
─ No, espera ─la detuvo el mayor─. Tú quédate aquí, asegúrate de que no se vayan y que no escondan a esa rata.
─ Es un erizo.
─ Como sea.
Y el renegado se fue antes de que la chica pudiera refutar algo más.
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