(1.3)
Yeonjun no había comido nada en todo el descanso. Ni siquiera había salido de su salón.
Tenía la cabeza escondida entre los brazos, que yacían cruzados sobre la mesa de su pupitre. Se había puesto los audífonos y en su cabeza retumbaba "Zerstören" de Rammstein. Llevaba rato así, fingiendo estar durmiendo. La verdad es que estaba pensando.
"Tú no eres así, Yeonjun. Tú eres bueno"
Se había pasado de la raya con Beom, eso lo tenía claro como el agua. No iba a tratar de justificarse consigo mismo. Y se sentía mal, joder, por mucho que quisiera negarlo.
Tenía que hablar con Beomgyu para disculparse. Eso era lo correcto; sería la solución con la que su conciencia se quedaría satisfecha y dejaría de atormentarlo aquella voz acusadora.
Pero cada que Yeonjun imaginaba un posible escenario en el que le pidiera disculpas al chico popular, una sensación desagradable se esparcía por sus venas, haciéndolo temblar.
¿Cómo acercarse? ¿Qué decirle? Había tantas incertidumbres y tan pocas respuestas.
Y Yeonjun tenía tanta hambre, y tanas ganas de vomitar.
Se mareaba incluso razonando las posibilidades. No podía pedirle disculpas a Beomgyu delante de todo el salón, eso se vería muy estúpido y sería humillante, lo más probable era que todos se burlaran de él por el resto del año escolar.
Por otra parte, hablar con Beomyu en privado no sonaba más alentador. Yeonjun sentía unos inexplicables escalofríos al pensar estar con su rival a solas. Parecía una experiencia demasiado aterradora como para intentarla.
¿Pero entonces? ¿No había una tercera opción?
Yeonjun podría buscar a Beomgyu cuando este estuviera casi solo, con muy poca compañía. Quizá cuando estuviera nada más con su amiguito ese que siempre lo sigue. Ese tal Soobin...
Diablos, no. Estar cerca de Soobin le producía a Yeonjun repelús. Ese flacucho presumido era el presidente de la clase, y un completo idiota, que Yeonjun detestaba.
¿No había una cuarta opción?
Quizá sí. Quizá podía acompañar a Beomgyu en la salida de la escuela. Quizá podrían hablar caminando por las calles, pues estarían rodeados de personas, no estarían solos; y, sin embargo, estarían con puros desconocidos, sin compañeros de clase molestos que puedan burlarse o presionar.
Eso sonaba bien. Sí.
Solo debía decirle que lamentaba haber estallado ese día y haberle gritado tantas barbaridades. Seguro Beom lo entendería. No hacía falta que lo perdonara realmente, pero era suficiente si lo entendía.
Yeonjun solo quería quitarse el amargo sabor a culpa de la lengua. Solo eso, no quería otro tipo de conversaciones ni mucho menos que fueran amigos, debía dejarlo muy en claro.
Solo le pediría una disculpa por gritarle. Pero no sería una disculpa por las discusiones pasadas, ni una disculpa por las futuras ─porque esperaba que hubiera futuras─. Entonces ambos volverían a la normalidad y seguirían en esa normalidad para siempre. Sin ser amigos, ni colegas. Quizá cómplices, pero nada más.
Solo serían compañeros de clase. Rivales de los que discuten por el clima o por los insectos, pero que no se echan en cara las inseguridades ni fastidian al otro invadiendo su espacio personal; ni se pican las mejillas, ni se hacen ley del hielo.
Compañeros de los que discuten.
Solo eso.
El final del descanso fue anunciado por la típica campana escolar. Con ella, los alumnos volvieron a sus respectivas aulas y retomaron sus lugares a la espera del profesor.
Yeonjun, disimuladamente, miró en repetidas ocasiones hacia la puerta, queriendo visualizar a su estimado Némesis.
Sin embargo, grande fue su sorpresa al no verlo llegar con su amigo de siempre. Soobin venía solo, y además, se aproximaba a Yeonjun con una determinación digna de admirarse, tomando en cuenta el temor que el renegado infundía en él.
─ ¿Qué diablos quieres? ─preguntó el mayor, cuando el chico alto y delgado se presentó frente a su pupitre.
─ Quiero que dejes de molestar a mi amigo. Eso quiero. Aléjate de Beomgyu.
─ ¿Disculpa? ─Yeonjun soltó una risa airada. Incrédulo.
─ Lo que oíste.
─ Escucha, flacucho, tú no me dices qué hacer.
Yeonjun odiaba que le dieran órdenes, más aún si venían de muchachos tan insufribles como Choi Soobin, un insípido que, en opinión de Yeonjun, debía tener la lengua partida de tanto lamerles las suelas a los profesores.
─ Pues fíjate que sí, sí te digo qué hacer. Quiero que te mantengas lejos de Beomgyu y dejes de hablarle, justo como hoy, solo que por más que él te esté importunando, deberás aguantarte callado y tendrás prohibido ofenderlo.
─ ¿Qué?
Yeonjun veía con burla al muchacho frente a él. Le parecía gracioso que estuviera hablándole con tanta altanería a pesar de verse notablemente intimidado.
─ N-no lo voy a repetir.
─ ¿Y qué vas a hacer? ¿Piensas golpearme si molesto a tu amiguito? Porque no te tengo miedo, cuando quieras puedo trapear el piso con tu cara con gusto.
Yeonjun se ejercitaba un poco los fines de semana, tenía los brazos y los abdominales ligerísimamente duros y marcados. Sin embargo, jamás en su vida había peleado con nadie, no se creía capaz de ello.
Entonces, ¿por qué amenazaba con eso a Soobin? Daba igual. Solo quería asustarlo y que se largara. Sin embargo, Soobin no pareció ablandarse, por el contrario, se forzó a tragarse su temor.
─ No tenemos por qué tolerar a vagos como tú en esta escuela. Si sigues molestando a Beomgyu, ¡es más!, si vuelves a hablarle por cualquier motivo, le diré a todos los profesores que siempre copias en los exámenes. Y haré que te sienten solo.
Yeonjun dejó de sonreír. Soobin se permitió enorgullecerse por ello, creyendo que logró asustarlo, y continuó hablando:
─ ¡Así como oyes! Te he visto. Siempre le copias los exámenes a quienes se sientan cerca de ti y, curiosamente, suele ser a Beomgyu. Si lo sigues molestando o si me haces algo a mí, te voy a acusar con todos los profesores. Seguramente te haré reprobar un tercer año consecutivo y tú no quieres eso,¿verdad? Te sacarían de la escuela finalmente, como al lastre que eres.
Yeonjun se sentía ofendido hasta la médula. Soobin no solo lo estaba amenazando, sino que lo estaba tratando cómo estúpido. ¿Acaso ese flacucho insinuaba que Yeonjun era incapaz de aprobar un examen por su cuenta? Vaya engreído.
─ Escucha con atención, niño imbécil, tú no puedes ni darme órdenes ni amenazarme. Y si no quieres tener mis nudillos marcados en la puta cara, más vale que te alejes y no vuelvas a hacerte el duro conmigo, porque no te queda. Esto es lo que va a suceder: te vas a ir a sentar, te vas a callar, y te va a importar una mierda lo que yo haga o a quién le hable, ¿estamos?
─ Como sea. Ya dije lo que tenía que decir, quedas advertido.
Soobin se retiró a paso firme, con el corazón latiéndole a mil. Se felicitaba mentalmente a sí mismo por haber hablado con tanta determinación, aún si sus manos y su voz temblaban un poco.
Se fue a sentar, aún orgulloso de sí mismo.
Había movido las cosas de su mejor amigo de lugar, para que Beomgyu estuviera cerca suyo, y lo más lejos posible del renegado.
Yeonjun, por el contrario, se había quedado demasiado molesto. No solo por la charla con el "respetable presidente" de la clase, sino porque apenas notaba el detalle de que la mochila gris de Beomgyu ya no se encontraba en el pupitre junto a él.
En el sanitario de hombres, Beomgyu se lavaba las manos. Ya se disponía a regresar a su salón cuando de ponto lo invadió un poco de ansiedad. Estaba nervioso. Sin embargo, se repetía en la cabeza que no había motivos para acobardarse. Después de todo, solo se encontraría con sus compañeros de siempre, esos que ya conocía, adolescentes comunes que tienen cosas más interesantes en qué pensar como para estar atentos a él cuando regresara.
Quizá no debió decirle a Soobin que se adelantara mientras él iba al baño, pues mientras caminaba por los pasillos, Beomgyu anhelaba su compañía, aunque ya daba igual. El muchachito de cabello largo debía afrontar solo cualquier cosa que lo esperase al volver.
Yo puedo, yo puedo.
Entró al aula con la cabeza en alto y una sonrisita un poco fingida. Ya se sentía más tranquilo, y aunque le avergonzaba haber salido corriendo antes, sabía que no podía ocultarse para siempre. Él se las arreglaría en la escuela, de todos modos, era listo y agradable, era Choi Beomgyu y no tenía motivos para esconderse.
Cualquiera diría que lucía como un muchacho confiado y seguro de sí mismo; no había rastro del Choi Beomgyu temeroso de ojos rojizos que había huido del salón tiempo atrás.
Por suerte, su llegada se vio opacada por la llegada de la profesora que impartiría la siguiente clase. Beomgyu, aliviado de pasar desapercibido, fue a sentarse tras ubicar a Soobin con la mirada, mientras la profesora saludaba a los alumnos y les indicaba que sacaran sus libros de texto.
Él no lo sabía, pero Yeonjun tenía la vista fija sobre su persona.
El renegado, decidido, estaba planeando acercarse al chico popular tras terminar las clases. Después de todo, a veces se veían saliendo de la escuela, sin hablarse. Tenían que pasar por las mismas tres calles antes de que sus pasos tomaran rumbos opuestos, pero al menos compartían una parte del trayecto a sus hogares.
Era un hecho, Yeonjun se tragaría el orgullo y le pediría una disculpa a Beomgyu de camino a casa. No le importaban las amenazas de ese idiota Soobin. Pasara lo que pasara, él tenía que hablar con el chico popular. Así su conciencia estaría tranquila, y entonces podría olvidarse de esa extraña situación para siempre.
Lo que Yeonjun ignoraba, es que las cosas verdaderamente "extrañas" apenas estaban por comenzar.
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