(1.2)
Beomgyu miraba sus propios tenis, sentado en el suelo con la espalda recargada en una pared. Había escuchado la campana del descanso minutos atrás, pero ni eso, ni el ajetreo de los estudiantes, lo había inmutado.
Quizá hubiera permanecido más tiempo sumido en sus pensamientos si no fuera porque unos bonitos y conocidos zapatos bien lustrados se presentaron en su campo de visión. Levantó el rostro entonces, sonriendo escasamente. Su amigo Soobin también le sonrió.
Y Beomgyu simplemente sonrió más, porque los hoyuelos en las mejillas de Soobin le llenaban un poquito el corazón cada que los veía.
─ ¿Estás bien?
─ Sí...
Soobin le había traído el almuerzo. Luego de aceptar la bolsa de papel marrón que su amigo le extendía, Beomgyu palmeó el espacio de suelo a su izquierda, invitando al más alto a acompañarlo.
─ ¿Qué fue eso de hace rato? ─preguntó Soobin, acatando el gesto y sentándose junto al chico de cabello largo.
Beomgyu no supo cómo responder de momento. Solo resopló.
─ El fin de semana estuve pensando, ¿sabes? ─comenzó a explicar─. Desde hace tiempo quiero que mi relación con Yeonjun sea diferente. Pero me di cuenta de que nada cambiaría si no cambiaba yo la forma en la que me comunico ─mientras hablaba, Beomgyu pensaba en el renegado. En que siempre lo veía caminar solo durante los descansos, y en el salón no hablar con nadie aparte de él─. Porque Yeonjun no es como otros chicos, ¿cierto?
Soobin prestaba atención a su amigo con el ceño fruncido, mientras comía su sándwich a grandes mordiscos. Sabía que Beomgyu era muy necio cuando se enganchaba con algo, pero desconocía que el asunto de Yeonjun fuera tan importante como para estarle comiendo la cabeza de aquella forma.
─ Hoy quise intentar una manera nueva para hablarle ─prosiguió Beomgyu─. Pero ya ves que no resultó, creo que solo lo arruiné. Ahora realmente me odia, eso me gano por ser tan irritante.
Soobin tragó de golpe el bocado que estaba masticando por la urgencia de hablar. Al escuchar a su amigo tan abatido, necesitaba consolarlo lo antes posible.
─ No digas eso, Beom. No fue tu culpa. No eres irritante, él es un amargado.
Soobin pasó el brazo encima de los hombros del otro chico, en un abrazo reconfortante. Beomgyu se acurrucó sin poder evitarlo. En esos momentos agradecía demasiado la presencia de su amigo, era afortunado de tenerlo.
─ Pero... realmente fui muy fastidioso, Soo. Sobre todo la última media hora ─suspiró─. Entiendo que haya explotado, es más, diría que me aguantó mucho.
─ No. Eso no ─contradijo Soobin, usando un tono que denotaba su molestia─. No lo justifiques, ese vago es de lo peor. No debió gritarte así, mucho menos delante de todos.
Beomgyu abultó los labios, no pudiendo controlar la ola de tristeza que lo golpeó de pronto. Bajó la mirada hacia sus zapatos de nueva cuenta, como si en ellos encontrara respuesta a los más grandes misterios del mundo.
Los gritos de Yeonjun volvieron a reproducirse en su memoria, amenazando con hacerlo llorar otra vez. Y quizá el rebelde no lo sabía, pero justo había dado en la fibra sensible de Choi Beomgyu: su "necesidad" de atención.
Beomgyu podía parecer un chico perfecto, pero estaba lejos de sentirse como tal. Se sentía insuficiente, presionado por las expectativas ajenas. Era algo que no podía evitar pensar cada día, por más que lo intentara; necesitaba constantemente llamar la atención y a veces, justo como había dicho el renegado, sentía que sus supuestos amigos solo buscaban su compañía debido al estatus social.
Era un poco ridículo. Todos los habitantes de Estrellazul ─esa pequeña ciudad costera─ pertenecían a la clase media. Pero Beomgyu llamaba la atención porque su familia se consideraba clase media-alta. Además, el chico era atractivo físicamente, sin mencionar que su carisma y promedios altos le hacían tener a los profesores en la palma de su mano.
Sí, ser cercano a Beomgyu resultaba demasiado conveniente. El chico era el amigo ideal que todos deseaban tener.
Por eso no confiaba fácilmente en las personas. Su único amigo de verdad estaba a su lado: Choi Soobin. Los demás solo eran compañía, y aunque apreciaba a varios, ninguno era un "amigo real".
Beomgyu se sintió extrañamente libre y cómodo desde el primer momento en que conoció a su mejor amigo. Habían experimentado una conexión instantánea, además de una gran confianza. Esa mágica amistad era muy especial para Beomgyu, porque no la había sentido con nadie más.
De hecho, ahí radicaba el problema principal de toda esta situación: en que Beomgyu creía que había una conexión similar entre él y Yeonjun. Creía que ambos podían llegar a ser amigos muy cercanos. Creía que el renegado podía atravesar sus muros, conocer al verdadero Beomgyu escondido bajo la fachada de chico perfecto.
Las cosas hirientes con las que Yeonjun había atacado al chico popular, habían dado en el clavo de sus inseguridades. Eso, desde luego, asustó a Beom; pero además le dejó una sensación dolorosamente agridulce en el pecho.
Su teoría era cierta: Yeonjun podía leerlo como a un libro abierto.
Mas, de manera inversa, Beomgyu no podía descifrar nada del chico renegado. No podía ganarse su confianza, ni su cercanía, y solo conseguía su atención cuando se trataba de discutir.
Ese día, en el que Beom había intentado solucionar la rivalidad y dar inicio a un trato más ameno con el mayor, las cosas habían dado un giro completamente contraproducente.
Y le frustraba, claro que sí. Pero no podía culpar a Yeonjun, cuando sabía que él mismo había perdido la compostura hasta agotar la paciencia ─sorprendentemente, existente─ del contrario.
─ No digas que él es de lo peor. Solo es difícil de tratar y yo no he sabido cómo acercarme. En este caso, sé que fue mi culpa, Soo.
Soobin suspiró frustrado.
─ ¡Que no lo justifiques! Es una mala persona, ya no deberías intentar relacionarte con él. Es un caso perdido.
Beomgyu rodó los ojos. Desde su punto de vista, Yeonjun no era una mala persona; la actitud de badboy debía ser una máscara.
Tenía sentido, que, si Beom usaba una máscara para cubrir sus inseguridades, entonces Yeonjun también lo hiciera. Al menos eso pensaba el muchachito popular al respecto. Por eso estaba tan afanado en convivir con él, porque quería conocer su verdadero "yo".
Al verdadero Yeonjun.
─ Llamarlo caso perdido es muy grosero.
─ Bueno, él fue grosero contigo.
─ Fue mi culpa
─ Que no.
Soobin ya se estaba cansando. Beomgyu no entendía lo mala idea que era seguir buscando a alguien como el renegado. Es decir, Yeonjun gritaba "peligro" a cualquier persona que lo observara.
Choi Yeonjun era repetidor de dos cursos, por lo que iba dos años enteros atrasado en comparación a sus demás compañeros. Era irresponsable y desorganizado, solitario, huraño, amargado y amenazante. ¡Tenía el tipo perfecto de personalidad para convertirse en un delincuente, un fuckboy, un drogadicto o alguna otra cosa peor!
Soobin siempre le había advertido todas esas cosas a Beomgyu, pero el chico de cabellera larga en cada ocasión lo defendía y se negaba a escuchar.
─ No deberías ser tan duro con las personas ─protestó Beom─, eres demasiado prejuicioso y lo estás juzgando sin siquiera conocerlo.
─ ¡No lo estoy juzgando! ¡Qué ese vagabundo haga lo que quiera con su vida, joder! Solo no te involucres con él, que no te traerá nada bueno, Gyu.
─ Suenas como mi mamá. Estás exagerando.
─ No, lo que pasa es que tú no entiendes. Puedes meterte en problemas si sigues buscando relacionarte con un tipo como él.
─ Soobin, tú y todos en la clase hablan de Yeonjun como si fuera un bravucón, un delincuente o hasta un pandillero.
─ ¡Porque eso es lo que es!
─ No, no es verdad. No se mete con nadie, solo se aísla, pero nunca intimida a los demás. Son ellos los que se intimidan solos. La única persona con la que Yeonjun se mete es conmigo, y es porque yo me lo busco. Pero aún así, jamás ha actuado violento; no me quita el dinero del almuerzo ni me golpea por los pasillos; no es un bravucón. Nuestras discusiones son niñerías y lo sabes, Soobin. Es un simple juego.
─ Hoy no parecía estar jugando.
Beomgyu bajó la cabeza, sintiéndose mal otra vez. Desenvolvió el sándwich que le había traído su amigo del plástico en que se encontraba. Le dio varias mordidas intentando mantener la boca ocupada para no volver a decirle a Soobin que lo sucedido con Yeonjun había sido su culpa.
Porque Beomgyu estaba muy seguro de que era su culpa, de que había arruinado su oportunidad por ser cercano al chico rebelde. Nadie, ni Soobin, le sacaría eso de la cabeza.
Pero por su parte, Soobin tampoco cambiaría de opinión, así que no tenía caso darle más vueltas a la discusión de ese par de obstinados.
─ Si de algo te sirve... te confieso que planeo mantenerme lejos de Yeonjun por un tiempo.
Soobin pareció sorprendido, pero también aliviado. Sonrió y palmeó el hombro del otro chico.
─ Algo es algo. Me alegra que recapacitaras.
─ Quiero aclarar que no es porque le tenga miedo o algo parecido. Simplemente dejaré que se relaje un poco y así no esté a la defensiva la próxima vez que intente socializar con él. No quiero que me odie más.
Soobin estaba muy cerca de arrancarse el cabello de frustración. Al parecer explicarle razones a su amigo era como hablar con una pared. Sin embargo, decidió tranquilizarse. Después de todo, Beomgyu le había dicho que estaría lejos del renegado un tiempo. Eso le bastaba por el momento.
El par de amigos terminó sus sándwiches en "tranquilidad", no volviendo a mencionar el nombre de Yeonjun ni nada relacionado a él.
Soobin, sin embargo, no dejó el asunto fuera de su mente. Estaba preocupado. ¿Qué tal si Yeonjun quería agarrarse a golpes con su amigo a la salida de la escuela? ¿Qué tal si hacía algo peor?
Decididamente, Choi Soobin no bajaría la guardia. Los chicos como Yeonjun, los abusones, le causaban escalofríos. Siempre tan intimidantes, caminando como si fueran los reyes del mundo y pasando por encima de los más débiles. No eran de confiar los tipos así.
Él iba a proteger a Beomgyu aunque este se negara.
Aunque tuviera que comenzar a ocultarle cosas a partir de ese momento.
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