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Soobin observó con preocupación el rostro tenso de Yeonjun y cómo intentó ponerse de pie pero al hacerlo se tambaleó y cayó de nuevo. Notó que el dolor parece venir de su tobillo. El menor buscó levantarse ayudándose del balde de basura de al lado con cierta torpeza.

Sin decir una palabra, se acercó y dándole la espalda se agachó frente a él. —Súbete a mi espalda —dijo, sin darle opción a réplica.

Yeonjun frunció el ceño y negó de inmediato, su orgullo lo empuja a rechazar la oferta.

—No necesito que me cargues. Puedo caminar —insistió, aunque su rostro traiciona la verdad.

El Presidente Estudiantil no se movió, manteniendo su posición, arrodillado frente a él. Con un suspiro exasperado, añadió:

—Vamos, no seas terco. Es solo hasta que salgamos de aquí.

Al ver que Yeonjun se negó, Soobin hizo una jugada rápida e inesperada. Se giró lo suficiente como para agarrar el brazo del menor y lo jaló suavemente hacia sí, obligándolo a apoyarse en su espalda. Sin más opción, el pelirosa, sorprendido por la maniobra, terminó cediendo.

Finalmente, se dejó cargar, pasando sus brazos alrededor del cuello del más alto. Sintió cómo sus largas piernas eran aseguradas por las manos firmes de Choi que lo sujetaron con fuerza. Aunque al principio dudó, al final se acomodó en la posición, apoyando su mejilla contra el hombro ancho que le brinda Soobin. Inesperadamente, se sintió extrañamente seguro allí.

—¿Quiénes eran esos hombres? —preguntó, con voz tranquila iniciando con la caminata hacia el interior.

Yeonjun bufó desde su lugar —No te interesa —respondió, cortante.

El azabache suspiró, manteniendo su paciencia. —Es cierto, no me interesa —admitió —pero deberías preocuparte por ti mismo. Deberías cuidarte más.

Frunció el ceño, aún aferrándose a su orgullo, negándose a abrirse.

—Nadie se preocupará más por ti que tú mismo, ¿sabes? —añadió con un tono más suave, casi susurrando —Tienes que amarte más, valorarte. Cuidar de tu cuerpo y mostrar el respeto que quieres recibir.

El regañado se sintió un poco ofendido. —¿Estás diciendo eso por cómo estoy vestido?

El más alto sintió el rubor subir a sus mejillas, pero se mantuvo firme. —No puedo negarlo. Me parece… vulgar —admitió con una sinceridad respetuosa.

Yeonjun soltó una pequeña carcajada, sin pretender ocultar su desdén.

—No me importa lo que pienses —replicó con una sonrisa altiva.

—Lo sé —respondió simple, con un tono suave que dejó entrever una pizca de algo más.

El bullicio suena lejano, dejando un silencio más cómodo en el ambiente. Aprovechando la tranquilidad de los pasillos, Soobin se atrevió a preguntar algo que lo había estado rondando.

—Entonces, ¿cómo planeas volver a casa? —preguntó, tratando de sonar despreocupado, pero con una leve preocupación en su voz.

Yeonjun arqueó una ceja, burlándose de la evidente inquietud del contrario —¿Estás preocupado por mí? —se mofó juguetón.

—No. Solo quiero saber porque te estoy haciendo muchos favores y temo que desaparezcas en medio de la noche sin devolverme nada.

Rió, divertido por la respuesta. —No seas tan quisquilloso, Bunnie. Perdona a los pobres.

Bunnie.

Sintió un dejavu estremecer su cuerpo. De niños ese era el apodo que recibía de parte de su alocado compañero de clases. Es irónico como llevan toda la vida compartiendo el mismo salón y aún así, es como si no se conociesen. Saben lo suficiente del otro como para tratarse como conocidos, pero no suficiente para ser algo más cercano, y es debido a la barrera invisible que el azabache ha creado por años.

Cuando él Otro Choi dijo, por primera vez, ser abiertamente Homosexual, fue en ese entonces que el Choi Original intento ayudarlo, salvarlo de la oscuridad. Múltiples charlas e intentos que quedó en nada porque Yeonjun no quería ser salvado, disfrutaba de la oscuridad.

Se alejó y se acostumbró a quedarse lejos, al margen de la vida del más bajo, de aquel compañero que ha compartido su apellido de toda la vida pero aún así, no se parecen en nada.

Yeonjun, con un brillo pícaro en sus ojos, cercó sus dulces labios pomposos al lóbulo de la oreja del mayor y murmuró —Si fuera una chica, te pagaría con un beso, Presidente Estudiantil.

Soobin sintió escalofríos ante el roce delicado que recibió. Su cuerpo reaccionó de forma extraña y el sonido de su corazon retumbó por todo su cuerpo. —No lo aceptaría ni aunque fueras una chica —respondió con dureza, manteniendose firme ante las extrañas turbulencias.

—¿Seguro? —preguntó, con una risa contenida. Soobin asintió.

Siempre le ha sido divertido molestarle con eso, pareciendole graciosa las reacciones del contrario, sin nunca estar al tanto de lo que verdaderamente provocaba en Choi.

Pensó que la cosa quedaría así, pero la boca del rebelde de la clase siempre ha sido una completa caja de sorpresa. —Cierto, en primaria nos besam...

—¡No fue un beso! —escandalizó con su rostro ardiendo como horno.

—Claro que sí, nuestros labios se tocaron. ¿A quien quieres engañar, Bunnie? ¿Ah, pequeño Bunnie? —y con una sonrisa maliciosa en sus belfos brillantes, apachurro la mejilla del más alto.

—¡No me toques! —sacudió la cabeza casi desesperado —Deja ese ridículo apodo. Y tercero, te estaba salvando de ahogarte, era reanimación cardiovascular, ¿Sabes lo que significa? ¡No fue un beso! ¿Lo entiendes?

Yeonjun soltó una carcajada suave, su tono lleno de burla y picardía. —¿Por qué reaccionas así? ¿Fue tu primer beso?

Y el último pero no tiene porque saberlo. Soobin, nervioso y titubeante, intentó hablar, pero las palabras se enredaron en su garganta. No supo cómo completar una oración, su mente quedó en blanco, abrumado por la vergüenza y el recuerdo del momento.

El cantante se rió ante la reacción del mayor, el sonido de su risa es melodiosa y ligera. —También fue mi primer beso —murmuró en voz baja, casi como un secreto, pero con una sinceridad que resonó en el corazón del estudiante de honor.

Ambos quedaron en silencio después de esa confesión inesperada, con sus corazones latiendo rápido, atrapados entre la tensión de lo no dicho y la calidez de la cercanía. Dos corazones orgullosos que, a pesar de todo, están empezando a resurgir aquellos sentimientos que creyeron nunca sentir.

Soobin volvió a recordar porqué aunque se aferraba a odiarlo, terminaba odiándose más a si mismo en el proceso.

Llegaron al camerino, encontrándose con el resto de los chicos. Taehyun estaba acurrucado junto a Beomgyu, con el brazo de éste último envolviéndolo cariñosamente. Ambos parecían estar en su propio mundo de enamorados, pero en él instante en que él rostro de Soobin hizo aparición, el rubio sin pensar se sobresaltó y empujó a su novio, como si el simple hecho de estar cerca de él lo quemara.

Él castaño lo entendió y simplemente calló. Se levantó y mantuvo la distancia sabiendo que sería lo mejor, delante de Soobin y de todos no puede ser cercano como le gustaría con su pareja. Sabe y entiende completamente a su pequeño novio, pero aún así, duele. Aunque, él mismo se lo buscó y no es capaz de arrepentirse.

Tae, al ver al pelirosa siendo cargado a cuestas, con preocupación se acercó.

—¿Qué pasó? —preguntó con el ceño fruncido.

Soobin abrió la boca para explicar la verdad, pero el rebelde se adelantó con una sonrisa despreocupada.

—Me caí por las escaleras —mintió con facilidad. —Y obligué a Soobin a cargarme de regreso.

La mentira sonó tan natural que nadie en el camerino la cuestionó; todos saben que es algo que él haría. Soobin, sin embargo, sintió un amargor en la boca al escuchar lo fluidamente que miente. Si no hubiera sabido la verdad, él mismo le habría creído.

«¿Tan acostumbrado está a mentir?» se preguntó, inquieto.

Con cuidado, lo llevó al sofá y lo sentó suavemente. Kai, siempre atento y considerado, se acercó con respeto y le ofreció un vaso de agua a Soobin, quien lo aceptó agradecido. Entre todos es el más tranquilo y se nota hasta en su forma de vestir. Un simple suéter azul con unos jeans. Sin aretes ni piercings falsos, ni maquillaje ni un alocado cabello. Si no supiera que es parte de aquella banda lunática, diría que es un joven excepcional con buen futuro.

Sunoo, que viste con su habitual ropa rosa, brillante y delicada, se acercó a Yeonjun con una expresión de preocupación.

—¿Te lastimaste mucho? —preguntó.

Negó con la cabeza, intentando restarle importancia. Pero el Choi más alto, interrumpió.

—¿Alguien puede traer hielo? —pidió con firmeza.

Kai se apresuró a salir del camerino para buscarlo. Soobin aprovechó para arrodillarse frente a Yeonjun y empezó a quitarle el zapato, a pesar de las protestas del menor.

—No es nada, te digo —refunfuñó, con un tono fastidiado.

Pero cuando el zapato finalmente salió y Soobin retiró el calcetín, quedó al descubierto un hematoma morado y feo que contrasta contra la piel ligeramente tostada del muchacho. Kai regresó rápidamente con una compresa fría, que el azabache colocó con cuidado sobre el tobillo herido.

El rubio, visiblemente preocupado, se sentó al lado del vocalista, acariciando su brazo con dulzura.

—Deberías tener más cuidado —le dijo suavemente, su voz teñida de preocupación genuina.

En ese momento, Niki apareció en el umbral de la puerta del camerino, comiendo unas papitas. Se quedó perplejo al ver a Soobin de nuevo.

—¿Qué hace aquí el jodido religioso extremista secuestrador del novio de Beomgyu?

Soobin frunció el ceño. Claramente no le gustó la forma en que se dirigieron a él. —¿Disculpa?

—¿Qué? Tu te lo buscaste, tremenda buena impresión tengo de ti —se encogió de hombros con simpleza mientras se acerca y curiosea lo que hacen con el pie del mayor.

—Estoy seguro que eres menor que yo —murmuró el azabache confundido —¿Por qué me tuteas? No me tutees.

—No soy coreano, no sé hacerlo.

—Se japonés, llámame Soobin-sama —contestó de inmediato.

Sunoo se rió en la cara de Niki.
















En el aula de matemáticas, la profesora entregó los exámenes de la última prueba. Soobin, como siempre, miró con satisfacción su hoja de calificaciones, un perfecto 100 de 100. Sonrió para sí mismo, contento con el resultado. La clase llegó a su fin, y mientras los estudiantes se levantaban para salir, se despidió de Jungwon, el delegado, antes de comenzar a recoger sus cosas.

A medida que el aula se vacía, no pudo evitar lanzar una mirada hacia el asiento de Yeonjun, quien no parece tener una buena expresión. Algo en su imagen le hizo sentir una inquietud inexplicable, y a pesar de sus propios planes para el resto del día, decidió acercarse a él.

—Oye, Yeonjun —dijo con un tono que intenta ser amable —¿Me pasas tu examen?

El nombrado levantó la vista, su expresión se tornó defensiva al instante.

—¿Para qué quieres mi examen? ¿Para burlarte de mí también? —respondió, con desconfianza. Una desconfianza que se ha formado a raíz de las heridas.

Soobin mantuvo la calma y negó con la cabeza.

—No, no es para eso. Solo quiero ver cómo te fue.

Con un suspiro frustrado, le pasó el examen al más alto, mientras continua ordenando sus cuadernos con movimientos bruscos. Soobin tomó el papel con cuidado y lo examinó. Al ver la calificación, se sorprendió, es una nota considerablemente baja. Los errores en las fracciones son evidentes y notables.

—¿Cómo es posible que no sepas hacer fracciones? ¿Eres tonto? —preguntó sin pensar, su tono denotando una mezcla de sorpresa y molestia.

—¡Sí, ya sé que soy tonto! —exclamó, su voz quebrada por la rabia. Como un cachorro herido pero rabioso y orgulloso.

Soobin le miró a los ojos, aprendió que, por más altanero y bocasucia se encuentre el pelirosa, mientras le mires a los ojos, verás algo más que simple normalidad. Y es que, hay algo en los dulces ojos de Yeonjun que le reflejan una ola de sentimientos abrumantes. Tal vez, no es el único que se abruma, tal vez, Yeonjun también se abruma.

Sus ojos no son felices, son profundamente deplorables, cansados, con ojeras que son obviamente tapadas con maquillaje. Si durmiera mejor, ¿Dejaría de ponerse maquillaje para ir a la escuela? Si tuviera dinero, ¿Conseguiría un tutor que le ayude con sus deficiencias académicas? Si tuviera un buen padre que lo supiera educar, ¿Habría conocido a un diferente Yeonjun? ¿No sé abría desviado?

Se formó un nudo en su estómago, raro, incómodo, confundido. La palabra "tonto" resonó en el aire y la culpabilidad lo invadió. No había querido ser cruel, pero sus palabras habían golpeado a Yeonjun en un punto vulnerable.

El pelirosa dejó su examen en manos del Presidente Estudiantil, quien parece tener una reliquia alienígena extraña en vez de una simple hoja, y con la espalda erguida en un gesto de orgullo herido, se dio la vuelta y comenzó a marcharse. Soobin se quedó parado, sintiendo un peso en el pecho. Su mirada lo siguió mientras se alejaba.

No pudo evitar sentirse mal por lo que había dicho. Sabía que, aunque no había sido su intención, sus palabras causaron un daño que ahora lamenta profundamente.

Y sin pensarlo mucho, corrió tras el. Lo detuvo de repente al colocarse en frente. El contrario alzó una ceja, mirándolo con una mezcla de curiosidad e irritación.

—¿Qué quieres? —preguntó con desdén, intentando evadir la confrontación.

—Sígueme.

Frunció el ceño, desconcertado. —¿Por qué?

Soobin, sin esperar respuesta, tomó la cuerda de la mochila de Yeonjun y lo arrastró suavemente hacia un rincón apartado. Entraron en el cuarto del conserje más cercano, un espacio pequeño y desordenado con herramientas de limpieza y estantes desbordantes.

—¿Qué pasa? —volvió a preguntar, confundido por la repentina detención y el cambio de escenario.

—Si sigues así, no te vas a graduar.

Rodó los ojos con fastidio. —Lo sé, no necesitas recordármelo.

El Presidente Estudiantil suspiró, claramente frustrado.

—¿Por qué no estudias? ¿Por qué estás perdiendo tiempo con una banda?

—Soy tonto, ¿No lo ves? Aunque intente estudiar, nada entra en mi cabeza. Simplemente soy estúpido.

Binnie le miró alarmado. —No eres tonto. Eso no es cierto.

—Me dijiste tonto antes —le recordó con claridad causando un sonrojo avergonzado en el más alto.

—Lo siento por eso. No quise ser cruel. Mira, te ayudaré con tus estudios. Voy a asegurarme de que pases de año y vayas a la Universidad.

Yeonjun lo miró perplejo, claramente sin entender el motivo detrás de la oferta.

—¿Por qué harías algo así? ¿Y por mi? ¿Te doy lástima?

Soobin sintió una mezcla confusa de emociones, algo que no puede definir claramente. Simplemente no puede soportar ver a Yeonjun hundirse. Sabe que el Otro Choi es demasiado orgulloso para aceptar su ayuda así que, ideó un plan rápido.

—Tae y Beomgyu —mencionó sus nombres de pronto —Quiero tu ayuda para vigilarlos.

Se cruzó de brazos, resistiéndose. —No voy a ayudar en eso.

—Solo quiero cuidar a mi primo. Necesito saber si está bien.

Se ofendió por su amigo —Beomgyu es bueno. No tienes razón para estar preocupado.

—¿Cómo puedo saber si es bueno si no lo conozco? Por eso necesito tu ayuda.

Yeonjun vaciló, su resistencia flaqueando ante el desafío de Soobin. Sabe que no le vendría mal la orientación del "nerd más nerd" del colegio. Finalmente, se dio cuenta de que podría beneficiarse de la ayuda, y con una mueca resignada, asintió.

—Está bien. Haré lo que pides. Pero solo porque me parece que podrías ser útil. Y ten en cuenta que no diré nada en contra de mi amigo y lo protegeré ante todos y de ti.

Y aunque estuvo seguro que eso no sería del agrado de Soobin, sorprendentemente, lo vió sonreír con gratitud y alivio, como si estuviera bien.

—Perfecto. Empezamos hoy a las cuatro después de mi junta con la Directiva, ¿Te parece bien? ¿O estás ocupado?

—A diferencia de ti, siempre estoy libre.





















Soobin llegó puntual a las cuatro en punto, cargando libros y una expresión serena en su rostro. Sin embargo, al entrar a la biblioteca, se sorprendió al ver a Yeonjun ya sentado en una mesa, jugando con su celular alguna aplicación. Parece más nervioso de lo habitual, con su pie rebotando rápidamente contra el suelo.

Es raro, ya estaba preparado para esperarlo. Todos conocen la evidente impuntualidad del muchacho.

—Llegas temprano —habló con cierta sorpresa.

Yeonjun levantó la vista al escucharlo casi sobresaltado. Apagó su celular y lo dejó en la mesa —Sé que eres puntual —dijo mientras se encoge de hombros intentando sonar despreocupado —por eso vine temprano. Luego se me olvida, y no quería que eso pasara.

Soobin arqueó una ceja, notando algo extraño en el comportamiento del pelirosa. Y es que no lo sabrá, pero el Choi rebelde con miedo a perder esta gran oportunidad, después de clases, directo fue a la biblioteca y se sentó en ese mismo asiento durante una hora y media. No lo dijo y nunca lo dirá. El Presidente Estudiantil no debe saber que está absolutamente desesperado y ansioso por pasar de año. También quiere graduarse, lo necesita.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —preguntó Soobin, mientras toma asiento frente a él.

Jun evitó la pregunta con una sonrisa tensa.

—No importa. Comencemos ya, ¿no?

Soobin suspiró, dejando pasar el detalle por el momento. Sacó su cuaderno y abrió el libro de matemáticas.

—Bien, empezaremos por fracciones. Son la base para casi todo, así que necesitas dominarlas primero.

El alumno asintió en silencio, con su mirada fija en el libro, como si intentara absorber la información antes incluso de que Soobin hablara. Durante las siguientes dos horas, el salón de la biblioteca se llenó de murmullos, el sonido de lápices rayando papel y ocasionales comentarios de frustración por parte de Yeonjun, a los que Soobin responde con paciencia.

Mientras se encuentra resolviendo unos ejercicios, levantó la vista y notó que el Estudiante de Honor esta absorto en unos papeles, escribiendo y tachando con rapidez. Su ceño fruncido muestra concentración, pero también cierta tensión. La curiosidad no tardó en surgir.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, apoyando el mentón en una mano. Ya está aburrido de tantos números, ¿Cuándo va a terminar? ¿No fue suficiente ya?

Bin apenas levantó la vista.

—Organizando lo del Festival de Primavera. Hay que coordinar los horarios, los permisos, las actividades… ya sabes.

Yeonjun dejó el lápiz y se cruzó de brazos. —¿Te vas a meter en algo?

El azabache lo miró, dubitativo, y luego cambió el tema con una pregunta propia:

—¿Y tú? ¿Piensas participar?

—Tal vez en la carrera de relevos —respondió Yeonjun casualmente.

De inmediato, negó con firmeza. —No, no puedes.

Yeonjun frunció el ceño, sorprendido.

—¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo?

Se aclaró la garganta, incómodo. —Es solo que... no sé si sea lo mejor para ti. Tal vez deberías probar con baloncesto o fútbol. Esas cosas se te darían mejor.

Yeonjun lo observó detenidamente, como si tratara de leer entre líneas.

—Lo pensaré. ¿Y tú? ¿Vas a participar en algo?

Negó con una sonrisa apática. —No tengo tiempo para juegos. Estoy demasiado ocupado con los preparativos del festival y los exámenes.

El cantante rodó los ojos.

—Deberías relajarte un poco. Divertirte antes de entrar a la universidad. Somos jóvenes, ¿sabes? Es nuestro deber y derecho —dijo con una sonrisa fácil.

Soobin soltó una risa suave, pero no dijo nada. Sus ojos permanecieron fijos en el cuaderno, aunque no parecía estar realmente leyendo. Yeonjun lo miró con atención, estudiándolo con una mezcla de curiosidad y algo que podría llamarse preocupación.

—Cuando éramos pequeños, solías decir que querías ser futbolista. Te gustaba mucho —murmuró, buscando quizá, una chispa de esa misma pasión en los ojos del azabache.

Soobin detuvo su bolígrafo en el aire, su postura rígida. Por un momento, el tiempo pareció detenerse. Lentamente levantó la mirada y lo observó en silencio, como si procesara lo que acababa de escuchar. Aquello le tomó por sorpresa, mucho más de lo que estaba dispuesto a admitir. Porque recordarlo…

—Los tiempos cambian, Yeonjun. Y los sueños también —respondió al fin, su voz más baja de lo habitual, con un tono que parecía arrastrar el peso de algo que nunca había confesado.

Había un extraño sabor agridulce en sus palabras, una nostalgia que lo golpeó de lleno. En lo profundo de su corazón sabía que ese vacío, esa ausencia de algo esencial, nunca sería capaz de llenarlo. Había aprendido a enterrar esas sensaciones, a silenciar el eco de algo que una vez le dio vida, porque enfrentarlo sería demasiado doloroso.

—Puede ser —admitió Yeonjun, aunque no estaba convencido —Pero te lo digo porque parece que disfrutas mucho las clases de educación física. Solo por eso.

Soobin frunció el ceño, claramente confundido por el comentario. No entendía lo que el pelirosa intentaba decirle, pero el otro chico lo sabía con claridad. Cada vez que Binnie tocaba el balón durante la clase de deportes, algo en él cambiaba. Esa sonrisa, esa manera de moverse, como si el tiempo y las preocupaciones no existieran. Era auténtico, puro, algo que Yeonjun no podía dejar de notar.

Era como si él gran Choi Soobin, tan serio y reservado, encontrara una chispa de libertad en esos momentos. Su sonrisa era diferente, brillante y llena de vida, tan distinta a la máscara de perfección que siempre llevaba puesta.

—Todos tenemos derecho de volver a soñar, si así lo necesitamos —dijo después de un rato, con un tono suave, como si hablara más para Soobin que para él mismo —Los sueños son lo que nos hacen vivir.

Él Presidente Estudiantil dejó escapar una risa amarga, seca, y negó con la cabeza. —Y son los sueños los que traen las decepciones —murmuró, casi como un recordatorio para sí mismo.

Yeonjun se quedó callado, estudiándolo con cuidado. Había algo roto en esas palabras, algo enterrado profundamente. Por primera vez, entendió que había mucho más detrás de lo que él o cualquiera podía ver. Un niño que alguna vez soñó con brillar en una cancha y que ahora vivía atrapado en la sombra de su propia perfección.

—A veces vale la pena arriesgarse a esas decepciones —dijo finalmente con una media sonrisa, mirándolo a los ojos. —Porque lo que sentimos mientras perseguimos ese sueño… eso nadie nos lo puede quitar.

Lo dijo por experiencia propia.

Soobin se sintió expuesto, como si Yeonjun pudiera ver realmente a través de él, como si estuviera desnudando las partes de si mismo que siempre se esforzó por mantener inexistentes, partes que ni el mismo sabía que tenía. Era una sensación incómoda y a la vez, extrañamente reconfortante porque él Otro Choi no parecía juzgarlo. Y eso... lo hacía menos aterrador.

¿Jugar al fútbol en el Festival de Primavera? Imposible, su mamá lo mataría.

Pero los jóvenes están destinados a romper las reglas en algún momento de sus vidas y más cuando esas reglas son tan amplias e interminables.

Todos tenemos derecho a soñar por más inalcanzables parezcan esos sueños.














Nuestros bebés están más dañados de lo que aparentan🥺





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