✧ 06 ✧
El lunes llegó con una frialdad y desolación que Yeonjun conoce demasiado bien. Los pasillos, vacíos y silenciosos de la escuela le recuerda lo tarde que ha llegado, otra vez.
Y no es que lo haga adrede, es inevitable. Quiere estudiar, quiere graduarse y le falta tan poco para lograrlo, tan poquito. Pero su jodida vida de mierda no parece querer cooperar.
Su andar es torpe, forzado, con una cojera evidente que trata de disimular. El moretón en su ojo y el labio partido son testigos mudos de la brutalidad que ha sufrido, y aunque intentó ocultar las huellas de su tormento con maquillaje, algo que usualmente sabe hacer a la perfección, está vez fue más dificil y se puede vislumbrar mas que nada su belfo herido y rojizo.
La semana que pasó fue un infierno, un verdadero calvario del que no está seguro de cómo salió con vida. Su cuerpo y su espíritu están quebrados, pero de alguna manera, quizás por pura inercia, ha regresado a la escuela.
El hogar, si es que se le puede llamar así, no ofrece ningún refugio. Su padre, indiferente, ni siquiera se molesta en fingir preocupación. La soledad es su única compañía, y el nudo en su garganta es un recordatorio constante de la desesperación que lo ahoga lentamente.
—¿Esas horas de llegar? —La profesora de matemáticas lo recibe con desdén y molestia.
Yeonjun apenas puede levantar la mirada. Sabe que cualquier intento de explicación es inútil.
—Lo siento... —murmura, su voz casi inaudible, apenado, avergonzado.
La docente parece notar la herida en su labio, vacila. Por un instante, la severidad en sus ojos se suaviza, pero es un destello fugaz.
—Pasa.
Yeonjun asiente débilmente.
—Gracias... —susurra, casi sin fuerza, antes de dirigirse a su asiento. El trayecto hacia su pupitre se siente interminable, cada paso lo hunde más en un mar de miradas que lo atraviesan como cuchillos. Baja la cabeza, deseando desaparecer, no ser visto, al menos no hoy, no cuando se siente tan vulnerable.
Cuando finalmente está cerca de su asiento, un pie despiadado se interpone en su camino y cae al suelo con torpeza, una caída que resuena con las risas maliciosas de Wooyoung y su grupito, susurros venenosos que llenan el aire.
Se levanta con dificultad, el peso de su cuerpo no es nada comparado con el peso que carga en su corazón. Cada músculo le duele, pero lo que más duele es el desprecio silencioso de todos a su alrededor. Finalmente, se sienta, su espalda curvada como si el mundo se hubiera posado sobre ella. Saca su viejo cuaderno de matemáticas.
Es dificil seguir aferrándose a la esperanza de que, de alguna manera, todo mejorará.
Llega a la mitad de la clase, y la pizarra está llena de números y ejercicios que parecen hablar en un idioma que no entiende. Es torpe, lo sabe. Nunca ha sido bueno en los estudios, y ahora, al mirar esos números, siente que la brecha entre él y sus compañeros se hace aún más clara. Con la desesperación de alguien que se ahoga, se aferra a su lápiz y comienza a escribir, intentando atrapar las últimas palabras antes de que se desvanezcan.
La profesora comienza a borrar la pizarra, y el pánico se apodera de él. Su mano se eleva casi instintivamente, su voz rota por la desesperación.
—Espere, por favor... No he copiado todo —suplica, su voz quebrada. El examen es la semana que viene y aún no ha entendido nada.
—Pídele los apuntes a un compañero. No puedo atrasar la clase.
¿A quién?
Traga el nudo en su garganta y se encoge sobre sí mismo, intentando desaparecer. Todo lo que toca, todo lo que intenta, lo arruina. Incluso su propia existencia parece un error que no puede corregir. Las lágrimas, invisibles pero ardientes, ruedan por su interior, y Yeonjun se sumerge en un océano de desesperación, sin saber si alguna vez podrá salir a la superficie.
El timbre sonó y supo lo que sucedería. En cuestión de segundos, Wooyoung y su grupito de estúpidos descerebrados rodearon su mesa, como depredadores acechando a su presa. No necesitan razones, ni excusas, es su rutina diaria y llevan tiempo sin poder cumplirla como de costumbre. Uno de ellos agarró el bolso de Yeonjun y lo lanzó al otro lado del aula, cuadernos y apuntes se esparcen por el suelo.
—¿Qué pasó que viniste? ¿Te cansaste de abrir tu culo en el prostíbulo? —cuestionó el moreno con burla. Sus amigos se ríen junto a él.
—¿No será que viene a buscar más clientes? —se burló otro.
—Ni que fueras chica para pagarte.
Wooyoung miró desde su posición al contrario que se encuentra sentado y encogido en su asiento, intentando ignorarlos esperando que así se vayan, no le dará el gusto, no hoy. Acortó la poca distancia que les queda y con sus ásperas manos tomó el mentón del pelirosa alzándolo en contra de su voluntad para que lo vea a la cara.
Yeonjun se niega pero es jalado con brusquedad, suelta un bajo gruñido. Sus dientes tensos, mantienen y obligan a su boca a callar todos los insultos que se acumulan como un torbellino a punto de explotar en su garganta. No quiere meterse más en problemas, necesita soportarlo, aún cuando sus ojos brillan de lágrimas llenas de rabia y frustración.
Odia esto, odia que se burlen de él y lo pisoteen por ser quién es. Los odia tan mal a malditamente a todos al punto de hacer crecer sus ganas de dejar aquel infame mundo por completo.
La mirada burlesca de Wooyoung más una ladeada sonrisa maligna, es lo que ve en su horrible rostro.
—¿Si te pago quinientos dólares te vistes de chica y me muestras tu culo? —no contestó y aquello lo hizo enojar. Sintió como ejerce presión en el agarre de su rostro al punto de lastimarlo y enrojecer su piel. —Contestame, perra.
Bien, hasta aquí. Ya no puede soportar tal humillación.
Harto, lo empujó bruscamente logrando que lo soltara y retrocediera a tropezones casi cayendo. Se levantó y lo miró con rabia.
—¡Déjame en paz! ¿No lo entiendes o tan necesitado estás de que te dé mi culo, ah? —arrojó con recelo, atacando directamente.
Sus palabras lograron causar un silencio sepulcral por algunos segundos y más especialmente, por haber hecho dudar de la sexualidad al más temido de la escuela.
Wooyoung, con el orgullo herido y la ira nublando su juicio, agarró con furia el cuello de la camisa de Yeonjun, levantando su puño con la intención de golpearlo. —Te enseñaré a callar la boca cuando se debe, maldita perra.
Pero antes de que pudiera descargar su frustración, una mano firme se posó sobre su hombro. Soobin, el Presidente Estudiantil, lo mira con una seriedad tan profunda que hizo que el aire se congelara.
—Lo sueltas ahora —ordenó en un tono tan frío y oscuro —o haré que lo sueltes en el despacho del director.
Woo, atrapado entre la furia y el miedo, soltó a Yeonjun bruscamente, su rostro retorciéndose en una mueca de desprecio. —Él empezó —se excusó, como un niño atrapado en una travesura, pero sin la convicción que había tenido un segundo antes.
—Lárgate ahora —replicó el más alto, sin apartar su mirada.
Como perros regañados, el matón y su grupo obedecieron, retrocediendo con las colas entre las piernas. Sin embargo, Yeonjun no prestó atención al intercambio. Cojeando, se dirigió hacia su mochila, pero su cuerpo debilitado lo traicionó, haciéndolo tropezar y caer al suelo a mitad de camino con un doloroso golpe.
Antes de que pudiera levantarse, vio los impecables zapatos de Soobin acercarse a él. Con una calma inquietante, el Presidente Estudiantil recogió la mochila, sosteniéndola entre sus manos como si fuera un objeto frágil. Tomó los cuadernos y los devolvió al interior con cuidado.
—¿No piensas cambiarla? —preguntó, aunque su tono estuviera carente de malicia, sus palabras penetraron en el orgullo herido de Yeonjun —llevas desde el primer año con ella.
La vergüenza y la rabia se entrelazaron, formando un nudo en su garganta que apenas pudo tragar. Se levantó con esfuerzo y arrancó la mochila de las manos de Soobin.
—No todos somos niños de papi —replicó con frialdad, dándole la espalda al más alto, dispuesto a alejarse.
Pero antes de que pudiera dar un paso más, Soobin, sin pedir permiso, tomó su muñeca y la colocó sobre su hombro, obligando a Yeonjun a apoyarse en él.
—Te llevo a la enfermería —dijo con firmeza, sin dejar espacio para la discusión.
—Puedo ir solo —gruñó, tratando de liberarse, pero su cuerpo sigue temblando.
—No puedes, y lo sabes.
—Déjame —insistió, empujando al más alto con la poca fuerza que le queda —¿Desde cuándo no te da miedo que te contagie, eh?
Soobin lo está tocando, está activamente acortando la distancia de los dos generando un contacto directo. Si apenas hace dos semanas estaba repeliéndolo como a un asqueroso insecto con lepra.
Sus palabras cayeron como balde de agua fría al azabache, quien se dio cuenta que es verdad. Pero, no puede ser débil. Puede rodearse de la tentación y no caer en ella, así que esta bien, mientras reponga el daño que ha hecho.
—Soy el Presidente Estudiantil. Debo cuidar de mis compañeros.
—¿Ahora sí lo eres? —espetó Yeonjun, su voz teñida de amargura y odio —¿Quieres subir tu ego, no? "Ayudar a todos como iguales, no importa si es gay porque yo soy un santo, ¿No?" —se burló con descaro, buscando herirlo de la misma manera en que él se sentía herido. Lo odia, le desagrada. O al menos, así de dramático se está sintiendo hoy.
¿Cómo puede ser tan... Argh, así?
Creyendo que es mejor que todos pero al final es la misma mierda. A veces quiere creer en él pero una vez abre la boca, solo lo lastima.
Pero en lugar de ofenderse, Soobin notó algo en los ojos de Yeonjun. Algo más allá de su fachada altanera. Una especie de agonía que lo consume desde dentro, un dolor tan profundo que ni siquiera las palabras más crueles pueden expresar. Y es que, aunque intentaba mantener su postura desafiante, sus ojos apagados delatan cansancio y tristeza.
Algo le pasó. Algo sucedió que lo hizo perder el brillo que tanto ha acostumbrado ver en esa mirada.
Pero ¿Desde cuándo le preocupa?
Todos en el salón saben o al menos tienen idea de la estabilidad económica de la familia del rebelde y sumado a esto, los posibles problemas que atraviesa en casa. No es la primera y sabe que tampoco será la última vez que lo vea llegando a clases con moretones y heridas. Dicen que su padre lo golpea por haberse desviado. Soobin siempre lo ha visto como algo merecido, aunque hoy, por alguna razón, tal vez porque está más cerca, sintió algo revolverse en su pecho que hace flaquear su convicción.
Aunque lo esté haciendo mal, sigue siendo un adolescente. ¿Hay que lastimarlo tanto?
—No, no es por eso —respondió con una honestidad abrumadora que estremeció el corazón del más bajo —quiero ayudarte sinceramente, al menos una vez en mi vida.
Esas palabras atravesaron sus defensas como una flecha. Por un momento, quedó paralizado por la sorpresa, incapaz de procesar que alguien, especialmente Soobin, pudiera sentir algo más que desprecio hacia él.
—Sabes que a mi lado, nadie te molestará —continuó, su voz suave, pero a su vez, segura.
Sabe que tiene razón. La realidad cruel de la vida era que las clases sociales lo definen todo, y Soobin, con su posición y su influencia, es intocable. Es el rey de los estudiantes, respaldado por una familia poderosa, mientras que Yeonjun no es más que un peón solitario en un juego donde las reglas siempre están en su contra.
Finalmente, rendido ante la lógica de la vida, aceptó la ayuda. Se dejó apoyar en la calidez extraña que emana el cuerpo del Presidente Estudiantil, aunque su corazón sigue receloso y lleno de desconfianza. Mientras caminan juntos hacia la enfermería, Junnie no pudo evitar preguntarse si este pequeño acto de bondad es un destello fugaz en su vida sombría o si, por primera vez en mucho tiempo, había encontrado a alguien que realmente se preocupó por él, al menos de mentira, porque es imposible que sea real.
En la enfermería, la enfermera trata el tobillo herido del joven. Aplicó hielo sobre la hinchazón y esparció cremas sobre los hematomas, su rostro una mezcla de preocupación y desaprobación. Le ofreció una pastilla para el dolor, y mientras trabaja, su mirada no dejó de interrogar al estudiante.
—¿Quién te hizo esto? —preguntó con una mezcla de curiosidad y reproche en su tono.
Choi, con la voz cargada de una falsa seguridad, mintió sin vacilar. —Me metí en una pelea callejera. No llevaba uniforme escolar, eso fue todo.
La enfermera lo miró con escepticismo y le dio una reprimenda por no haber sido más cuidadoso. Le ofreció consejos de salud y de cómo evitar futuros accidentes. A pesar de su desaprobación, su tono esta lleno de una preocupación genuina. Cohibido, uniendo sus manos encima de su regazo con nerviosismo asiente ante cada palabra de la mayor como un perro regañado.
Soobin, al estar presente y escuchar la conversación, comenzó a cuestionar todo lo que sabe y ha oído sobre Yeonjun. Él es un cúmulo de rumores que incluyen todo tipo de comportamientos problemáticos y actitudes rebeldes. En el pasado, estos rumores alimentaron su percepción negativa de su compañero, pero ahora se encontró frente a un dilema incómodo.
Muchas veces dicen que los golpes con los que viene a la escuela son en gran parte por hombres que han pedido de sus servicios, o que efectivamente se metió en una pelea callejera o como la última opción ya mencionada, su padre le castigó. Pero Soobin está vez, está seguro que no es ni una.
Unos hombres de negro vinieron a buscar al joven. Parecían peligrosos y recelosos. Es imposible que Yeonjun este en constante contacto con ellos.
No entiende del todo la situación y no es capaz de preguntarle qué sucedió pero lo que sabe en estos momentos es que Yeonjun está mintiendo. ¿Y cuántas veces más ha mentido de esta forma?
El comportamiento descarado y la mala reputación del Otro Choi han servido como una cortina de humo, ocultando las realidades dolorosas que ahora se muestran a través de sus heridas. La verdad es más complicada que los simples rumores que circulan. Mientras Soobin lo observa, no puede evitar preguntarse cuántas mentiras había aceptado sin cuestionar, cuántos prejuicios había permitido que moldearan su visión del mundo.
El rechazo de Yeonjun a la ayuda y la mentira sobre la pelea callejera son evidencias de una vida que no encaja del todo en las narrativas simplistas que él había asumido.
Por alguna razón, Yeonjun parece estar sufriendo.
Han estudiando juntos en el mismo salón de clases por diez años. Diez jodidos años. Y aunque al principio si le generaba preocupación y curiosidad las veces que venía herido a la escuela, luego se acostumbró y lo vio como algo normal.
La idea de haber juzgado mal a alguien sin conocer la verdadera historia le pesó en el corazón. La sensación de pecado se apodera de él, una carga mas en una lista que parece interminable. El darse cuenta de su falta de comprensión le hizo sentir como si hubiera fallado gravemente, tanto a sí mismo como a los demás.
Después de que la enfermera terminó de atender al herido se retiró, Soobin se quedó en la enfermería, mirando el reloj con algo de incomodidad. El ambiente es tranquilo y silencioso, desvió su atención en una pequeña ventana que deja entrar la luz del sol, creando un ambiente cálido y suave en la sala. Yeonjun se acomoda en la cama, intentando no hacer mucho esfuerzo para evitar el dolor.
—Gracias —dijo, sin mucha convicción, mientras mira el techo.
El Presidente, sentado cerca en una silla, asintió con un gesto de incomodidad. —No hay de qué. Es lo menos que puedo hacer —su mirada volvió a la del estudiante, viendo como se haya recostado. Un silencio incómodo se instaló entre ellos, y decidió romperlo para aliviar la tensión. —¿Cómo te sientes ahora?
Lo remiró por algunos segundos y luego volvió su vista al techo —Bien.
Bin se acercó a la cama, impulsado por una repentina empatía. —Tienes que cuidarte. No sé qué sucede, pero si necesitas hablar o algo, aquí estoy.
—No necesito ayuda —contestó con un notorio rechazo en su mirada. —¿No te vas a ir?
—Te acompañaré hasta que te sientas mejor —contesto con suavidad.
«¿Cómo? ¿Y a este bicho qué le picó?»
Se sentó y extendió sus pies descalzos hacia el suelo. —Ya me voy, así que te puedes ir, deja de fingir.
Se levantó con la intención de dirigirse hacia sus zapatos y bolso, pero antes de que pudiera dar un paso, su tobillo herido no soportó el peso y se tambaleó.
Soobin, rápidamente, se apresuró a sujetarlo para evitar que cayera. Rodeando el cuerpo del mayor por meses con sus brazos dejándolo atrapado en su pecho. Tiene la intención de devolverlo a la cama pero el pelirosa se remueve en su agarre con molestia.
—Suéltame —se quejó abiertamente.
—Espera que te ayude a...
Ambos están forcejeando. Yeonjun intenta mantenerse erguido, pero su dolor y el torpe movimiento hicieron que se tambaleara, y en un instante, sintió su espalda caer hacia atrás entre las cómodas colchas llevándose a Soobin a caer encima de el.
Los cuerpos de ambos se encontraron en una posición incómoda, con Soobin encima de Yeonjun. El momento se congeló en el momento en que ambos se dieron cuenta de los pocos centímetros que están sus labios de rozarse.
El aire se vuelve caliente e íntimo entre los dos, tan íntimo y cálido que el azabache siente como su corazón empieza a latir tan rápido al punto de desbordarse de su pecho. Siente algo que nunca antes había sentido y que además, no es capaz de reconocer. Tiene tan cerca a Yeonjun, tan malditamente cerca y debajo de si. Sus mejillas se incendiaron en un tono rojo vivo y sus manos se aferraron a las sábanas a cada lado del rostro del contrario, apretándolas en un puño.
—¿Sabes que esta es una posición sexual? —un comentario que brotó por si solo de los carnosos y lindos labios del pelirosa. Bien, cuando Yeonjun no sabe qué hacer, suele decir pendejadas. Aunque, mentira no es lo que dijo.
El Presidente Estudiantil se metió entre sus piernas.
El azabache, al escucharlo, tuvo que procesar la información por algunos segundos para entender y cuando lo hizo, bajó la mirada y se dió cuenta.
Sin palabras, intentó levantarse rápidamente buscando escapar de la incómoda posición. Sin embargo, en su torpeza, de forma accidental presionó una parte del tobillo herido de Yeonjun.
—¡Ah! —exclamó Yeonjun, conteniendo un gemido de dolor mientras Soobin se alejó aturdido, casi que, arrastrando su cuerpo hacia atrás rápidamente.
—Lo siento, lo siento mucho —dijo completamente sonrojado y tratando de recomponerse. Su corazón late tan rápido que cree que va a estallar. Sus piernas de gelatina casi le hacen caer. Es la primera vez en su vida que...
Yeonjun rió a través del dolor, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y sorpresa. —Me abriste las piernas y me lastimaste, ¿Así es como te gusta hacerlo?
—¿C-Cómo? —lo mira pasmado. Como un inocente niño que no entiende los chistes de adultos. A veces Soobin puede ser tan puro o más bien tonto, eso pensó el pelirosa.
—Me burlo de ti —contestó simple, formando una ligera sonrisa.
Su ánimo subió notablemente. Se sentó y bajó la mirada a su tobillo.
El azabache rápidamente toma la bolsa con hielo y se arrodilló en el suelo ante el mayor cual sirviente siendo devoto a su amo. Una de sus manos tomó con delicadeza el pie del Choi rebelde y con la otra pegó suavemente el frío a su piel, buscando aliviarle el dolor.
—Lo lamento, ¿Te lastimé? —ante su cuestión apenada y honesta, alzó su rostro en dirección del contrario, mirándolo desde abajo.
Sus miradas se volvieron a encontrar y por alguna razón, esta vez, algo latió de forma diferente en sus corazones. Y es que, para nadie es mentira que Soobin posee todas las cualidades para ser un chico perfecto, tan suave y dulce como el viento de primavera, con unos ojos que brillan de amabilidad y un comportamiento de caballero.
Aquello, hizo que, de alguna forma, el corazón te Yeonjun latiera por el, otra vez.
—Si, lo hiciste —contestó sin pensar, su mente nublada perdió el juicio cuando se dio cuenta que estaba recibiendo la atención y el cuidado que nunca recibió de aquel chico.
Odia a Choi Soobin, aquel distinguido Presidente Estudiantil con todo su corazón. Lo odia y lo odia. Taehyun es mucho mejor, más amable y dulce. Precioso cual angel que descendió del Cielo.
—Yo, uhm... Prometo no volverme a caer encima tuyo —dijo con una torpeza adorable.
—Eso... sería genial —respondió con cierta incomodidad. —No quiero volver a caer por tu culpa.
—No caerás de nuevo por mi culpa, lo prometo.
¿Por qué su promesa no sonó tan específica?
¿Sentimientos empezarán a surgir a partir de aquí?
¿"Otra vez" Yeonjun?
¿Soobin podrá demostrar ser más de lo que es?
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