✧ 05 ✧
El día comenzó como cualquier otro, con el profesor pasando lista en el salón de clases y cuando el nombre de Choi Yeonjun resonó en el aula, el habitual silencio que se hizo no sorprendió a nadie; después de todo, el pelirosa siempre llega tarde. Sin embargo, a medida que el día avanzó y no aparecía, la mente de Soobin comenzó a divagar, imaginando escenarios oscuros sobre lo que pudo haber sucedido la noche anterior.
Las clases continuaron, pero Choi fue incapaz de concentrarse por completo. Su pecho se retuerce y le recuerda una y otra vez lo que hizo el día anterior.
Finalmente, cuando llegó la hora de hablar sobre el Festival Deportivo de Primavera, una especie de Olimpiadas escolares, la docente guía se levantó y él, como Presidente Estudiantil, la siguió hasta el frente del aula. Tiene la lista de competencias deportivas entre sus manos. Tomando aire para enfocarse, lee cada deporte.
—Los Deportes más votados fueron el Futbol, Básquetbol, Carrera de Relevos, Tiro al arco, Natación y Judo. Estas son las competencias que habrán, a partir de hoy pueden inscribirse en el que deseen. Recuerden que su admisión les dará puntos extras para algunas materias: Lenguaje, Inglés, Educación física y Física, así que cuando llegue la hora, agradezcamos a la Profesora Kim por aceptar que ganen puntos en su clase.
Con solo mencionar "Física" muchos estudiantes se mostraron interesados. Es de las materias más difíciles que hay por lo que ganarse uno que otro punto no estaría mal.
Cada año en Primavera el Instituto de Varones realizan un Festival Deportivo en dónde incentivan la Competitividad, Compañerismo y energía de los estudiantes lleno de un ambiente ameno para socializar y divertirse con actividades extracurriculares.
Él, como el Presidente Estudiantil que es, tiene que liderar la elaboración del Festival como el año pasado.
Levantó la mirada de la hoja entre sus manos y no pudo evitar notar el vacío en el pupitre al final de la última fila, justo al lado de la ventana. La cabellera rosada que siempre llamaba la atención siendo iluminada por la radiante luz del sol mañanera no está. Esa mirada orgullosa y descarada que tanto conoce, que ha estado allí durante años, es ahora solo un recuerdo inquietante.
El año pasado, gracias a Yeonjun ganaron la medalla de primer lugar en la carrera de Relevos, y en realidad, el muchacho es muy activo, el año antepasado los superiores habían incluído el patinaje para variar y ganó también el primer lugar. Es una persona competidora y activa.
—Cualquiera que esté interesado puede anotarse en este momento o votar por otro compañero. También, cualquier opinión sobre el Festival puede ser escuchada.
—Oh, oh —Wooyoung de inmediato fue el primero en alzar la mano con emoción. Soobin con una sola mirada supo que aquel azabache está por soltar una maldad pero, aunque no le gustase darle la oportunidad de hablar, tuvo que hacerlo por sus principios.
—Habla, Jung.
—Opino que metamos a Yeonjun en Judo, es experto. ¿Verdad que si? —comentó a sus compañeros esperando una afirmativa, suena burlesco y malicioso. Todos saben que no es bueno para pelear. Lo que quiere es que le den una paliza y nadie vaya a dirección por ello.
—¿Qué dices? Debería estar en la carrera de relevos, para desviarse es un crack —Heesung dice rápidamente.
Algunas risas de los estudiantes se escucharon en el salón, Soobin inflo sus mejillas en desacuerdo no pareciéndole graciosa la broma.
—Deberíamos ser inclusivos, ¿No les parece que son muy anticuados estos juegos típicos? Que haya un desfile de inicio con los fenómenos y trastornados de la escuela, y que nuestro adorable rosita lo guíe —ante las palabras de Jay casi todo el salón estalló a carcajadas.
—Cuidado porque después se arregla mucho para Sunghoon y ya no podremos protegerlo de sus garras —Wooyoung dice con lágrimas de la risa cayendo. El mencionado tembló de solo pensarlo, no le gusta la idea.
Fue en ese momento que Soobin, sintiendo como la ira comenzó a hervir en su interior, intervino sin pensar. —¡Quien vuelva a mencionar otra palabra sobre esto se larga de la clase!
Su tono fue lo suficientemente severo como para que todo el salón se sumiera en un silencio tenso. Los muchachos bajaron la mirada, sorprendidos por la reacción del presidente estudiantil, y el ambiente cargado dejó claro que las bromas habían ido demasiado lejos.
—Este es un evento serio y no pueden faltarle el respeto. Si no están dispuestos a comportarse como los hombres que son, pueden irse por esa puerta.
Nadie habló. Y después de su evidente explosión, nadie fue capaz de bromear de nuevo y menos mencionar al Otro Choi.
Yeonjun nunca apareció. Por más que Soobin mirase la puerta con ansias de que se abriera y mostrara al joven despreocupado, éste nunca pasó. La inquietud creció, extendiéndose como una sombra que se cernía sobre él.
Algo no se siente bien.
—¿Desea cenar, joven Soobin? —preguntó uno de los mayordomos, inclinado respetuosamente.
Soobin había vuelto a su lujoso hogar, donde fue recibido por la servidumbre con la misma cortesía de siempre.
—Sí, por favor —respondió, con la voz apagada. Luego, como si recordara algo, preguntó —¿Mis padres están en casa?
El mayordomo negó con la cabeza, manteniendo la compostura profesional.
—Sus padres aún no han regresado, señorito.
El menor asintió en silencio, acostumbrado a esa respuesta. Se dirigió al comedor, donde se sentó en la larga mesa, enfrentando un banquete preparado para él solo. Los platos están perfectamente dispuestos, la vajilla brillante y pulcra. Comió en completo silencio, su mirada perdida en algún punto indeterminado de la mesa, mientras el sonido de sus propios pensamientos llena el vacío a su alrededor.
Soobin es el hijo perfecto. Viniendo de una familia bien acomodada económicamente, nunca le faltó nada físicamente, lo tiene absolutamente todo. Sumado a eso, es un buen hijo filial, de buenos genes, buen comportamiento y buenas notas, que digo, las mejores notas. A él, no le falta absolutamente nada para ser feliz. Claro, excepto el tiempo y la presencia de sus padres. Pero lo entiende, o al menos, eso siempre ha intentado convencerse a sí mismo cada día que comía con asientos vacíos.
Sus padres son personas muy ocupadas, importantes, y sabe que lo aman, aunque su ausencia constante deja un hueco en su corazón que ninguna riqueza pueda llenar. Es un vacío que había aprendido a aceptar desde pequeño, por lo que le resta importancia.
Se acostumbró a estar solo, a cenar solo, a recibir el cariño de sus padres en forma de regalos y cumplidos, pero no en la manera que realmente deseaba. Es una carencia invisible, una herida que, aunque pequeña, se infecta con los años, dejando una marca imborrable que no sabía que lo acompañaría durante mucho más tiempo.
Lia está en sus clases de Ballet. Siempre después de la escuela, va a su academia y en las noches estudia. La pequeña pasa más tiempo formándose que pasándola en familia. Pero él sabe que es lo mejor, es el sueño de la niña y sus padres están haciendo lo que deben para ayudarla. Ahora todo depende es de las habilidades y esfuerzo de la pequeña.
Mientras termina su cena, un miembro de la servidumbre se acercó con paso firme y respetuoso.
—Joven Soobin, quería recordarle que tiene misa el próximo domingo. Asistirá con su madre.
El muchacho asintió. Es la rutina de siempre.
La luz de la mañana se filtra suavemente a través de las cortinas blancas del comedor, bañando la elegante mesa con un resplandor cálido. Soobin se sentó en su habitual lugar, frente a su madre, quien sostiene una taza de café mientras hojea unos papeles. La servidumbre había dispuesto un desayuno impecable, con frutas frescas, tostadas y huevos. Los Domingos ella siempre está en casa.
—¿Cómo van tus estudios, Soobin? —preguntó su madre, sin levantar la vista de las hojas.
Acostumbrado a aquella y aún más con su respuesta, respondió. —Están bien, madre. Todo bajo control.
Ella asintió ligeramente, pero antes de que la conversación muriera en el silencio, Soobin decidió mencionar lo que había estado rondando en su mente.
—Estoy liderando la organización del Festival Deportivo de la escuela —dijo, intentando sonar entusiasta —y pensaba unirme al equipo de fútbol.
La reacción de la progenitora fue inmediata. Bajó los papeles y por primera vez en todo el rato, miró a los ojos a su hijo, la diferencia es que no parece feliz.
—No, no te meterás en el fútbol.
Soobin sintió cómo sus hombros se encogieron ligeramente ante la brusquedad de la respuesta. Sin embargo, trató de explicar su razonamiento.
—Sería bueno para mi currículum estudiantil verme incluido en actividades extracurriculares —dijo con voz tranquila, pero insegura.
Ella lo observó por un momento antes de responder con frialdad. —Ya has estado en ajedrez, en las olimpiadas de matemáticas, y en los experimentos de ciencia. Es suficiente así. Además, tus clases de taekwondo ya son más que suficientes.
—Lo sé, pero estoy interesado en...
—¿Y lastimarte en tu último año escolar? —lo interrumpió —Sé un buen niño y cuídate. Concursar solo te quitará el tiempo de estudio vital y esencial. ¿O es que estás buscando excusas para saltarte tus horas de estudio?
El joven negó rápidamente, sintiendo como su intento de expresar sus deseos se desmoronó. Solo quería hacer algo diferente, cambiar un poco de aire y tal vez... Divertirse un poco.
—Claro que no. Solo quería pasar un rato ameno y divertido con mis compañeros de clase. Al final, todos seguiremos en distintos caminos...
—Caminos que Dios ha elegido para ustedes —Yoonah aclaró con la misma firmeza de siempre —No te lamentes. Sigue haciendo lo tuyo y deja que los demás hagan lo suyo.
El menor asintió, resignado, aunque una parte de él aún se aferra a la idea.
Un momento de silencio incómodo pasó antes de que su madre volviera a hablar, como si la espina hubiese quedado en su corazón.
—¿Tu primo va a jugar algo? —preguntó, esta vez en un tono desconfiado —¿Es por eso que quieres meterte de pronto?
Negó rápidamente, sabiendo que cualquier malentendido podría empeorar la situación.
—No es de pronto, madre. Ya lo había pensado antes. Mi primo, como siempre, formará parte de la orquesta, no tiene tiempo. Solo lo pensé yo mismo.
Sintió su mirada clavándose sobre él sabiendo que debe estar buscando algún índice de mentira. Lo sabe, su madre es algo excéntrica y prefiere la verdad ante todo, las mentiras no son bienvenidas en esta casa.
—No dejes que los demás te mal influencien, eres un Choi —advirtió, con un tono severo —Y haz luchado mucho para llegar a dónde estás, una beca no se gana de gratis.
Soobin asintió ligeramente, dando por terminada la conversación. Sabe que su madre no cambiará de opinión, y aunque su deseo de unirse al equipo de fútbol sigue ahí, se dio cuenta de que, una vez más, son deseos mundanos que lo desvían de su camino principal.
«Enfócate, Soobin» se dijo a si mismo.
El lujoso vehículo negro se desliza suavemente por las calles, mientras el sol de la mañana brilla tenuemente a través de las ventanas polarizadas. El azabache esta sentado junto a su madre en la parte trasera del coche, el ambiente es calmado, aunque una ligera tensión sigue flotando en el aire. El chófer conduce en silencio, con la mirada fija en la carretera.
Yoonah, siempre impecablemente vestida, con un traje elegante en tonos marfil y un sombrero a juego.
—Es importante que mantengas el equilibrio —dijo, con un tono de voz suave, pero con el subtexto de una advertencia. —No quiero que te sobrecargues. Tus calificaciones son excelentes, pero recuerda que la consistencia es clave. No puedes permitir que todo tu esfuerzo se venga abajo por intentar abarcar más de lo necesario. Solo busco tu bien como tú madre, hijo.
Soobin asintió, sabiendo que su madre estaba hablando en serio. Aunque a veces deseaba un poco más de... Ni siquiera sabe ni entiende "eso" que más quiere.
—Lo sé, madre. Estoy tratando de mantener un horario riguroso para asegurarme de que no me atrasaré en nada. Estoy dedicando suficiente tiempo a cada materia, y si alguna vez siento que me estoy excediendo, lo ajustaré.
Su madre lo miró de reojo, complacida con su respuesta.
—Eso es lo que me gusta escuchar. Tienes un futuro brillante por delante, y es crucial que no te distraigas con cosas que no aporten a tu desarrollo. La universidad se acercará antes de que te des cuenta, y cuanto mejor estés preparado, mejor será para ti.
Soobin respiró hondo, asintiendo de nuevo.
—Lo entiendo, madre. Me estoy enfocando en mis estudios para asegurarme de que todo salga según lo planeado. No quiero cometer errores ahora que estoy tan cerca del final.
—Muy bien. Recuerda que la disciplina es lo que te llevará lejos. Todos estos pequeños sacrificios que haces ahora serán recompensados en el futuro. Solo un poco más de esfuerzo, y después podrás disfrutar de los frutos de tu trabajo.
El vehículo se detuvo en un semáforo, y Soobin miró a su madre, buscando una pizca de calidez o consuelo en sus palabras. Pero su rostro seguía siendo una máscara de calma y determinación, como siempre.
—Madre, ¿alguna vez te sentiste abrumada con tantas responsabilidades? —preguntó, intentando que la conversación tomara un giro más personal. Tal vez, indirectamente, buscaba consuelo de su propia vida.
Ella lo miró con un destello de sorpresa en sus ojos, pero rápidamente recuperó su compostura.
—Por supuesto. Todos lo sentimos en algún momento. Pero lo importante es no dejar que te controle. Las responsabilidades son parte de la vida, Soobin. Te moldean, te hacen más fuerte. Pero también debes aprender a gestionarlas, no a dejar que te abrumen. Eso es lo que separa a los exitosos de los que solo se esfuerzan.
El menor asintió, sintiendo el peso de esas palabras. Era una lección que había aprendido desde pequeño, pero en ese momento, sintió que necesitaba escucharla de nuevo.
—Gracias, madre. Lo tendré en cuenta.
El semáforo cambió, y el vehículo continuó su camino hacia la iglesia. El silencio volvió a instalarse en el coche, pero esta vez, Soobin se sintió un poco más conectado con su madre, aunque fuera solo por ese breve intercambio. Sabía que, aunque su forma de mostrarlo fuera distante, ella quería lo mejor para él.
...
Soobin y su madre llegaron a la iglesia, el coche negro se detuvo suavemente frente a la entrada principal. Al bajar, la imponente estructura del edificio, con sus vitrales coloridos y la cruz en la cima, se erguía majestuosamente bajo el cielo despejado. El viento matutino acaricia los árboles cercanos, y el sonido de las campanas resuena suavemente en el aire.
Dentro, la iglesia esta llena de feligreses, todos vestidos con sus mejores galas, charlando en voz baja mientras esperan el inicio de la misa. Soobin y su madre caminaron por el pasillo central, saludando a algunos conocidos en el camino. Sin embargo, pronto notaron la ausencia de la hermana de su madre y de su hijo.
—Parece que tu tía y Taehyun no pudieron asistir hoy —comentó su madre, en un tono que era más una observación que una queja.
Soobin asintió, algo decepcionado, pero pronto fue recibido por sus primos lejanos, quienes lo saludaron cordialmente. Sus abuelos, sentados en una de las primeras filas, lo vieron y le sonrieron con calidez.
—¡Soobin, querido! —exclamó su abuelita, extendiendo los brazos hacia él.
Soobin sonrió de oreja a oreja, acercándose rápidamente para recibir los abrazos y besos de sus abuelos. La familiaridad de sus gestos y el cariño genuino que siempre le muestran lo llenan de una alegría que pocas cosas podían igualar. Se sentía como un niño nuevamente, protegido y amado.
—Mira cómo has crecido, Soobin —dijo su abuelo con orgullo, dándole una palmadita en la espalda. —Eres todo un hombre joven.
—Gracias, abuelo —respondió Soobin, con una sonrisa que irradia felicidad.
—Que mal que la pequeña Lia no haya podido venir —se lamento la mayor.
—Su presentación de la semana que viene es importante, la podrás ver brillar ahí —su madre aseguró sin lamento.
En los últimos días, la pequeña no ha vuelto a casa más que a dormir o estudiar y es debido a que tiene una presentación importante en el Teatro Nacional de Seúl, como la protagonista infantil. No puede perder tiempo, debe practicar y ser perfecta y practicar aún más para ser mejor que perfecta.
Antes de que la misa comenzara, cuando todos se acomodaron en sus asientos, su abuelita lo llamó con un gesto discreto. Soobin se inclinó hacia ella, curioso.
—Aquí tienes, mi niño —susurró, sacando una pequeña bolsita de galletas caseras que había escondido en su bolso —Pero no se lo digas a tu madre, ¿de acuerdo?
Soobin tomó las galletas con una sonrisa cómplice y asintió, ocultando la bolsita en el bolsillo de su chaqueta. Aunque sabía que su madre desaprobaría debido a la rigurosa dieta que lleva, no podía resistirse al gesto dulce de su abuela. Es un pequeño acto de rebeldía que lo conecta aún más con ella.
La misa comenzó poco después. Cuando el sacerdote se colocó en el altar y todos los asistentes se pusieron de pie, Soobin miró a su alrededor para asegurarse de que su madre no lo estaba vigilando. Con cuidado, sacó una galleta y la llevó a su boca, disfrutando del sabor familiar y reconfortante. Mientras mastica en silencio, sus pensamientos se desviaron brevemente a la simplicidad y el calor que siempre encuentra en sus abuelos, un contraste tan marcado con la estricta rutina que sus padres le imponen.
Al terminar, Soobin se dirigió hacia su madre, quien se encuentra conversando con unas tías en un rincón de la iglesia. Con una sonrisa educada y un gesto cortés, esperó un momento para no interrumpir.
—Mamá, voy a ir al confesionario —dijo en voz baja, intentando no llamar la atención de las demás.
Ella lo miró y asintió, dándole permiso con una leve inclinación de cabeza. Soobin se retiró con una mezcla de nerviosismo, encaminándose hacia el confesionario al otro lado de la iglesia. A medida que se acerca, sus manos comienzan a sudar un poco, y su corazón late con un ritmo acelerado. Siempre hay algo en el acto de confesarse que le provoca ansiedad. Pero sabe que es necesario, lo necesita. Se siente como un pecador.
Al llegar, se arrodilló frente al pequeño espacio oscuro y sombrío, empujando suavemente la puerta del confesionario. Dentro, la tenue luz que se filtra a través de la rejilla era lo único que le permitía distinguir la silueta del sacerdote, un hombre mayor con el cabello canoso y una expresión amable que irradia sabiduría y paz. Su voz, cuando habla, siempre transmite una calidez que Soobin encuentra reconfortante.
Hizo la señal de la cruz y murmuró con voz temblorosa:
—Bendíceme, Padre, porque he pecado...
—¿En qué has pecado, hijo? —respondió el sacerdote, su voz baja y serena como el rumor del viento entre las hojas. Es un hombre de avanzada edad, con arrugas profundas. Sus ojos, aunque cansados, brillan con una amabilidad que parece inagotable, y siempre tiene una sonrisa lista para aquellos que vienen en busca de guía.
Soobin respiró hondo, buscando las palabras correctas.
—Creo que he pecado... —dijo, aunque su voz lo traiciona. No esta del todo seguro de cómo expresar lo que sentía.
El sacerdote, conociendo bien al joven y sus habituales preocupaciones, esbozó una sonrisa. Su tono, aunque solemne, se volvió juguetón.
—¿Comiste a escondidas las galletas que tú abuela te dió en secreto de tu madre?
Soobin asintió. —Si pero es otra cosa, algo más grave, creo...
—¿La comiste en medio de la misa? —continuó el sacerdote, recordando otra confesión pasada de Soobin.
—Bueno... —ladeo la cabeza avergonzado con un ligero rubor en las mejillas —Son muy ricas y...
—Eso está bien.
—Pero es algo más...
El sacerdote se inclinó un poco más cerca de la rejilla, con un aire de complicidad.
—¿Te has sentido culpable por no haber leído todos los salmos antes de dormir porque estabas cansado, incluso después de prometer que lo harías? —añadió, sabiendo que el menor a menudo se preocupa por cosas pequeñas.
Soobin soltó una risa suave, sacudiendo la cabeza.
—No, Padre, está vez si lo hice.
El sacerdote rió suavemente, con un afecto paternal. —Ah, Soobin, siempre tan preocupado por cada pequeño detalle. Pero dime, hijo, ¿qué es lo que realmente te preocupa hoy?
Choi tomó un respiro profundo, sintiendo que el nudo en su pecho comienza a aflojarse un poco ante la comprensión del sacerdote.
—No es tan sencillo de explicar... Tengo un compañero de clase y creo... Creo que necesitaba ayuda, pero no lo sé... No lo ayudé.
—¿Te pidió ayuda?
Soobin duda un momento, luchando con sus pensamientos antes de responder:
—No, pero no estoy seguro. Pude haber intentado ayudarle o al menos intentar entender lo que sucedía. Parecía peligroso, pero... no somos precisamente amigos y... Es... el otro Choi —murmuró lo último con un tono casi avergonzado.
El sacerdote reconoce el nombre y la situación. Soobin ya le ha hablado antes de Yeonjun, el rebelde de la clase, alguien que lo saca de quicio constantemente.
—¿No lo ayudaste porque te cae mal? —pregunta el sacerdote con suavidad, guiando a Soobin a confrontar sus verdaderos sentimientos.
Respira hondo, intentando justificar sus acciones: —Es que él... es un pecador, todo el tiempo, a cada hora en cada momento de su vida y... —su voz se quiebra un poco —Pero creo que... ¿No debí de haberlo ignorado, no?
El sacerdote escucha en silencio antes de hablar con la misma calma y sabiduría de siempre:
—Todos somos hijos de Dios, malos o buenos. Cuando alguien necesita ayuda, se le debe tender una mano, Soobin.
Bin se retuerce en su lugar, sus manos nerviosas desordenando su cabello en un gesto de frustración.
—Lo sé, pero es que... —su voz suena desesperada, como si buscara una salida a su culpa. —Me siento culpable. ¿Será que algo malo le habrá pasado por eso? No ha vuelto a clase y estoy preocupado, creo que algo malo le pasó y yo fui el único que pudo haberlo detenido. No quiero que le pase nada, es molesto, sí, muy molesto, pero solo está un poco desviado. Yeonjun nunca ha lastimado a nadie más. Creo que debí ser más... Justo...
El sacerdote frunce el ceño, ahora visiblemente preocupado.
—¿Qué fue lo que pasó? —pregunta con seriedad —¿No ha aparecido después de eso?
Soobin niega lentamente con la cabeza, su culpa pesando cada vez más en su corazón.
—No... La verdad, no lo sé. ¿Qué debería hacer?
El mayor toma un momento para reflexionar antes de responder con voz tranquila y reconfortante:
—Mañana, si no lo ves, intenta contactar con él. Tal vez se enfermó. Pudo no haber sucedido nada y solo Dios te está atormentando por haber ignorado la vulnerabilidad de su hijo. Recuerda amar al prójimo y amar a todas las creaciones como a uno mismo. Nuestros pecados son problemas entre nosotros y Dios. Tenemos la oportunidad de vivir según la vida que nos ha tocado y pensar hasta donde Dios nos ha permitido. Nadie es igual, todos somos diferentes. Juzgar a alguien más por ser diferente o no ser de tu gusto, es un pecado también, Soobin.
Las palabras del sacerdote atraviesan el corazón del joven, dejándolo sentir una mezcla de alivio y profunda tristeza.
—Lo siento... —dice con voz quebrada, sintiéndose pequeño y afligido. Ha pecado, y el peso de su error lo hunde en un abismo de culpabilidad.
—Disculpate con Dios, y discúlpate contigo mismo.
Soobin asiente, tomando un respiro profundo y asimilando las palabras del sacerdote.
—Lo haré.
—Te espero la próxima semana, con el favor de Dios.
Siento la tardanza :(
La vida de adulta y laboral me está consumiendo viva (っ˘̩╭╮˘̩)っ
Espero que les haya gustado este episodio, el siguiente está casi listo. Pronto lo estaré publicando 🥺
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