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Un acuerdo


El chico

—Iré a mi espacio favorito para reflexionar.

—Bien, entonces te veré algún día.

Me alejo a pensar a lo alto de un edificio. Ver el atardecer es tranquilizador.

Pero la calma no puede ser permanente, los gritos me lo recuerdan.

Son unos criminales ordinarios asaltando un banco, pero que disparan a todos los que ven. Quito a los más posibles de sus balas y con mis armas les doy a unos cuentos, pero me superan, son demasiados para un robo así. Pero me lanzan un vapor que me arde los ojos. Justo ahora que aún no me recupero bien, dejo de verlos, me guio por los sonidos, pero me atrapan.

—Les recomiendo que dejen de disparar a lo tonto y se entreguen. —la voz de Marie, supongo que esa cosa está jugando con mi mente. Se ríen.

—Philip, ¿no me ayudarás?

—Si eres inteligente te alejarás.

—Hágale caso al sujeto, no queremos dañar a una mujer tan linda como usted.

La chica

Necesito encontrarlo, hablar con él y llegar a un acuerdo, algunas visitas semanales, actividades de fin de semana o algo que ayude a mi hija.

Escucho las noticias y sé a dónde ir. Dicen que usaron un humo que lastima los ojos, los oficiales y personas se han desplomado así que me llevo la máscara.

Al llegar lo veo tirado, los amenazo esperando que se levante, pero no lo hace.

—Bien. Me voy.

Me han ignorado, bajaron la guardia y logro quitarles dos armas a los sujetos. Al darse cuanta empiezan a dispararme, pero me cubro.

Unos se acercan para ver si me dieron y los derribo al suelo, otros se acercan para apoyarlos y logro lanzar la telaraña para atraparlos y derribarlos, pero me dan en un brazo. Un fuerte viento ayuda a despejar la zona del humo. Otros policías empiezan a participar y los detienen.

—Debemos llevarla a un hospital.

—No es necesario. —me acerco a una ambulancia y les quito unas pinzas para sacar la bala, limpio la herida y coso. Me observan un tanto extrañados— Estuve un tiempo en la guerra, esto no es nada.

Me alejo a donde está Philip, se empieza a levantar.

—Creo que ya no tienes trabajo por hoy, tenemos que hablar.

—Claro que sí—se ve confundido.

Trata de caminar, pero creo que sigue mal de la vista.

—Dame tu mano y te guio. —lo tomo y empiezo a caminar, ya de paso se quitó el pasamontaña.

—Tus habilidades.

—Efecto secundario del embarazo.

—Entonces la niña es ...

—Nuestra hija.

—¿Por qué volviste?

—Parece que eres necesario en la vida de mi hija para su salud mental.

—Ese día, ¿me lo ibas a decir?

—No, hasta que nos casáramos, pero entendí que no pasaría. Y no te quería a mi lado a la fuerza.

—¿Y ahora pretendes que seamos una familia?

—No. Entiendo que harás una vida con tu chica, quedó claro hoy. Solo te pido que visites a mi niña y ya, esta inestable.

—Lo de antes, no era para ella, creí que eras tú.

—Que quede claro, yo no busco nada contigo.

—Eso no parecía cuando me besaste.

—Quería que me rechazaras para que viera que no debía tener la esperanza de vernos juntos.

Llegamos a la casa de la anciana.

—Está llorando, no puedo tranquilizarla.

Subo rápido y entro a verla.

—Quiero irme de aquí. Me hace daño seguir aquí.

En ese momento entró.

—No, no, por favor aléjate, ya entendí que mi familia no estará unida nunca, solo déjanos solas.

Él entendió y salió.

Me quedé con ella hasta que se durmió y bajé.

—Bien hecho, si me odia.

—Mañana nos iremos. Tu vida volverá a como era.

—No es así, tu lo sabes, tenemos una hija y con ello yo tengo ...

—Una responsabilidad de la que has quedado libre, solo agradezco tu ayuda por encontrarla y que te viera sin el pasamontaña, eso es suficiente. Les pagaré por las molestias ocasionadas.

—Puedo convencerlas de que a mi lado estarán bien. Que yo ...

—No te esfuerces, sé cuales son tus prioridades, lo mejor es irnos.

Regreso al cuarto y cierro.

Al día siguiente la anciana nos quiso acompañar a la estación.

—Me alegra saber que soy abuela.

—No debería, es más, piensa que nunca me viste en tu vida—empieza a correr.

—Lo siento, pero no puedo obligarla a quererte.

—Lo sé.

—Iré a comprar los boletos, en un momento regreso.

—¡Todos al suelo! —dicen unos sujetos encapuchados y disparando a todas direcciones.

Me tiro, pero con la mirada busco a mi niña, entonces cae la anciana a mi lado, tiene una herida en el pecho.

—¡Qué es esto?—dice un sujeto que parece ser golpeado por alguien invisible. Sí, mi niña.

Uno a uno lo va sometiendo y la policía entra para ayudar a los heridos.

—Mamá tenemos que llevar a la señora a un hospital, atenderán a otros primero y se ve serio.

Mi niña cargó a la mujer hasta el lugar y la dejó en la entrada para ser atendida.

Llegué al hospital y estaba mi pequeña sentada esperando noticias.

Philip ya estaba ahí recibiendo instrucciones.

Después vio a mi niña y se acercó para abrazarla.

—Vamos pequeña, ya podemos irnos.

—La señora quiere verte mami.

Entre al cuarto donde estaba.

—Que linda tu visita.

—Me alegro que este bien.

—No podré irme hasta que este completamente bien. Necesito que atiendas mi negocio por favor. Solo unos días.

—Señora, tengo un trabajo en el lugar de donde vengo.

—Por favor linda.

—Está bien.

Regresamos los tres a la casa.

—¿Quieren que les prepare algo en especial?

—Una pizza.

—Está bien, pero necesitaré ayuda.

—Te ayudó.

Mi niña y Philip cocinaron, después quisieron jugar ajedrez y me quedé dormida en el sillón viendo.

Al despertar me encontraba en sus brazos, en su cuarto.

—No te levantes, arruinas mi sueño.

—Será pesadilla. —digo a la vez que me paro.

—¿Cómo puedo recuperarte?

—No lo intentes, es posible que caiga.

Salgo y me voy al otro cuarto, donde está mi niña.

El chico

Me sacó una sonrisa que me dijera que puede caer si lo intento.

Me levanté y preparé el desayuno, comimos todos juntos.

—Vamos Annette, tenemos que ir a la panadería a trabajar.

—Puedo acompañarlas.

—Sería agradable señor Philip—dice mi hija, es muy pronto para que me diga padre.

Tocaron la puerta y me levanté para ver quien era.

—Hola Philip, ¿está Marie? —tenía un ramo de rosas rojas.

—¿Te enamoraste de ella?

—Tranquilo, no, es solo para ayudarte, te las traje para que se las des tú.

—¿Por qué me ayudas?

—En realidad es Jack, sabe por lo que pasas y te quiere ayudar. Dice que empieces a buscar un buen anillo. Adiós.

Entro con las rosas y se las entrego. Su rostro expresa felicidad, las puso en agua y me agradeció con un beso, después las acompañé a la panadería.

El día fue tranquilo y decidí ir por ellas, las vi cerrando el local y fui detrás. Le toqué el hombro y recibí un golpe con su bolsa y mi hija me derribó.

—Lo siento Philip, pero me asustaste.

—Lo entiendo. No hay problema, vine por ustedes.

Ambas sonríen.

Mi niña me ayuda a levantar y nos dirigimos los tres a casa.

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