Capítulo Uno
01.
Primera etapa: Negación
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Espalda rígida, piernas dóciles, y pies precisos. Cada centímetro del cuerpo en perfecta sintonía con la respiración pausada que creía innecesaria para brillar.
No sentía frío, su piel se había acostumbrado a esa sensación que al calarle en la nuca lo mantenía alerta. Cada fibra de su cuerpo era una amalgama de talento en donde la fuerza en sus músculos se unía con esa voluntad inquebrantable de mantener el equilibrio.
Y la presión de las cintas, que mantenían sujetos los patines a sus tobillos, causaba en él una extraña sensación de estabilidad cada que esa afilada cuchilla raspaba contra el hielo.
—¡Estás tenso, Taehyung! Necesito más seguridad si pretendes incluir ese salto en la rutina. —Escuchó decir detrás de la barda alrededor de la pista de patinaje.
Un salto más.
Caer en punta cual balletista profesional, y elevar una pierna majestuosamente para sostenerse solo con la contraria e inclinarse al extender los brazos en tanto sus dedos tocasen por poco el hielo mientras continuaba patinando en todo el recinto.
Sí, hacía frío y el ambiente era metálico; pero el calor de la energía en esos movimientos era tan hipnótico como cálida.
Él era, en definitiva, la persona más diestra que hubiese pisado alguna vez ese hielo; pero ser solo "diestro" no bastaba para Kim Taehyung. Tenía que continuar, hacerlo perfecto, no porque quisiera ser el mejor. Sino porque ya lo era.
Avanzó con una mirada determinada, listo para dar el salto final de su perfecta ejecución. Cerró los ojos en total concentración cuando tomó impulso con una de sus piernas para elevarse, y girar en el aire.
No una, ni dos. Tres veces
Estaba seguro de que lo lograría; sin embargo, el bullicio lejano le hizo desviar su atención por un minúsculo instante en el que al caer su pie no fue capaz de asentar correctamente la punta de la cuchilla.
Muchos son los llamados. Pero...
El golpe seco de todo su cuerpo contra el blanco frío resonó junto a un quejido de dolor.
Sus hombros se estremecieron. Su sangre pareció congelarse también por un segundo cuando exhaló pesadamente viendo hacia las luces del techo en medio del dolor.
Él era el escogido.
Frunció el ceño cuando se recompuso, sentándose y quitando de su frente las hebras de cabello, recientemente tintado de color plata.
Era la quinta vez que caía. Intentaba enfocarse por completo; pero seguía fallando, y su mente estaba perdida. Se sentía pesado. Algo en su voluntad se estaba quebrando, pero no sabía qué era. O a lo mejor, intentaba ignorarlo.
Para muchos el frío resulta molesto, para él, siempre fue... acogedor.
La primera vez que Kim Taehyung puso un pie sobre el hielo fue en la pequeña posa de agua congelada que se formaba en el centro del parque junto a su casa. Era perfecta y, sobre todo, solo suya; o al menos lo fue por algún tiempo. Pero él ya estaba muy lejos de ser esa persona, demasiado como para entrenar en ese lugar.
—Esto es una mierda —masculló Taehyung, tan frustrado como adolorido, buscando evadir la mirada molesta de su entrenador para fijarse en el grupo de personas que se había reunido en el graderío del lugar.
Ya debería de haberse acostumbrado al parloteo incesante, pero no podía. Nunca podría.
—Sal de la pista ya. No nos sirve de nada entrenar si estás así. Vete a descansar.
—¡Estoy bien! —gritó, en un intento de ocultar que sentía un calor punzante en la pierna.
El centro de patinaje de la ciudad de Ontario era uno de sus lugares favoritos desde joven. Amplio, seguro y perfectamente equipado para que un patinador de su calibre entrenase.
Para su mala fortuna, no era un recinto exclusivo para patinadores como él, siempre tuvo que compartirlo con los equipos de otras divisiones deportivas. Usualmente entrenaba de madrugada porque le gustaba la soledad. Así que ver al equipo de hockey temprano en el graderío le resultó extraño.
Era tan fácil decir que no le agradaban, pero no se trataba de eso. Realmente le molestaba mucho tener que dejar la pista libre para ellos. Para él, entrar al hielo debería ser una cuestión de honor.
Y la mitad de ellos se hacían llamar patinadores por empujarse unos contra otros en la pista cual bisontes. ¿Dónde estaba la destreza en eso? No la había. Pero bien, su entrenamiento de hoy había terminado.
Suspiró, poniéndose de pie. Estiró sus extremidades para luego deslizarse sobre la pista hasta la orilla como si su tobillo doblado no le estuviera matando.
El frío de la mañana le incomodó por primera vez en mucho tiempo. Cuando se levantó, esa mirada llena de pena que el hombre que fungía como entrenador le dio le hizo sentir que era uno de esos momentos que parecen un mal augurio, como si todo alrededor gritase "algo está mal", o en el mejor de los casos "detente". Hablaba por teléfono, pareció alarmarse al ver a Taehyung, ya que apartó su celular de inmediato.
—Estás desenfocado, Taehyung —dijo al verle salir—. No sé cómo pretendes presentarle esa rutina al jurado si sigues fallando ese salto. ¿Necesito recordarte que es tu última oportunidad para clasificar?
—No —interrumpió—, pero no será problema, aún falta un par de semanas para la clasificación. Voy a sorprender a los jueces —declaró, sentándose en la banca del exterior, mientras comenzaba a quitarse los patines—, eso no está a discusión.
Un giro.
—No has logrado ese salto en un año, ¿qué te hace pensar que lo lograrás en tan poco tiempo? —le retó—. La rutina es buena por sí sola, quita ese último giro, y ya.
—Dije que puedo hacerlo. —Tomó sus zapatillas deportivas, y se las colocó incluso sin calcetines porque todo lo que quería era salir del área de entrada a la pista.
Un maldito giro era todo lo que le hacía falta para clasificar a las olimpiadas. No esperaría más tiempo, aunque no lo dijese, había sacrificado años en esto. Así que ser "bueno" no era suficiente para él. Y ese maldito giro "imposible", tenía que dejar de serlo ya.
—No podemos arriesgarnos a que sigas fallando. Caes de mucha altura, no nos conviene un hueso roto. Dime, con honestidad. ¿Puedes hacer el salto?
—¡Está casi listo!
—Eso no es una respuesta, es "sí o no", no cabe nada en medio de eso. Escucha, puedes lloriquear todo lo que quieras, pero ya no eres un crío, eres un deportista profesional. ¿Puedes hacerlo o no? —se quedó callado ante la expresión indignada de Taehyung.
—Sí —respondió con seguridad, antes de ponerse de nuevo de pie con intenciones de marcharse. Le dio la espalda, con sus patines en la mano, y comenzó a caminar. Bien, a lo mejor era más que un simple giro. Y él era menos diestro de lo que le gustaba pensar.
—Taehyung, una cosa más —le llamaron para que se detuviera.
—Se acabó el entrenamiento, seguiremos mañana —respondió. Mas no esperaba que la voz del hombre fuese más dócil cuando volvió hablar, como arrepintiéndose, no quería joderlo hoy.
No sabía cómo tocar el tema. No quería decírselo.
—Ven a cenar hoy —le dijo, causando su sorpresa.
—¿Qué? —Taehyung volteó a verlo de golpe, con las cejas fruncidas. El día que se mudó de esa casa fue, en definitiva, la primera vez en años que notó sonreír a sus padres.
—Tu madre estará... más tranquila si te quedas en casa, al menos por un par de días.
Taehyung parpadeó, confundido, no entendía su actitud o esa extraña forma de mirarlo desde que salió de la pista.
—Yo... —era aterrador, mucho—. Gracias, supongo. Lo tomaré en cuenta —terminó antes de recomponer su andar y seguir avanzando—. Es todo por hoy.
Su entrenador, bueno, su padre, no era alguien específicamente expresivo, así que sus repentinos intentos de cercanía tras reprenderlo le resultaron desconcertantes.
A lo mejor debería regresar y ser un poco más agradecido; pero no quería, estaba mareado, se sentía humillado, caminaba erguido como si no tuviese el tobillo hinchado.
Mierda.
Entró al vestidor de hombres, vagando cansado hasta su casillero. Abrió este para acomodar sus patines y buscar con prisa una venda.
Febrero corría. En un par de semanas se quedaría sin opciones si es que realmente quería dedicarse a esto. Se sentó en una de las bancas del vestidor e intentó colocarse la venda en el tobillo, confiado de que al presionarlo dejara de doler. Un cigarro le vendría bien en ese momento para relajarse. Aunque en realidad no había comido nada aún, y eso no era nada sano.
Todo era una completa mierda. Le dolía espantosamente el pie también. Su perfeccionismo le hacía sentir que nada podía ser peor que el mediocre asqueroso en el que se estaba convirtiendo.
Bueno, dos cigarros y un café entonces.
—Oye —escuchó frente a él, y levantó la vista—, me alivia saber que estás bien.
Ladeó la cabeza cuando lo notó avanzar un par de pasos.
—¿Hoseok? —Apenas pudo nombrarlo cuando lo reconoció, no hablaba con él desde hacía un año y su voz era extraña. Casi tanto como su aparición de semblante serio o el hecho de que, al darle la mano, este le jaló para abrazarlo, haciendo que se levantase.
—Te llamé con la esperanza de que respondieras; pero me alegra verte aquí, así podremos acompañarte, bueno, yo al menos.
Bien, la última vez que habló con Hoseok le había arrojado un vaso de refresco en la cabeza. Y él... ¿Lo estaba abrazando?
—¿De acuerdo? Mira, no pretendo ser grosero, pero, no he tenido un buen día —agitó la cabeza—, madrugada o lo que sea, y realmente quisiera...
—Lo sé, Taehyung. Él era mi amigo, y sé lo difícil que debe ser esto para ti.
«Esto es tan raro...» Pensó Taehyung.
—Espera, espera —murmuró contra su hombro—. Creo que no estoy entendiendo.
—Lo siento mucho, enserio, si necesitas algo, no dudes en decirme. ¿Cómo están tus padres? Recuerdo que eran algo cercanos también.
—¿Mis padres? —dijo, con una sonrisa vaga, separándose de él—. ¿De qué estás hablando?
—¿Taehyung? —le llamó, viéndole con pena—. No me digas que no lo sabes.
—¿Saber qué?
—¿Nadie más te llamó? ¿No has visto las noticias? ¿Nada?
—No. Estuve entrenando desde medianoche —alzó las cejas—. ¿A-algo anda mal? ¿Qué sucede?
—¿Dónde está tu teléfono? —cuestionó ahora más angustiado. No. Él no tenía corazón para decírselo.
—En el casillero junto con mi maleta, por eso no pude contestarte antes.
—Kim... —murmuró con profunda pena en su mirar—. ¿Cómo es que nadie te lo dijo? —cuestionó más para sí mismo que para Taehyung.
—¿¡Decirme qué!? —Al carajo, el misterio le jodía tanto como la condescendencia.
Le dio la espalda, tomó su celular del casillero, molesto, cuando comenzó a desbloquearlo y la mano de Hoseok se interpuso en su visión tapando la pantalla del aparato.
—Escucha, no me corresponde esto —su voz sonó imponente—; pero prefiero ser yo a que lo veas en internet.
—Suelta mi teléfono —demandó, harto, moviéndose inquieto, tanto como para que el de cabello castaño le tomase de los hombros.
—El equipo se reunió temprano aquí porque —él tragó saliva pesadamente—, iremos a visitar a la familia de Jungkook, creí que te lo habían dicho. Debieron hacerlo.
—Jung Hoseok, suéltame, ya.
Un latido.
—Taehyung, no soy la mejor persona para decírtelo. Esto es —sus palabras se volvieron ásperas cuando luchó por mantenerse fuerte—, es muy doloroso para mí, créeme, esto es lo último que quería hacer hoy después de tener que identificar la matrícula del auto de mi mejor amigo.
Una sola nota cual piano, resonó dentro de su cabeza acompañada del profundo temor que se le instauró en el pecho ante la lástima de esa mirada luego de ponerle la mano en el hombro, como si Taehyung supiera lo que diría cuando tembló aterrado.
Fue ahí cuando lo entendió; pero no quería oírlo. Ni saberlo. Taehyung no quería entenderlo. Retrocedió un par de pasos, como intentando huir, aunque era inútil. Su espalda chocó con los casilleros. Estaba acorralado.
—Por favor, no... —suplicó con una voz tan ambigua que parecía que había perdido su fe.
—Jungkook falleció.
No, no quería sentirlo.
Taehyung frunció el ceño. No pudo articular nada más allá de un confundido—: ¿Qué? —que arrastró desde lo más profundo de su garganta
—Fue anoche —le confirmó Hoseok.
—No... —murmuró apenas, sin saber cómo reaccionar. Sin moverse—. Jungkook no... él no puede. No —negó con la cabeza—. Debe ser un malentendido. No sé, es un error.
«¿¡Un error!? ¿¡Cuántos "errores" más necesitas entonces!?»
—Taehyung... Sé que es mucho para procesar.
—¡Es que es ilógico! Era demasiado joven, no, es que, es, es, es imposible, Jungkook no está muerto.
—Tienes que escucharme. —Hoseok intentó poner ambas manos sobre sus hombros de nuevo, pero él se movió agresivamente ante el toque.
—No, Hoseok. No-no lo sé. Él no puede estar muerto, sí, un error, tal vez se equivocaron de sujeto.
—Lo lamento mucho. Él... Tuvo un accidente en el puente de camino a casa —agregó Hoseok, tan dolido que se quebró al mismo tiempo que su rostro se tornaba rojo—. Enserio, perdóname por decirte esto.
Kim se quedó quieto, siendo él ese que le enseñó a conducir a Jungkook, experimentó el látigo de una culpabilidad sin fundamento que le dejó atrapado, más que eso, profundamente perdido.
Maldición, estaba estático, olvidándose de cómo respirar correctamente, la visión empañada y el dolor en su garganta que se sintió como un vidrio deslizándose por todo su cuello para dejarlo sin aliento, ni voz.
Ni palabras. Ni tiempo. Ni excusas.
—Bueno... eso explica que mi padre actuara medio decente conmigo hoy. Él lo sabía.
—Taehyung... —intervino Hoseok, llamando su atención; pero él agitó la cabeza, aclarando su garganta en medio del pesado ambiente en un intento por recomponerse.
No tenía nada ya.
—Gracias por preocuparte, es inevitable, supongo —le dijo—. ¿Cuándo será el...? —no, ni siquiera pudo pronunciar esa palabra.
—No sabemos del funeral. Estaba muy mal, apenas lo reconocieron hace poco, su familia no tiene noticias del cuerpo aún.
—De acuerdo. —Taehyung se pasó las manos por el cabello—. Yo... saldré a fumar y los alcanzaré luego —dijo, tomando sus cosas del casillero—. O los veré allá, no hay problema.
—No tienes que estar solo, Taehyung. No te vayas.
—No me iré. Lo prometo, solo... —no terminó de hablar, observó a Hoseok por unos segundos y cerrando la puertecilla, le dio la espalda para salir del vestidor.
No fue capaz de despedirse. Taehyung nunca fue bueno con las despedidas, le gustaba pensar que si las evitaba siempre tendría un motivo para reencontrarse, porque era como dejar una conversación pendiente.
Se movió presuroso por los pasillos del recinto ignorando a Hoseok llamando a sus espaldas y a esas miradas de intriga que varios jugadores del equipo le dieron cuando pasó cojeando a su lado.
No podía decir que Jungkook era su amigo. Nunca lo fue realmente. Aunque no le gustase admitirlo, ellos omitieron la parte de la amistad.
Jeon Jungkook era para él un idiota que no tenía nada de tacto para pisar el hielo, cuya habilidad para patinar con elegancia era casi tan nula como su capacidad para admitir sus errores.
Es más, era un tipo tan pero tan arrogante, que la pista perdía frío cuando se le calentaba la cabeza y se sentía la gran cosa por bailar en medio del juego mientras se burlaba de su oponente.
Jungkook era un intruso que, en un vecindario tan enorme, se sintió con el derecho de irrumpir en su lugar seguro cuando se mudó enfrente. De transgredir esa pequeña posa congelada que él esperaba con ansias cada invierno, y que luego se entrometió en la pista cuando supo que le gustaba la misma serie que a él.
Era ese que lo bañó con agua helada en los vestidores para joderlo tras osar inscribirse en las clases de patinaje del centro, el que inició la pelea frente a todos hasta que la policía tuvo que separarlos y... cuya sonrisa resultó combinar bien con su encantador ojo morado.
Sí. Era tan estúpido pensar que besó a Jungkook porque lo escuchó practicar frente al espejo las palabras que usó cuando lo invitó a salir esa noche.
Porque pasar de romperle la nariz a tenerlo sobre su regazo mientras se besaban en el billar rompía con todos los insultos que brotaban de esa misma saliva, y del collar que se balanceaba sobre él, ese que Taehyung tomaba ligeramente del dije de cruz rogándole que se quedara.
Solo el cielo sabe que estaban tan drogados cuando lo hicieron en la mesa, entre unos naipes mojados en cerveza, y el número de veces que mordió su hombro. No puede estar muerto.
Sí, definitivamente no era su amigo.
Jeon Jungkook era patético. Terco. Sucio. No brillaba deslumbrante y nunca supo hacer cumplidos. No era un hombre noble en busca del bien común, era obsceno. Pero... siempre lo entendió, porque era justo como él. Igual de temperamental, igual de tonto. Ambos necios. Todo un caos.
Él era igual de caótico que su patinar.
Pensar en su ausencia le desestabilizó tanto como para no darse cuenta de que temblaba al correr sin poner cuidado a su pisar cuando atravesó la salida del edificio ahogando un grito. Jadeaba, le faltaba el aire.
Le faltaba Jungkook.
Gemía, se golpeó el hombro con la puerta. No le importó por poco joderse la pierna al correr por la escarcha del estacionamiento y casi caer al suelo a causa del asfalto mojado. Le dolía el pecho, no veía con claridad la estúpida manija de su auto que no habría, aunque la jalara.
Cuando al fin se percató de que no había quitado el seguro, desactivó la alarma antes de abrir la puerta y dejarse caer en el asiento del piloto.
Rebuscó entre sus cosas su celular, y se atrevió, por primera vez en un año, a teclear el nombre de "Jeon Jungkook" en el buscador de sus redes sociales para desbloquearlo. Pero lo primero que encontró fue la publicación más reciente de la cuenta del equipo de hockey de la ciudad y una foto del chico con la descripción:
"En memoria de..."
Tan solo unos minutos atrás y la foto que le tomaron cuando ganaron la temporada pasada. ¿Por qué la gente hacía bromas así? Esto era muy cruel.
Es más, podían sacar la cámara ya porque él no caería en estas mentiras. ¡Sí, era crédulo! ¡Lograron engañarlo por un momento!
Taehyung negó con la cabeza, aún con el teléfono en la mano, buscó entre sus contactos el número de Jeon sin detenerse a razonar y presionó su nombre para llamarlo.
Comenzó a llorar, su respiración se tornó pesada. Ya no articulaba, le quemaba tragar, y la piel de su cuello ardía.
—Vamos... contesta. Jungkook, contéstame, por favor —musitó apretando el aparato contra su oreja—, no pretendo acercarme de nuevo, solo quiero saber que estás bien. Jungkook, responde. Toma el teléfono, dime que deje de molestar, dime que es tarde, que me joda, pero responde. Jungkook... respóndeme.
Le importaba una mierda decirlo ya, él nunca se atrevió a borrar ese número, y puso toda su esperanza en que guardarlo sirviera de algo.
Porque todas esas llamadas de Jungkook que rechazó se le volvieron en contra cuando la línea sonó, y sonó; pero no hubo respuesta.
Desesperado, comenzó a rezar. Apretando los ojos mientras pensaba.
«Dios... por favor, que no sea verdad, te lo suplico. Dios mío, te lo ruego, sé que no he sido el mejor de los hijos, pero te ruego ten misericordia de nosotros...»
Golpeó el timón del auto, haciendo sonar el claxon repetidas veces. Tiró el celular antes de pasarse las manos por el cabello, y restregarse el rostro. Tenía las mejillas calientes, quería gritar, y lo hizo cuando continuó:
»—¡Vamos, contesta! ¡No te puedes ir, Jeon Jungkook! ¡Te lo prohíbo! ¡Si ibas a morirte, bien, pero no tenía que ser ahora! ¡Tenías que hacerlo hasta que ya no te recordara, hasta que no supiera nada de ti! Hasta que ya no te quisiera...—Se recargó sobre el timón, musitando—: Se supone que lo acordamos, dijimos que ya no íbamos a dañarnos... —antes de enfurecerse de nuevo—. Pero claro ¡Siempre haces lo que se te da la gana, tú, idiota! ¡Te odio! ¡Puedes engañar a todos, pero no a mí, Jungkook! ¡Siempre creyéndote importante! Tú no puedes estar...
Su voz se cortó casi al mismo tiempo que la puerta del auto se abrió, asustándolo.
—Taehyung... —le dijeron desde afuera con lástima.
—Hoseok... —logró decir apenas—, él no me responde...
—Lo sé, también lo intenté —confesó, luchando por verse serio antes de que Taehyung se levantase y casi se lanzara a llorar en sus brazos.
«¡Claro! Mi vida entera es un error para ti, Taehyung. Si te hace feliz. ¡Bien! ¡Prometo morirme para dejar de fastidiarte!»
«Entonces desde hoy estás muerto para mí, Jungkook».
—De todas las cosas que no pudo cumplir... —murmuró, aferrándose al cuello de Hoseok—. ¿Por qué esa?
La noche es especialista en romper promesas. El día significa tan poco que cavamos la tumba mucho antes del amanecer.
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Jeon Jungkook, veinticuatro años, un muerto problemático.
El sol había salido, y aún no terminaba de asimilar que estaba, aparentemente, muerto. Le costaba trabajo creer sus rígidos dedos que al tocar la corteza de los árboles no le transmitían nada.
Se movían por la acera del centro de la ciudad, e intentaba saludar a cuanta persona pasara a su lado, pero nadie le contestaba. Y pensándolo bien, ese muñeco de sí mismo con la cara ensangrentada debió ser muy difícil de hacer. Casi se la cree. Sí, al parecer tenían mucho presupuesto para engañarlo.
Es que joder, era extraño, realmente le sorprendía todo el dinero que habían gastado en convencer a todos de ignorarlo para que él se lo creyera.
Observó con ligereza al ¿Espíritu? A su lado. Le parecía perturbador; pero de una forma curiosa. Es decir, no solo hablaba y se veía como Taehyung, sino como una versión súper estilizada y perfecta de él. Estaba impecablemente peinado, su piel se veía tan tersa como los volados de esa camisa blanca que parecían moverse en cámara lenta.
Es decir, ¿Taehyung sin ojeras y sin fumar? ¡Ja! No podían creerlo tan idiota como para esperar que se tragara eso.
¿O qué tal si Taehyung era parte del elenco y todos querían engañarlo? Llevaba media hora viéndolo de reojo para averiguar si estaba usando maquillaje para cubrirse las manchas de acné porque no las veía, y después de años de ir al dermatólogo, Taehyung nunca había logrado borrarlas.
Un momento. ¿Y si lo aceptaba y luego salía en esos programas donde les hacen bromas a las celebridades? Ay, no. Le costaría mucho trabajo limpiar sus búsquedas de Twitter como la vez que subió por accidente una foto en bóxer a la cuenta del equipo.
—Oye, y si eres un ángel... ¿Por qué caminas? —se animó a preguntar Jungkook. De acuerdo. Todo este teatrito lo entretuvo un par de horas, pero ya estaba cansado. Bueno ¿Podía sentirse cansado? No sentía las piernas. O calor...
—Alma —le llamaron con severidad—, ni siquiera deberías estar consciente de que soy un ángel.
—Eso es algo que un impostor diría.
—¿Y qué esperabas? ¿Alas y un halo? Tengo setecientos pares de ojos, Jungkook, y plumas dentro de las córneas. Créeme, volverías a morir si me vieras así por más de diez segundos humanos.
—No me molestaría verlos si con eso cambias ese rostro de mierda—dijo, pero al espíritu pareció hacerle gracia, su risa también era igual a la de Taehyung y escucharla le jodió más—. ¿Qué se supone que es tan gracioso?
—Eres el alma más estúpida que he visto. Y eso que he asistido a muchos funerales. En serio, tú eres el que eligió esta forma para mí. Siempre le damos al cliente lo que pide.
—Oh, claro. ¿Y si te pido que tengas alas?
—Todo menos eso. Mi contrato no incluye alas, antes las tenía, pero ahora no queda muy bien con el uniforme —le respondió ese extraño ser a su lado mientras se movía a pasos ligeros, tan ligeros que apenas veía sus pies tocar el suelo.
—¿¡Entonces puedes volar!?
—Sí, pero eso es muy costoso, y ya no están pagando viáticos. Así que iremos caminando.
—Caminar es algo muy estúpido si puedes flotar... Es como arrastrarse si puedes correr. —Se ganó una mirada desaprobatoria que le asustó. Ayuda, Jesús, es que sí era igual a Taehyung—. Bueno, solo digo.
—Puedo quitarte una pierna si quieres, así puedes probar arrastrarte.
—No hay que extralimitarse —Aclaró la garganta como si le picara, aunque en realidad ya no tenía saliva para tragar—. Bien, ¿a dónde se supone que vamos?
—Iremos al Edén a revisar tu expediente, y el de Taehyung, quizás estén traspapelados.
—¿Te refieres al "¿Edén" como al jardín del Edén, de la biblia y eso? —cuestionó Jungkook. Y eso asintió—. ¿No se supone que está como en Jerusalén o algo así?
—El cielo y la tierra... Jungkook, son menos rígidos de lo que crees —comentó sin darle mucha importancia—. Ven, debe haber una entrada por algún lugar. Lo convirtieron en bodega hace un par de años.
—¿Qué ¿Y por qué al Edén?
—No lo sé. La idea no me emociona, pero, así podremos saber si estás mintiendo o si hubo un error. Si Pedro está de turno, quizá consiga permiso para entrar a echarle un ojo a tus memorias. Si me lo preguntas a mí, el Edén es una completa bazofia, pero hacen buenos tragos a una calle de ahí. Sales de trabajar a las cuatro y luego te tomas un poco de pecado.
—¿Un poco de qué? —Okey, este tipo comenzaba a asustarle. Alto... ¿¡Sus memorias!? Oh, no. A la mierda.
—De "Pecado". Es el nombre de su Martini de manzana. Es una... —se detuvo cuando dejó de sentir la presencia de Jungkook—. ¿Alma? —le llamó dándose cuenta de que ya no había nadie junto a él.
Jungkook se movió por la acera contraria como si fuese la maldita (perdón, Señor) final olímpica de atletismo. Volteó cuando se alejó lo suficiente, el espectro lo observaba con los brazos cruzados un par de metros atrás y Jeon solo podía pensar en buscar un lugar para esconderse.
Su casa estaba como a dos horas del centro, tal vez si intentaba podría...
Su rostro golpeó abruptamente con algo sólido que lo hizo rebotar. Casi pudo sentir en cámara lenta el volar de espaldas por lo alto hasta finalmente estamparse contra el vidrio de un edificio, y deslizarse a gran velocidad de regreso al suelo.
Mierda.
Santísima mierdaaaaa. Negó con la cabeza, quiso poner sus brazos para cubrirse cuando vio tan cerca el asfalto mientras caía.
Cerró los ojos esperando el impacto, hasta que de pronto, volvió a encontrarse a sí mismo sentado en la acera.
—Pero qué... —Intentó hablar, pero la sombra de eso se posicionó frente a él. Había crecido. Se veía oscuro, mientras el sol le alumbraba la espalda; pero distinguió sus ojos rojos, y el humo que parecía salir de sus orejas.
—¿En serio vamos a pasar por esto?
—No puedes esperar que me lo crea. Yo aún siento, aún pienso. No puedo estar muerto.
—No entiendes ni la mitad. Eres un alma tan tonta —le reprendió, negando de brazos cruzados. Y Jungkook se puso de pie, molesto.
—Espectro de mierda —masculló, buscando alejarse.
—¿Cómo me llamaste?
—Espectro de Mier... —intentó repetir, pero sus pies ya no le dejaron avanzar por más empeño que puso en moverse.
Bajó la vista cuando su cabello comenzó a gotear. Sus piernas se habían vuelto como de cera caliente, observó a sus pies derretirse casi tan rápido como su nariz, y el resto de su cuerpo se deslizó en tanto su pánico crecía.
Quiso gritar, pero sacudirse solo hizo que su cuello derretido hiciera que se le cayera la cabeza, hasta que terminó siendo una posa líquida de Jungkook en la carretera.
—Podemos hacer esto toda la eternidad si gustas. Pero eso no cambiará que estás muerto. No puedes huir —dijo finalmente el acompañante, este se arrodilló a su lado, poniéndose la mano alrededor de la oreja para simular escuchar mejor a Jungkook—. ¿Qué dices? ¿Que serás un buen muerto y te portarás bien? ¡Excelente! Así me gusta.
Jungkook quería objetar, decirle que sus reglas le importaban un celestial trasero; pero, gráficamente era un montón de cera derramada, no podía decir nada.
Al menos no hasta que tomó una gran bocanada de aire al verse de nuevo las manos, al estar su cuerpo de vuelta en estado normal.
—¡Tienes que dejar de deformarme! —reprochó con molestia, pasándose las manos su cabello.
—No me tientes, cariño. Esto sería más fácil si te callaras y me aceptaras como tu gran amor.
—¡Pero no eres una persona de verdad!
—No me trates de Pinocho, Alma. Yo no quiero ser un niño de verdad —le dijo, pero su atuendo había cambiado. Por alguna razón, cada vez que Jungkook lo incomodaba, su ropa se volvía de cuero oscuro—. Tú ni siquiera deberías saber que soy solo una ilusión que el cielo envió para ti. Así que algo debe estar mal contigo.
El cielo... En el fondo, a Jungkook le parecía muy interesante. Más allá que el demonio con forma de su amigo, lo confusa que su realidad parecía, le motivó a asentir con la cabeza.
—De acuerdo, te sigo —dijo, tomando de la mano al espectro—. Iremos a Belén.
—Al Edén.
—Sí, sí. Eso.
El misticismo le parecía algo absurdo. Jungkook no era capaz de permanecer por dos horas en la iglesia desde que cumplió dieciséis. Esa sensación, de sus rodillas contra la alfombra del templo, de su cuello tenso por la posición al rezar era lo único que recordaba.
Así que ahora, mientras caminaba con rumbo a quién sabe dónde, comenzaba a cuestionarse si el cielo lo castigaba por negarlo tanto tiempo. O si lo estaba premiando por pasar satisfactoriamente por tanta mierda religiosa sin volverse loco.
Es decir, quedarse callado cuando su tío usaba la limosna para pagar por mujeres en las esquinas debía haberle traído alguna penitencia. Entendía que "Dios" no lo dejara entrar al cielo, después de todo, nunca dijo nada porque a Jungkook siempre le tocó un billete de la estafa semanal, es decir, la reunión semanal.
Condenado o no. Estaba en etapa de negación.
El camino se sintió como un instante. Sabía que a pie probablemente les tomaría horas; pero volvió a enfocarse cuando se pararon en la entrada de un pequeño local en la ciudad.
Estaba nevando, aunque eso ya no era problema. Tomarle la mano al espectro lo hacía mucho más consciente de su entorno, pero también lo hacía moverse al mismo ritmo.
—Vamos. Dime que está abierto, por favor —escuchó murmurar al acompañante.
—Estamos en el... ¿Barrio latino? —cuestionó entonces, al ver lo colorido del lugar.
Atravesaron la entrada, y por primera vez, un par de miradas se posaron en ellos. Jungkook temió, pero su acompañante se movió tranquilo hasta la barra.
—¿Cómo te va, Lupe? —dijo eso, a una mujer de espaldas. Genial, ahora hablaba en español—. ¿Tu rodilla está mejor?
Jungkook no creyó que le respondería; pero contrario a eso, ella se dio la vuelta, con una ceja alzada.
—¿Quieres usar la entrada de aquí, cierto?
—Si no te importa, claro... También un par de tragos antes de.
Era una mujer mayor, pero a juzgar por los tipos pidiendo más cerveza, era una persona viva. Jungkook la vio alejarse un poco. Y aprovechó para jalar de la camisa a su acompañante.
—¿¡Ella puede vernos!?
—Pensé que no creías estar muerto. ¿Por qué te preocupa? Deberías estar seguro de que te ve.
—¡Oh, por favor! No empieces. Dijiste que iríamos a buscar respuestas.
—Y lo haremos. Pero no puedo entrar a oficinas centrales así de fácil, necesito pases de acceso que no me darán. Los dioses de las culturas antiguas son más accesibles, y odian al cristianismo por lo que pasó en la conquista. Los mayas me agradan más que los aztecas, pero no les cuentes, son los primos que no se caen bien. Y ambos me hacen favores.
—Pero... —No supo continuar. Su familia era asiática, y en lo que a Jungkook concierne, nunca habló español hasta que se murió—. ¿¡Pero!? ¿Y el Olimpo y eso? ¿Y el cielo? ¿Y el infierno?
—Alma inculta, muchas cosas cambian de nombre dependiendo de la región en la que las cuentes. Por eso me agradan más los dioses de este lado del mundo, fui a la boda de uno, hubo sacrificio y lluvia. Yo era el único griego y aun así me la pasé bomba.
—Oh, claro. Ahora eres un dios griego.
—Soy un Caronte, es obvio que soy griego. Pero luego, ya sabes, con la globalización nos llamaron "parcas", podíamos usar túnica y llevar un cuervo con nosotros. También fuimos "ángeles de la muerte" y nos dejaban portar alas. Luego pasaron los años, nos llamaron "acompañantes", nos pusieron un código, y ahora hay viernes casual de usar jeans. El siglo cambia, supongo.
—Y si puedes transformarte en lo que sea, podrías... —Ambos estaban en la barra. La mujer que los atendía llevó una botella de algo, y la dejó enfrente junto a dos vasos.
—Alma —le vio con severidad—, deja de intentar hacerme cambiar de forma. Te lo dije, solo puedo lucir como tu gran amor porque es la única esencia además de la tuya que tengo permitido tocar mientras esté aquí.
—¿A qué te refieres con "mientras estés aquí"?
El espectro ladeó la cabeza. En realidad, nunca había pasado tanto tiempo con su sujeto en pena, y esto de hablar era muy confuso para su entendimiento.
—Los otros como yo... solo despiertan cuando se les encomienda una misión.
—¿Eso quiere decir que también estás muerto?
—En realidad, nunca he estado "vivo o muerto", mi existencia es mucho más compleja que eso. Pueden pasar segundos, o cientos de años. Depende de la densidad del alma que porte, y del daño que me cause.
—Tu alma se daña... —dijo Jungkook, sin quitar su vista de esa imagen de Taehyung sirviendo dos tragos al reír un poco.
—No. Yo no tengo alma. Soy como un recipiente.
—No lo entiendo... —inquirió. Pero no obtuvo ninguna aclaración, en su lugar, le vio empujar sobre la barra el pequeño vaso con alcohol para acercarle este.
—Salud —le dijo su acompañante, que alzó el vaso frente a él, tocando ligeramente la parte interior del propio, contra el borde del suyo—. Es hora de entrar al otro lado.
—Salud —secundó. Jungkook dudó antes de estirar su brazo y tomarlo.
Su existencia era cada vez más extraña. Ese trago se sintió amargo, y doloroso, como si engullera vidrios que le rasgaron por un instante en el que casi sintió algo.
"Respiró" por la boca, su cabeza explotaría; se sintió atrapado en sí mismo, todo comenzó a dar vueltas. Comenzó a escuchar voces. Parecía que la gravedad tomaba su cuerpo.
«¡Me darás un niño! ¡Amor! ¡Seremos padres!»
«Es un bebé hermoso... Tiene tus ojos».
«Mi Jungkook es todo un campeón».
«Jungkook... ¡Hora de ir a la escuela! ¡Te hice chocolate, baja pronto!»
«Mamá te ama. Solo está estresada. No le hagas caso».
«Sé bueno con tu tío y papá te traerá una perla nueva para tu colección. ¿Tenemos un trato?
«Lo siento, Jungkook. No lo logró».
«Vivirás con él hasta que yo consiga el dinero».
«Vuelve a verme así y te tocará limpiar el suelo con la lengua».
«¿Ahora quieres patinar? Haz lo que quieras, solo quítate de mi vista»
«Lárgate de mi hielo. O te parto la cara, imbécil».
«Tú quieres una cita... ¿¡Conmigo!? ¡Pero te rompí la nariz!»
«Tampoco quiero volver a casa, Jungkook»
«Pensé que te referías a fóllarme en la cocina, no a hacerme el desayuno. Quién diría que eres tan tierno...»
«¡Estás exagerando! ¡Jamás saldría con él!»
«Cállate, me debes un anillo en este dedo».
«El lunar cerca de tu boca es para mí uso exclusivo. ¿Quién se cree ella que es?»
«Te amaría, aunque dijeras que lo suyo es verdad»
«Entonces desde hoy estás muerto para mí, Jungkook»
—Jungkook... ¡Jungkook! ¡Reacciona! Ya es hora de irnos.
Escuchó la voz distante, y reaccionó abruptamente cuando se recompuso en la barra. Tuvo tantos recuerdos que fue como ver su vida frente a sus ojos.
—¿¡Qué rayos fue eso!? —exclamó aterrorizado.
—¿De qué hablas? —La mirada de Jungkook parecía perturbada. Quizá Caronte debió advertirle, pero, ya se estaba arriesgando mucho al traerlo.
—Sentí que estaba...
—¿Vivo? Ah, eso. Meh, le pasa a todas las almas en pena cuando entran en campo santo. Sienten que nacen, y luego mueren. Descuida.
—¿Tú también lo viste?
—Noup. Venga, el tiempo apremia. Si hubo un error, significa que le estoy quitando vitalidad al humano equivocado.
El espectro se levantó, tomando de la mano a Jungkook que, confundido, comenzó a pensar que todo esto tal vez, solo tal vez, era un poco real.
Lo siguió hasta la puerta. Estaba... ¿Mareado? Maldita sea, que lo primero que sentía en un largo rato eran náuseas.
Avanzó, saliendo del local del restaurante, pero al hacerlo, su malestar desapareció por completo. Y esas prendas semi andrajosas que tenía se transformaron en prendas de seda negra.
Mas ya no estaba en su ciudad. Sino en un enorme sendero de árboles. Las calles parecían cubiertas de pétalos violetas. Había ríos cristalinos y muchos animales jugando en las praderas, bajo un cielo rosa y estrellas que resplandecían la entrada.
Había edificios, pero estos estaban hechos de cuarzo. Y su elegante estética le resultó parecida a la ciudad de Dubái. Con unos cuantos más de piedras preciosas, y Kiwis gratis en la entrada. Y los diamantes que tenían las lámparas de las calles, muy sofisticado de su parte.
Si esta era la bodega ¿Cómo sería el paraíso real?
«¿Cómo es... cómo es que llegamos?» pensó. Pero no esperaba que eso escuchara también sus pensamientos.
—No puedo decirte. Los humanos están vetados del jardín desde que conocen el bien y el mal. Así que espérame aquí, veré si puedo encontrar a un supervisor.
Caronte, como le era más fácil decirle, se alejó al terminar de hablar, dejándolo solo. Jungkook se sentó sobre una piedra, junto a ese gran cartel de: "Bienvenidos al Edén". Acariciando a ese capibara que se acercó a sus pies.
Para ser honesto, toda esta situación le ofendía más por el hecho de que Taehyung siempre encontraba la manera de fastidiarlo que por toda la cuestión celestial.
Por favor, ¿Ahora Kim ganaba la competencia de "Yo te amo más"? No necesitaba que le restregasen en la cara que se equivocó una vez más. Con Nara todo era más fácil, así que se sentiría muchísimo más a gusto pasando su funeral con ella.
Observó la espalda de su acompañante en la fila, mientras esperaba su turno hasta la ventanilla de información. Se acercó un poco, para ver de cerca la placa de la entrada que identificaba al lugar como la bodega.
La puerta marcada como EXPEDIENTES NATALES. Solo personal autorizado, llamó su atención, cuando al alzar la cabeza notó a un par de seres brillantes, con sus jeans ajustados, charlar antes de entrar en ella. Algunos volaban, otros se esfumaban, y él esperaba que su ropa oscura no levantara sospechas cuando se levantó para seguirlos.
Si él tenía un expediente, todos los humanos debían tenerlo. ¿Cierto? Encontraba a su novia, demostraba el error, y podría morirse en paz. Kim Taehyung no iba a joderle su funeral también.
No tenía que ser tan difícil. Al final ¿Cuántos humanos podría haber en el mundo?
Jeon Jungkook, veinticuatro años, seis horas fallecido, etapa de negación.
Canción en multimedia: Jesus of Suburbia- Green Day
Manténganse con vida. J.S.
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