Capítulo 2
Capítulo 2
—¡Miles! —exclama Ross, demasiado emocionado, deja la guitarra en la silla y se va a recibirme en la entrada del salón dos—, ¿no te irás de nuevo? —su pregunta es difícil para mí responder, pero al menos debo darle algo de esperanza.
—Por los momentos no. —Es lo que puedo decir mientras, para mí no existe el sí y el no, y debo ser lo más neutral posible.
—Me debes mucho, y no me quedaré sentado a esperar —dice con su voz grave y mirándome con el ceño fruncido. Lo conozco, no es que ande molesto, se preocupa por mí de una manera tal, que siempre debo mentirle, porque él no debe saber el porqué me ausento y porque no debo divagar información por ahí, si algún enemigo de mi padre está cerca, puede haber mucho peligro. No quiero arriesgarme a que Ross le pase algo, me moriría.
—No te pongas así, Ross. Tengo clase hasta la noche, nos podemos ver en Benny´s a las nueve. —Él sonríe. Sí, es una forma de tratarnos sin que nadie se entere de que somos novios, dijimos que lo mantendríamos en secreto, salvo nuestros mejores amigos, pero ni familia ni nadie debe enterarse. No di explicaciones en ese momento que se lo pedí, pero a él no le molesta, Ross no anda repartiendo cariños a nadie y es demasiado frío. Yo soy todo lo contrario, me encanta abrazarlo, besarlo, darle mimos, pero he aprendido y me contengo.
—Okey, termino mi práctica a las ocho y media. No me extrañes demasiado —susurra en voz baja, y asegurándose que sus amigos no se metan con él. Vuelve a su práctica y yo me voy hacia el salón.
Nos vamos a la siguiente clase, estoy de buen humor y me provoca sonreír el día de hoy. Ross me hacía mucha falta y el tenerlo cerca me produce mucha felicidad y quisiera que sean las nueve para besarlo, hacerlo mío y revivir el pasado tan hermoso que hemos tenido. Extraño besarlo, que nuestras bocas se compenetren y formen un vicio tremendo. Me encantaría quitarle la ropa, descubrir nuevos secretos en su cuerpo y hacer que le duela tanto que grite de placer, por lo tanto, el reloj avanza demasiado lento y me pregunto qué estará haciendo y si me da celos que esté con sus amigos y no conmigo.
Las clases terminan al fin y mi amigo quiere llevarme para que no me moje, pues la lluvia está fuerte. André no está de acuerdo, pero al final acepta y decide regresar hacia la casa, quedo en no hablar más de la cuenta y darle una buena excusa a mi padre para que no se ponga obtuso ni me esté fastidiando la vida.
Le marco a Ross, pero no me responde y cae la contestadora, quizás tiene el celular en silencio y como no son ni las ocho y media, imagino que debe seguir su ensayo, no quisiera molestarlo, porque cuando se concentra en hacer música, no le hace caso a más nada. No me preocupo y solo espero que no tarde demasiado, ya que necesito tener muchas horas con él y tenerlo para mí solo.
—Lo llamaremos cuando lleguemos, las líneas están terribles hoy —me dice Jon y le creo, él ha intentado comunicarse con Coín que es un amigo en común para que nos veamos mañana y celebremos mi regreso y tampoco le cae la llamada—. Bien, el tráfico también tiene sus días.
No ha llovido en toda la semana y justamente hoy que soy feliz, entonces llueve a cántaros y parece como si no se hubiese a terminar nunca. Aceleramos un poco hasta quedar en la mitad, menos mal que aún sobra tiempo y puedo llegar temprano, pues a Ross no le gusta que sea impuntual.
Mientras tanto conversamos de cosas que no habíamos hablado en los últimos meses y nos ponemos al día con los acontecimientos que han estado ocurriendo en nuestra facultad de Ingeniería, se puede ver que todos son intelectuales y tranquilos, siempre se desata una furia loca que hace que la gente se vuelva demente y divertida.
—Ni te imaginas como le jalo los cabellos, fue demasiado divertido y si no fuera porque la profesora los agarro a tiempo, hubiese sido peor —comenta Jon sonriendo—. En definitiva, esos dos son más tóxicos que el cianuro. Se odian y se aman, terminan y vuelven. No comprendo cómo han estado juntos tanto tiempo.
—Eso parece un drama más bien —doy mi opinión—. No hay quien los salve.
Jon sigue diciéndome todo, me comienzo a reír con sus payasadas, no puedo controlar la risa, cuenta las cosas como si estuvieran en su ser y no hace más que imitar a los demás para que la actuación sea más real. Mi amigo es experto imitando voces, gestos de las personas y tiene ese don demasiado genial.
Estos son los momentos que atesoramos para siempre, pues son aquellas que nos hacen sentir vivos y apasionados. El dolor en mi pecho encaja rápidamente transformándolo en escalas de pálpitos no correspondidos, si esa sonrisa estuviera siempre fuese feliz. Cuando todo es perfecto es que decides enfrentar al miedo y tratar de esquivarlo lo más que se pueda. En cierta parte, nunca crees que puedas desafiar la maldad, porque tienes luz en tu interior; sin embargo, cuando te apuñalan y te quitan lo que más amas en el mundo, queda lamentar, llorar sin parar, recordar las caricias, besos, abrazos y el aroma a felicidad.
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