Había escuchado fugazmente la radio durante esa mañana en el auto de mi madre mientras íbamos de camino a la escuela, creo recordar algo a cerca de una posible lluvia durante las próximas horas.

Me arrepiento de no haber estado por completo en la tierra en ese momento.

Entre los murmullos de la clase, repose mi cabeza en el pupitre y miré hacia la ventana. El cielo azul de la mañana se desvanecía en un gris opaco que invadía al mundo de tristeza, en su existencia, palomas blancas volaban en la lejanía a refugiarse y los colibríes que revoloteaban felizmente entre las florecillas de los arbustos destacaban por su ausencia.

De pronto, el bullicio de la clase colmo y la voz del maestro se hizo presente.

En ningún momento levante la mirada, el hombre de mediana edad entonaba palabras aburridas con una voz grave y rasposa y mi mente vago en las nubes después de eso.

No pasó mucho tiempo hasta que una voz que jamás había escuchado me bajo de las oscuras nubes que yacían  plenas en el cielo.

Sin mirarla y sin tocarla, ella movió mi corazón y mente con su voz.

Y con ella comenzó una inusual lluvia en otoño.