Start #4. Madeline
.🥀.
Seis Años atrás
Las hojas caen a través de la ventana. Entre colores naranjas, ocres y oscuros, están marchitas, eso es lo que simboliza el comienzo del otoño, el fin para dar inicio a un nuevo comienzo.
Tengo una rara aflicción con las cosas marchitas, por lo tanto, tengo algunas de las hojas resquebrajadas en mis cuadernos. Al contrario, de los demás días. Estoy emocionado, eufórico y quizás un poco ilusionado.
Hoy, desde hace mucho tiempo, le voy a enseñar alguien mi verdadero yo.
El yo que se oculta detrás de la chaqueta.
Esa parte que se supone no debo enseñar a nadie por ningún motivo del mundo, porque van a temer.
Pero ella es diferente, diferente como aquella chica que conocí hace tiempo.
A ella no le ha importado que tuviese una reputación extraña y que nunca me quitase la chaqueta.
No le han importado las habladurías y se ha juntado con el raro.
Ha visto mis dibujos, he visto sus secretos. Me ha contado sobre su familia de manera extensa y a pesar de que no soy capaz de ver en mi pasado, ella simplemente lo ignora.
A pesar de que ella, más que todos, merece una explicación.
No espero que reaccione como Lux, Lux era una niña cuando se lo enseñé.
No espero que reaccioné de mala manera.
No sé que esperar de ella, y eso, hace mucho tiempo que no lo sentía. Y aquello hace que tenga una ensalada de fruta como emociones. He acomodado absurdamente mi habitación de manera pulcra, a pesar de que Madeline sabe que soy un desastre con ella. También he metido a lavar la ropa sucia, y he hecho los deberes, pero los nervios no desaparece.
Y estoy constantemente mirando por la ventana para observar si el Volswagen negro de su familia aparece.
Los minutos se me hacen eternos.
Y decido colocar música. Mamá sólo escucha Elvis Presley y Queen. Así que cuando suena el característico "Mama, Just killed a man" doy un sobresalto y coloco mis manos instintivamente en mi pecho.
Lo admito, estoy inquieto.
Nervioso de como vaya a reaccionar.
De lo que vaya a pensar, de lo que vaya a sentir.
La probabilidad de que nuestra amistad no siga igual que antes hace que mi estómago se retuerza.
Es la primera amiga que hago desde hace años.
No quiero perderla.
No quiero que desaparezca con la misma rapidez con la que llego a mi vida, porque es importante, tan importante como la consola que pedí para Navidad, o inclusive más que ella.
Dudo por unos segundos sobre el hecho de contarle, puedo decirle que lo he olvidado y jugar Mario Kart como cualquier otro día pero entonces, sentiría como si la estuviese engañando, y yo no quiero engañarla.
Es mi amiga.
Ella lo entenderá, claro que lo hará. Eso es lo que me repito cuando el timbre resuena por toda la casa. No he oído el sonido característico del motor por estar sumido en mis pensamientos. Y aunque no oigo aquello, si oigo como saluda a mi madre con cordialidad y sube a trompicones las escaleras. Apenas se le oye, Castiel da un portazo que resuena por las esquinas.
Madeline aparece por la puerta, sin resoplar y como si no acabase de subir cientos de escaleras,..
De su frente resbalan pequeñas gotitas, y creo que ha llegado a la casa, caminando, o más bien corriendo.
Sonrió cuando sus ojos verdes cruzan con los míos, mechones del cabello pelirrojo que ella detesta se pegan a su frente.
Me da un saludo-abrazo y se deja caer en la cama, con la vista al techo.
Me devuelve la sonrisa y con una mirada brillante y suspicaz pregunta:
—¿Qué vamos a hacer hoy?
...
Hemos pasado todo el día jugando wii, la he dejado ganar varias veces para escuchar sus gritos de alegría y emoción. También hemos hecho rompecabezas y hemos destrozado la pata de la cama de mi habitación por accidente, la hemos colocado nuevamente en su lugar, de manera desordenada, hemos saltado sobre el colchón y ahora nuestras cabezas están hacia abajo, mirando toda la habitación de revés.
—Oye, Asher ¿Qué crees que seas cuando crezcas? —La pregunta me deja pensando, y no dudo ni un segundo cuando le digo.
—Heladero —La idea de los helados gratis me seduce a un grado que no soy capaz de admitir en voz alta.
Su rostro se ladea en mi dirección y su nariz respinga cuando pregunta:
—¿Puedo ser tu ayudante? —Sus ojos verdes apuntan a los míos. Y estoy a punto de decirle que si, cuando recapacito.
—Búscate tus propios helados. —respondo mientras le saco la lengua.
Y eso es suficiente para empezar una batalla campal sobre quien venderá los mejores helados, ella dice que los hará de gomitas y yo le respondo, afirmando que los míos tendrán chispas de colores, leche condensada y trozos de chocolate, además de pedazos de dinosaurios. Al final termina ganando ella, diciendo que yo me los comería antes de venderlos, y tiene toda la razón.
Nuestras cabezas comienzan a pesar y nos acomodamos de manera correcta para que la sangre no circule más a nuestra cabeza.
Cuando ella se levanta, los rizos pelirrojos caen alrededor de su rostro y sus mejillas están sonrojadas, las mías igual.
Mi cabeza casi se va de nuevo hacía abajo con los mareos y Madeline me sostiene impidiendo que caiga, pero ella también se marea y cae conmigo.
Reímos entrecortadamente por el golpe y luego nos mantenemos en silencio. Se coloca en posición de indio y yo apoyo mi cabeza del suelo.
—¿Sabes que cuando nos ponemos de cabeza la inteligencia nos llega a la cabeza? —pregunta y yo niego.
—¿Eso es cierto? —cuestiono con curiosidad.
—Ni idea —Se encoge de hombros—. Pero lo hago siempre antes de los examenes de matemáticas.
—Tramposa. —acuso y ella frunce sus cejas.
—Al menos yo no falto a propósito a Educación física. —señala regañona.
—Tengo razones —respondo cruzando mis brazos y recordando vagamente la razón de que ella este aquí.
—¡La flojera no vale! —dice frunciendo sus cejas y negando con su cabeza pelirroja expresando su insatisfacción con que yo no sufra con ella.
Si tanto me acusa, debería saltárselas también.
La ignora y el miedo toma mi barriga, cuando me doy cuenta que falta poco más de una hora para que se vaya y por tanto, debo contarle, debo enseñarle.
Se va a las 6:00 y a penas son las 5:00.
No quiero contarle, de hecho, quiero que sigamos teniendo tardes de juegos y bromas durante los recreos. Me gusta nuestra amistad, y no quiero perderla, pero se siente mal cuando no se lo enseño, ella me ha contado todo y yo soy incapaz de enseñarle lo que verdaderamente soy.
Ella no se enfadará. Ella es diferente, me digo cuando la veo admirando mi colección de películas de Marvel.
Le regalaré una de ellas para Navidad.
Suspiro, armándome de valor, y bajo el cierre de mi chaqueta. Las ganas de llorar me invaden ante los recuerdos y aprieto mis manos contra la chaqueta, pero es Madeline.
Madeline, mi amiga, mi confidente de películas, y la persona con la cual intercambio meriendas.
Madeline no me rechazará ¿Cierto? Ella es mi amiga.
Los amigos no se rechazan, aunque los otros amigos sean muy feos. Siempre se aceptan.
Me acerco hacia donde esta, y cuando llego, me sonríe. Un mal sabor se instala en mi boca.
Pienso que tal vez comí demasiado o tal vez es que creo que no la veré sonreír de nuevo.
—Oye, Mads ¿Puedo enseñarte algo? —Le digo y ella enfoca sus ojos verdes selva en los míos antes de sentarse en el borde de la cama.
Parece tranquila y recta, asiente ante mi pregunta.
—Puedes. Pero si me vas a presumir de nuevo tus juguetes coleccionables de legos...—amenaza con la mirada fija sobre mí—. Alguien saldrá lastimado.
Niego, eso lo hago sólo cuando me molesta demasiado.
—No, es otra cosa —Mi garganta se cierra—. ¿Sabes que siempre uso chaqueta? ¿Verdad?
Asiente.
—Claro y nunca te la quitas por nada nada del mundo, incluso cuando fuimos a la piscina no lo hiciste. —rememora dudando con un dedo en su barbilla.
Mis manos pican.
—¿Te gustaría saber lo que oculto? —La pregunta sale de mis labios e inevitablemente me quedo estático.
Si me dice que no.
No se lo contaré, y entonces, no me sentiré culpable, porque ella ha elegido no saberlo.
Pero, Madeline ladea su cabeza con sincera curiosidad, me repasa de arriba hacía abajo. Y finalmente devuelve la vista a mis ojos.
—¿Vas a contármelo? —pregunta intrigada y mi estómago se encoge un poco mas.
Me encojo de hombros con falsa tranquilidad.
—Si tu quieres saber: sí —Siento mucho frío y sus iris verdes no hacen otra cosa que observarme con auténtico interés.
—¿Es algo feo? —cuestiona arrugando su nariz.
—Lo es. —Le confirmo.
—¿Como lo de mis padres? —pregunta y trago en seco.
—Yo no puedo recordar si los míos tuvieron algo que ver. —confieso y ella sigue cada uno de mis movimientos.
Paulatinamente asiente y luego se levanta dando un paso hacía mí.
—¡Va! Enséñame, he visto cosas horribles en mi vida. Tú no has de ser más que otro banalidad. —Se encoge de hombros.
Y por dentro niego, tengo la oportunidad de echarme hacia atrás. Porque ella ser refiere a cosas como Jigsaw o Jason de Viernes 13, no hay punto de comparación entre ambos.
Aprieto mis manos contra mis jeans. Puedo decirle que no, puedo pararlo justo ahora, pero no lo hago.
Confío en Mads.
Es mi amiga, las amigas no abandonan a sus amigos.
Tomo una bocanada de aire y le hago sentarse en el borde.
—Te mostraré.
El sonido de la cremallera siendo bajado inunda cada una de las paredes de la habitación, paredes que antes han estado llenas de risas, carcajadas y gritos, ahora, sólo hay silencio interrumpido por ese rasgueo del metal en mi chaqueta.
Ella me observa a través de los rizos, y yo le hago saber.
—¿Sabes que eres la mejor amiga que he tenido? —pregunto retórico pero asiente, e insiste con sus manos para que continúe.
Siento las cicatrices tróficas alzarse en mis hombros, estómago y piernas, aunque en realidad ellas no se mueven, están allí y sobresalen de manera exagerada.
Se mantienen conmigo y son incapaces de irse, a pesar de que es bien sabido que deberían marcharse. Ellas no lo hacen y me convierten en algo no agradable de ver.
Los ojos de Madeline pican de la curiosidad.
Así que dudando un poco, sujeto las solapas de cada extremo, las jalo con suavidad y finalmente, dejo caer la prenda con un sonido seco.
—Esto es lo que escondo. —murmuro bajo.
Aprieto mis puños y voy subiendo lentamente la mirada.
Cuando encuentro mis ojos con los suyos, veo el shock, desagrado y miedo expanderse por sus pupilas.
Me reflejo en sus retinas, y me observo desagradable.
Madeline titubea y se aleja inconscientemente de mí, sus ojos fijos en cada parte de mí resaltante. Porque este es un secreto demasiado grande porque ella no puede con ese peso.
Porque veo el terror aumentar en sus ojos conforme comprende que lo que me rodea no es algo que se pueda quitar, sino algo que forma parte de mí. No es algo que yo pueda cambiar ni tampoco ella, y al menos para Madeline, no parece algo aceptable.
La desesperación se ve en como sus dedos se frotan entre ellos ansiosos, y sé lo que piensa, me ha tocado.
Pero no se puede contagiar, no contagias los miedos ni las cicatrices tocando a los demás. Esos son tan tuyos como la sangre que fluye entre tus venas.
Doy un paso adelante porque quiero sujetarla, quiero agarrar a mi amiga para que no se vaya, porque no he tenido muchas amigas, porque verdaderamente no quiero perderla.
Pero apenas detecta mis intenciones, las lágrimas brotan de sus mejillas con fuerza. Sus rizos pelirrojos se agitan con los movimientos de su cabeza.
—No te acerques, por favor —ruega. Parece entrar en una fase de desesperación-sorpresa—. No me toques —Su voz titubea y sus brazos se ciernen alrededor de ella—. Mis papás te dijeron —No parece capaz de dar otro paso aunque mira a la salida como si fuese su última esperanza. Comienza de nuevo— Tú... —Su voz se rompe y es incapaz de continuar, no hace otra cosa que mirarme mientras las lágrimas se acumulan. Sus brazos en torno a ella mientras tiembla y jadea como si no pudiese creerselo, y no quería asustarla. No quería. Yo no—. Monstruo.
Finaliza, y eso es suficiente para que salga de la habitación, lanzando chillidos y alaridos. Sus pasos resuenan por la escalera rápidos, sólo hipea y llora mientras baja y cuando llega al final, abraza a mi madre, contándole que me he convertido en algo horrible, que algo me ha poseido.
Clama que quiere irse a casa. Ruega porque la saquen y es tanto el terror que termina esperando a sus padres en el porche.
Cierro la puerta con seguro, y apago las luces, porque no quiero verme.
Las lágrimas recorren su camino por mis mejillas y veo por mi ventana, como Madeline se lanza contra los brazos de sus padres pero la rechazan. Ellos no responden el abrazo y charlan con mi madre.
Cuando se retiran, dando luces de marcha, la lluvia pinta el cielo. Mi madre toca la puerta y soy incapaz de abrir.
Sólo quiero que se acabe este día.
Sólo quiero que no me duela tanto el pecho.
Sólo quiero ser igual a cualquier otro niño.
—Despiértame cuando Diciembre acabé —vocifero en un hilo de voz a mi mamá.
Mamá se cansa de tocar y se marcha diciéndome, que todo pasará y que estará esperándome fuera. Pero justo ahora, no se siente como si pasará y no encuentro alivio en ir a refugiarme en los brazos de mamá.
Justo ahora, se siente como si tuviese un huracán devastando todo en mi interior.
Porque he perdido a la primera amiga que hacía desde hace mucho tiempo.
Porque no soy lo suficiente normal como para mantener a las personas a mi lado.
Porque soy horrible y horrendo.
Lloro y grito contra la almohada. Clamo y pregunto: ¿Por qué? ¿Qué hice de malo? ¿Por qué soy tan horrible? ¿Por qué debo dar miedo? ¿Por qué no puedo tener amigos? Abrazo con fuerza la almohada pero por mucho que llore y ruegue nadie responde mis preguntas, nadie es capaz de decirme porque mis cicatrices son tan pesadas y porque soy un pequeño monstruo.
.🥀.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro