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Capítulo #6. "Confesiones bajo la lluvia"

Capitulo dedicado a el_sombrelero_loco ¡holiiii personita preciosa! (Extrañetuscomentarios) perdón por no actualizar :( Absoluto desastre me converti con las tareas. que no es del todo excusa, así que ¡Lusientu! Igual intentare subir al menos un capitulo semanal, pinky promise¡Feliz día del amor y la amistad! Espero te guste muchooooo el capitulooo. Tequieromuchito ¡Espero estés bien! Disfruta✨♥

Capítulo también dedicado a Gevivas ¡Feliz día del amor y la amistad! Tiamo u.u

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"Si entonces las estaciones del año son los colores de la naturaleza ¿Cuales son los colores de la vida? ¿Las emociones?

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Las gotas de lluvia empezaban a nublar el tiempo y no pude evitar maldecir al mal tiempo que apenas comenzaba a manifestarse. Habían cosas malas en el mundo, pero nada como que empezase a llover y no llevar un paragua encima.

No había caído ni una sola gota de lluvia y ni una nube condensada se había colado en el cielo durante mi estadía en el hospital con Luxen. No obstante, ahora todas se habían juntado para hacer de mi día algo simplemente peor. Amaba la lluvia, era una de las cosas que solía disfrutar, por supuesto, como todo el mundo, pero desde un sitio calentito en mi casa; No en medio de ella, con frío, y para destacar, sin abrigo. Una pulmonía o una hipotermia eran mi futuro cercano si no aceleraba mi caminata.

Apresure mis pasos hacia mi hogar, volviendo a insultar al cielo, quedaban alrededor de veinticuatro cuadras para llegar.

Apenas eran unas simples gotas que caían pero después se convertirían en una gran tormenta, los truenos que se hacían sonar no eran exactamente un buen presagio. Entre corrí y caminé por las calles iluminadas por farolas. Al mismo tiempo debía estar pendiente, resultaba ser un poco tarde, y la ciudad por lo mínimo podría considerarse peligrosa. Apreté mi mochila con fuerza y mis zapatos hicieron que charcos pequeños de agua salpicasen. Y todo iba bien, lo bien que se podía estar con la lluvia siguiéndote los pasos. hasta que entre en un charco de agua gigante.

Pegué un grito y un brinco hacia atrás, pero el daño estaba hecho. Agua sucia y mis zapatos blancos. Y luego, lo peor, lo peor, lo peor después de lo peor.

¡MIS MEDIAS MOJADAS! ¡MIS MEDIAS TOTALMENTE MOJADAS!

Empecé a gruñir y patear las gotas de lluvia hacia ningún lugar realmente, realmente no estaba molesta con el cielo y su clima, o con mis tontas medias mojadas. Ni siquiera con las gotas de lluvia que ya empezaban a mojar mis cabellos y mi mochila.

Mi molestia y rabia era con las matemáticas.

¿A quién le gusta las matemáticas? para ser sincera, se me daba bastante bien estudiar, pero el profesor me había impedido la entrada y esto había hecho que todo mi día se fuese a la basura. En ese día había examen, y valía un 40% de la nota final.

Debía acertar al menos el 50% para pasar ¡Y era matemáticas! ¿Quién puede calcular la suma justa de su nota en matemáticas?

Los genios claro, pero yo no lo era, al menos no en esa materia. Sin contar que eso podría bajar mi promedio, y eso afectar mis calificaciones para la universidad, seguí zapateando y  pateando el agua pensando en el profesor de Matemáticas, el cual tenía serios problemas con las llegadas tarde. 

Ojala la tierra se lo tragase y escupiese en las Maldivas.

Volví a soltar un gruñido, cuando note que tenía uno de mis cuadros en mi mochila, porque habíamos visto Artes ese día. El cuadro se iba a estropear si se mojaba, e iba a estar aun peor si se secaba.

Me acerqué a los pequeños techos que sobresalían de las tiendas, e intente caminar por los bordes, odiando al profesor de Matemática y culpándolo del clima. Colocando mi bolso hacia delante e intentando que la menor cantidad de agua posible, arremetiese contra él. Debía ser una escena digna de ver, el cuadro siendo protegido por el techo y mi persona, mojándose.

Toda mi imaginación estaba volcada en ese cuadro, si se destruía, mi vida se iría con él, o tal vez estaba siendo un pocos dramática, pero me había esforzado y ciertamente hacer este dibujo en clase de Artes había sido como liberarme. 

Si ese cuadro se mojaba ¿Cómo le explicaría al profesor?

Primero, matemáticas. Luego, La lluvia ¿Podría ser peor?

Y el mundo estaba con ganas de complicarme aún más. Porque cuando estaba por cruzar una esquina sin techo con mucha rapidez, sentí mis piernas resbalarse hacia adelante por un charco de agua más grande que mis ilusiones.

Caí hacia adelante de rodillas, y el bolso que tenia mi cuadro resbaló hasta caer en un charco. Hice caso omiso del charco y procedí a soltar unos lloriqueos, junto a groserías en otros idiomas, era efectivamente el momento.

—¡Me tienes harta! Definitivamente tienes algo contra mí universo ¡Eres un Muggle, mundo! ¡Umbridge! —Me quejé mientras sacaba el cuadro y otras gotas de lluvia volvían a enchumbarlo pero el clima parecía haberlo escuchado porque otro trueno sonó más fuerte—. ¡A mí no me gruñas! ¡Qué tú fuiste quien empezó con la lluvia esa cuando el señor del clima dijo que estaría soleado!

Ese cuadro era el elegido, lo más bonito que había hecho en mucho tiempo. Volví a chisporrotear en rabia y sin darme cuenta lo estaba estrechando contra mí, pero lo había estropeado aún más. Solté un lloriqueo  al ver que lo había tirado a la borda aun más. Dejé que las gotas cayeran en mi cabello y lloré con aún más fuerza.

Mi cuadro hecho un desastre.

Mis medias mojadas.

Esto era un día terrible.

Estaba muy al tanto de que había personas que lo pasaban aun peor que yo. Que tenían mas problemas, y que junto a los míos, yo podía parecer un poco tonta. Tenía una casa, un hogar, y un amigo. Aún así, tenía malos días. Todos tenemos derecho a tener malos días. Pero debía controlarme, pintaría más cuadros ¿Cierto?

Un breve suspiro me sacó de mis pensamientos y una voz entre quejidos y ronquidos me asustó.

—El loquero esta a dos cuadras. —solté un grito de terror y me alejé aún más.

Acerqué mis pasos hacia la persona quien parecía muy seca para el clima que hacía, se tapaba con el techo de seguro. Sabía que no estaba bien hablar con extraños, sin embargo, me acerqué, dejando dos metros entre el señor y yo, y pregunté, alzando una vara que había encontrado en su dirección

—Señor ¿Se encuentra bien? —Intenté hacerle señas pero parecía mirar solo abajo, y su capucha le tapaba completamente. Ahora que la lluvia disminuía un poco, podía verle mejor, no parecía un señor ¿Podría ser un chico? Mis dudas se disiparon al oír su voz.

—La lluvia —murmuró con un tono apenas audible—. La lluvia. Huye.

Mi corazón se heló y me mantuve estática al reconocer la voz. No era un vagabundo.

—¿Asher? —Había logrado que Luxen me soltase el nombre del chico suicida. Asher.

Él pareció acurrucarse aún más contra la tienda cerrada. Su gesto se ensombreció al reconocer mi voz y sus ojos apuntaron a los míos, o no realmente, sólo hacia abajo.

—Vete. —La voz salió ronca en mi dirección.

Claro y fuerte. Sería una mentira si dijese que no lo había escuchado. Y hubiese sido una doble mentira si hubiese afirmado que no me había acercado hacia él.

Sólo por curiosidad.

No le debía nada, no tenia porque ayudarle. Sólo lo hacía porque si veías a alguien debajo de la lluvia debías ayudarlo. Estaba en el Manual de ayudar personas en situaciones extrañas.

—Vete. —repitió.

Más grueso. Sabía que me acercaba pero las palabras que había dicho anteriormente no salían de mi cabeza ¿Lluvia? ¿Huir?

—Vete, por favor. —Y está vez mi corazón dolió porque pareció implorarlo.

Y ahí si me quedé helada, quieta, estática. Porque había visto muchas facetas de aquel chico, pero no una en la que estuviese tan vulnerable, tan real. Sentí como si invadiese su privacidad y estuviese más cerca, de lo que nunca había estado de él. 

Eso daba miedo, me causaba terror estar cerca de lo que él era y no mostraba a nadie.Y estuve a punto de irme, porque era mínimamente cobarde, el quedarme implicaría cambiar en todos los ámbitos nuestra relación.

Estar con alguien en sus malos momentos es más profundo que estar con ese alguien en su buenos momentos.

Podía haberle abandonado, podía haberme ido y haberlo dejado a su suerte. Pero yo no era así, no podía dejarlo si necesitaba alguien y parecía hacerlo, estar tirado en medio de la nada en medio de una posible tormenta, era una señal.

Solían decir que los ojos son el reflejo de lo que tenemos dentro, nuestros sentimientos, miedos, y aspiraciones. Todo lo que somos y lo que vamos a hacer. Pero en sus ojos, sólo aviste tormenta.

Él estaba arrimado a aquel lugar, y ahora no me miraba sino cerraba sus ojos fuerza. La lluvia estaba empezando a aumentar, y él se arrimaba a una esquina.

Me dejé caer a su lado. Lo cierto era que habían muchos más techos en donde refugiarse pero esté tenia escaloncito y un techo que se podría considerar grande, y estaba con él, no le abandonaría. Estaría en su mal momento.

—Lárgate.

Volvió a repetir.

—Está lloviendo. —respondí.

Pero él pareció no importarle y volvió a repetir.

—Lárgate.

Cruzó sus brazos y frunció su ceño aún con los ojos cerrados, tenía cierta similitud a un gato enfurruñado.

—No puedo, Einstein. Está lloviendo.

Él murmuró algo y se levantó, inseguro.

—Entonces, me voy yo. —Lo miré y observé como sacaba su mano y la volvía a meter repetidas veces, como si intentase verificar, que si estaba lloviendo. Le sujete fuertemente del hombro y lo volví a colocar en el escalón.

Me volteé hacia él y sus ojos grises irritados me devolvieron la mirada ¿Había estado llorando? No estaba segura de haber hecho bien en quedarme, pero no había otro lugar en el que quisiera estar.

Él sólo quería estar solo, y yo estaba arruinando sus planes.

—No puedo dejarte —Mi mirada se enfoco en sus ojos y me observó alzando una ceja de regreso—. Es raro, pero siento que no debes estar solo. De igual forma, no tengo mucho para elegir, porque está lloviendo y ya me he mojado mucho y no quiero una pulmonía, o peor aún, morir congelada. Lo cierto es que no hay nada que hacer. Yo estoy aquí, tú también, sé que me odias pero finjamos que me soportas al menos por nuestra estadía aquí. Si quieres, después, puedes volver a odiarme.

Pareció pensarlo por algunos segundos, se encogió y se dirigió hacia el otro extremo.

—Ajam. —aceptó enfocando su vista al frente.

Hice lo mismo sin prestarle realmente atención a nada. No existían palabras para llenar el silencio, y aunque solo habían pasado cinco minutos, la lluvia que antes había sido sencilla, comenzaba a convertirse en una tormenta. Mi compañero al lado, no hacía más que sujetarse con fuerza de la reja, como si el mundo se viniese a bajo pero en su extraña ideología, si el se sujetaba con fuerza de allí, nada le pasaría.

Asher y yo habíamos avanzado mucho los últimos días, podíamos mantener conversaciones por más de un minuto seguido, lo malo era que no pasábamos los cinco minutos sin discutir. Y todo esto estaba bien, pero luego repentinamente, había empezado a ignorarme, no me miraba, y cuando intentaba hablarle, seguía adelante como si no existiese.

No entendía a las personas así, quizás necesitaban ampliar sus horizontes o un tiempo para sanar. Pero ¿No podían avisar? Me voy a alejar, No estoy bien.

Mi cabeza impacto con la reja y me alejé un poco para otorgarle espacio, pero él, era alto, me costaba entender como cabía allí. No le tomé mucha importancia, y tiritee, el frío calaba mis huesos y algunas gotas salpicaban mis pies, ya estaba totalmente mojada pero eso no significaba que las gotas no torbasen la frialdad que quería alejar.

Un suspiro bajo salió de mis labios e intenté mirar hacia el frente.

Calor, chocolate, fogata.

Habían pasado alrededor de diez minutos cuando sentí su mirada sobre mí.

—¿Tienes frío? —preguntó. No hice ni el mínimo amago en voltear a mirarle. Si, tenía frío pero también orgullo. Él no me había hablado en mucho tiempo. Y había intentado que me fuera. 

—No. —Y me hubiese creído si el "No" no lo fuese dicho mientras mis dientes castañeaban. Pero intenté disimular alzando mi mentón.

Asher soltó un bufido y pude jurar que había rodado sus ojos grises. No planeaba decir algo pero, al parecer él sí, y su confesión me dejó totalmente quieta.

—Lamento ser un idiota.—dijo de repente. Coloqué mi mano en su frente para verificar si tenía fiebre y él se alejó gruñendo.

—¿Estás bien? —pregunté, aunque en realidad lo que quería decir era: ¿Estás cuerdo?

—Si, Cietle. —gruño haciendo que blanqueará mis ojos.

—Me alegro. —respondí mirando las agujetas de mis zapatos.

El silencio nos inundo de nuevo a ambos. Los silencios con Asher solían ser distintos, no eran como los de Luxen, con el cual me podía comunicar sin si quiera intentarlo, o como los de las demás personas, con las cuales, los silencios se hacían incómodos. Era como si existiese entre él y yo una extraña familiaridad.

Lo cual me asustaba, no conocía a Asher de nada, pero me sentía serena con él. Asher no era alguien fácil de sobrellevar, su personalidad osca, sus chaquetas que siempre ocultaban su corazón, su manera de desplazar a todo aquello que se acercase más de lo debido que cruzase el límite de "Terreno peligroso: Puede resultar herido".

Él habló en un tono apenas audible

—Gracias por no huir.

Realmente no había tenido opción, la lluvia había comenzado a actuar y no me mojaría de nuevo, tampoco podía arruinar aún más mi cuadro y él, estaba mal, pero no podía decirle aquello. Fingiría que sólo habían sido los hechos.

—Fueron las circunstancias, Asher. —mencioné sin darle verdadera importancia. Él pareció soltar la mano que enredaba a la reja para mirarme.

—Las circunstancias siempre hacen que te quedes conmigo. —afirmó como si hiciese de pronto un descubrimiento—. Pensaría que me acosas —dijo mirándome con curiosidad.

—Quizás —chapoteé—. Tal vez soy una espía, y te raptare para un experimento secreto —Él sacudió su cabeza como si no dijese más que estupideces pero no dijo nada al respecto.

—Como digas, Agente C.

Ambos volvimos a caer en un silencio agradable. Apenas interrumpido por mis escalofríos y los truenos que alumbraban el cielo.

—¿Aún tienes frío?

Negué. Lo cierto era que lo helado calaba mis huesos pero no se lo diría.

—Te puedo ofrecer mi chaqueta.

Negué nuevamente. Él tendría frío, y yo la podía mojar. Parte de mi cuerpo aun se encontraba mojada.

—Terca.

—Tonto.

—Pesada.

—Idiota.

—Cara de torta.

—Tu mamá.

—Tu abuela.

—¡Con mi abuela no te metas!

—Consentida.

—Tarado.

Hicimos una mini batalla de miradas, en donde el ambiente se encontraba cargado de tensión y determinación.

—Eres como el sol —dijo de pronto—. Demasiado hastiante para existir.

—Tú eres como la lluvia —respondí tajante—. Demasiado desastroso para coexistir.

La comparación pareció ofenderlo y volvimos a mirar hacia el frente sin mirar realmente. Él era un completo idiota. No discutiría con personas postes, que sólo podían estar de acuerdo con lo que ellas pensaban.

—Tienes frío, Lux.

—¡Que no, pesado!

—Terca.

—Brócoli mal hecho.

Nunca repetía los insultos. Eso era como perder. Escuche como intentaba ocultar su risa con una tos.

—¿Qué es ese insulto? Por favor, más imaginación. —dijo él picándome.

—Eres espantoso como el brócoli. —afirme. Sus risas aumentaron.

—Gracias, creo.

—Los insultos no se agradecen —dije.

—Cuando son originales, si —respondió sin inmutarse—. Y por ese tan tonto insulto me dejaras prestarte mi chaqueta.

Le observe mal.

—No.

—Lux, te puede dar hipotermia.

—No.

—No quiero que me inculpen de asesinato. Tú eres la terca. Si hubieses elegido otro lugar en donde resguardarte no tendríamos este problema.

—Exacto. Pero no hubo tiempo. —Hice un mohín.

—Igual no me importa. Si enfermas y mueres, es tu problema.

—Lo es.

Me acurruque contra la esquina y rogué porque mis hermanos no se preocupasen demasiado. Al haber olvidado el teléfono en el hospital no podía avisar a nadie, que estaba debajo de un techo y no podía llegar por motivos climáticos.

Mi cabeza se desestabilizo cuando sus manos me jalaron hacia atrás, haciendo que mi espalda chocase con el frente de Asher, ahora era incapaz de verle.

—Eres muy terca.

Me iba a drogar ¿Verdad? Me iba a cortar en trocitos y me iba a vender en el mercado negro.

Todo esto por terca.

La chaqueta me proporcionó calor. Sentí el olor de su chaqueta inundar mis fosas nasales ¿Nicotina? ¿Vainilla?

Iba a voltearme a darle las gracias, cuando él previo mis movimientos e hizo que volviéramos a la misma posición, sólo que esta vez, su aliento rozaba levemente mi mejilla.

—Tengo una condición .—habló, a lo que mi cabeza creaba millones de escenas. ¿A que se refería el?

—¿Cuál?

—No puedes verme —dijo, a lo que yo miraba curiosa la pared de enfrente—. No sin chaqueta. Es mi condición. Tú usarás la chaqueta pero no puedes verme.

Silencio. Cada vez Asher se me hacía una persona más extraña, y su secreto, o lo que sea que guardase debajo de su chaqueta algo más intrigante. Las ganas de voltearme habían incrementado pero sus manos en mi hombros me aseguraban que eso no pasaría.

—¿Por qué no puedo verte?

—No quiero que te asustes. —Parecía haber tomado ese tono frío que usaba cuando el tema era de su pasado o de lo que él era.

Quise aliviar el ambiente, así que pregunté.

—¿Es que cuando planchabas la camisa se te quedó la plancha y la quemaste? —pregunté curiosa—. Ahora pareces un wafle y no puedes permitir que los demás te vean así

Me había pasado seguido. No lo culparía.

Rió ásperamente

—Una quemadura en la camisa hubiese sido mejor.—Respondió sin verme. Sus manos se retiraron dándome la confianza de que no me voltearía.

—¿Puedo saberlo? —pregunté, una parte de mí se moría por voltearse y ver por fin lo que él escondía, la razón en la enfermería, la razón por la que usaba chaqueta, la razón por la que aún cuando hacía calor siempre mantenía escondido su pecho.

—No —soltó serio, su espalda se recostó de la mía—. Puedes intentar adivinarlo, Cietle.

El contacto de ambos hizo que descargas de electricidad y escalofrío recorriesen mi estómago.

—Tal vez... ¿Tus camisas tienen huequitos en la zona de las axilas y por eso siempre usas chaquetas?

Las termitas eran un caso serio estos días

Él pareció reír con fuerza.

—¿Cuánto tardas en formular esas teorías? Son peculiares— admitió.

—Exactamente —coloque un dedo en mi mentón pensativa—. cinco segundos. Vi un señor con un huequito alli en el metro y se le salía el pelo. Tal vez tú no te sientes a gusto con ello. Pero esas camisas son tus favoritas, así que las utilizas con chaquetas para que nadie sepa tu secreto.

Él se tomó varios segundos antes de responder

— No tengo huecos en mi camisa. Y tampoco vellos, por si te lo preguntabas. —Negué con mi cabeza.

—Cada quien tiene derecho a hacer lo que quiera consigo mismo.

Esas palabras parecieron remover algo viejo. Como  sacar un recuerdo a relucir. Mi espalda recostada a la suya sintió como su columna se tensaba.

Chispas en mi estómago ¿Así se sentía la hipotermia?

—¿Qué pasa cuando estás demasiado dañado y no puedes cambiarlo? Existen personas que no pueden cambiar lo que son, ni aunque lo intenten.

Quise mirarlo pero enfoqué la mirada en la pared como si está se pareciese a él y se lo dije.

—Puedes decidir si dejarte los vellos o no. Puedes decidir si ser amable o rudo con los demás. Puedes elegir a quien darle tu confianza. Quien ser. Que ser. Hay cosas de nosotros que no podemos cambiar. Existen cicatrices que no se curan, que son recuerdos de lo que pasó, de lo que vivimos. No puedes cambiar el pasado, ni lo que ocurrió. Pero puedes cambiar el ahora, puedes decidir tu futuro. No dejes que nadie estropee lo que eres o que temas del pasado destruyan tu futuro, porque la única persona que puede destruirte eres tú mismo. Acepta tu pasado para superar tu presente.

Esas palabras habían estado tan hondo en mí. Tu pasado es lo que fuiste, ahora eres algo más, sea para mal o bien, eres así. No puedes dejar que tu pasado detenga tu presente, y no puedes dejar que tus miedos te arrastren a lo que fuiste.

Acaricie la cicatriz en mi frente y suspire, había cosas que no podía recordar, pero eso no me detenía de existir ahora con él.

—Suena demasiado fácil. —repuso en consecuencia, encogí mis hombros.

—No lo es. Para cada quien es diferente.

Mi cabeza se acomodo en su espalda, la lluvia estaba aumentando ¿En algún momento pararía?

Pude notar que el chico pegaba leves saltos cada que una gota salpicaba en nuestra dirección o que un trueno se hacía presente en el cielo.

¿Le tenía miedo a la tormenta? ¿Tenía frío? Recordé que ya llevaba su chaqueta por un rato.

Intente voltearme para devolvérsela, pero él sujetó mi mano, como era de esperarse.

—¿Qué ocurre? —cuestionó confuso.

—Quiero devolverte tu chaqueta. Debes tener frío —masculle. Pude jurar que le había oído reírse pero la lluvia no me permitía discernirlo con seguridad.

—No tengo frío, Lux.

—Pero esta lloviendo. Debes tener frío—chisté entre dientes.

—No siento frío

—Asher, no seas idiota. Todos los chicos sienten frío sólo se hacen los valientes para cuidar a la chica.

—No tengo frío, en serio.

—No comiences con esas cosas locas que dices —refunfuñé—. Todos sentimos, y especialmente frío, cuando está lloviendo tanto.

—Lux —pareció agarrar paciencia de donde no la tenía, su agarre se deshizo—. He tenido frío toda mi vida. Hoy no lo siento más que otras veces.

Deje pasar el tema porque sabia que no se daría por vencido, él tenía su enredada forma de ver la vida y yo tenía una diferente. La lluvia se limitó a mantenerse ¿Habría un diluvio?

Si Asher miraba las cosas negras, yo las veía blancas. Si Asher veía pájaros, yo gatitos. Eramos tan diferentes que costaba creer que concordasemos. Aún así, estábamos allí juntos, allí y ahora.

—¿Cómo llegaste aquí? — pregunté mientras acunaba mis dedos contra mi pecho para proporcionarles calor. Si realmente íbamos a pasar tanto tiempo allí, tenía que hallar una forma de desaburrirme.

—Como tú — dijo obvio—. Duh, caminando.

—¿Algún motivo en especial? —pregunté alzando mi ceja hacía nadie en particular.

—No busques respuestas en donde no las hay. Hay cosas que no tienen motivo. Como las frutas ¿De donde salieron las frutas? —pensé por un momento— ¿Por qué las personas hacen daño a otras aunque las quieran? ¿Ves? No hay respuesta.

Lo corregí.

—De hecho, Asher — empecé—. Las frutas salieron de semillas de flores. Lo vimos en segundo año. Es curioso, pero ellas crearon a las otras y luego se reprodujeron por si mismas, creando su propias semillas —Mi lado sabelotodo salía a relucir—. Y el amor significa dolor, el dolor, la tristeza y la nostalgia son sentimientos necesarios para valorar la felicidad.

—Silencio, Cietle.  —protestó pero no le presté atención.

—Yo salía del hospital. Pero se me hizo tarde —Hice una mueca.

—¿Siempre andas en el hospital? —preguntó curioso a mi espalda.

—¿Y tú no? —cuestioné, porque sí, andaba siempre en el hospital, por ello se me había hecho imposible no notar y encontrarme repetidas veces con él ¿Estaba enfermo?

—Touche. —pronunció bajo negándose a dar más información.

Ambos nos quedamos en silencio y observamos las gotas caer. Me sentí ensimismada en las cosas pequeñas que existían en el mundo, a ojos de un satélite nosotros podíamos parecer tan pequeños como gotas de agua, pero a nuestros ojos eramos sumamente grandes, todo era cuestión de perspectiva.

—Si las gotas de lluvias fueran dinero, sería rico. —dijo mientras soltaba un sonoro suspiro. Intente voltear mi cabeza hacia atrás pero él le dio un empujoncito hacia adelante, devolviéndome a mi lugar

Continúe su extraño juego.

—Si las gotas de lluvia fueran de chocolate, estaría en un coma diabético. —Asintió a mis espaldas.

—Pues, si las gotas de lluvia fuesen un mar, exploraría aún más que Cristóbal Colón. —Intenté ladearme de nuevo para contradecirlo, él no me dejo.

—¿Sabes que literalmente eso es casi imposible porque la lluvia es el resultado de la evaporación de masas de agua y de la condensación al estar a temperaturas tan frías?

—Lux ¿Te gusta llevarme la contraria?

Encogí mis hombros.

—Sólo cuando no tienes la razón.

—¿Y eso es...?

—Casi todo el tiempo.

—Realmente eres como una enciclopedia, Cietle

—¿Y eso es...? —cuestione.

—Tanto un insulto como un halago. Pero cuando aplica a ti, sería más un halago. Luces extremadamente interesante cuando hablas de cosas que te gustan. Como una nube de tormenta transparente, transmites lo que sabes.

Casi me había dejado sin palabras. Me límite a dejarlo pasar, pero él no lo haría. De hecho, creo que había descubierto que me ponía nerviosa cuando decía ese tipo de cosas.

—Luces extremadamente increíble hablando de cosas fantásticas.—continúo.

—No me ves. —refute

—Lo hago. —me contradijo.

—No lo haces.

—Lo hago ahora mismo.

— Estás de espaldas, eres totalmente incapaz de verme.

—Veo lo que eres y de lo que estás hecha ¿Eso no es ver?

—No ves mi rostro, no me estás viendo, Asher. —peleé cruzando mis brazos porque noq uería darle la razón.

—Te he visto muchas veces en mis pesadillas ¿No cuenta? —Aguanté una respiración.

—No cuenta, pelinegro aturdido. Ese golpe cuando te salvé del auto debió dejarte realmente loco. — Primero era serio, luego intentaba ser amable y finalmente, me confundía. Nunca sabias que esperar de Asher Mcbluek, era como aquellos caramelos en Harry Potter. Cuando menos te lo esperabas, te podía salir uno de moco.

—No estoy loco.

—Díselo a tu psiquiatra.

—Mejor te lo digo a ti, chica de mis pesadillas.

—¿Me estás coqueteando? —cuestioné, intentando nuevamente ladearme para verle pero él me detuvo, como siempre que quería verle, como siempre que quería saber más acerca de su secreto.

—No te voltees —susurró—. Si me ves, no estoy seguro de poder decirte algunas cosas de mí.

Me acomode en mi asiento y pregunté.

—Entonces... ¿Si me estás coqueteando? —razoné sin voltearme.

—¿Coqueteando? Aún no he empezado, Cietle.

—¿Lo harás? —pregunté—. Que sepas que no estoy interesada en ti, ni en tu chaqueta. Y tampoco me importas tú y tus secretos.

En realidad sí, me interesaban en demasía, todo lo que le implicaba a él y al halo de neblina que lo envolvía, me atraía y eso me hacía temblar de miedo, estar expuesta a conocer a alguien, era darle el poder a esa persona de destruirte. 

Era como cuando comenzabas a leer un libro de crimen, quería acabar de leerlo pero también tenía miedo de hacerlo ¿Quién te había asesinado, Asher Mcbluek? ¿Quién te había vuelto pedacitos? ¿Por qué aprietas con fuerza la barbilla cuando oyes truenos? ¿Por qué eres un monstruo? Y sobre todo ¿Qué escondes? Y ¿Qué secretos guarda esa chaqueta tuya?

—No estás interesada en mí, ahora —habló—. Pero no puedes asegurarme que no lo estés en un futuro. Sólo no olvides, que no te importo, ni yo, ni mis secretos, ni mi chaqueta, ni mis mañas. No lo olvides y no caigas en lo tentativo y errático que puede ser descubrir a alguien.

.☀.

Esa noche no paró de llover hasta las 3 A.M.

Esa noche Lux no pudo discernir el pecho mojado de aquel chico. Porque él se marchó antes de que pudiera, llevándose la tentación de descubrirle con él.

Esa noche Lux recibió el regaño de su vida, una mezcla de preocupación con cansancio. Estaba castigada pero aun así lo único que no podía dejar de pasar por su cabeza.

Eran esos ojos grises eléctrico y el secreto que escondían.

Todavía estaba bajo su cielo pero podía ver relámpagos acercarse. La tormenta se acercaba.

La tormenta Asher Mcbluek estaba cerca. Y tenía pinta de destruir todo a su paso.

.☀.

¡Holiiiiiii! moquitos de mi corazón

¿Cómo están? ¿Qué han hecho? ¿Todo bien en sus preciosas vidas? Lamento no haber actualizado :( Soylapeor.

Un chiste para pedir perdón ¿Qué le dice un ojo a otro ojo? Tan cerca y no nos vemos JSJSJSJJSJSJSJA

Pero volviii osiosiosiosi. ¡Y con muchos secretos más! O.o

Cuentenmee :3 ¿Qué les pareció el capitulo?

¿Asher?

¿Lux?

Hoy no vimos a Luxen :( Ni al desastroso de Castiel, pero en próximos capítulos, las cosas estarán 🛂🌋🌊🌋🌊🌋🌊 *fueguito* *fueguito*

¿Cuál es el temor de Asher a la lluvia? 7w7 ¿Una fiebre? JSJSJSJJS

¿Por qué le dijo que huyera por la lluvia?

Y una pregunta importante ¿Y el cuadro de Lux?

Secretos, secretos y más secretos. Pronto se nos abrirán algunos en los siguientes capítulos. Si aun me leen muchsisisiimas gracias.

Losamuuuuu un mundo!🌏¡Son unas personas alucituupendas!

Un abachoo.

¡Voten y comenten!✨u.u

Osquieru.

Se despide la ardillita.

.♥.

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