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Capítulo #5. "Advertencias"

Capítulo dedicado a el_sombrelero_loco y a Gevivas💕✨Graciiiiias por el apoyo. Son unos solecitooosOsquieru! Espero os guste el capítulo💕✨Les envió un doble arcoiris y mucho love. Cuidenseeee!✨

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"Existe ese tipo de personas especiales; que tienen una mentalidad de otro universo y unos pensamientos atómicos. Existen personas que son nucleares para los corazones de los demás. Existen personas que son inevitables de amar. Ella era una de ellas"

.☀.

—Y ¿Entonces?

Su cabeza se encontraba apoyada en las palmas de sus manos y veía lejanamente por la ventana del hospital. Tenia un aire perdido, como si estuviese muy lejos de la conversación que manteníamos

—¿Entonces qué? —preguntó.

—¿Me ocultas algo? —cuestioné de nuevo.

—Lo sabrías si lo hiciese. —respondió simple.

—Por eso pregunto.

Luxen me miró antes de tirarse encima de mí y suspirar. Dejé mi cabeza descansar en su hombro y él hizo lo mismo con la suya.

—No te lo puedo contar —Terminó por decir. Soltando un pequeño suspiro.

—¿Por qué? —No le comprendía. Luxen y yo no teníamos secretos. Nuestra confianza era increíble, nos hablábamos hasta cuando estábamos en el baño. Si las almas gemelas existiesen en amigos, él sería la mía.

Una vez me había comido un chocolate sin compartir, y él había encontrado la envoltura.

—Porque no es mi secreto, Lu. Si fuese mío, tú ya lo sabrías —Él miró al techo, chasqueando su lengua—. No puedo contar algo que no es mío. Es su pasado, no es mi deber contarlo.

—Vale —bufé mientras me rendía y hundía aun más en la almohada. No obtendría respuestas de Luxen. Pero entonces ¿De quién?

Como toda chica curiosa y sin nada que hacer en mi ciudad, estaba intentando averiguar el porqué de la pelea y la razón de que el chico suicida se mostrase reacio a mostrar su torso.

Las únicas personas a las que podía pedirles respuestas, no lo harían.

¿Castiel? Obviamente me odiaba por ayudar al chico suicida. No le podía decir:

—Oye ¿De casualidad sabes por qué te entraste a chingadazos con el chico pelinegro? Es para una tarea.

Y es ¿algo del pasado? ¿ Tal vez...? ¿Un amorío? ¿Entre tú y él? ¿Otro? ¿Otra?

Es que tengo que hacer un reportaje acerca de peleas de hormonas, you know.

Aún así, estaba al tanto de que había un secreto que le pertenecía a Luxen, y que no me quería contar, el porqué detestaba a Castiel. Además, de las obvias razones para detestar al peliblanco.

Podría enumerarlas. Pero mi cabeza se dispersó, al oír la voz de Luxen, sacándome de mis pensamientos.

—Tengo miedo.

Mi corazón revoloteo con fuerza, y me giré para poder conectar nuestras miradas, un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Los miedos formaban parte de la vida de todos, grandes o pequeños, todos los teníamos, aunque nadie era lo suficientemente valiente para aceptar que los tenía. Luxen, me preocupaba de infinitas formas, el miedo y él no se llevaban bien, y si él decía que lo tenía era porque se trataba de algo serio.

Me levanté e hice un espacio junto a él. A pesar de estar cerca, él parecía perdido en alguna parte de su mundo. Los miedos a veces nos encerraban, pero estaba bien sentirlo, significaba que estábamos vivos.

—Está bien tener miedo, Luxen —Arrugé mis cejas un poco—. Todos los tenemos. Sólo ten en cuenta, que no estás solo —Choqué nuestros brazos como si jugasemos "Mesun"—. Siempre puedes contar conmigo para ayudarte a enfrentarlos.

Desvié la mirada hacia la ventana, que estaba siendo empapada por pequeñas gotas de lluvia. Luxen se mantuvo ensimismado en sus pensamientos.

—Es complicado, no puedes ayudarme con esto. —Hizo un amago de sonrisa que salió como una mueca agria.

Asentí.

—Puedo acompañarte a enfrentarlo y darte fuerzas cuando lo necesites —Enfoqué mi mirada en la suya—. Rellenaré tu ki de energía cada que lo necesites, lo prometo.

Esta vez la sonrisa si salió pero igual de escalofriante, lo cual me hizo cuestionarme si algo andaba mal. No le obligaría decirme a que tenía miedo, estaría con él allí, acompañándolo hasta que él dejase de tener miedo o lo hiciese en menor medida.

Luxen pareció reunir fuerzas y me vio. Mi rostro empalidecio cuando le oí.

—Tengo miedo de morir, Lu.

Fue sólo una mirada suficiente para entenderle. El silencio reinó, y por un par de segundos, fuimos incapaces de hacer otra cosa que no fuese mirarnos el uno al otro, me miró y sentí escalofríos, como si hubiese algo que no veía, algo que me estaba perdiendo, no le tomé importancia, debía de estar imaginando.

Abrí mis brazos cual Dios todopoderoso para ofrecerle un abrazo, él enarcó una ceja en mi dirección, y yo subí y baje mis cejas en un intento sexi que lo hizo reír. Se acercó con cautela como si estuviese evaluando el terreno lentamente, bufé y enrede mis manos en su espalda empujándolo hacia mí; él se quedó quieto y helado,  pasados unos segundos, se relajo un poco y recostó la cabeza sobre mi hombro suspirando. Me apretó con fuerza contra sí y luego de un tiempo, empezó a temblar soltando pequeños sollozos e hipidos.

Él estaba mostrándome su lado más vulnerable.

Deslicé mi mano en su espalda en movimientos circulares. Me estaba compartiendo su dolor, y esté, quemaba mucho.

Eran pocas las veces en donde Luxen aceptaba que algo le afectaba, bromeaba con ello, fingía no tenerle miedo, pero ahí estaba. Él era de ese tipo de personas que preferían guardarlo todo hasta que había un momento que no podían más y explotaban. Él podría aparentar ser gracioso, pero Luxen no era sólo una cara bonita y sonriente. Sino millones de sentimientos, y frustraciones estrelladas.

—Lux —retuvo una respiración—. ¿Y si no lo logró? ¿Y si mi medicamento deja de funcionar? ¿Y si la nefritis lúpica vuelve? —Su voz hizo eco en las paredes de la habitación— No creo poder volver a resistirlo, no quiero hacerlo. Estoy cansado de luchar. Pero si dejo de hacerlo puedo acabar muerto, y no quiero estar metros bajo el suelo.

»—Si lo hago, no veré nunca como triunfas con la pintura. O como Caleb crecerá para convertirse en un hombre hecho y derecho. No podré ser director de cine. No podré crear mi película. No seré nadie. No existiré, Lu. Mis sueños, mis aspiraciones, mi vida desaparecerá. Y yo no podré hacer nada para evitarlo.

Luxen había pasado toda su vida, desde el momento en el que había sido diagnosticado de lupus, con miedo.

Miedo a las agujas.

Miedo a la muerte.

Miedo a la soledad.

Miedo a los daños colaterales.

La enfermedad no le negaba el hecho de existir pero hacia que todo tuviese que ser con un poco más de cuidado. Él no podía beber. No fumar. No comer carne embutida, ni queso demasiado maduro.

No podía amar con la libertad, de un "casi siempre" prometido.

¿Pero alguien podía?

Aún así, también debíamos luchar con las complicaciones que se ponía él mismo.

Hubo un tiempo en el que decía que no podía dejar que lo amasen muchas personas, porque no quería que se encariñasen con alguien que podría irse.

De pequeño, no quería que se le acercaran por miedo a pegarle la enfermedad a alguien más, lo cual era casi imposible. Habíamos tenido que ir a verle con mascarillas y guantes.

O la vez que se había encerrado por una semana en el baño, cuando tenía nueve, porque quería alejarse de todos y estaba hecho un manojo de miedo. Yo sólo me había limitado a leerle "El principito" a través de la puerta, le había dicho que El explorador no se arrepentía de haber conocido al principito, de hecho ahora miraba las estrellas con un significado. El explorador ahora tenía algo que nadie le podía quitar, haberse conocido con el chico de cabellos rubios.

Eso era lo importante, la marca que dejábamos cuando nos íbamos. Lo que hicimos. Las personas que marcamos. Las huellas que dejamos.

¿Dolía? Absolutamente, pero las personas no duran para siempre. Hay que amarlas cuando hay posibilidad de hacerlo.

Sobre la nefritis lúpica. Era una de las deficiencias que podrían presentan los pacientes con Lupus.

El lupus hacía que las células de su organismo actuaban al revés ( llamados autoanticuerpos) destruyen a los anticuerpos de su mismo organismo, era una enfermedad autoinmune.

Luxen había padecido de lupus desde los ocho años, que había sido cuando nos habíamos visto por primera vez en el hospital.

En pacientes que tienen la enfermedad desde hace tiempo. Existe la posibilidad de que la misma se desarrolle y afecte a los riñones, el corazón e incluso el cerebro. A Luxen se le había regado a los riñones.

A los quince, su tensión se había ido al traste, había llegado a convulsionar, al mismo tiempo, se había hinchado en los pies, tobillos, manos y rostro, y había comenzado a expulsar sangre por la orina.

Mantener la tensión controlada, había sido todo un reto. Y le habían comenzado a administrar: Benlysta, y una serie de esteroides e inmunosupresores, como también, Corzam para controlar su tensión, le habían prohibido comer cierto tipo de comidas y lo habían limitado aún más.

Él sólo quería vivir. Así que no se había quejado, pero ambos sabíamos que sería muy difícil enfrentar algo parecido de nuevo.

Luxen era especial. Quizás a las personas así no se les podía hacer perfectas.

Él era demasiado increíble para ser normal. Eran sus ojos azules. Su pasado. Su niñez. Él tenia ese algo. Esa paciencia. Ese amor hacia las canciones de Tom Odell, y hacia frases de filosofía equivocadas. Esa forma de siempre verle el lado bueno a las cosas.

Luxen prefería creer en teorías conspirativas que en mentiras televisivas. Según él. Todos éramos dependientes del estado. Por ello, él haría una película para abrirle los ojos a las personas, y abriría una farmacéutica, para hacer sus propias medicinas.

Luxen ama las rosas en invierno. Pero las margaritas los demás meses del año.

Luxen adora las películas que tienen finales tristes aún más que las que tienen finales felices.

Luxen tiene una vida ¿Por qué no puede vivirla como él quiere?

Mi garganta se trancó, y sentí como las palabras en mi boca se hacían aire. Le sujete con fuerza. Apreté mis dientes y tomé una honda respiración. Intentando consolarle.

—Cuando morimos a todos nos sucede eso, Luxen. Es el círculo de la vida. Sé que puede ocurrir más temprano pero... —fruncí mis labios con fuerza y le observé— ¿Y si el mundo acabase mañana?—pregunté repasando las arrugas de la cama con mi mirada.

Él pareció pensarlo.

—Si el mundo se acaba mañana. Sorpresa —soltó sarcástico—. Todos morimos, Lux —terminó por decir antes de alejarse un poco.

—Los sueños de todos, sus aspiraciones y sus vidas desaparecerán —completé.

—De la misma forma que yo. Sólo que a diferencia, Soy la misma razón del final de mi mundo. Yo y mi invertido increíble inmunológico —Sonrió sin gracia. Separé un pequeño espacio entre ambos para mirarle.

—¿Sabes qué pasaría si murieras mañana? Sé más específico. —Le pregunté de nuevo. Él frunció sus cejas.

—¿Lloraría el mundo por mí? —sugirió.

Porque Luxen podía estar triste, pero nunca dejar su egocentrismo.

—No. —Él me miró entrecerrando sus ojos. Bufó enojado hasta que continúe.

»— Si tú —Le señalé—. Luxen Fault, murieras mañana y tu vida partiera de este mundo. Buscaría una forma de hacer que el mundo se acabase para todos. Un lux-inador o una bomba atómica gigante. Los destruiría a todos.

Él sonrió aunque negaba con su cabeza.

—Eso es egoísta. —advirtió aunque sonaba sorprendido.

—Si mi mejor amigo no tiene derecho a vivir esta vida ¿Por qué los demás sí?

Ambos soltamos un suspiro cuando nos volvimos a tirar en la camilla. Él se volteó.

—¿Sabes que no harías eso? ¿Verdad? —preguntó mirándome divertido.

—No lo sé. Quizás sí. —Aunque muy en el fondo. Yo sabía que no.

Las demás personas no tenían la culpa de la enfermedad que tenía Lu. Nadie, en realidad, la tenía. Y si pudiese culpar a alguien, sería a un puñado de células que no sabían hacer su trabajo.

Me había quedado seria por un instante y acerté a respirar por algunos minutos. No quería llorar. Y lo hubiese hecho de no ser porque a el rubio le entró la locura, como casi siempre pasaba.

Saltó sobre mí, y empezó a fastidiar.

—¡Oh! ¡Pero que amiga más diabólica y tierna tengo! Destruirías al mundo sólo por mí, para amarme y quererme. Harías una secta como Hitler. Soy afortunado, Lu. —dijo a lo que me hacia cosquillas y yo hacía muecas de desagrado— ¡Amigas igual de locas como tú, pocas!

—¡Atrás, baboso! —Él sonrió y lo supe, cuando hizo un ataque fuerte cosquillas en mi contra, y yo no pude defenderme del todo.

Si Luxen muriera mañana... Yo desaparecería con él.

Porque como había dicho ya. No hay luz sin noche. No hay vida sin muerte. Y no había Lux sin Luxen.

.☀.

Había pasado casi todo mi día en el hospital con el rubio. Él me había pasado los apuntes que no había podido copiar de inglés y habíamos hablado el resto de la tarde antes de que se quedase dormido.

Después de un rato, había decidido irme. Al cerrar la puerta me había encontrado con la mamá de Luxen a la salida.

Me saludo amablemente y yo le devolví el gesto sin mucha emoción. La señora Fault no era exactamente mi persona favorita.

Aunque ni Luxen ni yo nos llevábamos del todo bien con ella, había intentado reconciliarse con él, y debíamos aplaudirla por el intento. Se debía tener mucha valentía para volver con alguien a quien has abandonado.

Ella se había marchado cuando había comenzado la enfermedad de Luxen, no había podido llevar la carga de tener un hijo que necesitase más atención de la que ella podía ofrecer. Había vuelto cinco años después, y Luxen le había perdonado, pero no sin tener reservas.

Es muy difícil amar de nuevo cuando alguien te ha fallado una vez. Aunque no lo queramos, siempre nos encontramos pensando en que lo harán de nuevo.

Aún así, el corazón de Luxen era extremadamente limpio para guardarle odio a alguien por mucho tiempo— por eso me carcomía la curiosidad la forma en que se comportaba cuando estaba cerca de Castiel—era como si él tuviese un especie de tensión repulsiva hacia él. Tal como dos imanes con mismos polos.

—Buenas tardes, señora Fault. —Ella me regaló una sonrisa inmediata. Y yo le correspondí el gesto.

—¡Winsper! —corrigió el apellido—. Hace tiempo que no estoy casada, Lux —Estrechó mi mano y me dio un abrazo rápido.

Ella era demasiado veloz, tenía un ritmo de vida activo, le gustaba salir, viajar, disfrutar. Y Luxen, no lo podía tener aunque quisiera. Estaban encerrados en mundos diferentes.

—Lo siento. La costumbre, señora Winsper. —Dirigí mi mirada hacia el ascensor que se abría y ella ubicó su mano en mi hombro.

—¿Cómo ha estado, mi cariñito? —preguntó refiriéndose al peliblanco.

—Ha estado bien, han habido tiempos mejores. —dije eludiendo la conversación que habíamos tenido hace algunas horas.

No tenía sentido que le placticase del miedo de Luxen. Habían cosas que simplemente no le podía contar. Y contarle ese tipo de cosas a ella hacia que desapareciese por mucho tiempo.

Quizás por miedo. Quizás sólo quería espacio. No la culpaba, pero odiaba que cuando Luxen empezaba a ilusionarse de nuevo, ella se marchase. El rubio coleccionaba las postales de todos los lugares en donde había ido su madre, decía que algún día iría él.

—Pasaré a verlo algunos segundos. —Me dirigió una mirada con un brillo extraño en sus ojos, parecía más emocionada de lo que solía estar. Yo asentí y prometí que nos veríamos pronto antes de dirigirme a los ascensores.

Pasé las manos por mi abrigo antes de tocar el botón. Ya había hecho los deberes con el rubio.

Así que lo que me esperaba en casa, no era más que un maratón de "Las aventuras de Sabrina" y "Charmed". Y descanso. Después del encuentro con aquel chico pelinegro, mi vida se había vuelto una especie de telenovela.

Detallé los pasillos del hospital. Eran blancos, había crecido en ellos. Luxen no había cambiado de habitación como desde hace cinco años atrás. Tenían algunos carteles informativos y dibujos de las personas que se hospedaban en ese ala del establecimiento, sillas reclinables, y un dispensador de agua.

Era grande, no tan estrecho y al final de cada extremo había una ventana para mirar hacia abajo. Luxen se encontraba en el piso 3. Allí estaban los pacientes con residencia.

El ascensor se abrió y yo avancé hacia dentro.

Mi mente estaba en algún lugar lejano. Cuando detalle que había otra persona en el espacio. Me volteé y cuando le observe, mi corazón dió un vuelco, pero de desagrado. El destino debía odiarme.

Castiel.

Las casualidades de la vida, a veces realmente, apestan.

Bufé. Pude oír como soltaba una risa ronca al verme.

—Pero mira las desgracias que nos depara el futuro. —soltó con burla y un tono que no quise definir, a lo que yo rodaba mis ojos. No habíamos estado llevándonos bien desde que había ayudado al chico suicida.

—No me digas ¿Descubriste lo espejos? —Él sonrió secamente y peinó su cabellera blanca, antes de voltearse hacia mí.

Se acercó a lo que yo retrocedí al otro extremo.

—¿Qué te trae por aquí, lucesita? —Me dirigió una mirada dubitativa antes de cuestionar—. ¿Me acosas? Debo advertirte que no tengo tiempo para ese tipo de cosas —Rodé mis ojos. El tiempo pasaba realmente lento cuando transcurría con alguien que te desagradaba. Castiel, era una ser extraño y peculiar, parecía un extraterrestre.

—¿Por qué habría de seguirte? No es que me interese lo que hagas con tu vida.

—¡Ouch! Directo al corazón— hizo un gesto de dolor al que intercambio con un gesto aburrido—, que no tengo.

Se alejó hasta el lugar en donde estaban los botones. Le observé, yo había marcado PB. Le detalle de cuerpo completo hasta que mi atención se quedo en una cadena que pendía de su cuello brillante. Era una especie de girasol. Una sensación extraña invadió mi sistema.

Ese collar, mi cabeza dolió con fuerza y por una extraña razón no pude quitarle la mirada de encima.

Él siguió mi mirada hasta su cuello, me miró sonriente.

—¿Te gusta? —cuestionó—. No es mío. Es de mi primo, lo tomé prestado —Encogió sus hombros—. Me matara si se entera.

—Se me hace conocido —Respondí sin saber el porqué. Él no se detuvo a mirarme. Sólo parecía pensar. El accesorio brillaba en el pecho del aludido, era plateado y resplandeciente.

—Podría. Es de su pasado —Admitió. Su mirada pasó de curiosa a alegre, pero no de la forma correcta, y cambio entre esas emociones un sinfín de veces, haciéndolo ver como una especie de científico loco. Era como si una idea estúpida hubiese pasado por su cabeza, como el gesto de un niño antes de hacer una travesura. Él parecía un malvado villano a punto de crear el plan que destruiría el mundo.

Una sonrisa maquiavélica adornó su rostro.

—No podrías ser tú ¿Cierto? —Él parecía hablar en clave al igual que el chico suicida.—. Lo reconoces. Pero ¿Eres tú?

—El piso de psiquiatría es el siete —Tosí por lo bajo.

—¿Eres tú?

—Yo —Me señalé—. Me voy a alejar lentamente y tú vas a ir al piso siete a por una visita.

Su mano se posicionó en mi mandíbula, haciendo que yo me alejase hacia atrás.

—Eres dulce. Tonta. Y un poco fuerte ¿Quizás...—Pasó la lengua por la comisura de sus labios—. Él reaccionaría a ti.

Y en esos momentos, una se pregunta ¿Realmente los ascensores son tan lentos?

Castiel siguió hablando hasta que me di cuenta  que su mano había presionado el botón de "Wait" que había en los ascensores, para que no nos moviésemos del lugar.

—Pero ¿Qué haces?—solté dirigiéndome, hacia el peliblanco con problemas en la cabeza que no dejaba que fuésemos a nuestro destino.

Murmuró un "no lo siento" antes de dejar de presionar el botón del piso cinco y soltar la pausa.

Hice una mueca de confusión. Ese era el piso de dermatología del hospital. No entendía que planeaba. Decidí volver a marcar "PB", ignorando la locura del peliblanco, de seguro sólo quería llegar primero a su piso. Cuando me acerqué para marcar el número. Él retuvo mi mano, a lo que yo le dirigí otro gesto dubitativo.

¿Cuáles eran sus intenciones?

Estaba más fastidioso que de costumbre.

—¿Qué haces ahora? —¿Por qué él siempre hacía cosas idiotas? ¿Era de nacimiento? ¿Se había caído de pequeñito?

—Compruebo algo. —soltó como si nada. Observó su reloj e hizo un gesto astuto. Mi corazón latió, esa sensación de que algo andaba mal. Pero no podrías encontrar que. Intenté recordar algo como las clases de karate a las que no asistí, o las de jiu-jitsu en donde me quedé dormida.

Intenté soltar mi mano pero él no la soltaba. Suspire, le volteé a mirar esperando que me explicará de una vez todo aquello, pero no hizo nada y únicamente, sonrió. De manera cruel, porque él parecía una especie de malvado villano, algo un poco más escalofriante que Doophermish.

Entonces, lo supe, él era un loco, pero de los chiflados.

La puerta se abrió y él sonrió aún más. Iba a voltearme cuando él me tomó de la cintura y de un jalón, me envolvió en sus brazos.

Ay no. Espacio personal, por favor.

—¿Qué haces...? —Él se acercó hacia mí, estaba aproximándose demasiado.

Dios ¿Por qué se acercaba tanto? Él no debía. Él me estaba poniendo nerviosa. Sus ojos azules estaban enfocados en los míos y su respiración se estaba acercando peligrosamente.

Yo sólo... Yo. No quería ello.

No dejaría que él me besará si yo no quería.

Sin pensarlo mucho, cerré mis ojos y acesté un golpe fuerte en su cara.

Arriba y con fuerza, como me habían enseñado.

Un crujido sonó e inmediatamente Castiel colocó sus manos en el área afectada.

—¡Mierda, Lux! —Su voz hizo que retrocediera.

Mi espalda chocó contra la puerta del ascensor y suspire, había contenido la respiración mientras él se acercaba.

—¿Cietle? —Mi cabeza se volteó hacia el chico delante de mí, en realidad, habían dos personas en la entrada de la maquina.

El chico suicida. ¿Él estaba allí también?

—Jodida mierda. —masculló el peliblanco, quien ahora sujetaba su nariz con apremio. Lo había olvidado por completo.

El chico suicida pareció reproducir la escena antes de colocar una mirada enseriada en su rostro. ¿Él sabía lo que planeaba Castiel?

Igual que como en la escuela, el chico suicida se acercó hasta estar a solo centímetros del rostro del peliblanco. Mi rostro volvió a mostrar la confusión que sentía desde que me había montado en ese lugar con Castiel de un lado.

—Sólo una cosa te pido, Castiel —murmuró frío y cortante—. No tienes palabra. No tienes una jodida mierda.

—Oh, no, no, no. No vayan a empezar a discutir de nue... —Pero fui interrumpida, como siempre.

—No seas hipócrita, Mcbluek —soltó—. Lo de romper promesas es lo tuyo.

¿Volvían a ignorarme?

—¿Hipócrita? Yo no soy el que viene al hospital a sabiendas de lo que ocasionó. No te importa nadie.

—No metas eso en esto. Además, mamá me lo pidió.

—¿Y tú le haces caso a mamá? ¿No puedes cumplir una jodida promesa?

—¿Por qué debería cumplir algo que tú rompiste?

Yo empezaba a parecer la tercera persona entre ambos. Pero admitía que la curiosidad me estaba matando. Así que decidí callar, por un bien mayor claro, el chisme.

—No hice nada malo. —soltó restregando sus cabellos oscuros.

—Nunca lo haces —respondió con frialdad—. Siempre tengo la culpa yo ¿Cierto?

—No hagas eso, Castiel. No quiero problemas.

—¿No los quieres? ¿Entonces, por qué lo hiciste?

—Que no hice nada. Entiéndelo, que tu cerebro lento procese que yo no hice nada. Deja de intentar alejarme —gruñó —. Por un momento, tú fuiste lo único que tuve. Es lo único por lo que te guardó respeto. Es lo único por lo que guardo algún sentimiento hacia ti.

Sentí que se estaba volviendo personal, así que estaba aplicando la "Huye por la salida más cercana" cuando se voltearon hacia mí.

—¿A dónde vas? —preguntó Castiel ceñudo.

—A mi casa. —Alcé una ceja dando otro paso pero se atravesaron de nuevo continuando la pelea.

—¡No te metas con ella!

—¡No me estoy metiendo!

—¡No te conoceré yo!

—¡Eres malo! ¡Y no tienes nada!

—Cas...— dejó la frase sin terminar.

— Sabes que soy mucho mejor que tú. ¿Que tienes que yo no tenga? Tengo a mis papás —el chico suicida apretó la mandíbula—. Tengo a millones de chicas a mis pies. Tengo un corazón. Tengo un pecho libre de hielo. Y ¿Sabes que tengo? La posibilidad de salir con ella. Eso es algo que tú jamás tendrás.

—Eh, ¿Podrían dejarme...— pregunté amablemente 

—¡No!

—¡Si!

—¡No!

—¿Qué?

Absolutamente no entendía nada, pero el drama parecía estar mejor que la rosa de guadalupe.

—¿Qué quieres? —preguntó el chico suicida.

—Quiero que sientas lo que yo sentí, eso quiero. Y te voy a dar donde más te duela. Haré que lo pierdas todo, aunque no tengas mucho que perder, porque nadie te quiere mucho en realidad ¿Verdad?

—¿Me puedo...? —señale la entrada aunque esta vez si me habían ignorado abiertamente. Pensándolo bien, eso era muy privado para mí.

—No sabes quien es. Y no lo harás —La voz del chico pelinegro salió fría.

—Oh, sí. Lo haré y lo disfrutaré. Empezaré por la chica.—soltó seguro de si mismo. Aunque tenía un volcán en su nariz.

Eso era por mi culpa. No me arrepentía.

—Nunca se enamoraría de ti. Yo podría... —Quise acercarme al chico suicida, quien parecía tener hielo en la mirada.

—¿Tú puedes? —preguntó con sorna—. ¿Realmente puedes? —continúo—. Si tiene frío ¿Le darías tu chaqueta? Si ella quiere abrazarte... ¿Se lo permitirías? Si ella quiere intimidar...¿Tú serías capaz de...

Y entonces. El chico suicida perdió la paciencia. Se le acercó peligrosamente. Le iba a pegar. Cerré los ojos y espere el intercambio de golpes que nunca ocurrió.

Una parte de mí gritaba "Ring, Ring, Ring. Pum, Pum, Pum" y la otra no quería interponerse.

Pero el chico  suicida no le golpeó, se detuvo a unos cuantos centímetros.

Él parecía haber recuperado algo.

Él pareció frustrarse al ver que no podía hacerle nada a su agresor.

—Tienes razón. No tengo nada. No tengo un jodido sitio al cual volver. No tengo una familia. No tengo amigos. Ni tengo nada ¿Eso te hace feliz?— el peliblanco apartó el rostro, me sorprendió que los pasillos estuviesen vacíos aun. No dijo nada, el chico continuo.

»—No tengo nada. Pero tengo recuerdos bonitos de lo que pudo suceder. Me tengo a mí mismo ¿Tú puedes confiar en ti? —rió—. Diablos, Castiel. Soy un monstruo, lo sé. Pero no le haría daño a nadie como tú me lo quieres hacer a mí.

Hubo algo que le hizo detenerse y acercase de nuevo, Castiel le miró frío y el chico suicida continúo.

»—Pero, te advierto. Puedes destruir todo de mí. Mi cuerpo, que ya está hecho un desastre, mi mente que ya está dañada. Mi corazón que no tiene a nadie en él. Te has pasado la vida intentando destruirme —No titubeó—. Hazlo. Destruyeme. Vuelveme pedacitos. Haz de mí tu juguete. Pero no olvides quien soy y lo que puedo hacer. Y a la primera que le toques un solo pelo. Te destruiré. Te haré trocitos —amenazó—. Si quieres hacerme sufrir, te dejo intentarlo, todo está hecho trizas ya, pero no involucres a terceros que no radican aquí. Ya lo hiciste una vez y no terminó bien. Hazlo de nuevo y atente a las consecuencias, no todos tenemos un corazón así de bueno como el de él.

Se volteó y Castiel ni se inmutó. Él se iba a marchar, pero ya el mensaje estaba dado. Yo aún intentaba procesar todo lo que había ocurrido, si quería tener respuesta pero no de esta forma, ahora tenía más dudas.

Tal vez empezaría a ir por las escaleras a partir de hoy.

.☀.


Holiiiii!! Lectores y lectoritas!✨💕

¿Cómo están? ¿Qué les pareció el capítulo?

Si les soy sincera hasta a , me perturbó tanto caos. Y hasta llegué a debatirme mucho antes de subir este cap. Aun así, es "Lluvia en el corazón" no todo puede ser rosas.

¿Qué piensan de la decisión de Lux al no acompañar al chico suicida?

¿Qué piensan de las palabras de Castiel?

Yo odio cuando le dice monstruo. Ochea, bajale a los humos, bebito.

¿Y Luxen? Supimos más de su enfermedad. Este capítulo era necesario para comprenderle un poco más a él.

¿Qué creen que hacia Castiel en el hospital? Y ¿Por qué justo en el piso de Luxen? 7w7 juju

¿El collar? Si, era del pasado del chico suicida.

Prometo que vendrán caps más bonitos. Y estaba pensando en narrar uno desde el punto de vista del chico suicida. ¿Qué dicen?

AAAAAAA y tenemos insta: es @SunsetRMC. Subo frases y fichas de los personajes por si los quieren ver

Os quieroooo mucho.

Dato curioso del capítulo✨Las luciérnagas alumbran para conseguir pareja.

 Voten y comenten.

Muchooooo love.✨💕

Se despide la ardillita.

.❤.

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