Capítulo #30. "Recuerdos"
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"El juego ha comenzado, y ahora todos tienen que revelar lo más oscuro de sí mismos pero ¿Los liberará o terminará de destruirlos?"
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Luego de que por fin consiguen controlar nuevamente la pantalla. Las disculpas y los regaños se hacen presente. Los directivos se excusan diciendo que es sólo otra broma y los aludidos son citados a dirección.
Cuando me doy cuenta, estoy sentada en las gradas mirando la salida del lugar como si las respuestas fuesen a aparecer de la nada.
April y Charlotte se sientan a mi lado apretujándome entre ambas para comenzar a parlotear sobre lo que acaba de suceder.
—Eso fue...—April apunta un dedo a su barbilla para finalizar y completa Charlotte.
—Raro.
—¡Cómo una escena de un libro de suspenso! —Apunta April.
—Muy raro —Le sigue Dean que hace que de un sobresalto al no percatarme que estaba tan cerca. Sus ojos verde claro me siguen y asiento concediéndoles la razón a los tres.
—Todos tenemos secretos —contemplo sin entender aún el porqué.
¿Por qué el repentino ataque de sinceridad?
¿Quién es capaz de conocer cada uno de los secretos de los siete?
Las preguntas asolan mi mente e inclusive mi cabeza retumba ante las distintas cuestiones. Los chicos siguen hablando silenciosamente en torno a mí.
—No creo que oculten nada —rechaza simple Charlotte—. Simplemente alguien tiene demasiado tiempo libre y no le presta atención a los exámenes finales.
—No es como si fuesen secretos demasiado grandes ¿Verdad? —inquiere Dean—. Como dijo Lux, todos los tenemos.
Comienzan a bromear pronto y se olvidan del tema, y aunque es un acto sin sentido, ridículo y estúpido, no quita el hecho de que haya ocurrido. Me despido de los chicos, corroboro lo del domingo y me dirijo a la dirección, allí han envíado a todos los mencionados en el video para charlar, deseo hablar con mi mejor amigo y por ello me dirijo al lugar.
Los pasillos están desiertos y lucen como la perfecta escena de una película terror.
Se siente diferente porque ahora, hay cierto recelo, y es increíble la forma en que los misterios pueden afectar un lugar. Cuando llego a la recepción, me siento a esperar a Luxen, hoy tenemos que ir al hospital.
La recepción es amplia, y debido a los cinco minutos en los que no hago nada divertido, descubro que hay sesenta y ocho cuadros en el piso y que las paredes no han sido pintadas desde un largo tiempo. La recepcionista me observa al ver que sigo aquí sin cuestionar nada, y estoy a punto de preguntarle por los horarios para matar el tiempo con algo cuando la puerta del directorio se abre.
Primero, sale Madeline, sus tacones rojo resuenan y sus pantimedias de color negro hacen que la recepcionista niegue, lo cual no la detiene de largarse de allí con la barbilla alta. Si está enojada o alterada, no es capaz de definirse porque su rostro está compuesto en una seriedad burlona. Me da una corta mirada antes de largarse de allí.
Luego, Asher se encamina por las puertas, aparece y fija su mirada en mí, se detiene y luce un gesto que hace que dude de la dichosa reunión con el director, se acerca a donde estoy y se deja caer en la silla a mi lado.
Suspira y cierra sus ojos, apretando los párpados. Y sale natural, como un impulso que siempre ha estado allí.
—¿Algo anda mal? —cuestiono mientras él hunde su rostro entre sus manos.
Sacude su cabeza antes de responder.
—Si. No tienen ni idea de quien es —admite sin fijar su mirada en la mía. Dejo mi mano en su espalda intentando reconfortarlo. El contacto hace que suelte el aire que lleva retenido.
—Todo saldrá bien —perjuro aunque no tengo idea de que pasará, si las amenazas son reales.
—No lo sabes —acusa y no me veo capaz de mentirle.
—No. No tengo ni la menor idea —admito. Mis hombros se encogen y Asher me dirige una mirada de Eso no es de gran ayuda. Continúo.—. Quizás todo salga de una manera horrible y espantosa.
—Es lo más probable —Asiente mientras enfoca sus ojos grises en mi rostro, sus cejas destensándose.
—Pero no lo superarás solo —Sus ojos se quedan por un largo tiempo con los míos. Le transmito la tranquilidad que necesita y de alguna forma, le expreso que pase lo que pase, ahora somos dos. Una especie de equipo desastroso—. Estamos haciendo arte juntos ¿Recuerdas?
Mi afirmación hace que algo se ablande en su mirada
—Eso parece —contesta con voz lenta y me hace trozos el corazón que Asher no haya conocido del todo lo que es tener a alguien que te respalde cuando todo va mal.
—A menos que lo hayas olvidado tan rápido —fastidio y sus ojos grises se iluminan con diversión.
—Yo no soy el olvidadizo de la relación.
La puerta se abre y del lugar sale hecho una furia, Castiel. Nos da una larga mirada antes de alejarse por el lugar en el que se fue Madeline. Luxen le sigue y se deja caer a mi otro lado, apoyando su cabeza de mi hombro, suelta un suspiro cansado.
—¿Tienes secretos? —cuestiono mientras pincho su estómago, parece cansado aunque sólo ha sido una conversación. Sonríe blanquecinamente y sus ojeras están allí, aunque un poco más marcadas.
—Si, soy un stripper que no quiere ser descubierto —Hace un mohín y despeino sus cabellos—. Me gusta estar encubierto.
—Lástima. Tu identidad se hará sonar —Me burlo y golpea mi hombro haciendo que ría—. Tal vez yo pagué un baile privado.
—Siempre tan indecente —Mis mejillas se sonrojan y él ríe.
Suspiro y balanceo mi cabeza de un lado hacía otro, me percato de la hora por el reloj y estamos a nada de llegar tarde a la cita del peliblanco.
—Vamos al hospital —Me levanto de un salto y extiendo la mano en dirección a Luxen, él la toma, arruga sus cejas y observa a Asher antes de levantarse.
—¿Y yo? —cuestiona el pelinegro, mirándome y le dirijo una mirada divertida.
—Tú tienes que estudiar y ponerte al día —afirmo con mi cabeza.
—Vale —acepta mientras se coloca de pie superándome en altura y haciendo que deba alzar mi mirada para verlo—. No deslumbres a tantas personas cuando camines por la calle —Parece tranquilo pero de repente sus ojos se iluminan—. No olvides colocar el juego de béisbol, farol deslumbrante.
—Cortaré tu precioso cabello si sigues llamándome como un objeto. —Le señalo con mi dedo.
—El cariño es mutuo, farol.
Y antes de que pueda tocarlo, se aleja por la puerta.
¿Esa será la forma en que nos despediremos?
Me volteo, un poco confundida, y escucho como sus pasos se devuelven, se acerca y estoy próxima a cuestionarle cuando deja un beso en mi coronilla, y me arrebata todas las palabras.
—Cuídate mucho —dice.
Está vez si se marcha. Luxen y yo partimos de la escuela al hospital. La distancia no es larga pero tampoco corta, tomamos un bus y luego caminamos, yo, pensando en cierto pelinegro, y Luxen, viendo el cielo.
Durante el viaje en el bus, Luxen no hace otra cosa que no sea dibujar en las ventanas y yo observo a los pasajeros, imaginando historias acerca de ellos. Cada vez que vamos al hospital es inevitable no sentir una presión en el pecho, cada vez que voy a uno recuerdo que en cualquier momento puedo perderlo.
Muevo mis pies nerviosamente y cuando llegamos a la parada, pagamos y bajamos sin mencionar palabra.
—¿Sabes que nuestro corazón coordina su ritmo con la música que escuchamos? —La pregunta abandona mis labios y el peliblanco asiente.
Cuando estamos muy nerviosos, nos decimos datos curiosos.
—¿Sabías que la palabra cementerio viene del griego "dormitorio?
—¿Sabes que le cabe más aire al pulmón derecho que al izquierdo?
—¿Sabes que las vacas tienen mejores amigas y se estresan cuando las separan de ellas?
—Eres mi vaca —presumo y sus mejillas se inflan mientras niega, haciéndose el enojado.
—Estoy cansado de que me compares con animales —se queja,
—También eres mi mono albino —fastidio mientras pincho con mi dedo su mejilla.
—Te venderé en el mercado negro —amenaza y suelto una carcajada mientras caminamos. Me frena antes de cruzar.
—No puedes vivir sin mí —sigo pinchando ahora sus costillas.
—No estaría tan segura si fuera tú...
Lo ignoro y desvío mi mirada hacía el frente, a la monstruosa edificación.
—¿Quieres un caramelo? —Los caramelos en mi bolso se han vuelto una costumbre cada vez que asistimos al hospital, de alguna forma, masticar, hace que los nervios no nos ataquen con tanta fuerza.
—Dulce de leche, por favor —pide y rebusco hasta encontrarlos, le doy uno y me quedo con el otro mientras mascamos hasta llegar al hospital.
El ceño de Luxen se frunce y mi mano busca la suya cuando la edificación pálida se alza ante nosotros. El corazón me sube hasta la boca.
—¿No te parece que este hospital se parece al de The Walking Dead, donde se levanta Rick del coma? —cuestiono aunque lo he visto cientos de veces, siempre siento los mismos nervios, la misma aceleración y el mismo miedo.
He estado antes aquí, pero hoy se trata de observar si los medicamentos siguen funcionando y una prueba de sangre, en donde verificaran la funcionalidad de sus riñones. Las manos me sudan pero soy incapaz de soltar la palma de Luxen y él tampoco la mía.
Avanzamos por el lugar, y subimos el ascensor, saludamos a las múltiples enfermeras y doctores que nos encontramos durante el camino.
Cuando llegamos a su habitación, Luxen se recuesta en la camilla y mis pies se sienten helados, está lleno de mis dibujos y de cientos de manualidades, es nuestro espacio. Muerdo mi labio inferior antes de recostarme a su lado.
Nuestros zapatos sobresalen sobre el final de la camilla mientras nuestras cabezas se rozan la una con la otra.
Solemos valorar las cosas, cuando estamos a punto de perderlas.
Y está revisión podría indicarme si estoy a punto de perder a una de mis personas valiosas.
—¿Tienes miedo? —pregunto en voz baja como si fuese una clase de secreto porque ya no aguanto más el silencio. Luego de un rato. Seguimos nerviosos, asustados y un poco con ganas muy grandes de huir de aquí.
—Sí —responde en el mismo tono, nuestro secretismo no sirve de nada porque no hay más personas en la habitación pero es necesario para admitir que tenemos mucho miedo. Miedo de que él muera, porque hay sólo una cosa de la que nadie escapa: La muerte.
Y hay una sola cosa que nunca aceptaré, la muerte de mi mejor amigo.
—Yo también —acepto y jugueteo con mis manos mientras intento tararear una melodía.
—Tener miedo debería considerarse el acto más tonto —repone de manera filosófica en mi dirección—. No es como si el miedo hiciese que las cosas malas que están por suceder dejasen de suceder.
—Pero es un acto involuntario.
—Un acto involuntario que no tiene sentido.
—Eso es una gran muestra de tu gran inteligencia —halago y Luxen rueda sus ojos—. Podría besar tu cerebro.
—Rara —acusa pero sonríe.
—Di eso, pero cuando te conviertas en un gran filósofo como Aristóteles o Platón, podré afirmar que, literalmente, "Bese el cerebro de ese sabio"
Se voltea y sus ojos azules observan los míos haciendo que respire.
—Estás muy loca —afirma.
—Es una de mis cualidades —Le resto importancia con mi mano pero sus orbes azules siguen sobre mí y no planean abandonarme, lo descubro cuando se voltea para observarme con mayor claridad.
Mi corazón se acelera ante la idea de ya no ver su mirada azul. Arrastro esos pensamientos macabros lejos y me encargo de ser muy positiva, tan positiva como un libro de autoreconocimiento.
—No podría estar tranquilo si de alguna manera sé que tú no existes —Me hace saber con seriedad y no sé en que momento nuestra conversación tomo este camino. Pero el corazón me da un vuelco cuando entiendo el significado de sus palabras.
Él quiere decir que cuado él...Él...
—Sé que no podrías vivir sin mí —ubico mi mano en mi pecho de manera dramática para restarle importancia con una broma, pero el dolor que siento quema un poco cuando imagino la posibilidad de que él no este, quema por dentro. Me volteo para observarlo, siendo lo más sincera—. Yo tampoco podría vivir sin ti.
Soy sincera, no debemos depender de nadie, pero Luxen. Él sólo, no puedo concebir la idea de un mundo en donde él no me sonría o no me aconsejé, o no me fastidié, amo sus bromas, amo sus peculiaridades, amo su extraña forma de ser que combina con la mía, y la sóla idea de él no respirando tambalea mi mundo.
—Eso es un problema —señala y lo sé, no me importaría que él estuviese lejos, pero vivo, riendo, llorando, existiendo.
—Uno muy grande —concuerdo.
—¿Lo resolveremos? —cuestiona repentinamente—. Tienes que aprender a vivir sin mí.
Aunque no quiera.
—Lo haremos —le confirmo.
Respiramos al mismo tiempo y mi mano se aprieta alrededor de la suya cuando nos toca ir al lugar a que le realicen el examen. Una enfermera llamada Sully nos regala una sonrisa antes de hacernos pasar a ambos. Se supone que el paciente debe hacerlo sin compañía, pero soy hija de una de las doctoras de este lugar y este es uno de los privilegios de los cuales gozo. Quiero decir que soy bondadosa al respecto pero me alegra serlo, y me gusta el privilegio.
—Mis pacientes favoritos —dice ella regalándonos una sonrisa. Yo agarro una de las paletas de corazones viejas y le doy vuelta entre mis dedos.
—¿Cómo han estado? —cuestiona y mi boca se abre en una o.
No he tenido tiempo de pensar en la extraña dinámica que compartimos con Sully.
—Me convertí en una estrella de cine en este corto tiempo y ahora hago telenovelas del tipo "Maldita Lisiada" —contesto jugando con la paleta. En este juego que hemos creado le respondemos con lo que nos gustaría haber hecho, con lo que nos gustaría ser. En efecto, Luxen y yo tenemos mucho tiempo libre.
Sully aplaude.
—Yo soy un pro-activista que detesta el consumismo, y que batalla día a día para cuidar el planeta, pero tengo una doble vida, y soy el presidente desconocido de Corea —finaliza Luxen y bufo, porque siempre me gana en cuanto a imaginación.
—Yo no he hecho mucho, ustedes saben... esto de ser agente encubierta de la CIA y trabajar en un hospital es complicado —se excusa y aprieta el antebrazo de Luxen, para luego colocar alcohol.
Nos observa y entonces saco los audífonos para él y para mí. La voz inunda nuestros oídos y tarareo en voz baja.
—But listen to me when i say —Sus dedos se cierran alrededor de los míos y sé que la aguja ha pasado. Ya no duele pero si aterra—. Everything will be okay.
—I don't pray —Susurra y mi mirada se enfoca en las paredes blancas que nos rodean—. But we'll live to see another day.
Viviremos para ver otro día.
Suspiro y me convenzo de que estaremos bien.
Lo estaremos.
Porque si no, no estoy segura de lo que sea de mí.
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—¡No tengo nada que ponerme! —La cabellera de mi mejor amigo se mueve de un lado hacía otro haciendo que la siga con la mirada.
—Tal vez si tienes sólo que nada te parece lo suficientemente bueno para lo que estás a punto de vivir —señalo mientras observo el techo de mi habitación.
A veces nos queremos preparar mucho para los momentos increíble, sin saber que ella llegan cuando no estamos preparados.
Si, he estado muy filósofica. En parte por Asher, en parte por sentimientos muy dentro de mí.
Tal vez debería escribir un libro. La filosofía de Lux.
Luego del hospital, fuimos directo a casa, compramos un helado de tres gigantes sabores que nos comimos durante la caminata, ninguno de los dos quiso tomar el bus y no por querer pensar, sino porque lo habíamos gastado todo en el helado.
Ahora mismo, mis pies se balancean en el borde de la cama y veo a Luxen probarse unos lentes oscuros que le dan un gran parecido a James Bond.
—¿Qué tal? —Una cara de pato se posa en sus labios y su palma se ubica debajo de su barbilla—. ¿Kylie Jenner? o ¿Kim? —Coloca cara de perro enojado y no puedo evitar reírme mientras muevo la cabeza al ritmo de The one that got away.
—Creo que con que seas tú basta, Luxen —Pero él ignora mi opinión y sigue vaciando el escaparate de viejas cosas que nadie toca desde hace años.
—Me veré bien con este gabán —Se dice a sí mismo y ruedo los ojos cuando saca otra caja de accesorios de la parte alta del escaparte. Deja la caja en la cama y comienza a sonar River por toda la habitación.
—Si Castiel te quiere, no le importarás si tienes gabán o cientos de accesorios, te querrá por ser tú —explico. Luxen se limita a sonreírme.
—¿Crees que me estoy arreglando por la cita con Castiel? —cuestiona con curiosidad y asiento—. Me arreglo por y para mí. Hoy quiero lucir hermoso.
«No necesito que Castiel me invite a salir para vestirme lindo.
Dice y aunque desde que recibió la llamada no ha hecho más que sonreír y entrar en una fase de locura. Me alegra verlo así y la ilusión hace que no diga nada más y lo deje arreglarse como quiere. Pide mi opinión un sinfín de veces y cada una de ellas, se la doy. Comienzo a revisar la caja de cosas viejas que ha dejado en la cama, y una sonrisa se planta en mi rostro al observar el origami doblado y arrugado que hizo Luxen cuando éramos pequeños.
Lo alzo y extiendo en su dirección.
—Eras tan malo con el papel —fastidio mientras examino el papel y decido que lo dejaré al lado de mi escritorio. Apenas lo coloco escucho su voz cantarina detrás
—Yo sólo puedo escuchar "Gracias, Luxen. Eres especitupendo" —cita mis palabras y lanzo un cojín en su dirección que le da de lleno en la cara.
Me estiro y recibo un gesto grosero de su parte que ignoro, continúo buscando y esparso los dibujos, que es lo que sigue en la caja, cientos de dibujos, en ellos hay dos niños. Los observo y reconozco que son diferentes a los que hago ahora.
El trazo es mío pero un poco más desordenado y desprolijo, mi dedo dibuja las líneas y trazos que no recuerdo haber hecho. Aunque no muchas personas recuerdan su infancia, me cuesta recordar cosas antes de haber conocido a Luxen.
Teníamos nueve cuando nos conocimos, esto se ve inclusive anterior a ello.
Hay una niña y un niño en la mayoría. Uno en particular atrae mi atención.
El niño sigue allí y la yema de mis dedos toca su rostro, es extraño, pero hay cientos de colores rodeándoles y notas musicales saliendo de ambos.
Levanto la vista hacía Luxen.
—¿Alguna vez fuiste pelinegro? —cuestiono y él coloca un dedo en su barbilla para negar.
—Siempre he sido peliblanco, de hecho, parecía un viejito rubio cuando era pequeño —Los albums con fotos de Luxen vienen a mi mente, y tiene la total razón, de ninguna forma lo dejarían tintarse a tan pequeña edad y él, jamás ha tenido el cabello de ese color.
Una sensación rara se aloja en mi estómago y suspiro mientras algo me dice que esto lo he visto antes.
Hablaré con mamá. De yo conocer a alguien como en el dibujo, ella estaría al tanto de ello.
Mis dedos siguen delineando el dibujo como si de alguna forma pudiese traer los recuerdos de vuelta, pero no puedo. Mi cabeza cae al colchón y de lado veo como Luxen sigue probándose ropa. El dibujo está en mi pecho y respiro viendo mi estómago bajar.
Cosas que no recuerdo.
A lo largo de mi vida hay muchas cosas que se han perdido en mi memoria, pero siempre he pensado que debe ser así aunque ¿Y si he olvidado algo importante?
Acaricio la cicatriz pequeña que tengo en mi frente y cierro los ojos algunos segundos pero no consigo dormir ni recordar nada, mucho menos el motivo de mi cicatriz. Así que vuelvo a levantarme y sigo husmeando en la caja de cosas antiguas.
Consigo cinturones, juguetes, dibujos, cintas y miles de origamis, los cuales eran la debilidad de Luxen de pequeños. Hay corazones, dinosaurios e inclusive un unicornio.
Estoy a punto de volverme a tirar en la cama, cuando veo algo de color plateado brillar al fondo.
Mi mano se hunde entre las distintas cintas y consigo palpar algo irregular al fondo, mis dedos se cierran alrededor de un objeto puntiagudo y cuando lo levanto.
Un rayo plateado resplandece.
Ladeo mi cabeza y lo examino, toco las irregularidades y aunque tiene polvo no está tan desgastado. Lo reconozco.
Y entonces, una cosa rara y extraña pasa. Una punzada en la sien me ataca y la cabeza se me desvía inevitablemente hacia atrás, aprieto el puño y escenas se reproducen en mi cabeza.
El collar en mi cuello.
Un auto rojo.
Una calle.
Una fiesta.
El collar cae de mis manos y veo que Luxen me observa detenidamente mientras se acerca con cautela a dónde estoy porque he tenido un raro desmayo.
—Acaba de pasarme algo muy raro.
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