Capítulo #24. "Un hombro para desahogar"
Capítulo dedicado a Lizzy_verdejo
¡Hola, honey! Espero te encuentres bien. Este capítulo está dedicado a ti ¡Gracias por darle una oportunidad a Lluvia en el corazón! ¡Un abrazo del tamaño de Noruega! ¡Espero te guste un montón!
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"Cuando los sentimientos se guardan, se comienzan a marchitar por dentro"
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El día ha pasado volando.
Luxen se ha quejado cuando le he dicho que nos iríamos unos minutos antes de medianoche. Ha dicho que tenemos clases y ha puesto un millón de excusas, a pesar de que le dije que podía quedarse en la casa y que todo estaría bien.
Sus montones de pretextos tienen un trasfondo que no ha querido admitir. Sin embargo, ahora mismo me está ayudando a salir por la ventana de la cocina, la puerta chirría y no podemos arriesgarnos a ella.
Ambos intentamos avanzar con sigilo pero el plan casi se arruina cuando me caigo hacia atrás, Luxen me empuja con rapidez por la ventana y caigo en cuclillas como una especie de ninja barato. El peliblanco, alias mejor amigo y compañero de pendejadas, repite la acción y en menos de dos segundos ya está a mi par, no sé si se trata de que hay poca iluminación pero el jardín está hecho un desastre.
Es muy tarde cuando pisamos las flores. De todas formas, están muertas.
Marchitas, no deberían tener tanta importancia.
Pero en mi mente se repite una conversación y recuerdo que el que lo estén no disminuye su valor. De hecho, tienen una historia que contar.
Mi corazón duele un poco cuando curveo al peliblanco para que no las pise, porque a pesar de estar marchitas, tienen el mismo valor. Lo tienen.
Mamá ha vuelto a las jornadas del trabajo y el jardín está opaco. Luxen tiene dos manos izquierdas en lo referente a la jardinería, y Caleb es un adulto serio que no puede ensuciarse las manos.
Yo nunca lo he aprendido, y admito que cuando mi cuarto cactus murió, acepté que esa área de la vida no era la mía.
Atravieso la cerca que bordea la casa sujetándome y saltando, y en menos de un minuto, ya estamos afuera. Hemos quedado en reunirnos en la cafetería.
Suspiro y me apoyo de la valla.
Esto no se siente como una buena idea, se siente como esa clase de ideas que irremediable e inevitablemente acaban siendo un desastre. Esa clase de ideas que acaban mal. Que se trate de Castiel es un indicio, que sea un poco tonta como para aceptar, es otra pista. Todo conlleva a que esto no está bien, porque de alguna u otra forma, sé que lo que sea que vayamos a hacer me atará más a ambos.
Cuando alzo mi mirada, los ojos azules de Luxen apuntan a los míos.
—¿Estás seguro de querer ir conmigo? —pregunto. Luxen relaja su mandíbula que ha permanecido apretada desde el momento en que le comenté la propuesta aceptada. Da dos pasos hacia adelante y se planta con seguridad en frente de mí.
—Estoy seguro si tú lo estás —Asiente en mi dirección y despeina mis cabellos para fastidiarme—. Si quieres irte o estás arrepentida —supone achicando sus ojos—, podemos volver a trepar esa cerca, lanzarnos por la ventana de la cocina y volver a entrar.
Su respuesta me reconforta y sonrió.
—¿No es mejor entrar por la puerta principal? —Me mira negando y lanza un soplido que se convierte en vaho.
—Eso harían las personas normales, Lux —Sacude su cabeza con confianza—. Nosotros no somos así.
El estar con Luxen, de alguna manera u otra, me alivia. Su sola presencia representa mucho, se siente como si fuese alguna especie de protección extraña. No termino de entenderlo, pero con él, me siento segura y tranquila. Es como si fuese mi zona de seguridad, cuando estoy con él, es como si nada pudiese dañarme demasiado, incluyendo lo que sea que trama Castiel.
Por lo tanto, asiento y cuando comienzo a caminar. Una camioneta negra aparca delante de nosotros. Es tarde y de noche, y eso no es típico.
«Nos van a secuestrar» me alarmo.
Estoy subiendo la cerca nuevamente para devolverme a mi casa.
De todas formas no quería ir.
Esto es una clara señal para que me devuelva.
Cuando Luxen me jala hacía abajo y me devuelve. Miro al cielo implorando paciencia.
Es de esos momentos en donde Luxen pierde la cabeza y creo que ahora nos tenemos que enfrentar a un secuestrador porque el peliblanco cree que es adecuado. Niego con mi cabeza y me pongo en posición de ataque.
La confianza apesta.
—Lux... —empieza y hace que baje la mano con la que apuntaba la ventanilla, por la cual aparece un pelinegro.
La idea tonta del secuestrador desaparece tan rápido como apareció, cuando un rostro pálido y familiar se deja ver a través de los vidrios polarizados: Chase.
Un suspiro enorme de alivio resbala de mis labios al verle. Y el pelinegro nos recibe con una sonrisa a boca cerrada. Las bolsas debajo de sus ojos se mantienen y quiero recriminarle a Luxen por traernos a Chase, cuando podría estar haciendo cualquier otra cosa, como dormir. Pero la realidad es que, de noche, son sumamente peligrosas las calles y tiene un motivo, el pelinegro parece feliz, aunque sigue estando demacrado.
Nos subimos al auto con rapidez, cierro la puerta de mi lado con la suficiente fuerza para que no quede abierta, y bajo el seguro. Luxen se recuesta con familiaridad y sonríe con agradecimiento en dirección a Chase.
—¿Y el cuerpo? —pregunta de repente el ojioscuro que hace de conductor. Entrecierro mis ojos hacia el peliblanco y me volteo con lentitud.
Yo no dije nada de cuerpos.
Se encoge de hombros.
—Lo traemos de vuelta, dependiendo de como se comporte Castiel —asegura y se coloca los lentes en un intento de tener...¿Estilo? Ya lo tiene, utiliza una remera holgada de color negro que resalta la palidez de su piel y unos jeans del mismo color que hacen ver sus piernas extremadamente bien. Es extremadamente guapo sin intentar serlo, al igual que el chico que está noche hace de piloto.
Chase lleva una remera blanca al cuerpo y unos bluejeans junto a una cadena brillante que cruza su cuello. Por mi parte, uso una chaqueta de jean que oculta la camisa blanca que llevo puesta, mi pantalón se asemeja a un jean pero suave. Espero que no tardemos mucho pero de ser así, prefiero estar cómoda.
Nos mantenemos en silencio y el pelinegro coloca una banda en la radio que me hace mover la cabeza al ritmo de la música, es suave pero al estilo balada, a pesar de que está en inglés y debe tratarse posiblemente de amor. Me gusta porque no la comprendo, y no puedo saber de lo que se trata. Sólo me dejo llevar por el ritmo y lo que transmite, es menos riesgoso cuando lo haces con canciones y no con personas.
Las personas son indecisas, incomprensibles y arriesgadas. La música no va a cambiar de letra de un día para otro.
Muevo mi cabeza rítmicamente mientras veo a través de la ventana, los arboles pasan con velocidad y el pelinegro no quita la cabeza de enfrente. Luxen se mantiene en silencio, perdido en sus pensamientos, y yo no quiero pensar, así que le subo un poco más al estéreo, Chase me dirige una ojeada rápida antes de volver la vista al camino.
Ahogar mis pensamientos suele ser mejor que enfrentarlos y posiblemente sea cobarde, pero es lo que me ha tocado los últimos días. Chase me dirige una mirada incriminatoria desde el retrovisor por un nanosegundo.
—La música no hará que tus problemas desaparezcan.
Tiene razón.
Asiento. Mis problemas son tontos en comparación a los de los demás, hay gente muriendo de hambre, personas sin derecho a la vida, en estado de calle o en miles de posiciones peores que la mía. Pero se siente horrible y quema mucho, no sólo el hecho de que Asher me haya decepcionado, es la vida, es todo. A veces tenemos momentos de quiebre y se siente como si todo cayese y se desplomase sobre ti, así que por algunos segundos, dentro del auto en movimiento y con el viento frío pegándome en el rostro, me permito sentir lo que he estado guardando.
Y repito. La música no hará que mis problemas desaparezcan, pero ayuda a ocultarlos.
—No oigo mis problemas cuando la música está alta.
Conforme pasa el tiempo, se tapan mis oídos y mi corazón y sólo puedo escuchar la música retumbar en cada uno de mis poros. Sólo me mantengo quieta, sintiéndolo todo y por algunos segundos estoy fuera de cada uno de los líos diarios.
Por algunos segundos, Luxen está perfectamente sano y saludable.
Por algunos segundos, Asher no se ha alejado de mí.
Y por algunos segundos, lo único que retumba en mis oídos y lo único que mi cuerpo percibe, es alguna banda en inglés, que canta demasiado bien y que armoniza extrañamente con lo que siento.
Lo suficientemente alto para acallar mis problemas, y lo suficientemente suave para perderme en ella.
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Cuando llegamos, estoy casi segura de lo que planea Castiel no es nada bueno. Tal vez se debe a que utiliza chaqueta y lentes oscuros como si fuera un ganster o a que tiene alguna cosa oculta bajo una manta oscura, parece una especie de caja gigante cuadrada.
Admito que me da mal rollo eso de que esté oculto. Pero apenas ve que se acerca el auto, quita la tela que cubre la caja gigante con maestría. Mi boca se abre apenas la detallo a profundidad.
«Está loco, completamente desquiciado, chiflado y lo que le sigue.»
Es una bicicleta de tres puestos en frente de la cafetería que ahora está cerrada.
Los faroles proporcionan una luz tenue que le da un ambiente siniestro y serio al lugar, como el escenario perfecto de alguna película de terror. Pero lo cierto es que nada puede dar demasiado miedo y la supuesta película de terror pasa a ser una parodia, cuando observo mejor a la bicicleta gigante y me doy cuenta que está repleta de flores y luces que alumbran apoyada de una de las paredes.
—Da la vuelta y haz como que no lo conocemos —ordeno en voz baja y seria mientras suspiro.
Pero Chase tiene otros planes e ignora mis ordenes y aparca junto al demente, que pretende que andemos en bicicleta a las once de la noche. Cuando nos pueden mutilar, matar, o cualquier otro verbo ofensivo terminado en ar.
Porque cada día todo es más peligroso, y estoy empezando a odiar la cartuchera que lancé, arrepintiéndome de aceptar estar en esta situación. Teniendo en cuenta que pude echarme atrás un montón de veces, enviándole un mensaje.
No obstante, mis improperios se atascan en mi garganta cuando veo a Luxen, tiene las pupilas dilatadas y sus ojos destellan brillos de emoción, perplejidad y algo extraño que puedo entender. Acerca su rostro a las ventanillas ahumadas y observa todo con auténtica sorpresa. Es importante, recuerdo vagamente que uno de los sueños locos de Luxen es andar en una bicicleta de tres.
Me extraña que lo recordará, pero me extraña aún más que este al tanto de ello.
Castiel como si estuviese al tanto que somos nosotros, porque de otra forma, otras personas le hubiesen robado la bicicleta, se acerca.
El silencio se mantiene y quiero ser aguafiestas pero no les voy a arruinar su momento especial. Chase baja el vidrio de atrás con el mando y a pesar, de que quiero mucho ser negativa, cuando termina de bajar y sus miradas se encuentran.
Ocurre un estallido que hace que chisporroteos de esperanza y limerencia vuelen en todas partes.
Son como chispas en todas partes, como cientos y cientos de chispas destellando entre ambos. Su química es inconmensurable y quizás por eso no se suelen ver seguido, porque solamente observándose son capaces de iluminar hasta el cielo más oscuro.
Apenas Luxen baja del auto. Me doy cuenta de que Castiel no puede apartar la mirada del peliblanco, y viceversa, es como si en ese momento ambos fuesen alguna especie de imán y metal, incapaz de mantenerse lejos.
—¿Qué idiotez... acabas de hacer? —Las palabras de Luxen son crudas, pero el tono de su voz se quiebra y se oye tan agudo que es como si no estuviese molesto, sino verdaderamente sorprendido.
—La más estúpida —concuerda mirándole y asintiendo con su cabeza en su dirección—. Pero he hecho cosas peores por personas para nada increíbles
Oh no, lo acaba de hacer. Le ha dicho increíble ¡Ha dicho que Luxen es increíble! ¡Claro que lo es! ¡Pero Castiel lo ha notado!
El peliblanco negando se acerca un paso dando pie a otra batalla de miradas inquietantes que hace que ni Chase ni yo podamos quitar la mirada de ellos porque es como si tuvieran un aura alrededor de ellos que hace que todo se vuelva desastrosamente mágico.
Es como si ambos tuviesen una historia que sólo ellos son capaces de entender, algo tan de su propiedad que son los únicos que pueden compartirlo, inmarcesible siempre y cuando uno de los dos respire.
—Eres un idiota. —afirma Luxen con seguridad.
—Eso ya lo sabías. —dice sin mucha emoción el aludido.
—Y un tonto. —continúa sin dar tregua dando otro paso hacía adelante.
—También.
—Y nunca sabes lo que sientes y siempre estás detrás de algo que no soy yo, pero tampoco eres tú. —Sus cejas peliblancas se fruncen.
—Lo sé.
—Te terminará matando.
—Siempre se recibe a la muerte como una vieja amiga.
Pareciera que Castiel tiene una catástrofe en sus ojos azules y aunque no puedo ver a Luxen es como si entre ambos compartiesen desastre. Tal vez no de la forma que deberían, tal vez no de manera saludable para ambos, pero de manera real, porque mis vellos se erizan y únicamente se están viendo.
La ventana por la cual estoy mirando repentinamente se sube y ahora los veo a través de papel negro, y no puedo escucharlos. Cuando volteo a ver a Chase en respuesta a su acción se encoje de hombros con naturalidad y dice.
—Es su momento. —Sus ojos oscuros se enfocan en los míos.
Es su momento. Sólo suyo.
Y lo entiendo, es algo que sólo ellos pueden compartir y que no me compete a mí. A pesar de que no comprendo del todo la historia, hay muchas cosas de las cuales tienen que hablar. Ese momento les pertenece a ellos, así que me alejo hacia el otro lado del asiento y observo hacia adelante.
Chase en el asiento conductor luce unas bolsas oscuras que le hacen competencias a las mías cuando leía hasta tarde, y aunque quiero preguntar la razón de que no pueda dormir porque siempre hay una razón; Me abstengo porque hay confianza pero no la suficiente, en cambio digo:
—Gracias por traernos, Cheese. —Una sonrisa se extiende por sus labios al oír mi apodo.
Se echa hacía atrás, saca una botella oscura de la guantera y la lleva a sus labios.
—De todas formas iba a salir —Se limita a decir bajando sus hombros en un gesto despreocupado, típico de Chase, arrecostándose del asiento—. No es nada.
El silencio nos invade y extrañamente no me siento incómoda sólo desanimada, y no desanimada de triste, desanimada de no querer hacer absolutamente nada.
Chase sigue bebiendo de su botella y yo cuento los autos que pasan por la ventana para entretenerme. Hemos llegado alrededor de treinta minutos antes de la hora estipulada. El no estar hablando con alguien o estudiando hace que mi cabeza vuele y se detenga de manera inmediata en Asher.
Lo odio, odio que se cuele en mis pensamientos, odio que sea lo último que pienso antes de dormir, odio que no pueda leer novelas romántica porque de manera inmediata pienso en él, odio no poder ver las chaquetas de la misma formas, odio que cuando suena Bacilos en la radio mi corazón se sobresalta y sobretodo odio que si siento que lo odio más, el cariño que le tengo lo contrarresta.
Él me advirtió y no lo escuche. Ahora él es tan importante en mi corazón que siento como mi pecho escuece al imaginarlo con otra persona.
Y ni siquiera se trata de que tenga el corazón roto, sino de lo vulnerable que me siento, omo di de un soplido pudiese derribarme.
Como si todo se hiciese trocitos en cuestión de segundos cuando está cerca.
Como si un paso de él fuese suficiente para desestabilizar todo mi mundo.
Y aunque sé que sólo es otra desilusión amorosa detesto sentirme tan débil.
Pero sé que terminaré llorando si sigo pensando en él y me he prometido no derramar ni una sola lagrima aunque por dentro esté colapsando.
Porque puedo llorar por Heath Ledger.
Puedo llorar por las novelas que roban un pedazo de mi corazón.
Y puedo llorar por las películas tristes donde los protagonistas mueren.
Pero nunca por alguien que no vale la pena.
Veo a Chase y me acercó al espacio entre el asiento del conductor y el copiloto porque Luxen y Castiel están teniendo su momento. El termo de Chase está allí y siento las lágrimas picándome en mis ojos.
—¿Me das agua? —Con mi cabeza señalo la botella que tiene al lado y él suelta una risita teatral que hace que yo le observe con curiosidad. Quiero bajar la sequedad en mi garganta, pero a pesar de que acerca la botella en mi dirección, no me la ofrece.
Sonríe torcidamente.
—No es agua, Lux. —Niega y balancea el termo entre sus dedos.
—¿Jugo?
—Um-um —Niega.
—¿Tienes helado? —pregunto no queriendo escuchar la respuesta que posiblemente me de.
—Es alcohol. —Finaliza al ver que posiblemente nunca lo diré. Se acomoda en su asiento para ver mi mejor gesto de sorpresa y le he visto tomar tan seguido que soy yo la que ha quedado mareada al ver la increíble resistencia que manifiesta ante el alcohol, cosa que no me sucede en lo absoluto, con dos vasitos de ponches posiblemente ya puedo bailar como un pato.
No menciono nada al respecto pero me dejo caer de nuevo en mi asiento. Ahora, los ojos de Chase enfocan los míos. La botella sigue entre sus manos e intercambiamos miradas, cuando la lleva a sus labios. No arruga sus cejas al sentir el líquido correr por su garganta, de hecho, su gesto se contrae en relajación, y soy incapaz de apartar la mirada de él.
—¿Por qué tomas tanto, Chase? —La pregunta vuela de mis labios. Su rostro confuso se dirige al mío por algunos segundos. Se limpia una gota que resbala de la comisura de sus labios y hace una mueca que se me antoja cansada y su cara refleja una mezcla de ingenuidad, incredulidad y resignación. Sus ojos bajan a la botella y la recorren con melancolía amarga.
El frío hace que mis brazos se enreden en torno a mi pecho y su confesión, hace que lo helado sólo se acerqué más.
—Estoy tan acostumbrado a hacerlo que no puedo dejarlo. —Su voz sale ácida y firme.
La confesión hace que todo dentro de mi, duela. A veces la costumbre es más fuerte que la voluntad.
—¿Por qué? —Sus ojos chocan con los míos y veo el debate mental que se da en su cabeza.
—Problemas. —dice rápido sin detenerse a pensarlo demasiado.
—¿Grandes?
—En aumento.
—¿Te ayuda a olvidar?
—Me ayuda a no pensar.
Una sospecha planteándose en mi cabeza, al recordar el ritmo de su vida, siempre de fiesta en fiesta. El alcohol y él en la mayoría de las veces que lo he visto. A veces más. A veces menos, pero siempre presente. Rememorando cada uno de los recuerdos que tengo con el pelinegro. Su palidez. Sus ojeras. Mi rostro se desencaja cuando, a diferencia de las otras veces, lo comprendo, y es tan claro como el cielo cuando cada una de las piezas encaja a la perfección.
Lo sé. Lo sé. Lo sé. Y parece que cada parte de mí lo grita porque Chase, ahora solamente avista hacia el frente y de ninguna forma, intenta cruzar sus iris con los míos. Él sabe que lo sé, y la certeza recorre cada vena de mi cuerpo con seguridad.
La respuesta siempre estuvo clara. Incluso antes de que siquiera lo preguntará. Las partes estaban allí, sólo era cuestión de unirlas.
Chase se recuesta del asiento del conductor y cierra sus ojos con fuerza, como si no quisiese estar allí, conmigo, porque le he descubierto. Ese sentimiento de querer estar lejos de todo porque estás cansado.
Pero realmente no tiene ningún lugar a donde ir, ni yo tampoco. No pienso dejarlo así.
Me impulso hacia adelante para colocarme en el asiento delantero y acompañarle. No luce triste, sino decepcionado y no alcanzo a entenderlo del todo pero si sé lo más importante. Y no puedo dejarle solo. Ubico mi mano para aguantar mi peso cerca del freno pero en un mal movimiento, resbalo y caigo estrepitosamente en la parte baja de los asientos. Gruño y mi cabeza se pega un poco al caer, me duele la frente y estoy segura de que eso dejara marca, o por lo menos, un chichón prominente.
Me mareo un poco y estoy pensando en que Chase me ayudará, pero estoy gravemente equivocada, porque sólo oigo como se ríe; Primero, en un intento de parecer decente, suavemente, pero luego dejando la decencia de lado, suelta unas carcajadas que hacen que a pesar de estar de cabeza y con los pies hacía arriba me den ganas de reír también.
Intento levantarme y maniobro con mis pies que todavía se encuentran en el asiento trasero, mi pierna choca contra la cabeza de Chase cuando trato de pasarla hacia adelante. Ambas piernas se transportan a la parte delantera pero dejan como víctima a la pobre cabeza del pelinegro, el cual se queja sobando la parte afectada, al acomodarme no puedo hacer otra cosa que reír, al ver la cara de Chase que aún parece atontado por los golpes.
Suelto risas pequeñas que después se convierten en carcajadas, y su rostro se torna rojo haciendo que vuelva a reír. El momento serio sigue allí pero en un matiz más agradable.
—Eres una patosa. —recrimina en mi dirección consiguiendo únicamente que siga riendo.
—No puedo negar eso. —Mi estómago vibra y él empuja mi hombro con el suyo, haciendo que enfoque mis ojos en los suyos con diversión.
—Destrozas mi asiento, mi coche y mi cabeza y tú sólo ríes. —Regaña y hago lo que dice que estoy haciendo de nuevo, porque me sigo sintiendo triste pero quiero reír.
Quiero reír lo suficientemente alto para ahogar las razones que quieren hacerme llorar.
Quiero reír hasta que mi estómago duela de tanta alegría.
Reír hasta que no pueda recordar la razón por la que mi corazón duele.
Una vez me he calmado, me acomodo mejor en el asiento y le observo de lado. Chase sólo gruñe y sigue murmurando cosas acerca de yo dañando todo y siendo extremadamente torpe.
—Tú te reíste primero. —Me defiendo pero quiero reír de nuevo sólo de verlo, consigo convertir mi risa en una sonrisa pequeña.
—Yo no destrozo el auto de las personas, preciosa. —Y eso sólo hace que mi sonrisa aumente.
Mi cabeza se siente un poco mal por el golpe, pero aun puedo mantenerme en pie. Sus palabras acerca de yo destrozando me traen recuerdos y esta vez, soy yo, quien se recuesta del asiento para mirarle.
No sé porqué pero Chase parece ser de esas personas con las cuales puedes hablar de cualquier otra cosa porque no te juzgaran, y con la valentía y el nudo en la garganta, le hago una confesión que duele más de lo que debería, porque sé más de lo que debería. Y es justo que sepamos lo mismo el uno del otro, aunque él no me lo haya confesado, y yo lo haya descubierto por mis propios medios.
—¿Sabes? Cuando era pequeña siempre rompía las cosas —Una mueca se hace presente en mis labios al recordar—. Juguetes, crayones, pinceles. No lo hacía a propósito, lo juro. Simplemente ocurría y me sentía culpable. Luego me daban una regañada tremenda y terminaba triste. —Los recuerdos me saben acidamente dulces—. Fue tanto así que creí que todo lo que tocaba lo haría trozos, como una especie de máquina de destrucción. Entonces, Luxen llegó y me regaló un dinosaurio de origami. Era la cosa más simple del planeta pero era importante, no se trataba del objeto en sí sino de quien lo regalaba, y en un inicio, él era muy reacio. El origami lo cuidaba con mi alma. No dejaba que algo dañino estuviese muy cerca de él. Creo que fue la primera cosa que me esforcé en mantener en pie —confieso—. Un día, alguien tropezó con un vaso de agua y mi origami se estropeo. Fue horrible. Lloré durante semanas, no quería ir al colegio ni al hospital creía que el problema era yo. Luxen me regalo otro, y me dijo que si lo dañaba haría otro y otro sólo para mí, el número de origamis suficientes para mantener mi sonrisa. Aún así, siempre crecí con el miedo de dañar las cosas por eso las cuido siempre con recelo —La voz se me pierde y la garganta se me tranca—. Pero creo que falle en uno de mis ideales. No he cuidado bien de mi corazón, Chase. Y no creo que Luxen pueda generar otro para mí.
—Siempre puedes sanar tu corazón. —murmura bajo.
La primera lágrima que he soltado motivado a él se desliza por mi mejilla. Mis parpados bajan y siento como me sofoco porque el haber estado aguantando todo este tiempo los sentimientos me estaba afectando. Porque quiero gritarle al mundo que le quiero y porque al mismo tiempo no puedo. El pelinegro limpia la lágrima de mi mejilla y me sonríe cuando ve que vuelvo a verle con los ojos empañados.
—Somos amigos y como tu amigo te prometo que todo estará bien —Acaricia mis cabellos y reniego—. Somos amigos —vuelve a empezar— pero con la lágrima que te acabo de limpiar puedo hacerte un amarre.
Sonrio con fuerza mientras lloro, y rio como si estuviese desquiciada. La combinación de todos los sentimientos hacen que mi corazón arda y que me sienta un poco descocida pero al mismo tiempo, libre. Tan libre como no he estado desde hace semanas, se estaba haciendo tan difícil de superar que sentía como me asfixiaba.
—Me estás preocupando pero haré como si no parecieras una loca para no herirte —Emplea un tono serio pero sé que bromea cuando me jala hacia su pecho y me estrecha. Entonces, lo miro confusa porque Chase es la única persona que puede decirte loca y luego reconfortarte.
«—Adelante —incita en voz baja—. Llora, preciosa. Por hoy, soy tu hombro fuerte para liberar.
Y que lo diga sólo me da rienda suelta para soltar todo lo que he estado guardando.
Lloro porque siento que a cada segundo pierdo algo importante.
Lloro por mi corazón roto.
Y lloro porque no quiero sentirme de está forma.
¿Por qué me duele tanto que no me vea? ¿Por qué quema como el fuego cuando le veo con otra persona? ¿Por qué siento que voy a desfallecer cuando está cerca?
Las preguntas se responden solas y lloro hasta que me quedo sin lágrimas y mis sollozos se terminan convirtiendo en respiraciones pesadas. En ningún momento me suelta y yo tampoco intento alejarme, solamente observo el intermitente encendido y escucho la música que resuena en los parlantes, la cual es suave y tranquilizante. Inhalo y exhalo el olor a alcohol y perfume que desprende Chase, el cual se cuela por mis fosas nasales haciéndome cosquillas.
Acaricia mi espalda y cuando se da cuenta que dejo de llorar y sólo me mantengo respirando, sujeta mis hombros y me observa de arriba a abajo.
—¿Ya estás mejor? —Cuestiona con suavidad temiendo que vuelva a llorar pero no lo haré. Ya me siento un poco mejor. De hecho, me siento extrañamente liviana y no estoy segura de que me sienta así cuando lo vuelva a ver, pero por el momento, estoy bien.
Asiento suavemente y respiro con suavidad.
—Gracias, Cheese. Eres un amigo sensacional. —halago. En su rostro se forma una sonrisa reflejando suficiencia.
—Ya lo sabía. —Le resta importancia.
Nos quedamos en silencio y veo que los chicos están sentados conversando. Chase no tiene pinta de seguir hablando, pero aún así. Le observo con fijeza y soy incapaz de quitar la mirada de él cuando le pregunto.
—¿Quieres hablar sobre eso? —Le sorprende que lo mencione y su boca se convierte en una delgada línea sinuosa.
Cuando sus ojos cruzan los míos.
—La primera persona —empieza con seguridad fría. Sus ojos oscuros chocan con los míos—. La primera persona si necesito hablar serás tú —afirma con rotundidad sin dejar de verme—. Pero aún no estoy preparado. Todavía no. No es el momento.
Asiento, y le dejo entender que lo comprendo a la perfección. Me paso al asiento trasero nuevamente pero con más cuidado, está vez, ninguno de los dos resulta herido. Y antes de acabar con el momento, intercambios por última vez una ojeada, sé el motivo de sus ojeras y sé que lo asusta tanto como a mí.
Le doy una mínima sonrisa, que él corresponde y me dirijo hacía el extremo del asiento que da a donde están los chicos. Bajo la ventanilla y saco mi cabeza por la abertura para verlos, el aire frío impacta con mi rostro y les observo haciendo un momento de cejas sugerente.
—Chicos ¿Ya están listos? —No sé a dónde vamos pero imagino que tendremos que ir pronto.
Luxen sube su cabeza y me regala una mirada interrogativa, debo tener los ojos hinchados y las mejillas coloradas. Castiel parece darse cuenta que el tiempo ha pasado y mira su reloj, sorprendiéndose.
—¡Vamos! —Se levanta de un salto y cuando dice aquello abre la compuerta haciendo que me aleje como un gato asustado del agua. Lo debí haber pensado un poco más—. Ven —Extiende su mano para que la tome y yo dudo por algunos segundos. El teléfono de Chase lanza un pitido que hace que dé un sobresalto.
—¿A dónde? —cuestiono con curiosidad. Está haciendo frío afuera y la verdad considero que es mejor que vayamos en auto.
—A un lugar. —responde obvio yéndose por la tangente.
Hago una mueca y acepto su mano dudosa. De todas formas, no hay mucho para elegir. Luxen niega con su cabeza casi imperceptiblemente y levantan la bicicleta para tres personas, asiento infundiéndome aliento y salgo del auto.
El frío me cala los huesos y hago una mini-estiración antes de verlos.
—¿Vamos caminando?
Me miran como si estuviese loca.
—Este es nuestro transporte, señorita. —Castiel hace una reverencia en mi dirección apuntando la bici y Luxen le sigue con otra inclinación haciendo que quiera ocultar mi rostro porque es como si fuese un extraño cuento de hadas, donde nuestro carruaje es una bicicleta de flores rositas y ellos mis entrañables caballeros.
—¿Se va a convertir en calabaza a las doce? —pregunto mientras la repaso de arriba a abajo, es verdaderamente bonita aunque sigo prefiriendo la camioneta del pelinegro.
—No. Es totalmente nuestra por siempre... —Castiel hace una mueca al escucharse—. Bueno, hasta mañana que es hasta cuando la alquile.
Asiento, pues se han visto transportes peores, al menos no es un triciclo pequeño. Doy un tumbo hacía adelante y me acerco a la parte delantera de la camioneta. Chase no se ha ido aún, doy unos pequeños toquidos en la ventana y el vidrio oscuro se baja por algunos segundos.
El pelinegro ahora lleva gafas oscuras y arrugo mis cejas, porque es de noche.
—¿Vas a casa? —pregunto y él niega suavemente. Sus mejillas mojadas.
—Voy por allí. —Se encoge de hombros con naturalidad.
—¿En "Alli" estarás bien? —cuestiono con seriedad y él frunce sus cejas confundido, intentando formular algo adecuado para responderme.
—Bien: no. Feliz: si —Asiente conforme a su respuesta. Sacudo mi cabeza.
A veces las cosas que nos hacen feliz no son las que no hacen bien. Y a veces las cosas que más amamos son las cosas que nos hacen más daño.
—Ve a casa, Chase.
—No tengo. —Me observa y sus ojos pasan de ser amables a oscuros en cuestión de segundos porque ha revelado más. Todos se cierran cuando revelan más—. Estaré bien, Lux. Vete antes de que se haga tarde.
Asiento inconforme pero al tanto de que no lograré nada más.
—¿Me das la botella? —pregunto y sacude su cabeza en negación, una sonrisa ácida en sus labios al observarme.
—Eso no hará que no beba. —Me transmite él con toda la serenidad del mundo.
—Si —concuerdo—. Pero al menos no conducirás más ebrio de lo que ya estás para llegar a donde sea que vayas.
—Si eso te deja más tranquila... —Busca en el asiento y me la tiende—. No vayas a tomártela. —advierte.
—¿Por quién me tomas? —Me hago la ofendida y él me regala una sonrisa llena de suficiencia.
—Por una chica loca y despechada que destruye autos.
—Eso no es cierto. —Niego con rotundidad.
—También pateas a las personas.
—Eso no fue a propósito —Me defiendo.
—Ajam.
—Vete ya, Chase.
—Si es lo que quieres, destrozaautos. —Alza sus manos en son de paz, divertido.
En un movimiento rápido, acerco mis manos a su rostro y limpio sus mejillas mojadas.
—No bebas mucho ¿Si? —Sus ojos chocan con los míos.
—No hago promesas que sé que no cumpliré. —Me sonríe brevemente. Sube el vidrio y acelera alejándose por la intersección.
Me volteo en dirección a los chicos y camino hacia la bicicleta. Nos colocamos cascos rosas y las rodilleras por seguridad. Una vez subidos, con Luxen de primero, Castiel de tercero y yo de segunda.
—Vamos, mis copos de nieve. Tenemos calles que recorrer.
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¡Hola coca-cola!
¿Cómo están, preciosos? ¿Qué tal comienza su semana? Este capítulo me ha colocado los pelos de punta, la verdad, narrar un corazón roto es espantoso, sea como sea, se vienen cosas mejores y peores.
El próximo capítulo es de mis favoritos.
¿Alguna idea de adónde los llevará Castiel?
¿Os ha gustado el capítulo?
¿Entendieron a Chase? ¿Verdad?
¿El triciclo? Yo lo amé, la verdad, aunque nunca aprendí a andar sin rueditas.
Les informo, que se viene reencuentro, si que si. Me gusta...pero me asusta.
Chiste del capítulo: ¿Sabes por qué la escoba está tan feliz?...¿Por qué? Porque ba-riendo JSJSJSJSJJSJJS este es de los peores, metanme a una clínica de la malos chistes.
En fín, os amo un montón :D ¡Cuídense mucho!
¡Gracias por leerme! ¡Voten y comenten!
Se despide: Sunset.
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