Capítulo 8: En clase
SANTIAGO
La gente miente todo el tiempo, según los estudios una persona promedio puede llegar a mentir más de doscientas veces al día.
Las mentiras más comunes van desde el clásico "bien" cuando nos preguntan cómo estamos, hasta un falso elogio a un nuevo corte de cabello que en realidad le quedó horrible.
No sé si se basa en la capacidad de observación, en un instinto sobrenatural o simplemente en mi inteligencia; pero soy capaz de descifrar la mayoría de esas mentiras en personas que incluso desconozco.
En muchos casos es una ventaja, pero se vuelve un problema cuando se trata de confiar en otras personas. ¿Cómo confiar en quien no es sincero?
Y eso es exactamente lo que me cautivó de Aimée, además de su belleza, obviamente. Ella no me ha dicho ni una sola mentira.
Es eso o que lo hace demasiado bien, sinceramente espero que sea la primera.
Hoy tenían su primer día de grabación, Elai insistió en que debo ir al menos a las más importantes para conectarme con la historia, pero hoy decidí priorizar dos horas más de sueño o no resistiría el día eterno que me espera.
Hace frío, los primeros fríos del invierno y aún no compré abrigos para mis hermanos. Pensaba hacerlo con la paga de este mes, no pensé que haría frío tan pronto así que tendré que resolverlo de algún modo. Sobre todo para Pau, que va al colegio en la mañana.
La mañana en la academia estuvo tranquila, incluso tuve una hora libre en la que aproveché para comenzar con la canción para el final del corto, que es la única que tendrá letra. Los alumnos de la tarde ya están llegando, me perdí tanto en la música que ni siquiera fui a casa a almorzar y mi mamá me dejó un audio para regañarme por eso.
Le respondo de inmediato antes de que me llame, se molesta mucho si no como y duermo bien.
Santi – en línea
Lo siento, tenía mucho trabajo y se me pasó la hora. Compraré algo, lo prometo.
Mamá – en línea
Esperanza fuera.
No entendí, mi mamá no es muy buena usando su teléfono, por lo general su autocorrector cambia las palabras y hay que adivinar.
Le respondo por audio diciéndole que escribió mal y ella me manda otro aclarando que quiso decir que me está esperando afuera. Suelto una risita y tomo mi abrigo para salir.
—Hola —saludo a unas chicas que ya están en la puerta de la sala de música, algunas corresponden el saludo y otras solo se ríen.
Son lindas, pero a veces siento que no me toman en serio cuando doy las clases, como si me vieran pero en realidad no me prestaran el tipo de atención que espero, sino otro.
Nunca salgo con las alumnas, Aimée será la excepción que confirme la regla.
—No debiste venir —le digo a mi mamá aceptando el tupper que me estira—, iba a comprar algo, sabes que no te miento.
—No me gusta que comas cosas por ahí, anda tú a saber quién las prepara y con qué.
—Gracias —respondo evitando una discusión innecesaria.
—¡Hola! —saluda Laura con muchísima efusividad.
Y no viene sola... No sé por qué pero me siento nervioso.
—Hola Lau, ¿Por qué tan desabrigada? —la cuestiona mi mamá observando con desaprobación su sudadera corta, que deja ver una pequeña porción de piel antes del comienzo de sus pantalones.
Y en menos de un segundo sus ojos están sobre Aimée, al igual que los míos.
—Hola... —saluda ella muy tímidamente mirando el suelo.
—¡Hola! —le responde mi mamá sin dejar de verla muy intensamente— ¿Tú eres Aimée? Qué bonita... Santi me ha...
—Mamá... —la interrumpo antes de que diga algo vergonzoso, aunque ya es un poco tarde para eso.
—Lo siento, lo siento —se disculpa rápidamente—. Ya me voy, pero puedes venir a comer a casa un fin de semana... Pueden, todos pueden.
Me da un beso rápido al igual que a las chicas y se va sin decir más nada.
Laura rompe la incomodidad con una carcajada.
—Eso fue muy divertido, amo a tu mamá —dice, haciendo que Aimée también se ría—. Aunque muy incómodo para ti, dejó muy en claro que le hablaste sobre Aimée.
Ella, tan sincera siempre... Le doy una sonrisa irónica y paso mi brazo por su hombro.
—Eres taaaaan buena amiga.
—Ay, que no te dé vergüenza, Aimée también habla de ti todo el día. —Se voltea a verla sonriendo y pregunta—: ¿Verdad que sí?
Ella no parece avergonzarse, por el contrario le da vuelta la situación.
—¿Por qué mejor no le cuentas lo que pasó con Elai en el pasillo? Seguro a Iván le encantará saberlo...
—Cállate... —murmura Lau, pero de inmediato se ríe— ¿Nos callamos todos y vamos a clase?
Las chicas entran, las iba a seguir pero alguien menciona mi nombre a mis espaldas y me doy media vuelta antes de cruzar la puerta.
Es Iván, y si vino hasta aquí es porque algo pasó.
—¿Tienes un minuto? ¿o ya llegué tarde? —pregunta buscando su teléfono para ver la hora.
Faltan diez minutos para que comience la clase aún, así que señalo el pequeño muro que hay en las ventanas y los dos nos sentamos allí.
Abro el tupper que me dejó mi mamá, saco un sándwich para mí y otro para él, y luego lo dejo a un lado.
—No sé cómo decirte... —murmura con sus ojos fijos en la comida.
—¿En qué problema te metiste ahora?
—En ninguno, te juro que yo no hice nada... —se defiende de antemano, generándome mucha curiosidad.
Se ve nervioso, casi que diría que tiene miedo.
—Dime...
—Primero prométeme que no te enojarás conmigo —me pide preocupado.
—No des más vueltas, pesado, no tengo mucho tiempo.
—Bueno... ayer salí a una fiesta en casa de un chico que conozco del fútbol. Fui un rato, pero me aburrí porque era toda gente de plata y no encajaba mucho.
Una fiesta un miércoles, solo él.
—¿Y entonces? —insisto perdiendo la paciencia, a Iván siempre tengo que apurarlo, porque si lo dejas contar un cuento completo te relata detalle por detalle yéndose de tema unas diez veces antes de llegar al punto.
—Estaba Martina.
—¿Y la viste con otro? Ya te dije que no me importa, está bien que haga su vida...
—No, no es eso. Es que se me tiró, muy, muy descaradamente. Pensé que era broma, te lo juro, pero la tipa te quiere joder; había al menos veinte tipos más en la fiesta, ¿y justo tenía que venir conmigo?
¿Me sorprendí? Realmente sí, no porque piense que Martina no sería capaz de eso, sino porque simplemente no me lo esperaba.
—¿Le dijiste que sí? —pregunto con calma, dándole una mordida más a mi sándwich.
—¿Cómo crees? ¡Claro que no! —se indigna como si lo hubiera insultado.
Tengo los sentimientos mezclados, por un lado me siento muy fastidiado de ella en todos los aspectos, quiero erradicarla de mi vida por completo y que se deje de querer llamar mi atención de formas tan ridículas, porque obviamente solo busca eso.
Por otro lado agradezco mucho que ella siga desencantándome, porque he pasado de amarla a odiarla, de odiarla a sentir dolor, y del dolor a la lástima en muy poco tiempo, porque eso es lo único que me está generando ahora, lástima y fastidio.
Me ayudó mucho a olvidarla el hecho de que haya cambiado tanto, y al mismo tiempo me da pena porque sé que ella antes no era esto.
—¿Entonces por qué crees que me molestaría?
—No lo sé, no me gustaría volver a verte así...
A Iván le cuesta bastante hablar de sentimientos, él tiene su masculinidad bien arraigada, no somos amigos de abrazos ni de decir te quiero, pero de todos modos sé que me quiere porque está implícito, somos como hermanos.
Él sabe que me costó mucho superar a Martina, y por eso no quiere que ahora me vuelva a afectar, después de todo estuvimos juntos más de un año, sería normal que aún la extrañe.
—Estoy bien, no te preocupes.
—¿Seguro? —cuestiona de forma dudosa, mira su sándwich y por fin le da una mordida.
—Si te gusta dile que sí, mi mente está en otro sitio ya.
—Nah, ni cerca. Sabes que me gustan más guerreritas.
Suelto una risa meneando la cabeza, podría perfectamente jugar una competencia con su hermana para ver quién tiene la lista más larga. Ganaría ella, obvio, pero si se lo dijera me golpearía.
—Ya me voy —me despido dándole un golpe en el hombro.
—No mojes tantas bragas, y si lo haces no olvides mencionar que tienes un amigo soltero.
—Sí, claro... —respondo con ironía alejándome sin mirar atrás.
Al entrar en la academia me siento un poquito más agobiado, porque Martina y sus amigas están hablando con Aimée. Estoy comenzando a sentirme acosado, como que ella se está metiendo en todos los aspectos de mi vida y yo no estoy haciendo nada al respecto.
Aimée se ve bastante incómoda, así que me veo en la necesidad de entrometerme sin pensarlo demasiado.
Al pasar a su lado engancho mi brazo en su cintura desde un lado y la arrastro conmigo sin demasiadas explicaciones.
—A clase, señorita —murmuro en su oído logrando que se ría mientras saluda con la mano a las chicas frente a ella.
—Que profesor tan responsable... —comenta con sus ojitos llenos de picardía— ¿Así buscas a todas tus alumnas para que vayan a clase?
—Pero... si tú eres mi única alumna —comento mostrándome confundido.
Ella eleva sus cejas recostándose contra la pared del pasillo haciendo que yo me detenga también.
—¿Y las otras chicas de la clase?
—¿Acaso hay otras chicas en la clase? —Apoyo mi brazo a uno de sus lados para estar más cerca.
Se ríe, me encanta la confianza, y cómo su timidez desaparece cuando estamos solos.
—Qué simpática tu mamá... —murmura en tonito burlón.
—Le hablé sobre ti... —confieso sin pena— Le dije que había una chica nueva que me preguntó si yo me quería acostar con ella, pero luego no quiso responder mis preguntas.
—Mentira... —murmura abriendo muy grandes sus ojos sorprendida.
—Soy un niño bueno, le cuento todo a mi mamá.
Ella también se ríe, estamos muy, muy cerca y no parece incómoda ni nerviosa. Creo que si la besara tampoco estaría desconforme, pero no quiero apresurar tanto las cosas porque siento que van al ritmo perfecto.
Irían aún mejor si no fuera por Martina.
—De verdad eres malo mintiendo... —Se pone de lado, apoyando un solo hombro en la pared para quedar frente a frente, a solo unos centímetros— Necesito pedirte algo... tal vez sea raro.
—Lo que quieras —aseguro permitiéndome perderme por un momento en sus ojos.
Gran trampa son sus ojos perfectos, como el cielo de un día soleado.
—Es qué... viste que estaba hablando con Martina, bueno, ella me trató super bien, que le encanta mi voz, que le encanta mi cabello, que le encanta mi ropa, pero... ella dice que no eres bueno para mí porque vas a lastimarme.
—¿Y tú le crees? —pregunto, dudoso, intentando no mostrar la molestia que me genera esa chica.
—Le dije que tal vez tenía razón —continúa, evitando mi pregunta y poniéndome un poco nervioso—. Ella parecía muy satisfecha con eso, así que siguió elogiándome y me invitó a su cumpleaños.
Espero a que continúe porque me quedó claro que no le gusta responder preguntas, de hecho nunca lo hace, solo las evita, me recuerda al principito.
—Me preguntaba si tú... ¿quieres ir conmigo?
Entiendo su pregunta, se supone que todos iremos, ya lo habíamos acordado, pero ella habla de otra cosa, que ya no sería colarnos en la fiesta por la puerta de atrás sino ir juntos, llegar juntos y entrar por la puerta principal, sin nada que ocultar.
¿Lo haré? Claro que lo haré, es momento de ponerle punto final al pasado. Y no lo haré como venganza, ni por remordimiento. Me he pasado estos meses cuidando de que ella no se entere de que salgo con otras chicas para no lastimarla, sentía que era mi responsabilidad cuidar sus sentimientos cuando en realidad ella se cagó en los míos, y lo sigue haciendo. No le importa hacerme pelear con mi mejor amigo, no le importa hacerle daño a personas que no conoce, no le importa nada.
Ya no hay nada que cuidar, hice lo correcto por todo el tiempo que pude, y fue suficiente para mí.
¿Aimée quiere ir conmigo a esa fiesta? Por supuesto que iré.
—¿A qué hora paso por ti? —cedo corriendo el cabello de su rostro y ganándome una sonrisa.
—Te avisaré. —Se aproxima muy lentamente, y justo cuando pienso que me va a besar se desvía a mi mejilla.
—Eso no se hace... —murmuro y ella se ríe— Como venganza te haré cantar primera otra vez, y una canción más difícil.
Ya se estaba yendo, pero en cuanto me escucha se voltea de inmediato con sus ojos el doble de grandes y carita de susto.
—No, por favor —suplica apoyando sus manos sobre mi pecho.
Al voltear quedó mas cerca que la vez anterior, tengo demasiadas ganas de besarla, pero el pasillo ya comenzó a llenarse de gente y tenemos varios espectadores.
—Sí, claro que sí —insisto, y con una última sonrisa me meto dentro del salón.
Ojos color sol, tenía esa canción guardada para más adelante, pero se necesita mucho aire y ella recién está comenzando. No es como que estuve buscando canciones que me hagan pensar en ella para que las cante, nada que ver, solo tengo un gran repertorio de mis canciones favoritas.
No la haré cantar primera otra vez, solo estaba bromeando. No tengo planeado eso para hoy y además tampoco quiero dejarla en evidencia con sus compañeros.
—Buenas tardes —saludo al entrar, siempre soy el primero en llegar pero hoy tuve varias distracciones—. Hoy voy a estar solo porque Juan no vendrá, tengo pensada una dinámica un poco mas divertida.
La observo atravesar la puerta en silencio y sentarse al lado de el mismo chico de las clases anteriores, ese que la mira como si fuera la última galletita del plato.
—Se van a separar en grupos de tres, y van a cantar para sus compañeros. Los que escuchan harán anotaciones de lo que creen que su compañero debería mejorar —comienzo a explicar, pero un murmullo generalizado no me permite continuar así que levanto un poco más la voz—. Sé que no son profesionales, pero a veces la crítica constructiva de una persona que no sabe tanto de técnicas puede ayudar a ver errores en otros aspectos que son igual de importantes que las técnicas.
—¿Se puede de a cuatro? —pregunta una de las chicas del fondo.
—No, porque eso dejaría un grupo de dos, están justos para hacer grupos de tres.
El murmullo regresa, pero es parte de la organización, cuesta algunos minutos pero finalmente todos tienen su grupo, así que les doy permiso para salir y buscar el lugar de la academia que más cómodo les quede, si todos cantaran aquí dentro sería un gran escándalo.
En cuanto me quedo solo busco mi cuaderno para seguir con la canción pero su vocecita me vuelve a interrumpir.
—Profe... ¿Me presta un lápiz? —pide dando un paso dentro del salón con las manos en su espalda.
—¿Qué me darás a cambio? —cuestiono poniéndome de pie con el lápiz en la mano.
—Que interesado... —murmura ella, y lo roba de mi mano— Te daré más de lo que esperas, pero en clase no, qué falta de respeto...
Niega con la cabeza indignada y luego suelta una risita antes de volver a desaparecer.
¿Qué quiso decir?
No tenía muchas ganas de ir a esa fiesta, pero ahora no puedo esperar a que sea mañana en la noche y por fin poder robarle un beso.
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Hola Pollitos 🐣
En el próximo capítulo nos vamos de fiesta con nuestros chicos.
Quiero aquí sus apuestas sobre lo que pasará:
Los quiero♥
Besos, mil besitos 💋
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