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Capítulo 2: Elai

ELAI

Ese mismo día, por la mañana...

Amo los lunes.

Esa es una frase que muy pocas personas son capaces de enunciar, pero luego de un sábado de excesos y fiestas, un domingo odiándome a mí mismo por auto obligarme a asistir a la estúpida gala con mis padres y soportar a los estúpidos hijos de sus amigos, ir a la universidad no suena nada mal.

Pero obviamente la universidad no me hace amar los lunes, eso sería ridículo; las clases se hacen medianamente soportables porque sé que a la tarde tengo clases en la academia.

Las clases de cine, esas sí me hacen amar los lunes.

—Buenos días, chiquito —saluda mi mamá apretándome la mejilla al pasar junto a mí en el desayuno, antes de ocupar su sitio.

—Buenos días, mamá —correspondo el saludo mostrando toda la cortesía de la que carezco, y solo finjo en su presencia.

—Sacaste nueve en Derecho comercial —me recuerda mi padre, quien ni siquiera me ha dado los buenos días.

—Lo sé... —murmuro agachando la mirada.

—Nueve no es diez, Elai. Si quieres ir a la LBS tienes que sacar solo diez.

Ese es el punto, me vale mierda la escuela de negocios en Londres, me vale mierda su empresa y me vale mierda el derecho comercial, pero no lo puedo decir, porque si dejo de sacar diez ya no podré ir a la academia.

—Una de las preguntas estaba mal formulada, no fue mi error; de todas formas, ya lo hablé con la profesora, me dará otro trabajo pequeño para que pueda llegar al diez.

—Lo subestimas, es mi hijo, puede resolver cualquier problema sin tu intervención —dice mi madre sonando muy arrogante.

En realidad, sí fue mi error; confundí en número de dos artículos y respondí mal, un error tonto que me costó tener que seducir a una profesora muy poco agraciada para que me ponga el diez de todos modos.

Con una cara bonita y una billetera sin límites puedes conseguir casi todo lo que se te pase por la mente.

Casi, porque he deseado algo que no puedo comprar por mucho, mucho tiempo. Algo que no me permito ni me permitiré tener. Pero mejor evitar los pensamientos melancólicos y negativos, hoy es lunes, no me voy a amargar yo mismo.

—¿Ya te vas? —pregunta mi mamá al ver que ni terminé el café.

—Sí, tengo prisa, necesito hacer unos planos en el lago antes de ir a la universidad. —Dejo un beso rápido en su mejilla y me apresuro a las escaleras para subir por mis cosas.

—Leandro te lleva —informa mi padre en cuanto bajo unos minutos después.

—Yo puedo conducir, papá —protesto sabiendo que no lograré nada.

—No debes hacer nada que otro pueda hacer por ti.

Sí, ya he oído eso, pero odio que un chofer sepa cada cosa que hago, por muy bien que me caiga Leandro, soy un chico que disfruta plenamente de la soledad y que amaría poder conducir su auto deportivo que jamás usa para ir a la universidad.

Leandro es mi chofer personal, un chico de apenas tres años más que yo que trabaja llevándome a los lugares para poder pagar la universidad de su hermanita. Un día intenté pagársela yo, me costó una semana sin ir a la academia porque según mi papá "los escalafones sociales existen para algo, si quiere dinero que trabaje".

Luego de eso nunca volví a intentar usar mi dinero para fines nobles, solo lo gasto en infinitas cosas que no necesito y que me hacen evadir la realidad por un momento.

—¿A dónde lo llevo? —pregunta con simpatía.

Odio su simpatía, solo es simpático conmigo porque su contrato se lo exige, o tal vez no, pero nunca lo sabré.

—Al lago —respondo con frialdad y de inmediato me pongo los auriculares para no tener que hablar con él de nuevo.

Nos toma exactamente tres de mis canciones favoritas llegar a destino, el cielo está absurdamente gris y eso es exactamente lo que necesito para mis tomas, solo espero que no llueva, no aún.

Cuando Leandro está rodeando el lago busco mi cámara y algunos lentes de enfoque manual para exterior que pienso que puedo llegar a necesitar y los meto en un estuche más pequeño.

—¿Me puedes conseguir un mocaccino mientras termino? —le pido a Leandro antes de bajar.

No necesito un café ahora, pero me incomoda que me esté observando mientras grabo, así que prefiero que se vaya y luego pase por mí.

—Claro —responde con una sonrisa— ¿Quiere algo para comer también?

No es como si pudiera negarse, sabe que aunque lo pida como un favor es una orden, solo que no me llevo bien con esa forma de vincularme con los empleados.

Busco dinero en mi billetera y se lo doy estirando mi mano hacia la parte de adelante del auto.

—No, solo eso. Compra lo que quieras para desayunar tú también.

Antes de que se niegue como es costumbre, me bajo del auto y cierro la puerta.

En cuanto se aleja me quito los zapatos y los calcetines, los arrojo a un lado para luego subirme el pantalón hasta las rodillas de forma apresurada. La mañana está muy húmeda, al igual que la arena que rodea al lago.

En cuanto mis pies hacen contacto con el agua helada la piel se me eriza, pero amo por completo esa sensación, el agua fría, el aire frío, dan una sensación de libertad que pocas cosas pueden hacerte experimentar.

Las tomas quedan mejor de lo que había imaginado, es el día perfecto, el clima tal cual se había desarrollado en la escena que creé en mi mente. Es justo cuando termino y estoy quitando el lente para guardarlo que una voz que conozco bien hace que me sobresalte.

—Te vas a enfermar —asegura fijándose en mis pies sumergidos en el agua helada.

—¿Y a ti qué? —le respondo con una mirada distante.

Laura rueda los ojos como si cualquier cosa que yo pudiera decir le importara una mierda.

—Cuando vayas por la vida chorreando mocos me voy a burlar de ti.

—Ajá —murmuro, desinteresado, mientras guardo la cámara en el bolso nuevamente.

—¿Qué haces aquí a esta hora? —chismosea sonando casual.

—Vine a jugar golf, ¿qué no ves? —Señalo el bolso en el que acabo de guardar la cámara y ella se ríe— ¿Qué haces tú aquí? ¿Me estás siguiendo? ¿Estás secretamente enamorada de mí?

Me cae bien, pero así nos llevamos, como si nos odiáramos cuando los dos sabemos que no.

—Claro que sí, de hecho, vine aquí a planificar nuestra boda, estuve tomando algunas medidas y unas cien personas entrarían bien en la zona de pradera de allí. —Señala hacia atrás y luego vuelve a posar sus enormes ojos en mí— Seguro tú prefieres rentar un castillo, pero a mí me va más la naturaleza y si te vas a casar conmigo es mejor que sepas que yo tomo todas las decisiones.

Es completamente involuntario, pero logró que me ría.

—Lamento romper tus ilusiones, pero no me caso contigo ni aunque fueras la última mujer en la tierra.

—Eso dicen todos, pero ¿Sabes quién termina rompiendo corazones al final?

Vuelvo a reír, esta vez con más fuerza.

—Déjame adivinar... Tú no.

—No tientes al destino, Elai... —me provoca conteniendo una sonrisa.

—No me has dicho qué haces aquí, voy a terminar pensando que de verdad me persigues —digo regresando al tema anterior y evitando por completo su insinuación.

No creo para nada en ningún tipo de amor, nunca he amado a nadie más que a mí mismo, pero las chicas como Laura me dan mucho morbo. Chicas de barrio, sencillas, humildes y con el carácter bien fuerte, son mi punto débil, pero el interés desaparece luego de algunas noches; mi papá dice que necesito una novia de nuestro nivel y luego puedo tener todas las aventuras que quiera con chicas pobres.

Prácticamente me dijo que engaña a mi mamá con la mucama, pero eso ni siquiera me sorprendió, seguro ella lo engaña con su chofer.

Y luego por qué uno no cree en el amor...

De todos modos nunca he querido una novia, me estresa lo suficiente tener que andar aparentando cosas frente a mis padres como para también tener que hacerlo con una chica.

—Me gusta venir aquí —confiesa ella luego de algunos segundos de silencio—, sobre todo a la mañana cuando la niebla hace que la isla se vea tenebrosa. Siempre he querido ir, pero nunca he tenido cómo.

Hay una muy pequeña isla en medio del lago, no tiene casi nada, solo un pequeño bosque demasiado espeso y arena por montones. Aunque la vista de la ciudad desde allí es hermosa por la noche.

—He ido algunas veces, no es la gran cosa.

—Uy, disculpe señor, olvidaba sus millones, de seguro fue incontables veces en su propio bote.

Suelto una carcajada, pero no por su ironía, si no por el hecho de que piensa que un bote es algo que solo los ricos pueden tener. Ni loco me subo a un bote, los remos no me gustan.

—Un yate pequeño, te invito cuando quieras, pero me deberás un favor —insinúo sentándome en el suelo para ponerme los calcetines nuevamente.

En realidad sí quiero pedirle algo, pero no he encontrado el modo porque no tenemos tanta confianza, solo la conozco de la academia, hemos hablado pocas veces y siempre en este plan, como que nos odiamos pero en realidad es que nos tenemos ganas.

—He hecho muchas cosas en mi vida, pero aún no cruzo el límite de prostituirme por un paseo en yate, no sé con qué chicas acostumbras tratar... —Su respuesta es muy arrogante, lo que me hace remorderme interiormente.

—No te iba a pedir eso, no te sobreestimes Laurita —respondo con la misma arrogancia.

—¿Qué quieres? —busca saber con un poco de curiosidad reluciendo en su mirada.

—Quiero que seas la protagonista de mi cortometraje.

Su respuesta es una sonora risa seguida de una negación rotunda.

—Ni lo sueñes.

No dejaré de insistir, ella sería mi Aurora perfecta, le falta un poquito de estilo, pero eso se arregla fácil.

—¿Por qué no se lo pides a Martu? —dice mencionando su nombre con un tono de voz fino y cargado de ironía— Seguro no tiene problema en aceptar un par de besos como paga.

Martina es una chica que iba al colegio conmigo, y también va a la academia a estudiar danzas, como Laura. No diría que es mi amiga, no creo en eso, pero sí frecuenta mi círculo social.

—Suenas muy celosa... al menos disimula.

—No soy celosa, Elai; es solo que no me junto con niños de papi como tú.

Agh, que resentida. No es mi culpa tener dinero, así nací, y tampoco es mi culpa que ella no lo tenga.

Nuestra conversación es interrumpida por gruesas gotas de lluvia que inesperadamente comienzan a caer del cielo con mucha fuerza, miro hacia atrás y para mi suerte Leandro ya regresó y está esperando en el auto por mí.

—¡Mierda! —maldice Laura con furia, poniéndose la capucha de la sudadera y ocupándose de meter su negro cabello dentro— ¿Quién me manda a venir aquí cuando era obvio que iba a llover? Ahora me pasaré el día entero mojada.

—¿Te vas en taxi? —curioseo calzando rápido el último zapato para por fin ponerme de pie.

Ella suelta una risa y se aleja caminando a paso rápido.

—¡Claro, en taxi! —la oigo comentar con sarcasmo— Adiós, Elai.

Meh, que se pudra.

Corro hasta el auto y el calor de la calefacción me invade en cuanto abro la puerta, odio respirar aire caliente pero más odio tener que saludar a alguien si nuestros autos se cruzan así que siempre llevo las ventanas cerradas.

Leandro me da el mocaccino que le pedí y el dinero que le sobró porque evidentemente no compró nada para él, le agradezco cortésmente y regreso la mirada a Laura, que ya va bastante lejos pero la lluvia cada vez cae con más fuerza.

El lago queda justo al medio de la ciudad, y ella debe vivir en la periferia. No creo que el colegio al que va quede en el centro, sino más bien en su barrio así que debe tener al menos diez cuadras de caminata bajo la lluvia.

No puedo ser tan cabrón, un restito de humanidad debe quedar en mí.

—Alcánzala —le digo a Leandro—, rápido.

Puedo ver su sonrisa a través del espejo retrovisor y me fastidia, odio no poder disfrutar de mi soledad nunca y que tenga que saber cada cosa que hago.

Detiene el auto unos metros más adelante y abro la puerta cortándole el paso con ella en la acera.

—Sube, te llevo.

No lo duda ni un segundo, pensé que se haría la orgullosa pero tonta no es.

—En realidad me lleva Lean, y a ti también —responde acomodándose con confianza en el asiento de mi BMW.

—Te lleva "Lean" porque yo se lo digo —respondo imitando su voz al mencionar el nombre— ¿Se conocen?

Es obvio que sí, pero igual lo pregunto.

—De maravilla —asegura en un tonito pícaro que me fastidia muchísimo y un momento después se pone de pie metiéndose entre los dos asientos de adelante para darle un beso en la mejilla como saludo.

¿Le miré el trasero? Claro que sí, prácticamente me lo puso en la cara, además tampoco es como si no se lo hubiese mirado antes.

—Toma —le digo poniendo el mocaccino en su mano de forma un poco grosera—, si te enfermas no me sirves.

—No saldré en tu videíto, no fastidies —reniega pero acepta el café.

La expresión en su rostro en cuanto la bebida toca sus labios fue digna de un primer plano en full HD con foco en sus ojos.

—¿Qué es esta cosa? —cuestiona maravillada dejando que la crema manche sus labios.

Muy cliché sería limpiárselos con el pulgar, pero odio lo evidente y voy a evitar tocarla mientras no sea necesario. Si me acuesto con ella y luego ya no me gusta arruinaría mi cortometraje, necesito idealizarla por un lapso más de tiempo para que mis planos sean perfectamente artísticos e inspirados.

Luego de la grabación nos sacamos las ganas y a otra cosa mariposa.

La consecuencia de que no le limpié la boca casi que fue una erección, porque un segundo después saca su lengua y la pasa por sus labios tan lenta y tortuosamente que me tiene mirándola fijo por varios segundos como un imbécil.

Su pequeña risa luego de eso me indica que lo hizo a propósito, la chica sabe cómo jugar.

—Mocaccino —responde Leandro al notar mi prolongado silencio.

—¡Lo amo! —exclama ella extasiada— ¿Cuánto cuesta esta cosa?

—Como diez dólares —digo con desinterés.

Me incomoda el hecho de que se conozcan, así que voy a llevar la conversación hacia donde me interesa llevarla.

—Demasiado para un café, sale diez centavos el sobrecito —comenta como si yo fuera un idiota por gastar diez dólares en un simple café.

La verdad es que sé que es caro, en las cafeterías más populares suelen costar menos de la mitad, pero en esa cafetería en particular es que me gustan y lo puedo pagar, así que no le veo el drama.

—¿Ya me dirás que sí? —insisto con desgano.

—Que directo, pero va ¿me quito la ropa aquí o quieres esperar a que estemos solos?

S'il te plait, depuis que je t'ai vu, je savais que tu serais ma parfaite Aurora —le vuelvo a pedir, en francés porque por algún motivo a las chicas les gusta eso— Nous parlerons de retirer vos vêtements plus tard.

—La tuya por si acaso —responde con sus ojos llenos de burla.

Okay, debo aceptar que no es una chica como todas.

—Te lo puedo pedir en alemán también o en inglés, necesito que tú seas Aurora, ella es tú, nadie más puede hacerla.

—La respuesta vendrá en español siempre, y será: NO.

Al parecer llegamos a su colegio, porque Leandro se detuvo y ella abrió la puerta así sin más. Las miradas de varios curiosos están sobre mi auto, curioseando quién viene dentro y murmurando por lo bajo.

—Gracias por el cafecito, te veo en la tarde para seguirte rechazando. —Me lanza un beso con la mano y cierra la puerta sin dejarme responder.

No estoy acostumbrado a recibir respuestas negativas, así que no dejaré esto así como así, llámenme caprichoso, pero cuando quiero algo lo consigo, siempre. 

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Maratón 2/4, no olvides votar y sigue bajando♥ 

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