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El Príncipe, la Vidente y el Armario


Una exhausta mujer estaba sentada sobre el parapeto de la torre de astronomía, su silueta perfilada contra el cielo que se iluminaba lentamente. El cigarrillo encendido entre sus labios emitía un suave y cálido resplandor que contrastaba con la débil luz del sol naciente. Mechones de cabello castaño caían sueltos sobre su rostro, sucios, grasientos, toda su apariencia mostraba las marcas de pasadas noches de insomnio tratando de llevar a cabo el milagro de hacer una poción imposible.

El hombre la miró desde el suelo donde estaba sentado, con la espalda apoyada contra la pared de piedra del parapeto. Exhaló y se elevaron volutas de humo, envolviendo el rostro ojeroso de la mujer.

—Te ves hermosa — susurró, su voz áspera por la constante inhalación de vapores alquímicos.

—Eres un mentiroso — se rió ella.

El profesor Severus Snape mantuvo su intensa mirada sobre Laurel, sintiendo el peso de sus palabras. De hecho, sí que era un mentiroso. Dio otra calada a su cigarrillo, deseando poder tener la fuerza para decirle cuánto temía perderla, cuánto temía al futuro. Nunca pensó en sí mismo como un cobarde y sin embargo...

—Estoy muerta, Sev. ¿Cuánto llevamos sin dormir?

—Casi treinta y dos horas — Contestó él, dirigiendo su mirada hacia el leve resplandor dorado del amanecer.

—No he tenido tiempo de revisar los deberes finales, pero creo que si me esfuerzo un poco más...

—Olvídate de ellos. Ve a dormir. Los calificaré durante los descansos de clase.

Severus buscó algo entre su túnica y sacó una pequeña ampolleta de un líquido oscuro. Al ver esto, Laurel arrugó el entrecejo:

—Ehh, tomar la poción de Ojos Abiertos tan seguido como lo haces es dañino. Deberías dormir.

—Y fumar es saludable, ¿verdad?

—No lo es, tienes razón — dijo con una sonrisa culpable. — Pero no es nada comparado con...

—No juegues esa carta, Laurie. Soy un mago, nuestra esperanza de vida es mucho más larga en comparación con los muggles —. Severus hizo una pausa, su rostro repentinamente se oscureció. — Somos inmunes a la mayoría de las enfermedades mundanas y podemos crear curas...

—¿Cuánto tiempo más larga? — interrumpió Laurel.

—Dos veces, tal vez tres veces más —. El mago miró a la mujer con un brillo en los ojos, los labios hacia abajo.

Muerte

El inefable estigma que acechaba su vida.

Se quedaron en silencio. Laurel tomó una bocanada profunda y lenta de humo, mirando a los ojos oscuros de su amado. El amanecer continuó su ascenso, pintando el mundo en un tapiz de colores.

—Te diré qué, lo voy a dejar ahora mismo, aquí mismo, si tomas una siesta. Todavía tienes tres horas hasta que comience la primera hora de clase.

Severus rió, limpiándose la humedad de su ojo con la mano.

—¿Tienes un reloj despertador contigo o algo así?

—Te despertaré — le aseguró Laurel al ver la burla de incredulidad en su rostro. — Lo prometo.

Severus suavizó su expresión y asintió solemnemente. Al unísono, la mujer y el profesor apagaron los cigarrillos contra la cornisa de piedra y Laurel descendió del parapeto, sentándose a su lado.

—¿No prefieres volver a la habitación?

—Estoy a gusto aquí —susurró él, apoyando la cabeza en las piernas extendidas de Laurel, su cuerpo estirándose en el piso de piedra. —No creo tener la fuerza para volver a las mazmorras. Maldito sea Lupin, no puedo creer que esté haciendo todo esto por él.

—Pero no lo haces por él. Lo haces por mí.

—¿Cómo?

Laurel sonrió y comenzó a jugar con su cabello, sabiendo que pronto sucumbiría a la calma.

—Esta poción dará una justificación para mi existencia en el mundo mágico. Sé quién soy, Sev. Sé que a los ojos de muchos magos apenas soy subhumana. Esta poción probará que al menos tengo alguna utilidad.

—Esta poción demostrará que eres una de las personas más brillantes, amables y trabajadoras que existen, Laurel. No necesitas justificar estar aquí, en mi mundo. — Severus tomó su mano y la besó con ternura. — No te conocí en las mejores circunstancias, pero, sin embargo, no podría estar lo suficientemente agradecido.

Laurel se sonrojó, se inclinó y le dio un beso en la frente.

"Duerme, Sev".

Sus ojos se perdieron en el vasto cielo, en las estrellas borrosas, en la tenue luna creciente. El silencio era interrumpido solo por el suave susurro de sus túnicas y el lejano canto de los gallos. Mientras los rayos del sol extendían su gentil abrazo, Severus se dio cuenta de que la torre de astronomía podría ser uno de sus lugares favoritos en Hogwarts.

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Harmonia Nectere Passus

Harmonia Nectere Passus

Harmonia Nectere Passus!

La espeluznante entonación de Draco resonó a través de la Sala de las Cosas Escondidas, su varita en alto y sus ojos mirando el enorme armario evanescente. La madera oscura brillaba, luces parpadeaban dentro del mueble.

Abrió la pesada puerta y entró. La oscuridad lo envolvió. Movimiento, sombras, ruido. Un segundo después, alguien lo llamó por su nombre.

—¿Señor Malfoy?

El chirrido de las bisagras y la repentina luminosidad de la luz solar entrando por las ventanas de Borgin y Burkes lo aturdió. Frente a él, el encorvado dueño arqueaba una ceja y movía los carrillos en señal de sorpresa.

—Lo logré —tartamudeó Draco, mirando en todas las direcciones de la polvorienta tienda.

—Más que eso, ha logrado una hazaña maravillosa, Señor Malfoy. — dijo el señor Borgin con enfermiza adulación. — ¿Deberíamos, tal vez, esperar unos días e intentarlo un par de veces más? Hay que asegurarse de que el artículo esté en óptimas condiciones para tan importante..."

El muchacho ignoró por completo la voz parlanchina del viejo. Su corazón empezó a palpitar desesperadamente. Sintió como la adrenalina empezaba a recorrerle el cuerpo en un subidón incontrolable. No había vuelta atrás, podía sentirlo. Hoy era el día.

Levantó la manga de su túnica y rozó tembloroso la marca tenebrosa con su varita. Luego volvió su vista al viejo encorvado que parecía haberse quedado petrificado ante el gesto del chico.

—Vendrán pronto —le espetó Draco. —Dígales que esperen aquí hasta el momento propicio. Yo les avisaré.

Y sin decir más, Draco se agazapó nuevamente dentro del armario, cerrando la pesada puerta de un golpazo.

A pesar del intenso miedo que sentía en el fondo, Draco no pudo evitar soltar un rugido de júbilo al encontrarse nuevamente en La Sala de los Menesteres.

—¡SÍ! ¡SÍ! ¡YA ESTÁ HECHO! — Gritó mientras saltaba del armario.

—¿Quién anda ahí?

El repentino y fugaz sentimiento de alegría pronto fue reemplazado por una abrumadora sensación de temor. Alguien había entrado en la Sala de las Cosas Ocultas durante su breve ausencia.

Rápido como un rayo, arrojó un puñado de polvo de oscuridad peruano y apuntó ciegamente con su varita a la fuente de la voz.

La profesora Trelawney fue expulsada de la Sala de los Menesteres a toda fuerza.

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—Mira, Hermione, puedo decir que no es una chica. Puedo decirlo.

—¿Bueno, por qué no? ¡Harry, no hay príncipes reales en el mundo mágico! Es un apodo, un título inventado que alguien se ha dado a sí mismo, o podría ser su nombre real, ¿no? ¡Escucha! Si, digamos, su padre era un mago cuyo apellido era Prince, y su madre era una muggle, ¡entonces eso la convertiría en un "Prince mestizo" o dicho de otro modo para despistar, en un "Príncipe mestizo"!

—Ella puede tener razón, Harry. — dijo Ron ansioso, sus ojos buscando el favor de Hermione y ella le sonrió.

—Entiendo tu teoría, sí — dijo Harry arrastrando las palabras. — ¡Pero siento que el Príncipe es un tipo! Esta Eileen Prince no tiene nada que ver con eso.

—La verdad es que no crees que una chica hubiera sido lo suficientemente inteligente —dijo Hermione enojada.

—¿Cómo puedo haber sido amigo tuyo durante cinco años y no pensar que las chicas son inteligentes?

Ahí estaba Hermione otra vez. Desde el ataque de Sectumsempra a Malfoy, se empeñó en averiguar quién era el Príncipe Mestizo. Esto, por supuesto, significaba que pasaba sus días en la biblioteca.

—Hay otra cosa —. Hermione señaló la foto en blanco y negro. —El colgante. La asistente de Snape tiene el mismo. Me dijo que lo compró en una tienda de antigüedades, pero es demasiada casualidad.

—¡Caray! ¡Tienes razón! — Ron miró la foto con incredulidad.

—Pero ella no tiene habilidad mágica, no sé cómo se puede relacionar todo esto. No tiene sentido para mí —. Harry negó con la cabeza. — Tal vez es solo una baratija que encontró en el Callejón Diagon.

—Simplemente no quieres verlo, Harry. ¿Sabes qué? Volveré a la biblioteca y averiguaré todo lo que pueda sobre Eileen Prince.

—Diviértete— dijo Harry irritado.

—¡Lo haré! — le gritó Hermione, mientras salía de la sala común de Gryffindor —¡Y el primer lugar donde miraré son los registros de los antiguos premios de Pociones!

Harry frunció el ceño tras ella por un momento, luego continuó contemplando el pergamino en blanco frente a él, esperando algo de inspiración para comenzar con su tarea de Pociones. ¡Cómo echaba de menos la ayuda del Príncipe! Después del incidente con Malfoy, había escondido el libro en la Sala de los Menesteres. Harry estaba seguro de que Snape aún no había perdido la esperanza de poner sus manos en el libro del Príncipe, y estaba decidido a dejarlo donde estaba mientras Snape permanecía alerta.

—Es solo que ella no ha superado que te vaya mejor en Pociones —dijo Ron,

Ella puede tener razón, Harry. – Harry se burló, imitando la voz zalamera de Ron.

—No te enojes, Harry, estoy tratando de quedar bien con ella después de todo el lío con Lavender. No puedes culparme por intentar ser amable con Hermione.

—No, tienes razón, amigo. Es sólo que me siento a la defensiva del Príncipe Mestizo. No creerás que estoy loco por querer recuperar ese libro, ¿verdad?

—Por supuesto que no. —afirmó Ron rotundamente. — Era un genio, el Príncipe. En fin... sin su apunte del bezoar... —Se pasó el dedo significativamente por su propia garganta. — No estaría aquí para discutirlo, ¿verdad? Quiero decir, no estoy diciendo que ese hechizo que usaste con Malfoy fuera la hostia.

—Ni yo — dijo Harry rápidamente.

—Pero ya se mejoró, ¿no? Volvió a estar de pie en poco tiempo.

—Sí —. La conciencia de Harry se retorció ligeramente. — Gracias a Snape...

—¿Todavía tienes castigo con Snape hoy?

—No, la última vez que estuve en su oficina parecía muy ajetreado. Está trabajando en esa poción para Lupin. Prácticamente me echó fuera.

—Vaya, nunca pensé que Snape se perdería una oportunidad de torturarte.

—Está actuando raro últimamente. Esa vez en la enfermería, nunca lo había escuchado hablarle tan duramente a Dumbledore.

—Es por esa chica, la asistente. El grasoso murciélago finalmente encontró quién lo besuqueara. ¡Es tan rara!

—Están tramando algo, toda esa pantalla de la cura del hombre lobo es sólo una distracción para Dumbledore...

Harry fue interrumpido de sus suposiciones por la aparición a su lado de Jimmy Peakes, el golpeador del equipo de quidditch de Gryffindor, que sostenía un pergamino.

—Gracias, Jimmy... ¡Oye, es de Dumbledore! — dijo Harry emocionado, desenrollando el pergamino y escaneándolo. — ¡Quiere que vaya a su oficina lo más rápido que pueda!

—¿Crees que ha encontrado un Horrocrux?

Ambos chicos se miraron el uno al otro extasiados.

—Mejor ir a ver ¿no? — Harry se puso de pie de un salto.

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—¡Está abierto! ¡Entre, por favor!

—Buenas tardes, señorita Noel. Espero no interrumpir.

Laurel levantó la vista del embudo de condensación en el que se filtraba un líquido carmesí. Parpadeó un par de veces, sus ojos estaban cansados por la tenue luz de las velas y las noches de insomnio. Le tomó un par de segundos darse cuenta de que la señorita Granger estaba parada en la puerta de la oficina de Snape.

—Para nada, señorita Granger —dijo Laurel con un ligero temblor en la voz al sospechar el motivo de la visita de Hermione. — ¿En qué puedo ayudarte? Me temo que el Profesor Snape no está aquí en este momento.

—Ah, bueno, mejor aún —. Hermione dejó escapar un suspiro de alivio y cerró la puerta detrás de ella.

La joven bruja acercó una silla frente a la mesa de trabajo de mármol y se sentó frente a Laurel. Ella no dijo nada, simplemente le deslizó a la mujer una página de periódico arrugada y gastada.

Laurel miró fijamente el artículo: las palabras, al principio borrosas y abarrotadas, poco a poco empezaron a tener sentido.

Escándalo en la deshonrada Mansión Prince

...El miembro más joven y única superviviente del clan Prince, Eileen Snape (de soltera Prince) no pudo contener las lágrimas cuando se le negó el acceso al funeral de su difunto padre, el magnate Vespertilius Prince...

Prince, fallecido el pasado domingo, ha dejado todos sus ruinosos bienes a una prima lejana, Madame Elisabeta Dragós, quien ha aceptado reaciamente a hacerse cargo de los arreglos funerarios del anciano a cambio de la deteriorada propiedad ubicada en Nottingham...

De acuerdo a la última voluntad del magnate, su única hija Eileen, será privada de cualquier beneficio debido al escándalo suscitado por su fuga con un Muggle, Tobías Snape...

"No me importa el dinero, tan sólo quiero despedirme". — Fueron las palabras de la joven en frente de las rejas de la mansión Prince...

Laurel pudo sentir como sus ojos empezaron a arder y tuvo que hacer un gran esfuerzo para tragarse el nudo en la garganta.

—Hermione...

—Harry encontró el libro en el gabinete del aula de pociones. El profesor Snape debió haberlo olvidado allí por accidente.

—Me gustaría poder tener aunque sea la mitad de tu cerebro, Hermione, de verdad —. Laurel recogió el papel gastado, releyéndolo, sintiendo lejanas emociones agridulces.

—Usted y el profesor Snape son muy cercanos.

La mujer sonrió tímidamente y sus mejillas se sonrojaron.

—Eso es... un tema privado.

—Entiendo —. El rostro de Hermione enrojeció también. —Yo... no mencionaré nada por supuesto...

—Ambas sabemos que informarás a tus amigos. Sólo les ruego que esto no llegue a oídos del Profesor Snape. Si se entera de que alguno de ustedes sabe tantas cosas personales...

—Me aseguraré de que él nunca descubra que lo sabemos... — Hermione se detuvo en seco. —De que yo sé todo esto. No le diré nada a mis amigos.

—Te lo agradeceré profundamente, Hermione —. Laurel se puso de pie lentamente, le dolía la espalda por haber estado encorvada muchas horas. — Ahora en cuanto al libro, lo mejor es devolverlo.

—Harry lo ha escondido en la Sala de los Menesteres, en la Sala de las Cosas Escondidas. No creo poder encontrarlo.

—Está bien. Seguro que Harry ha aprendido su lección y no intentará usar otro hechizo desconocido —. Laurel suspiró y se restregó los ojos con cansancio.

—Señorita Noel, puedo preguntar... Después de conocer el tipo de maleficios que él es capaz de inventar... ¿Confía plenamente en el profesor Snape?

La Akardos sonrió y asintió enérgicamente.

—Por supuesto que confío en él, Hermione.

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—¿CÓMO?... ¿CÓMO —AHHH —TE ATRÉVES?

El horrible chillido de la profesora Trelawney hizo que Harry corriera hacia allí, con la varita preparada, se lanzó hacia una esquina y vio a la frágil bruja tirada en el suelo, con la cabeza cubierta con uno de sus muchos chales y varias botellas de jerez tiradas a su lado, una de ellas rota.

—¿Qué le pasó profesora? — Harry miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaban en el séptimo piso, justo frente al tapiz de Barnabás el Chiflado. – ¿Estaba intentando entrar a la Sala de los Menesteres?

—Yo... Bueno... No sabía que los estudiantes sabían sobre...

—No todos lo hacen —. Intervino Harry. —Pero ¿qué fue lo que le pasó? Gritó, parecía como si estuviera herida.

—Ehh... —La profesora Trelawney se puso de pie trabajosamente con la ayuda del muchacho —. Intentaba guardar algunas cosas —. Recogió a toda prisa las botellas del suelo — Pero ya había alguien allí adentro.

—¿Alguien?

—Sí, pude oírlo. Estaba celebrando

—¿Celebrando?

—Sí. — La profesora Trelawney se quedó mirando la pared de piedra pensativa. — Parecía muy feliz.

—Pero eso no es posible, profesora. Una vez que alguien está dentro, nadie más puede entrar

—Sin embargo, sucedió. — La voz de Trelawney adquirió un tono místico. — La voz del hombre se reía, gritaba y luego todo se oscureció. Fui lanzada de cabeza por la puerta.

Harry sabía quién era. Por fin tenía un testigo. Miró a la bruja y dijo con toda seriedad:

—Creo que será mejor que se lo diga al profesor Dumbledore.

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