Epílogo
Cid era una criatura milenaria y su larga vida había sido marcada por cuatro acontecimientos distintos: su conversión como vampiro, la muerte de su rey suevo, el abandonó de Albafica y su salvación gracias a Sísifo.
Respecto a sus primeros amores, del primero había aprendido a no guardar sus sentimientos, y del segundo que el amor no era para siempre, o al menos eso creyó hasta que Sísifo lo hizo creer lo contrario.
Porque habían pasado más de 250 desde la muerte del domador rubio y ahí estaba de nuevo, como cada año durante su aniversario luctuoso, visitando el lugar donde lo había enterrado a la mitad de la fría noche, con su corazón latiendo emocionado como hacía cada que pensaba en él, en sus cabellos rubios y lacios, en su dulce mirada azulada y en su sonrisa amplia y bondadosa.
Ya no era el mismo lugar tranquilo donde le había dado sepultura para su descanso pues debido al crecimiento de la ciudad durante los años los alrededores del río fueron urbanizados, y aunque le molestaba pensar que ya no era un lugar tranquilo para descansar o que alguien hubiese removido sus restos durante alguna construcción lo dejaba pasar.
Después de todo así era la vida, las cosas a veces no salen como se esperan y Cid tuvo que acoplarse a los cambios de esta.
Era eso o dejarse caer, y en honor a su amado de belleza celestial no podía hacerlo.
Gracias a Sísifo buscó la forma en la que su vida eterna no fuera una maldición. Siguió alimentándose unicamente de maleantes porque así se lo dictaba su moral, pero para aliviar aún más su dolor trató de contribuir con algo más al mundo, así que donaba su riqueza inagotable a organizaciones que apoyaban a los más necesitados, a los desamparados, para que la vida fuera menos dura con ellos. Siempre prefirió ser un espectador entre la sombras, pero se permitió impactar la vida de otros de manera positiva con esas acciones discretas y moderadas, y quizás esos actos de buena fe le darían la salvación de su alma, la que tanto deseaba para ascender al cielo y reencontrarse con Sísifo.
Y aunque a veces sufría por la soledad, no se atrevió a enamorarse de nadie más. De vez en cuando acompañaba a algún caminante solitario, que estaba dispuesto a contarle su historia a la cual escuchaba atentamente antes de darle un consejo, a veces frecuentaba a otros que tenían personalidades animadas y positivas, que al igual que Sísifo, le recordaban que valía la pena estar ahí, pero nunca volvió a enamorarse de nadie más.
Jamás había amado tanto como lo hizo con el domador, y aunque su amor fue algo fugaz, lo había marcado de manera positiva para toda la vida.
No había día que no pensara en él, lo seguía amando tanto como en aquella vez y su amor por Sísifo sería tan eterno como su vida lo fuera; después de todo habían jurado ser uno para siempre.
-Me he puesto lindo para ti. -Pronunció debajo de un poste de luz donde había guardado sus restos, viéndose como un humano más, bien vestido con su inseparable abrigo negro, al estar recién alimentado, como siempre hacia antes de cada encuentro con el domador, al que no le importaba que apariencia tuviera, le amaba de todas formas.
-Siempre es triste recordar tu muerte, recordar el día que te perdí, el día en el que no pude salvarte... -Guardó silencio antes de que se dibujara una pequeña sonrisa de lado en su rostro, como las que Sísifo en un inicio odió pero que al final terminó adorando. -Pero también me recuerda el día en el que tú me salvaste a mi gracias a tu amor sincero y con cada aniversario, aunque no se cuanto tiempo falte, se que definitivamente falta menos para nuestro reencuentro.
Suspiró largamente apoyado sobre su mano en su espalda baja contra el poste, guardando un minuto de silencio en su honor, el cual fue interrumpido por el llanto de un niño que se coló por su sentido.
Era demasiado tarde para que hubiera un menor solo en las calles, vulnerable a los peligros, así que siguió el llanto, encontrándose con un pequeño rubio que lloraba sobre una banqueta no muy lejos de donde estaba.
Aunque Cid fuera una criatura milenaria su experiencia con los niños era mínima y esta se notó cuando le habló al pequeño con su voz fría y sería. -Niño... ¿Estás perdido?
El pequeño alzó la vista, mirando a aquel extraño peculiar, escudriñandolo con sus ojos verdes y echándose a llorar de nuevo al percatarse que le faltaba un brazo.
Cid torsió los labios con molestia pero después suspiró, invocando su paciencia antes de extender su mano cubierta por un guante al pequeño. -Anda... Te llevaré a casa.
El pequeño observó sus ojos violetas y cuando estos destellaron de pronto dejó de llorar y se puso de pie, caminando con el pelinegro alto, sujetando su mano, quien solo estaba siguiendo el aroma del rastro del niño para regresarlo por donde había venido, esperando que eso funcionara, pero mientras caminaban juntos por las calles, se percató que alguien corría desesperadamente hacia ellos.
-¡Aioria!
El pequeño rubio fue abrazado rápidamente por un joven más grande, un adolescente quien sintió que el alma regresaba a su cuerpo una vez que dio con el mencionado. Era una versión muy parecida al pequeño, solo que con su cabello castaño oscuro ondulado, ojos color aguamarinos y piel ligeramente acanelada.
-¿Estás bien, hermano? -Preguntó el mayor mientras acariciaba su rostro y verificaba con la mirada que no tuviera ningún rasguño y de ser posible contaría todos sus cabellos para asegurarse que ninguno de ellos faltara.
El pequeño asintió con una sonrisa. -El señor me ayudó.
Los dos jóvenes voltearon a ver a Cid en ese momento, pero este se había paralizado ante la presencia del hermano mayor, completamente asombrado pues ese joven tenía un aroma bastante peculiar, conteniendo el aliento al ver su rostro.
-Gracias por ayudar a mi hermanito. -Sin embargo ambos jóvenes comenzaron a asustarse ante la mirada perpleja del pelinegro, quien seguía anonadado.
¿Cómo no estarlo si ese joven tenía el mismo aroma y las mismas facciones de su amado domador ? Simplemente no podía creerlo ni mucho menos entenderlo, pero no tenía duda, era el mismo que no había vuelto a buscar, pero que sin duda nunca olvidaría, y el mismo rostro; las mismas cejas, la misma nariz, las mismas pestañas largas y los mismas mejillas y labios con los que soñaba en todo momento.
-¿Se encuentra bien?
El corazón de Cid latía como locomotora, cayendo en cuenta de su estupor cuando los pequeños le miraron con preocupación. -Si... Estoy bien. -Dio un paso hacia atrás, el aroma de su cuello era delicioso y sobrecogedor y comenzó a despertar sus impulsos e instintos.
Pero el joven se acercó a él y extendió su mano derecha para agradecerle, intercambiándola rápidamente al notar que al hombre le faltaba su diestra. -Muchas gracias, señor, por ayudar a mi hermanito.
Y ahí, en el rostro del adolescente estaba la más bella de las sonrisas, tan amplia y bondadosa que le pareció celestial, dejando que su aura noble e inocente se asomara, la misma que tenía Sísifo.
Cid se estremeció al estrechar delicadamente su mano, que aunque parecía fuerte para el era un tesoro valioso, todo ese joven lo era. Tuvo que hacer acopio de toda su voluntad para soltarlo pues parte de el no quería hacerlo nunca.
Pero debía hacerlo...
-¿Viven lejos de aquí?
-No. -El adolescente tomó al pequeño rubio de la mano. -Vivimos en el orfanato de la colonia.
-Bien... Regresen a casa.
Los menores se despidieron y comenzaron en su andar y Cid los observó en silencio aunque su mente solo llamaba un nombre.
"Sísifo..."
Y fue cuando el hermano mayor volteó hacia atrás, permitiendo el reencuentro de sus ojos, y agitó su mano en el aire para volver a despedirse con una sonrisa grata.
-¡Espera! -Los menores se detuvieron a media cuadra, observándolo con curiosidad. -¿Cual es tu nombre, jovencito?
-Aioros, señor.
-Aioros... -Murmuró paladeando su pronunciación y asintió después de tragar duro. -Fue un placer conocerte, a ti y a tu hermano. -Elevó una de las comisuras de sus labios para sonreír. -Cuidate mucho... Por favor...
El joven asintió y su hermanito y él en conjunto sacudieron sus manos en el aire para decir adiós y seguir con su camino.
Las piernas de Cid temblaban, sus rodillas podían fallarle en cualquier instante, tenía el impulso de correr hasta él, abrazarlo y no dejarlo nunca.
Su mente trataba de comprender como era posible que ese joven tuviera el mismo rostro, su mismo aroma y la misma escencia de Sísifo y la única respuesta posible era la reencarnación.
Una creencia que estaba fuera de las doctrinas con las que se había educado, pero debía ser real, tenía que serlo, acababa de ver la prueba con sus propios ojos, sentirla con su propia mano, y de ser cierto, significaría que el alma de su amado domador estaba bien.
Sonrió de lado al sentirse en paz y después rió en un pequeño murmullo al considerar que se había equivocado de religión, pero no le importaba.
Cid sabía muchas cosas de la vida pero muy pocas de la muerte, sin embargo, ahora que volvió a reencontrarse con el alma de su amado domador, cumpliría su deseo de redimirse con él.
Haría todo para cuidar a Aioros desde las sombras y se convertiría en su angel guardián aunque tuviera la apariencia de un demonio.
Y le esperaría con emoción cada vez que reencarnara, aunque fuera durante siglos, y así su eterna existencia dejaría de ser una tortura si tenía la recompensa de encontrarse con el alma de su amado, lo cual haría porque ellos eran uno para siempre.
FIN
*+*+*+*
Siento bien bonito al terminar un fic, aunque intenté bastante no escribir uno de vampiros pq sabía que me iba a poner existencial pero bueno, escribo para no quedarme con las ganas sobre ciertas ideas.
Como aclaré desde un inicio este fic esta basado en la canción de "Llévame" de La Lupita, y forma parte del soundtrack de la película Km 31, que trata sobre la famosa leyenda de La Llorona.
Sé que algunas partes de la canción tratan de un ente que atormenta a un inocente, invadiendo sus pensamientos, con el cual cree que tiene un vínculo muy fuerte (el de madre e hijo); sin embargo, la segunda estrofa me parece muy sensual jaja y fue así como me inspiró la canción.
Como dice la letra (y al final la leyenda) la Llorona se lleva a sus hijos para ahogarlas en el río y es por eso que Sísifo debía morir. Se que pude darle otra interpretación, como que Cid se lo llevaba para vivir juntos eternamente pero nel, sorry.
En fin, muchas gracias por leer, por sus hermosos comentarios y votar <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro