No soy un ángel.
El temor lo invadía hasta lo más profundo de su ser, con mucho cuidado de no ser visto, Jake se acercó a esa cosa. Desde que comenzó el terror, supo que su amigo no se hallaba presente.
Una vez que estuvo a unos pasos de sus pies, levantó la vela y con esfuerzo, la apoyo en su ropa.
La brisa que se había formado al comienzo, ahora era un tornado que se mantenía dentro de circulo dificultando le el trabajo.
De repente, el fuego comenzó a expandirse por el cuerpo de su amigo hasta cubrirlo por completo. Pero eso no fue lo único que lo aterrorizó.
—¡AYUDA! —. La voz de Max inundó todo el lugar, la agonía que expresaba a través de ella provocó que Jake se arrodillara.
—Lo lamento... —no podía creerlo, se suponía que su amigo se había ido y escucharlo provocó en el un sentimiento de culpa y miedo que le costaba mucho controlar.
Después de unos minutos, el silencio que siguió era como estar en un pozo ciego. No se podía escuchar absolutamente nada, no siquiera su propia voz. El viento se había detenido y Max no se hallaba en el centro, aun con rastros de lágrimas en su rostro, Jake se levantó.
Sus piernas temblaban con cada paso que daba, un frío polar lo estaba invadiendo poco a poco.
Lo más extraño era que a pesar de todo lo sucedido, las velas continuaban prendidas y en su lugar, como si nada hubiera pasado.
—Y nada paso —Un escalofrío intenso lo invadió y de inmediato se dio la vuelta pero no había nadie allí.
—¡Vete de aquí! —Gritó a la nada. Desde que era niño, siempre había enfrentado sus temores dando la cara y a pesar de que este vez era peor, no se iba a dejar vencer. Prefería morir intentándolo.
—Y eso vas a hacer —Al terminar la frase, su amigo apareció en frente de él y con firmeza, lo agarró del cuello ejerciendo presión.
Jake no podía creer lo que estaba viendo, el cuerpo de Max ya no era el mismo, parecía que había crecido varios centímetros. En ambas piernas y en el estómago tenía parches que le otorgaban la altura pero lo más raro era que no eran de piel humana sino estaban compuestos de plumas.
—Pero... qué... demonios —Fue lo único que logró articular, su garganta era presionada con más fuerza a cada minuto.
—Ya no soy lo que era —La voz de esa cosa era gutural, parecía que provenía de otro espacio.
—¿Qui... Quién... Eres...?
—No soy un ángel ni un demonio, provengo de un lugar oscuro al que llamas universo. Adivina quién soy.
Después de esas palabras, Jake fue azotado contra la pared para luego sentir como algo alargado y frío penetraba en su piel.
Al bajar la vista, observó que el cuchillo que habían traído de la cocina se hallaba incrustado en su estómago.
—Has pagado tu deuda —Fue lo último que escuchó.
496 palabras.
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