¡Ayuda!
No había ningún tipo de sonido ni de luz que pudiera ayudarlo a saber dónde se encontraba.
Había despertado hacia unos pocos minutos hallándose totalmente perdido y asustado. A decir verdad aterrado hasta la médula.
Recordaba hallarse en el centro del círculo recitando las palabras que invocarían al ángel pero luego...despertó allí.
Con cuidado de no caerse, se fue levantado. Podía sentir el piso bajo sus pies.
"Eso es bueno" pensó.
De a poco y con las manos extendidas, comenzó a caminar. Ni siquiera podía sentir el aire que producía su andar.
De repente, una imagen lo golpeó mentalmente produciendo que cayera.
—¿Qué fue eso? — sentía que su corazón iba a salir disparado de su pecho.
Se mantuvo en la misma posición por un buen rato. No sabía qué hacer.
Unos diez minutos después, la misma imagen que lo había asustado, apareció delante de sus ojos.
En ella se podía observar a una persona borrosa caminar de un lado a otro, parecía que buscaba algo. Su andar no duró mucho hasta que se detuvo, se dio la vuelta y sus ojos fueron a posarse en él.
—¿¡Quién eres!? —gritó —¿¡Qué es este lugar!? —No obtuvo respuesta alguna.
Esa silueta, por alguna razón le era muy familiar pero no podía recordar de dónde. De a poco el ambiente se comenzó a sentir vacío, como si ya nada existiera pero la imagen aún permanecía frente a él.
Observó con detenimiento como la sombra comenzaba a moverse hasta detenerse frente a una puerta.
Con mucho esfuerzo, entrecerró sus ojos para lograr distinguir unas letras borrosas que colgaban de la puerta.
Le tomó unos minutos lograr saber que decían.
"Su alma nos pertenece desde el inicio de los tiempos"
Al finalizar la oración, su sangre se heló y un intenso escalofrío inmundo su espina dorsal.
De inmediato supo donde se encontraba y lo que allí había ocurrido hacía muchos años atrás.
La sombra, sin titubear, entró a la habitación donde un niño pequeño yacía durmiendo en su cuna.
Sin que nadie pudiera notarlo ni escucharlo, se acercó al bebé y se mantuvo delante de él con los ojos cerrados.
"Domine Deus inferos, me manere in corpus usque in adventum tuum differo."
(Oh Dios del infierno, permíteme quedarme en su cuerpo hasta tu llegada)
De repente, la sombra se desvaneció y el niño abrió los ojos de inmediato. Max lo miró, supo que había pasado ese día y aún podía sentir el dolor que le había producido esa cosa al tirarlo contra su cuna.
Se dio cuenta que todo había sido su culpa, debió haberle hecho caso a su amigo cuando podía.
—¡AYUDAAA! — Fueron sus últimas palabras antes de que la imagen desapareciera de golpe dejándolo completamente a oscura y con la sensación de vacío aún impregnada en el ambiente.
468 palabras.
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