Prólogo
Max interrumpe lo que le estaba contando, para hablar de él. Como si se tratara de una competencia sobre quién tuvo la mejor noche con sus amigos.
Suspiro y lo escucho, o creo que más bien finjo que lo hago. No me interesa lo que hizo con sus estúpidos amigos cuando comenzó a hablar sobre mí, y no dejó que terminara de contar lo mío.
Se ríe, así que supongo que debo reír también. La conversación sigue, pero ya no le estoy prestando atención, ni siquiera me tomo la molestia de fingir que lo hago.
Max no lo nota, sigue hablando tranquilo, como si nada, sin notar mi falta de ánimo ¿o acaso no demuestro bien mi cara de pocos amigos?
Mis ojos se encuentran en su rostro, pero mis oídos están cerrados, no lo escucho, pero si escucho a la serie de pensamientos que se instalan en mi mente.
Hace tiempo que me siento vacía en ésta relación que lleva un año. Hace tiempo que siento que me encuentro usando un disfraz, porque definitivamente ésta no soy yo.
A Max lo conocí a través de mi amiga Sierra, es su compañero en la universidad. Nos vimos en una fiesta a la cual Sierra me llevó a mí y a otra amiga en común más, Nicole.
En la fiesta nos besamos y hablamos. En ese momento me cayó bien y me agradó. Al poco tiempo, Sierra le pasó mi número y empezamos a hablar.
Todo iba bien. Hablábamos mucho y nos veíamos cada tanto. Hacía mucho que un chico no me gustaba, y Max llegó a gustarme.
Pero supongo que hubo una noche donde las cosas cambiaron un poco, y donde recibí mi primer señal de que con él no es. Y fue la noche que intimamos por primera vez.
Y no, no hablo específicamente de que no fue bueno, porque es algo que podía haber pasado al ser la primera vez juntos. Me refiero a que no me sentí bien en ningún momento. Ni antes del acto, ni durante, ni después.
La realidad es que me acosté con él porque sentí que ya era demasiado tarde para decir que no quería hacerlo.
No quería que me besara. No quería que me tocara. No quería que me dijera que era hermosa. No quería nada, pero aún así, me entregué a él.
Una estúpida, lo sé.
Recuerdo que Sierra me preguntó qué tal fue, y le mentí. Porque al mentirle a ella, también me mentía a mi misma. A Sierra no le dije que miré el techo blanco de su habitación mientras fingía que todo estaba bien, cuando en mi cabeza todo estaba mal.
Y vestida de engaños, seguí avanzando con Max.
La segunda señal, fue una vez que salimos a caminar por su ciudad, cuando ya eramos pareja. En cada paso nos cruzábamos con personas a las cuales él los criticaba, los miraba mal, e incluso emitía comentarios racistas, que para él eran graciosos, pero para mi no.
Y si no era eso, opinaba sobre el cuerpo de una mujer con sobrepeso, hacía bromas, les ponía apodos. Pero yo no me reía, sólo le decía que basta.
No me gustan que sean así con las personas. No me gustan que les pongan apodos en cuanto a su cuerpo y hagan bromas sobre que ocupa todo el asiento del autobús, o las miren con asco por escuchar otro tipo de música, o ser de una distinta clase social.
No me gustan los comentarios racistas, ni el humor negro. Y Max para el humor negro es experto.
A ese segundo llamado de atención también lo pasé por alto. O más bien creo que me acostumbré a que así sea.
Cada vez que habla de esa forma que no me agrada, simplemente hago oídos sordos.
La tercer señal fue cuando la novia de mi amiga me preguntó qué siento cuando lo abrazo. Recuerdo que le dije que es como abrazar a un amigo.
Esa noche escuché muchos consejos, pero los ignoré, a todos, como a mis pensamientos y a las muchas otras señales.
Creo que nunca voy a entender por qué pase y sigo pasando por alto cada uno de mis pensamientos, señales y consejos.
Aunque ahora paso por alto mis pensamientos, ya no escucho consejos y todo es porque siempre respondo que estoy bien con Max. Así que supongo que mi fingida seguridad les dio tranquilidad y dejaron de aconsejarme.
Max me mira, se está riendo, por lo que vuelvo a reír sin ánimo. Y por supuesto que no lo nota, sino que me habla de algo que no es de mi interés.
Sé que cuando una persona te cuenta con entusiasmo sobre algo que le gusta, lo mejor que puedes hacer es escucharlo y responder con el mismo ánimo, o al menos, con educación.
Pero, ¿a quién quiero engañar? No me interesa a lo que juega. No me interesa la banda que dentro de poco va a tocar y le gusta.
Supongo que actuar así no es correcto para él, así que me acomodo el disfraz y le respondo a lo que me está diciendo.
Vuelvo a estar presente en el momento, me alejo de mi mente, de mis pensamientos y de los recuerdos que no me agradan de Max.
Vuelvo a ser una persona que no reconozco, a ser esa vacía mujer que perdió su esencia.
MUY PRONTO
Buenas...
Dos historias nos esperan en este 2019. Ya que hay dos historias que van a terminar.
Espero tenerlos ahí con sus comentarios llenos de amor.
Muy pronto nos leemos aquí.
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