Epílogo.
"Yo creo que se trata de algo divino,
te veo, sonrío, y da positivo."
Amor y Roma - Chano.
"Sobrevivimos tinieblas y maremotos,
ríos donde se ahogan corazones rotos,
pero lo nuestro es eterno,
lo nuestro es hasta el fin.
Qué importa si hoy el amor ya no es así."
Lo nuestro - BAMBI ft. Mon Laferte.
3 años y siete meses después...
Y así como el año tiene sus propias estaciones, lo mismo sucede con el amor. O al menos así lo percibo, desde mi punto de vista.
A veces es verano, con el cielo azul, y el sol brillante. Dulce como un buen helado de fresa, y divertido como los juegos que los niños inventan, para mojarse y refrescarse. O también, es como la primavera, con aroma a flores, y una leve brisa que te hace sentir que vale la pena estar vivo, si eso consiste en sentir la paz y tranquilidad que te regala la sombra de un árbol.
Aunque, hay días en que se torna como el otoño. En ese momento, tu corazón se cruje como las hojas de los árboles que pisas al caminar. Incluso puedes llegar a sentir un vacío en tu interior, te sientes al desnudo, vulnerable, como un árbol sin sus hojas, triste y apagado.
Y, por supuesto, también se presenta el invierno en el campo del amor. Con una brisa fría, al punto de congelarte, y hacerte tiritar. El frío pasa por tu corazón y lo endurece como hielo.
Con Ethan, durante este tiempo juntos, hemos dado con cada una de estas estaciones. Muchas veces, el frío nos golpeaba, tan fuerte y tan duro, que poníamos en duda nuestra unión. Ese sabor amargo se nos presentaba, y todas las cosas buenas que habíamos pasado, quedaban atrás, en el olvido. A veces, como si nada de eso hubiera pasado.
Había días en que nuestro corazón se caía al suelo, como las hojas de un árbol en otoño, y ante una palabra del otro, se rompía un poco.
Y cuando estuvimos a punto de dejarlo todo, y de rendirnos, siempre nos sorprendía el calor del verano, y el aroma de la primavera. Esas hermosas sensaciones, sanaban cada rastro de dolor, y quitaban los rastros de amargura.
Nuestro amor se presentaba al grito de "¡hey, ¿por qué rendirse? ¿acaso no se siguen eligiendo? ¿no es ese un motivo para quedarse?"
Porque así funcionan las cosas, siempre. Si hay más de un motivo para quedarse, ¿qué puede salir mal? Diferente es cuando todo te echa hacia atrás, cuando no hay razones para seguir, y aún así lo intentas, llegando a forzar las cosas.
Bueno, por suerte, con Ethan nunca nos ha pasado así. Hemos tenido nuestros problemas, nuestras diferencias y nuestros malos días. Pero al vernos, aún con toda la tormenta encima de nuestra cabeza, nos mirábamos y nos regalábamos una sonrisa. Una mueca que nos decía que tontos éramos por discutir por semejante pavada, teniendo más de un motivo para seguir apostando por nuestra relación. Una sonrisa que nos indicaba que aún nos elegíamos, y que mientras sea así, íbamos a estar bien.
—Ojalá siempre tengamos esta sonrisa —le dije una vez a Ethan.
—Ojalá —me respondió él. Ambos sabemos que esa sonrisa reparadora puede ir en contra de muchas cosas malas.
Si algún día, esta sonrisa deja de existir, y con eso desaparece también la honestidad de nuestras palabras y sentimientos, me gustaría que nos despidamos en buenos términos, con la intención de sonreírnos si la vida nos vuelve a cruzar.
Aunque, la realidad es que no está en mis planes abandonar esta relación, y todo lo que trae consigo. Son muchas las cosas que me gustaría poder cumplir a su lado. Aún siento que tengo muchos sentimientos para entregarle, con muchas sonrisas y besos de por medio.
Y por las charlas que tenemos, sé que él también quiere lo mismo que yo. Soñar es hermoso, es mágico, pero cuando a ese sueño se acopla alguien más y lo llena de posibles acontecimientos, esa esperanza soñadora se vuelve más grande, con más vida.
En esas charlas, se ha presentado incluso hasta el nombre de nuestros hijos. Aunque bueno, debo confesar que debido a nuestra intensidad, ese tema de conversación se presentó hace tiempo. No sé Ethan, pero siento que si ese deseo se cumple, tendremos un niño idéntico a él.
Oh, y no sólo eso, también hemos discutido acerca de las mascotas del hogar. No vivimos juntos, ni tenemos un perro en común, pero ya nos peleamos al hablar sobre si duerme adentro o afuera. Yo quiero que duerma adentro, por supuesto. Y también quiero un gato. Aunque sé que eso es más difícil, ya que a Ethan no le gustan. No importa, lo voy a convencer sea como sea.
Son esos deseos, es la intensidad de mis sentimientos, y lo hermoso de nuestros días, lo que me lleva a elegirlo, más allá de cada cosa negativa que se nos haya presentado.
Pudimos batallar con cada problema, juntos. Le hemos ganado la pelea a muchos fantasmas molestos, y aquí estamos, lejos de todo eso, de la mano, acompañados aún de la intensidad tan característica en nosotros.
Mientras en la balanza, siempre pese el lado bueno, todo puede salir bien. Y mientras haya intenciones de seguir alimentando ese lado, todo puede salir más que bien.
Ethan me abraza por detrás, y mi cuerpo reacciona ante su contacto. Mis pelos se erizan y mi corazón se acelera, como el primer día, como si esa sensación nunca se hubiera ido.
—¿Puedo saber en qué piensas tanto? —me pregunta—. Me preocupa cuando eso pasa, a menos que estés pensando en algún nuevo personaje.
Me río. Eso es cierto, a veces me voy más allá cuando un personaje se instala en mi mente, exigiendo su historia. Pero no estoy pensando en eso.
Y tampoco estoy pensando cosas malas, porque sé que es eso lo que le preocupa. Así que lo enfrento, y le regalo una sonrisa tranquilizadora.
—Pienso en nosotros —le digo—. En todo lo que hemos pasado.
—Oh, ¿y eso es bueno o malo?
Pone sus manos sobre mi cintura, mientras que las mías se posan sobre sus hombros.
—Si fuera malo no estaríamos juntos.
Sonríe.
—Bueno, eso es verdad. No te arrepientes de seguir conmigo, ¿no?
Niego con la cabeza.
—Si eso me pasara, no estaría aquí.
—Pero aquí estás.
—Aquí estamos...
Nos sonreímos para luego observar el paisaje que tenemos frente a nosotros. Estamos en el río donde tuvimos una de nuestras primeras citas, y como aquella vez, nos encontramos esperando el amanecer.
El cielo se colorea para nosotros, y es una imagen que no me voy a olvidar nunca. Como aquel amanecer, hace tres años atrás, aún conservo la fotografía, y aún recuerdo cada una de esas sensaciones.
—¿Ethan? —me mira a los ojos—. ¿Hasta el final?
Sonríe.
—Hasta el final, siempre los dos.
Y sellamos nuestra típica promesa con un beso tan dulce como nuestro amor.
Mientras haya ganas y mucha honestidad de decir "hasta el final, siempre los dos" nuestros corazones se van a encontrar a salvo, refugiados bajo estos sentimientos que nos acompañan, y que se han afianzado con el correr del tiempo.
El amor da sus batallas, pero si a cada una de ellas, se las atraviesa juntos, siendo uno, los caminos se seguirán abriendo. Y vaya que nos queda mucho camino por explorar...
¿Qué pasará mañana? No lo sabemos, nadie lo sabe. Sólo la vida y el destino lo saben, cosa que nos irán mostrando conforme el tiempo avance.
Un 7 de noviembre del 2016 llegué a la gasolinera en busca de dinero para mis gastos, pero me encontré con mucho más. Porque ese 7 de noviembre conocí a Ethan.
Un 3 de enero de 2017 nos pusimos de novios, y aún seguimos contando los meses juntos. Mi cuñada me ha dicho que eso se olvida al año. Tal vez así funcione para ella, o para alguna que otra pareja, pero en nosotros no ha funcionado. Seguimos saludándonos cada tres de cada mes.
Llevamos cuarenta y tres meses juntos. Y contando...
¿Verdad, Ethan?
FIN...
Así, con puntos suspensivos...
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