
Capítulo 7.
Max me está diciendo que el sábado quiere que lo acompañe al cumpleaños de uno de sus amigos. Y, al verlo animado por querer que vaya con él, no puedo negarme.
Me dice que es en la capital, lo cual requiere un largo viaje luego del trabajo. Pero bueno, no veo mal hacer un poco de esfuerzo luego de estos últimos días.
Estamos en su habitación, escuchando música, recostados en su cama. Afuera el día se presenta agradable, podría decirle de salir a pasear, pero a su vez sé que eso significa encontrarme con una serie de comentarios por parte de Max hacia otras personas. Es algo tan típico ya de él, por eso que lo doy por seguro. Y es por eso, que prefiero que nos quedemos aquí.
Pienso que tal vez, al quedarme con él de esta manera, logre encontrar un rastro de emoción positiva, la respuesta necesaria para seguir a flote con esta relación.
Al momento, todo marcha bien. Nos estamos riendo, y hace tiempo que no me reía con esta sinceridad.
Max me mira, y se acerca para besarme. Cuando sus labios se encuentran sobre los míos, le respondo al beso, le sigo el ritmo.
Cuando sus manos empiezan a recorrer mi cuerpo, en mi mente se presenta otra persona: Ethan.
Frunzo el ceño, y me siento extraña, pero continúo con el beso, mientras que Max continúa con sus caricias.
Ethan vuelve a presentarse en mi mente cuando la mano de Max se mete por debajo de mi blusa. Intento quitarlo de escena, pero es un trabajo imposible, porque cuanto más lo intento, más se hace presente y más recuerdo momentos con él.
Ethan haciéndome bromas.
Ethan sonriendo.
Ethan sonriendo, pero al mirarme.
Ethan hablándome de sus cosas preferidas.
Ethan riendo.
Sólo él se encuentra presente en mi mente y en todo momento en que Max continúa con sus caricias, queriendo llevarnos a más. No quiero más, no puedo. No si otra persona está en mi mente.
Me alejo, pero Max vuelve a acercarse en busca de un beso. Me vuelvo a alejar, hasta que comprende que no quiero.
—¿Todo está bien? —me pregunta con el ceño levemente fruncido. Me duele el estómago de la culpa.
—Sí... es sólo que no puedo. Estoy con la regla —digo sonriendo, mintiendo.
—Oh, está bien.
Algo me dice que Max no me creyó. Tal vez fue la forma en que lo dijo, diferente a otras veces donde se reía. O tal vez fue la forma en que su rostro se transformó, como si algo le hubiera molestado, y sé que no fue que haya cortado el momento.
Max me mira, sonríe, y finge que no ha pasado nada. Pero sabemos que algo pasó, sólo que él no sabe con exactitud qué fue.
—¿Merendamos? —me pregunta sin dejar de sonreír, para luego ponerse de pie. Me dice todo lo que tiene para que merendemos, a lo que le respondo con monosílabos.
Max sale de su habitación, y sé que debo seguirlo, pero a diferencia de ello me quedo sentada en su cama, con un gusto amargo en la boca, con un dolor en el estómago, y con varias lagrimas acariciando mi rostro.
Y como si eso no fuera poco, o suficiente, también me pregunto por qué demonios pensé en Ethan.
Niego con la cabeza, me seco las lágrimas y salgo de la habitación acomodando mi disfraz de mentiras.
Una vez más.
¿Cuántas veces más?
Necesitaba volver al trabajo, y mantener mi mente ocupada en clientes, conteo, golosinas, café y hasta en los malditos cigarrillos.
Pero, lo que no tuve en cuenta, es que estar aquí es encontrarme con Ethan. Y al verlo, lo primero que pienso es: oh, ahí viene la razón por la cual no pude acostarme con mi novio.
Muy lindo, sí.
Aunque, pensándolo bien, ¿fue realmente él la verdadera razón?
—Hola, Emma —me sonríe.
—Hola, Ethan —le devuelvo la sonrisa.
—¿Qué tal tu día libre?
Nada, llegué a imaginar que tú me acariciabas en vez de mi novio. Casual.
—Bien, tranquilo —me encojo de hombros.
Asiente y se dirige a la cocina para beber un vaso de agua, y al hacerlo, no despega sus ojos de mí. Me siento tan nerviosa que me veo obligada a ver hacia otro lado, pero aún así siento su fuerte mirada sobre mi cuerpo tembloroso.
—Me enteré algo de ti —dice una vez que se encuentra a mi lado, y cuenta la propina que hizo al momento.
Trago saliva.
—¿Qué cosa?
—Una virtud que tienes —me sonríe y se cruza de brazos.
La forma en que lo dijo, y su sonrisa, me hace pensar mal. Al punto de colorear mis mejillas.
—Eso sonó un tanto mal.
Se ríe y le sigo la risa.
—No lo lleves para un lado al cual no apunté.
Al momento en que le voy a responder, entra un cliente habitual en busca de las golosinas favoritas de sus hijas. Cuando termino de atenderlo, vuelvo al lugar en donde está Ethan.
—Bien, ¿qué te has enterado?
—Mmm... creo que debo seguir con mi trabajo.
—Oh, no.
Se ríe.
—¿Qué? Tengo que trabajar.
—¿Y me vas a dejar con la intriga? —se encoge de hombros y se dirige hacia la puerta—. Maldito —susurro y continúo con mi trabajo.
¿Qué pudo haberse enterado de mí? ¿Y cómo? ¿Preguntó sobre mí? ¿Sólo le contaron? ¿Me encontró en las redes?
Supongo que debo esperar para obtener respuestas. Y vamos, todos odiamos la intriga, ¿cierto?
El día continúa su curso, y yo aún sigo con la pesada intriga. Y, en lo que respecta a Ethan, me estuvo evitando. O más bien burlándose porque sabe lo que estar con intriga mucho tiempo.
Maldito sea.
—¿Puedes sacar las bolsas de residuos? —me pregunta Chelsea mientras deja preparado el cambio para el turno de la noche.
—Claro —respondo y me dispongo a buscar todas las bolsas correspondientes. Y una vez que se encuentran bien cerradas, salgo para dejarlas dentro del contenedor de residuos, el que está cerca del estacionamiento.
Cierro la enorme y pesada tapa de metal, y cuando volteo, me encuentro con la presencia de Ethan, quien sonríe con un cigarrillo entre sus labios.
Se ríe por el pequeño salto que doy ante su repentino aparecimiento, y se apoya junto a un árbol. Enciende su cigarrillo y me mira.
—Aquí no dan las cámaras, puedo venir a fumar tranquilo. Además, no voy a explotar aquí —me informa.
—¿Me vas a decir lo que sabes de mí?
Sonríe.
—¿Te quedaste pensando en ello?
—Por supuesto, ponte en mi lugar, ¿no querrías saber?
—Supongo que si.
Me cruzo de brazos y lo miro fijamente a los ojos.
—¿Y bien? —elevo ambas cejas.
—Me enteré que escribes.
Oh. Era sólo eso.
—Pensé que era otra cosa —me río y me relajo— Sí, es cierto, escribo.
Al único que le conté detalladamente que lo hago, fue a Kyle. El tema salió de la nada, hablando de tatuajes, y le dije que me quería tatuar una pequeña máquina de escribir. Bastó que me preguntara el por qué para que sepa que escribo.
¿Le preguntó a Kyle sobre mí?
—¿Y por qué no me has contado? —pregunta tras darle la última pitada a su cigarrillo.
—Pues... porque no se ha presentado la ocasión, no hemos hablado mucho.
Asiente, y me mira con los ojos achinados, como si me estuviera analizando. O pensando en lo siguiente para decir.
—Bueno, eso se puede solucionar muy fácil con unas cervezas —dice sonriendo, y al momento en que estoy por responder, se da cuenta de que el playón se llenó de autos, por lo que se dirige hacia allí para ayudar a sus compañeros.
Mierda, mierda, mierda.
Necesito aire. Sí, estoy afuera, pero necesito aire. Necesito que el turno termine. Necesito a mis amigas.
Entro al minimercado, y como no hay clientes, me dirijo a la cocina y cojo mi móvil. Me dirijo al grupo que tengo con mis amigas y escribo:
Creo que me gusta mi compañero, ese del cual les hablé
20:15
Sierra:
Era tan obvio!
20:17
Nicole:
Donde está la noticia?
20:18
Sierra:
Espera... Y Max?
20:18
Nicole:
Max no nos gusta. Y a Emma nunca le gustó tampoco
20:20
Emma:
Y por eso necesito una conversación
20:20
Urgente!!
20:21
Sierra:
Pueden venir a casa hoy. Sales a las 22, cierto?
20:21
Emma:
Si
20:22
Nicole:
Allí nos vemos entonces
20:23
Cierro el grupo, y mi corazón se encuentra totalmente acelerado. Realmente necesito mucho, pero mucho, de una buena conversación con mis amigas.
Sé que ellas no me van a juzgar, me van a entender, me van a aconsejar. Sé que puedo hablar libremente sin sentir culpa alguna, sin sentirme la peor persona del mundo.
¡Necesito estar ya en la casa de Sierra!
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