Mis padres últimamente se preguntan, entre ellos, qué pasó con Max, por qué no viene de visitas, o por qué no lo hago yo.

Papá cree que mamá sabe algo, y por eso le pregunta de manera constante. Pero mamá siempre le responde igual, que no sabe, que no hable con ella, que no está enterada de nada.

Siempre los escucho, pero cuando aparezco en la escena, cambian de forma inmediata de tema. Ninguno de ellos me pregunta nada, y no entiendo el motivo.

Pero no es momento de ponerme a pensar en eso, sino que es momento de sentarme a hablar con ellos. Ahora mi madre no se encuentra aquí en casa, sólo está mi padre, y hablar con él me llena de nervios, aún cuando no hay nada malo en lo que voy a decir.

Las charlas con papá siempre son más sentimentales, con más consejos, con más charla. En cambio mi madre, sólo me escucha, y no opina nada. Y esta bien, así es ella, los consejos no son su fuerte. Y tampoco pregunta mucho, sólo lo justo y necesario.

Mi padre se encuentra leyendo el diario en el sofá de la sala, así que me acerco a donde está, y me mira por encima de sus lentes.

—¿Qué pasó? —me pregunta, y deja el diario sobre sus piernas.

—¿Podemos hablar? —me siento en el otro sofá, junto a él. Mis piernas están inquietas, y Noah, que está sentado frente a mí, me observa sin entender si quiero jugar o que.

—Claro que podemos —se quita los lentes y lo deja junto al diario en la mesa de café blanca—. ¿Qué sucede?

—Nada malo, no te preocupes. Pero necesitas saber qué pasó con Max.

Mi padre relaja su semblante, y se pone en una posición como si realmente me fuera a prestar atención. Aunque claro, sé que así va a ser.

Quiero hablar, pero no sé cómo hacerlo. Es como si me hubiera olvidado lo que es hacer tal acción. Hay muchas palabras en mi interior, pero todas están revueltas. No sé por dónde empezar, y mi padre se muestra paciente.

Entiende cada uno de mis suspiros, sin siquiera saber qué es lo que estoy por decir. Respeta mis silencios, y mi manera de perderme en mi mente, en los millones de pensamientos. Así que suspiro profundo una vez más, acomodo mis pensamientos lo mejor que puedo, y lo miro a los ojos.

—No están juntos, eso ya lo sé —dice de antemano y asiento—. Ahora necesito saber por qué, y si el fue bueno contigo.

—Max no me hizo nada, si es eso lo que te preocupa. Fui yo, pero no le hice nada a propósito, lo juro. Simplemente se dió todo así.

—Sabes que no te voy a juzgar en absoluto, así que sea lo que sea que haya sucedido, te escucho.

Mi cuerpo se relaja, comienzo a sentir menos peso. Y sé que me voy a sentir mucho más liberada una vez que hable.

—Conocí a un chico, en el trabajo. En principio creí que no era la gran cosa, pero luego todo se dió vuelta. Luego supe que su presencia estaba generando mucho en mí, y bueno, lo sigue haciendo.

Mi padre asiente tras analizar todo lo que dije.

—¿Los días que llegas tarde...

—Sí, estoy con él.

Vuelve a asentir.

—Entonces, este chico llegó y te confundió.

—Mmm, no, no lo veo así. Este chico llegó para hacerme entender que hace tiempo estaba confundida, perdida. Ethan llegó para encontrarme y poner todo en su lugar.

—¿Puedo pedir más profundidad?

Asiento, pienso en todo lo sucedido y vuelvo a asentir.

—Nunca me sentí realmente cómoda con Max, y negaba todo, o prefería no verlo. Aceptaba cosas que me molestaban, mucho. Como sus comentarios despectivos hacia otras personas, así como también su falta de atención. Hablar con Max era no sentirme escuchada, y escuchar que sus cosas eran mejores.

—Nada de lo que me has dicho me sorprende —frunzo el ceño—. Te he visto más de una vez incómoda en su presencia.

—Y no has dicho nada.

—No he dicho nada porque quizá me estaba confundiendo y generaba un malestar entre nosotros.

—Cuando es así, y notas algo raro, dime. ¿Me lo prometes?

Sonríe.

—De acuerdo. Entonces... ¿Ethan? —sonrío y asiento.

Acto seguido le cuento muchas cosas sobre él, y sobre mis días con él. En cada oración sonrío y me siento mucho más libre.

Para cuando termino de hablar, mi padre lleva un rostro mucho más tranquilo que en un principio. Me sonríe y entrelaza su mano con la mía.

—Has encontrado a tu uno entre el millón —dice—. Ese uno que te hace sentir lo que nadie, hasta el momento, pudo. Y eso es hermoso.

Sus palabras me hacen sonreír, y ya no hay peso en mi cuerpo. Hablar con mi padre fue realmente liberador.

Luego me dice que quiere conocer a Ethan, y aunque en parte sienta que es demasiado pronto, por otro lado me encantaría que suceda.

Ahora llega el turno de hablar con mi madre, sólo sé que con ella no va a haber demasiada profundidad como fue con papá. Y está bien, lo importante es que sepa del gran cambio que hubo y como me siento en cuanto a eso.

Y una vez que termina mi charla con papá, disfruto de mi día libre como tal. Me siento a escribir, y disfruto de cada oración escrita.

Pongo música y bailo al ritmo de las melodías, o eso es lo que creo que hago, porque cuando de bailar se trata, soy... un queso, como dice la gente. No sé bailar, pero aún así me divierto como hace rato no lo hacía.

Creo que hasta limpiar el día de hoy resultó ser divertido.

Que bien que nos hace hablar. Que linda es la sensación de paz, de libertad. Quisiera compartir esto con las personas que se cierran en sí mismos, en sus palabras, en su malestar.

Quisiera ir por la ciudad contagiando este buen humor, aunque eso me deje como una desquiciada.

¿Acaso está mal creer que uno está en un musical?  

Antes que nada, me disculpo por la demora en actualizar. Estuve pasando por un revoltijo de emociones y había perdido las ganas de escribir. Pero aquí estoy de vuelta, y estoy bien, por suerte.

Sé que el capítulo es corto, pero tranquilos, no va a ser el único del día. Por qué? Porque hoy Maggmon cumple seis años en Wattpad y hay unas locas ganas de escribir. Yeeeeei!!! 

Feliz cumpleaños para Maggmon!

Pd: nos leemos en los comentarios. Voy a estar respondiendo a ellos...