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Y hasta el límite


La tía Tessa le llevó comida, luego el tío Jem volvió a ver sus heridas y le quitó las vendas.

—El hueso de la pierna está sanando rápidamente —dijo Jem y le pidió a James que le hiciera otras iratzes. Matthew sabía que esa noche debía hablar con James y contarle las cosas. Luego, decirle todo a sus amigos—. Te curarás completamente pronto. Solo descansa una noche más —Le recomendó el hermano silencioso. Matthew asintió.

Durante el día, sus amigos lo visitaron y hablaron con él. Lo notaron más calmado y aliviado, y es que Matthew sentía como si un peso se levantara de su pecho.

Aún no estaba bien.

Aún se sentía terriblemente culpable.

Aún quería levantarse, ir a la oficina del tío Will y tomar una de sus bebidas para olvidar sus pensamientos sin importar si estaba herido.

Pero el revelarle lo que había hecho a sus padres le brindó un poco más de tranquilidad a su conciencia. Sobre todo, saber que ellos no lo culpaban.

Aunque una parte de él sabía que merecía ser culpado.

Tío Jem lo vio, y supo enseguida que lo dijo. Incluso bajo su capa, sintió que lo vio sonreír.

En la noche, sus padres se fueron, esta vez sí irían a casa mientras James se acomodaba en una silla al lado de Matthew.

Matthew agradecía la compañía de su parabatai.

James había traído un libro y estaba leyéndole en voz alta, y Matthew supo que tenía que hablar.

—Jamie... —Le interrumpió. James detuvo su lectura y lo miró, sus ojos dorados debajo de sus lentes de lectura atentos a su parabatai—. Mira... he mantenido un secreto...

—No estoy molesto porque se lo hayas dicho a Cordelia y a mí no —Le dijo James. Matthew notó que era verdad, no estaba molesto.

Estaba dolido.

—Jamie... Eres de las personas que más me importan en el mundo. Y... el que supieras que hice... esa cosa tan horrible que me ataca en el pecho, me dolía. Porque cambiarás la perspectiva de mí y te arrepentirás de tenerme como parabatai.

—Jamás voy a arrepentirme de haberte escogido como parabatai —Matthew le lanzó una mirada triste y James le tomó de la mano.

—¿Enserio, Jamie? ¿Incluso si hice algo tan horrible que no merece ser perdonado?

—No creo que hayas hecho algo tan horrible que tus padres, las personas más amables que existen, hayan perdonado. Porque como los vi contigo, hasta se sintió que te estaban protegiendo de más —Le brindó una sonrisa—. Fue lindo.

—No entiendo cómo ellos me perdonaron, yo aún no lo hago.

—Tú tienes una perspectiva muy baja de ti, trabajaremos en eso.

Matthew sonrió. Sentía algo cálido en su pecho cuando James hablaba de él así.

Trabajaremos en eso, como si James estuviera tan seguro de seguir al lado de Matthew.

—Así que dime, Math. Por favor. Juro que no te juzgaré. Lo juro por...

—No lo jures por el ángel, por favor —pidió Matthew. James suspiró y apretó la mano de su parabatai.

—Está bien. Pero por favor...

—Maté a alguien, Jamie —confesó. La tercera vez que lo había confesado y aún se sentía tan difícil. Los ojos dorados de James se abrieron sorprendidos, pero tal y como prometió, su mano aún estaba en la suya—. Hace dos años, la enfermedad de mi madre. Fue mi culpa. Yo la envenené.

Y explicó todo. Esta vez hubo menos lágrimas que, aun así, James secó.

Oh, Jamie. Su dulce Jamie.

Matthew no creía que merecía el alma noble de su parabatai.

—Fuiste engañado, Math —Le dijo James con firmeza—. Sé que te seguirás culpando y harás oídos sordos a lo que digo, pero no fue tu culpa.

—Iba a contártelo el mismo día que pasó —comentó Matthew—. Pero no pude. No cuando te escuché decir que protegerías a tu madre... y yo solo la ataqué.

—No fue tu culpa. Los rumores siempre han sido fuertes y tenías todo para dudar. Todos dudamos alguna vez en la vida.

—Tú no —James hizo una mueca.

—Créeme que sí. De muchas cosas sobre mis orígenes. Pero volviendo a ti, no lo hiciste con mala intención. Solo querías saber la verdad... —La mano de James acarició la frente de Matthew apartando sus dorados rizos— Ahora, buscaremos la forma de trabajar con tus problemas de apreciación a ti mismo. Deberías descansar.

Matthew, con el pecho un poco más ligero, se acostó mientras James tomaba nuevamente el libro y continuaba leyendo. La mano de su parabatai, volvió a tomar la suya.

.

Henry Fairchild era conocido por ser un hombre despistado. Sin embargo, él con los años había aprendido a poder mantener su atención en ciertas cosas importantes.

En las reuniones de la Clave, a pesar de tener su cabeza en otro lado, a veces podía escuchar todo lo que la dulce voz de Charlotte decía. También, podía escuchar todo lo que decían de él.

Muchos le habían dicho que había sido un tipo de héroe en la guerra mecánica. Sus inventos, el portal, había sido de mucha ayuda y que el haber quedado inválido, había sido por su fortaleza.

Pero no podía evitar escuchar muchas cosas.

Cómo la vez que Charles había estado empujando su silla de ruedas fuera del gard y lograron escuchar a unos cazadores de sombras hablar.

—Es una pérdida. Imagina no poder caminar más, no cumplir tu deber con el ángel. O sea ¿Para qué vives?

—Bueno, Branwell vive de sus inventos, algo que de igual forma no sirve tanto. Nosotros somos los que nos arriesgamos el pellejo mientras él está jugueteando en su laboratorio.

—¡Además! ¡Imagina que tu esposa es la que te mantenga!

Charles había gruñido por lo bajo y lo empujó más rápido. Henry no supo si su hijo mayor había sentido vergüenza o furia. Él había sentido vergüenza.

Las habladurías sobre su invalidez eran muy frecuentes. Henry trataba de hacerles oídos sordos el mayor tiempo posible, era fácil.

Pero los rumores sobre la apartente infidelidad de su esposa, era diferente.

Henry confiaba plenamente en su esposa, la amaba, la adoraba. Charlotte era la mujer que él más amaba en el mundo.

Adoraba a sus hijos. Eran su vida.

Pero escuchar los rumores fueron impresionantes para él, porque nunca lo imaginó.

Había sido en uno de los bailes de navidad que había organizado el instituto. Matthew tenía solo dos años y estaba en su regazo. Gideon había sacado a bailar a Charlotte mientras Sophie había estado intentando enseñar a bailar a Charles con la intención de que luego el niño sacara a Bárbara a bailar. El pequeño pelirrojo apoyaba sus pies sobre los de la mujer.

El enclave de Londres había crecido bastante y había bastantes personas en el lugar.

Henry siempre se sentía feliz de que Gideon brindara su apoyo a Charlotte. La ayudó mucho cuando ella estaba embarazada de Matthew, brindándole el apoyo cuando la Clave parecía dudar de sus decisiones por su estado, como si el estar embarazada fuera una incapacidad para la mujer.

Matthew había estado dormitando en su regazo, y Henry lo había acostado en su cuerpo, su cabecita sobre su hombro para dormirlo.

Tal vez las mujeres creyeron que él no estaba ahí, bastante difícil puesto que su cabello rojo y su obvia silla de ruedas era notable, o tal vez creían que estaría distraído en su mente, como siempre, pero Henry pudo escucharlo.

—¿Has escuchado los últimos rumores? —dijo una de las mujeres en un susurro— Son sobre nuestra querida cónsul.

—No. Cuenta.

—Se dice que el segundo hijo de la cónsul no es de su esposo, sino de Gideon Lightwood —La otra mujer jadeó—. La verdad es que es bastante sospechoso ¿sabes? O sea, el hombre está inválido, dudo mucho que de alguna forma pueda procrear. Además, mírala. Se ve bailando cómodamente con Gideon Lightwood. Él la estuvo apoyando como nunca, siempre la está apoyando y defendiendo, siempre está con ella. ¿No te parece sospechoso?

—Bueno, sí. Además que el niño es rubio, como Gideon y tiene los ojos verdes de los Lightwood. Tiene sentido.

—Es un escándalo, imagina al pobre niño crecer sabiendo que es un bastardo.

Henry había acariciado la cabecita rubia de Matthew, rezándole al ángel y jurandole que protegería a su hijo de aquellos rumores.

Charlotte, Gideon y Sophie se enteraron después. Y todos se sentían molestos y frustrados. Era difícil cambiar de parecer a los demás, sobre todo cuando Gideon era la mano derecha de Charlotte. Incluso, él se ofreció a dimitir en el puesto, pero tanto como Charlotte como Sophie se molestaron.

—Lo primordial es proteger a nuestros hijos de esto —dijo Sophie y todos estuvieron de acuerdo.

Henry no podía arrepentirse más de haber guardado eso. Si le hubiera contado a Matthew sobre su tía abuela, el origen de su cabello rubio, nada de esto hubiera pasado.

—¿Por qué no vas a la cama? No has dormido mucho —La voz de Charlotte surgió desde las puertas de la biblioteca. Henry la miró, ella estaba ya en camisón y con el pelo suelto. Se veía agotada de todo.

—Tampoco has dormido —Le respondió.

—¿Qué buscas? —preguntó Charlotte acercándose a él y observando lo que hacía. Henry había tomado una vara y amarrado un espejo en la punta para poder buscar los títulos de los libros que estaban más arriba.

—¿Tenemos libros de medicina mundana? —preguntó Henry. Charlotte enarcó una ceja.

—¿Medicina mundana?

—Hablé con Anna. Ella comentó que Matthew tiene algo mundano: depresión. Quiero investigar un poco.

—Creo que tenemos algo. No recuerdo —dijo Charlotte.

—Lottie ¿Has pensado en algo? —preguntó Henry al notar que su esposa se veía nerviosa.

—¿Recuerdas el caso de Elías Carstairs? —Henry asintió—. Lo envié al Basilias por su alcoholismo. No quiero enviar a Matthew ahí también. No creo... que los hermanos silenciosos ayuden mucho. No quiero alejarlo de mí —Henry la miró con suavidad. La tomó de su cintura y la sentó en su regazo.

Charlotte soltó un pequeño grito de sorpresa, pero luego suspiró cuando sintió los brazos de su esposo alrededor suyo. El abrazo de Henry era cálido, ella pasó su brazo por el cuello de su esposo.

—Por eso busco ese libro, quiero saber que tiene porque quiero que lo ayudemos. Así sea con medicina mundana —murmuró Henry. Charlotte suspiró.

—No quiero romper la ley. No debería, soy la cónsul, Henry —El hombre suspiró y besó la sien de su esposa.

—Haz lo que creas que es mejor para nuestro hijo, cariño.

.

Las puertas de la enfermería se abrieron cuando Matthew y James estaban desayunando.

Matthew se sentía mejor, ya no le dolía nada, pero había una pequeña molestia en su pecho. El tío Jem decía que los huesos se estaban reparando. Una iratze más y esa tarde podría volver a casa.

Quien estaba en la puerta, fue alguien que ninguno de los dos esperó. El pelo rojo de Charles parecía naranja con las luces del amanecer que entraba por la ventana.

Comenzó a caminar hasta la cama de Matthew.

—¿Qué haces aquí? —Le preguntó Matthew. Charles enarcó una ceja.

—Volví de París —respondió como si no fuera obvio.

—¿Y?

—Mamá y papá me contaron lo sucedido —contestó. Matthew soltó un gruñido, sabiendo claramente a qué venía su hermano.

—Charles, ahórrate el discurso...

—Quería venir a ver cómo estabas —interrumpió el mayor. Matthew quedó mudo, observó claramente la sinceridad en la mirada marrón de su hermano. Era extraño para él notar preocupación de su hermano mayor.

Claro, cuando era más pequeño, Charles era bastante cariñoso con él, siempre siguiéndolo y cuidando que no se lastimara. Siempre curando sus heridas porque mamá y papá estaban ocupados. Sin embargo, cuando el mayor pisó la adolescencia comenzó a cuestionar todo lo que Matthew hacía.

Charles metió las manos en los bolsillos, y se quedó de pie en la esquina de la cama.

—Ah, estoy bien —respondió Matthew.

—¿Quieres que los deje...? —preguntó James, pero enseguida Matthew le interrumpió.

—No —dijo enseguida. No quería quedarse solo con Charles. Temía derrumbarse ante su hermano. Charles rodó los ojos.

—¿Por qué cuando quiero hablar con alguien que me importa, nunca quieren hacerlo a solas? —murmuró, pero ambos pudieron escucharlo. Matthew enarcó una ceja.

—Ah ¿Te importo? ¿Desde cuándo? —cuestionó Matthew.

—Siempre me has importado, Matthew. Eres mi hermano pequeño —respondió Charles apretando los puños en su chaqueta.

—Es una extraña forma de demostrarlo —dijo Matthew tomando de su té. Charles soltó un gruñido bajo.

—Matthew, no vine a discutir. Solo quería saber cómo estabas, aunque no creas, sí me asusté cuando llegué esta mañana y mamá me contó lo sucedido.

—Ahora viene tu discurso de por qué soy una vergüenza para la familia —gruñó Matthew, ya estaba acostumbrado a esto. Charles siempre solía decirle que él debía dejar en alto el apellido Fairchild, que debería mostrar buenas apariencias para no sucumbir en los chismes sobre el hijo de la cónsul. Pero Matthew simplemente no podía.

Se ganó una fama.

Y Charles no estaba contento porque creía que esa mala fama de Matthew, manchaba su nombre y el de su madre.

—No. Déjame hablar, por el amor del Ángel —exigió Charles—. Venía a disculparme.

Tanto Matthew como James se sorprendieron.

—¿Disculparte? —Charles sacó su mano de su bolsillo y se la pasó por el pelo con un suspiro, despeinándolo. Matthew notó una ligera palidez en el rostro de su hermano, tanto que las pecas en su nariz destacaban.

—Mamá me dijo que te culpabas por la muerte de la bebé —Matthew se tensionó. No sabía cuánto había dicho su madre, pero aun así su corazón latió a toda velocidad, su garganta le ardió y sus manos temblaron—. Nunca imaginé que mis palabras ese día te afectarían tanto.

Matthew lo recordaba.

«Sabía cómo sería, ir y venir de Londres a Idris para que tú pudieras estar con tu precioso parabatai.»

—Estaba asustado por mamá y me sentía inútil porque no podía hacer nada por ella en ese momento, que me desquité contigo y con lo primero que se me cruzó por la cabeza. Cuestioné tus hábitos, sin saber qué había detrás de eso, de que necesitabas ayuda.

—Tampoco es que nosotros nos hayamos dado cuenta —dijo James—. O bueno, sí lo hicimos, pero lo pasamos por alto simplemente.

—Tampoco es que les pidiera ayuda —dijo Matthew, sus manos estaban agarrando fuertemente las sábanas. Sus nudillos blancos—. En ningún momento me esforcé por pedirles ayuda —Su voz temblaba—. Ustedes solos son los que se están mortificando con mi problemática. Yo no lo estoy haciendo.

James había leído algunos artículos luego de que Anna les dijo el nombre de la enfermedad de Matthew y él sabía que su parabatai podía decir estas cosas. Tan baja estima en sí mismo, el no creer necesitar ayuda, era claro. La autodestrucción que Matthew se estaba haciendo, también lo era.

Charles volvió a suspirar. James observó que una de sus manos se veía inquieta. Supuso que quería sacudir el cabello de Matthew, pero temía el rechazo de su hermano menor.

—Solo quería disculparme, Matthew. Por lo que dije, por lo que pasó, por lo que he dicho. Aún no apruebo del todo tu estilo de vida, pero no es mi deber criticarla —Matthew sonrió. Era lo máximo que podía recibir de su hermano.

—Gracias, Charlie.

Charles no dijo nada ante el apodo infantil, y ya se estaba arreglando para irse cuando la puerta de la enfermería volvió a abrirse. Anna entró observando unas cartas en sus manos, sin darse cuenta de la visita.

—Matthew, Thomas fue a tu departamento a dejarle comida a Óscar y te cuento que tienes cartas: de Polly, de Hypatia que te manda muchos besos y Kelligston dice que quiere que te mejores, que la próxima vez que te vea te dejará ese cuello marcado de tantos... —Levantó la vista y se quedó callada ante la presencia de Charles. Le lanzó una mirada fría que Charles desvió inmediatamente para observar a su hermano menor que tenía las mejillas ligeramente rojas.

Claro, nadie de la familia de Matthew sabía que le gustaban los hombres también.

—Me retiro —dijo Charles, luego miró a Matthew—. Nos vemos en casa —Y salió.

Anna miró a Matthew y le brindó una sonrisa. Le tendió las cartas.

—En algún momento tenían que saberlo —dijo y se sentó en la piecera de la cama—. Aunque con lo perceptivo que es el idiota de Charles, apuesto que lo sospechaba.

Matthew solo soltó una risa.

Risa que le hizo cosquillas a James en los oídos.

.

Una de las cartas que enviaron a Matthew, que más le llamó la atención fue de la que reconoció claramente la delicada letra de Cordelia.

Cordelia era amable, así que no le sorprendía que le enviara cartas a Matthew deseando su recuperación. Pero había una forma en que el rostro de Matthew se suavizó cuando estaba leyendo la carta. Algo que le hizo recordar a la escena del día anterior. A las miradas que se lanzaron, al secreto tan profundo que Cordelia le había guardado a Matthew.

Algo se instaló en su pecho y revolvió su estómago.

James lo quiso asociar con un instinto protector fraternal hacia Cordelia, pero ¿por qué sentirse de esa forma por su parabatai? Matthew era un buen partido.

Ahora, el rubio estaba girando la carta doblada de Cordelia, James podía sentir un ligero toque de perfume en la carta.

Su estómago se revolvió más.

—Math —llamó. Matthew lo miró, en su rostro solo quedaba un ligero moretón que pronto se desvanecería.

—¿Sí, Jamie?

—¿Hay algo entre Cordelia y tú? —Los colores en el rostro de Matthew se perdieron. La carta escapó de sus manos y cayó suavemente en su regazo. James quería creer que preguntaba por mero interés, quería creer que en su rostro no había una extraña curiosidad y por eso Matthew se veía como si quisiera saltar.

—Yo...

—Vi cómo se miraban —dijo James—. Y que le dijeras tu secreto... también vi como tu rostro se suavizó al leer su carta —James movió sus manos. Sentía que se iba a ahogar.

—Jamie... ella es tu prometida —respondió Matthew.

—Pero la amas ¿no? —James vio a Matthew temblar, trató de forzar una sonrisa.

—Decir que la amo es demasiado pronto...

—Matthew —cortó James. Matthew lo miró a los ojos y el chico nunca había visto algo como eso en aquellos ojos verdes. Era un sentimiento que no podía descifrar—. Lo vi. Hay sentimientos entre los dos, ella siente algo por ti también —Apretó sus puños ¿por qué se encontraba tan molesto? Él no amaba a Cordelia.

—Jamie... no me interpondré en su compromiso —dijo Matthew. James suspiró.

—Sé que no lo harás. Y sé que mi matrimonio con Cordelia es falso y, luego de un año podrán estar juntos, pero... es extraño esto que siento.

—¿Tal vez la amas? —sugirió Matthew, su voz apagada, había vuelto a desviar la mirada. James parpadeó.

—No. Yo amo a Grace —dijo de forma casi mecánica. Matthew le miró con lástima en sus ojos verdes. Pero también había otra cosa: derrota. Se vería muy mal si James cancelaba su compromiso con Cordelia.

—Jamie. Magnus Bane me hizo darme cuenta que en un año pueden pasar muchas cosas. Un año en que estarán casados, compartirán la cama y la casa.

» Un año en los cuales, si no hay sentimientos involucrados, los puede llegar a haber. Créeme, mis padres vivieron un matrimonio en dónde los primeros cinco años creyeron que el otro no los amaba, pero, aun así, la dinámica que tenían sólo fortalecía los sentimientos del otro.

—Muchas cosas pueden pasar en un año —murmuró James. Matthew asintió y volvió a mirar la carta con una sonrisa suave y triste.

—Yo no merezco el afecto de Cordelia. No merezco el de nadie.

James frunció el ceño.

—Claro que lo mereces —dijo James, aun sabiendo que esas palabras no le ayudarían mucho a la estima de su parabatai—. Solo... trabajaremos en eso, Math. Tienes que darte cuenta cuanta gente te ama y, sobre todo, lo mucho que mereces ese amor —Pero Matthew sólo le brindó la sonrisa más triste que alguna vez pudo haberle visto a su parabatai.

—Quiero creer eso, Jamie —suspiró—. Quiero creerlo.

.

Charlotte pidió que llevaran a Matthew en un carruaje hasta Grovesnor Square. Matthew supo enseguida que su madre no se iba a despegar de él por un buen tiempo.

—Alguien debe ir a buscar a Oscar —pidió Matthew. James, que era el que lo acompañaba en el carruaje, asintió.

—Iré yo mismo —dijo el pelinegro. James tenía un brazo alrededor de los hombros de su parabatai, y Matthew estaba apoyado en el cuerpo de James— ¿Cómo te sientes? —Matthew frunció el ceño mientras movía la mano.

—Bien, al menos físicamente. Me siento solo... cansado.

—Puedo dormir nuevamente a la orilla de tu cama —Matthew soltó una risita y se alejó de James.

—¡Oh no, Jamie! Ya has dormido mal durante dos días por mi culpa.

—Cuando pasó lo de Belial, también te quedaste a mi lado —dijo James e hizo que Matthew se volviera a recostar en él—. No hay problema con quedarme en la orilla de tu cama.

James se daba cuenta de Matthew estaba de alguna forma más vulnerable de lo normal. Tal vez era la falta de bebida, o el peso de su secreto habiendo sido liberado, pero James podía asociar a su parabatai con un cachorro herido. Alguien que necesitaba protección de todo, y de sí mismo.

Ninguno de los dos quiso volver a tocar el tema de Cordelia, porque era algo complicado. Era obvio que entre Cordelia y Matthew había sentimientos, y James estaba de alguna forma confundido con los suyos.

El carruaje del instituto se detuvo en la casa de la cónsul, y James y Matthew bajaron.

Lo primero que escucharon fue un fuerte ladrido y luego la bola de pelo dorada, se lanzó sobre Matthew casi haciéndolo caer.

Matthew rio mientras acariciaba a su perro, Oscar estaba contento de ver a su amo, el cual no había visto desde el accidente.

—Christopher y yo lo fuimos a buscar —dijo Thomas llegando.

—Sí, y extrañamente me mordió —dijo Christopher.

—Tal vez no le gustó tu cara —Se burló Matthew bajando al enorme perro. Los chicos rieron mientras el perro rodeaba encantado a su amo. Se dirigieron a la puerta de la casa y entraron. Dentro, en el comedor estaban colocando la cena.

Matthew suspiró.

—Bueno, chicos. Ha sido un honor estar con ustedes —Sus amigos lo miraron extrañados.

—¿Por qué te despides? —preguntó James. Matthew se encogió de hombros.

—Es obvio que mi madre va a enviarme al basilias.

—No creo que la tía Charlotte... —comenzó Thomas, pero Matthew lo interrumpió.

—Cordelia me dijo que su padre arruinó una misión por estar borracho. Mi madre lo envió al basilias. Así que... supongo que ahí voy también.

—No creo que Henry deje que tu madre haga eso —dijo Christopher. Matthew se encogió de hombros.

—Sed lex, dura lex —dijo. Los otros chicos gruñeron.

—La ley apesta.

.

Charlotte no había dejado que James y los chicos se fueran, los había invitado a cenar.

No se tocó el tema de la enfermedad de Matthew durante la cena, solo conversaciones tranquilas, bromas por parte de los chicos y risas por parte de Charlotte y Henry. Charles, como nunca, había permanecido callado, tanto que había aterrado a Matthew.

Luego de la cena, los chicos se excusaron para volver a casa. Matthew había cerrado la puerta principal luego de que había visto desaparecer a sus amigos por la calle y se enfrentó a su familia.

—Mamá quiere que hablemos en su oficina —Le dijo Charles con tono serio. Matthew tembló de pies a cabeza, con Oscar rondando por sus piernas se dirigió a la oficina de su madre.

Ella estaba entretenida en unos papeles, mientras su padre leía un libro que estaba abierto en su regazo.

Mamá no dijo nada cuando Oscar se echó a los pies de Matthew cuando él se sentó en un sillón.

—¿Cómo te sientes, cariño? —preguntó Charlotte. A Matthew le temblaban las manos y sentía la garganta seca. Su mirada se dirigió al estante en dónde había licor que su madre tenía para ofrecer una bebida a los cazadores de sombras que se reunirán con ella ahí. Tenía unas ansias de tomar una botella y vaciarla de un trago.

Charlotte notó la mirada de Matthew a su estante y suspiró.

—Debería enviarte al Basilias —comenzó Charlotte—, para un proceso de desintoxicación —Las manos de Matthew sudaron, y Oscar, tal vez sintiendo la incomodidad de su amo se levantó y apoyó su hocico en la pierna del chico. Matthew le sonrió acariciándole la cabeza—. Sin embargo, no ayudaría.

—¿Qué? —cuestionó Matthew.

—Estuve investigando —dijo esta vez Henry levantando el libro. Matthew notó que era de medicina mundana—. Tal vez si tratamos con medicina mundana, podrías mejorar. Los hermanos silenciosos no podrían ayudarte.

—Pero como...

—Un terapeuta —dijo Henry—. Alguien completamente neutral que te dará herramientas para ayudarte con tu sombra. Podrías contarle todo lo que te pasó, alguien que no conoces bien que te dará opiniones neutrales.

—Pero, el mundo de las sombras...

Charles carraspeó. Matthew miró a su hermano mayor.

—Antes de la ascensión —comenzó a hablar—. El mundano tiene la opción de retirarse de la academia si así lo desea. Simplemente con la advertencia de la clave de no hablar sobre el mundo de las sombras o pueden haber consecuencias. Pueden rehacer su vida si así lo desean. Son mundanos con la visión que conocen perfectamente el mundo de las sombras. Es un ligero hueco que tiene la ley.

» Tengo unos contactos... y aquí en Londres hay un mundano que no quiso ascender, él se graduaría un año antes que entraras a la academia. La cuestión es que logró conseguir la forma de terminar sus estudios universitarios y especializarse en psiquiatría.

Matthew no debería sorprenderse de lo que sus padres y hermano lograron. Su familia era muy inteligente.

Matthew sintió sus ojos llenarse de lágrimas y su pecho doler. Sintió la mano de su mamá en su mejilla y se apoyó en ella.

Sin palabras le agradeció.

.

Cordelia nunca había pisado la residencia Fairchild. Y estar ahí, y sin acompañante se le hacía extraño.

Ella suspiró antes de tocar a la puerta. Un ladrido se escuchó del otro lado y una voz masculina regañando al animal.

Cordelia no había visto a Charles Fairchild desde su baile de compromiso. Ahora que lo veía, se veía más imponente que antes e igual de hermoso que Matthew. No le sorprendió que a su hermano le gustara.

—¿Está Matthew? —preguntó ella levantando la barbilla. Charles enarcó una ceja y le dio espacio para entrar.

Dentro, Cordelia acarició la cabeza de Óscar que meneó el rabo en el suelo.

—Oscar —llamó Charles al perro—, lleva a la señorita Carstairs donde Matthew —El perro, entendiendo a la perfección, se levantó y comenzó a caminar. Cordelia lo siguió observando lo grande que era la casa del cónsul.

Se detuvieron en una puerta que Óscar olisqueó y ella supo enseguida que era ahí. Cordelia abrió la puerta para notar la cabeza rubia de Matthew sobresaliendo del espaldar de un sillón.

—Hola —saludó Cordelia. Matthew se giró enseguida y observó a Cordelia con brillantes ojos verdes que, con la luz del día que entraba por la ventana, se veían tan claros.

—Cordelia —murmuró— ¿Que haces aquí? —preguntó. Cordelia se acercó a él.

—Quería saber cómo estabas —respondió ella con una sonrisa. El rostro de Matthew se suavizó y le hizo una señal para que se sentara en el sofá. Cordelia notó que Matthew a pesar de que estaba vestido con pulcritud, como siempre, se encontraba descalzo y con el cabello desordenado, sus rizos rubios golpeando su rostro.

—Más o menos. Mi madre no me enviará al Basilias, pero estoy en un proceso de desintoxicación. Poco licor y mucho té —Aquello hizo que Cordelia soltara una risita. Matthew quedó perdido en su risa—. Estaba tratando de leer. Hasta ahora es que pude estar solo, mis padres rondan sobre mí como si fueran polillas.

—Se preocupan mucho por ti —Matthew hizo una mueca.

—Se preocupan demasiado, y no son sólo ellos. Esta mañana recibí un mensaje de fuego de Christopher (los ha perfeccionado), diciendo que si necesitaba construirme una máquina que me ayudara a comer. Al parecer aún cree que tengo ambos brazos rotos.

—Bueno, entonces tal vez no te gustará lo que vengo a pedirte.

—Oh, señorita Carstairs. Estoy siempre disponible a peticiones indecentes de damas —Cordelia volvió a reír. Por el Ángel, Matthew podía quedarse toda una vida escuchando esa magnífica risa.

—Me han dicho que mi voz suele ser bastante... tranquilizante. Así que yo... me gustaría leerte —Matthew la miró y le sonrió. Se levantó y fue hasta el estante en donde tenía apartado los libros que él leía. Tomo uno de Óscar Wilde, ni siquiera vio cuál era y se lo entregó a Cordelia.

—Será un enorme placer para mí escuchar tu hermosa voz leyendome —Le dijo para luego volver a sentarse en el sillón. Cordelia lo miró, concentrándose en su hermoso rostro relajado y abrió el libro para comenzar a leer.

Matthew cerró los ojos concentrándose en la dulce voz de Cordelia.

Ah, podía vivir así para siempre.


Nota: Por fin pude terminar esta preciosa historia. En verdad necesitaba escribirla y necesito que Matthew amor de mi vida, se recupere. Creo que con el amor que su familia le tiene, buscarán soluciones para tratar su depresión.

Y bueno, es todo. Quería que terminara en Cordelia leyendole porque es uno de mis sueños kabskabsns los shippeo muchísimo pero aún así me da miedo de todo lo que conlleva: James sufriendo :( no quiero que James sufra, amo a James.

Es que no veo solución a este triángulo amoroso, porque de alguna forma uno de ellos sufre ;--;

En fin, que espero que les haya gustado.

Los quiero mucho y esperen que se vienen más fics de TLH:

-Matthew x Cordelia lemon.

-La relación de Charles y Matthew.

-La relación de Charles y Alastair.

The shadowhunters chronicles © Cassandra Clare

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