NO SOMOS CULPABLES
IRIS
Lo peor que alguien podía hacer era despertarme luego de una golpiza de Alba, pero ver a Mir de esa manera calmada con Jona valía la pena, me despedí de ellos y volví a mi habitación pero.
— ¡Déjame en paz Alba!— oí a Jared.
— ¡No lo haré! Tú maldito has acabado con mi vida— gritó Alba.
—Tú acabaste la de todos con tu locura y nadie te lo reprocha—
—Fue esa maldita la que lo acabó todo— gruñó Alba.
Bajé las escaleras hasta llegar al despacho de donde provenían los gritos, la puerta estaba entreabierta y dentro pude ver a Jared tomándose la cabeza con las manos y Alba completamente fuera de sí llorando y lanzando cosas al azar.
— ¿No te das cuenta Alba? No somos felices, ni tú, ni yo, ni las niñas, de qué sirve la farsa para los de afuera si estamos matándonos—
—Tú me amabas, éramos felices, los tres, Iris, tú y yo, pero ella— dijo entre dientes.
—Te amaba Alba, tú lo has dicho, pero perdiste la cabeza pretendiendo ser la perfecta madre y ama de casa, me descuidaste, nos descuidaste— decía Jared negando frenéticamente.
Su rostro estaba sombrío, triste, quebrado por completo, en tanto el de Alba destilaba odio y rencor por los poros.
—Se aprovechó de mí, de ti, de todos—
—Ella no lo hizo Alba—
— ¡Claro que lo hizo! Se metió en nuestra cama, contigo, en mi casa—
Alba se lanzó hacia Jared quien sostuvo sus manos antes de que lograran dañarlo, la castaña cabellera de Alba siempre bien peinada y estirada estaba hecha una maraña totalmente desaliñada, golpeaba el pecho de Jared mientras él cerraba sus ojos y se dejaba golpear.
—Alexa no tuvo la culpa Alba— susurró Jared.
— ¿Alexa?— decidí seguir oyendo, debía saber la verdad de una maldita vez.
—Sí la tuvo, ella te engatusó y jugó con mi confianza—
—Ella me dio lo que tú me negabas todo el tiempo Alba—
Alba levantó la mirada y vi el odio que ella cargaba, se separó de él y lanzó una bofetada hacia la mejilla de Jared, él solo agachó la cabeza como si mereciera aquel castigo.
—Sólo quería ser mejor para ti, para Iris, quería que todos estuvieran orgullosos de nuestra familia—
—Nos dejaste solos por ir a esas malditas tardes de té y beneficencia Alba, tu hija de meses apenas tuvo que recibir el cariño de Alexa porque el tuyo estaba lejos de aquí, ninguno de nosotros quisimos hacer daño pero, con un demonio Alba, te necesitábamos y tú lo único que veías era lo que la maldita sociedad pensaba de nuestra familia— exclamó Jared agitado.
— ¿Esa es tu excusa para revolcarte y embarazar a la niñera de tu hija?—
Ahogué un gemido cubriendo mi boca con las manos y me deslicé lentamente contra la pared. No podía creerlo, era eso, ¿No? No puede ser, no es posible, Miranda no.
—No es excusa, lo hice, estuvo mal y me equivoqué, te rogué e imploré por tu perdón, no soporto la culpa de haberte dañado, no soporto la culpa de haberla perdido, ¿Qué demonios se supone que haga?—
— ¿No soportas haberla perdido? Pues yo no me arrepiento de haberla matado—
¿Qué? Vi como Alba reía con malicia acercándose a Jared quién seguía con su cabeza agachada y tomando con fuerza su cabellera negra, su pecho comenzó a agitarse y al oír la risa de Alba sus ojos se llenaron de furia lo que hizo que se lanzara contra ella activando una alerta en mí.
— ¡Papá!— grité llegando hasta él.
—No es tu asunto Iris— gruñó.
Intenté colgarme de su espalda, quería lograr que soltara el cuello de Alba antes de que algo peor que lo que ya había pasado sucediera, debía evitar que Miranda sepa la verdad.
— ¡Mátame!—
— ¡Eres una maldita Alba!— gruñó arrojándola lejos de él.
— ¡Alba!— grité y fui hasta ella.
Había golpeado su cabeza contra la biblioteca que Jared tenía en su despacho logrando que un par de libros cayeran sobre ella, un hilo de sangre comenzó a teñir la alfombra detrás de su cabeza, Jared al verlo se dirigió hacia nosotras con temor.
—Está viva Jared— dije con voz seca.
—Iris— susurró.
—Sólo espero que Miranda jamás sepa de esto Jared, ya sufrimos lo suficiente nosotros como para que ella, que nada tiene que ver en esto siga sufriendo— mascullé entre dientes.
Jared solo asintió y se abrió paso entre la biblioteca y mi cuerpo, tomó a Alba en sus brazos para luego salir del despacho. No sabía que hacer, ¿Qué acaso la vida se había ensañado con nosotros para destruirnos? Jared había engañado a Alba, Miranda era mi hermanastra y su madre estaba.
— ¿Muerta?— susurré.
— ¿Quién murió?—
Levanté la mirada y la encontré con los ojos abiertos y sorprendidos en el umbral del despacho de Jared, me veía extrañada ya que de seguro y me creía dormida.
— ¿Iris? Eso es sangre— señaló caminando hacia mí.
—No te preocupes, fue Alba, en su arranque rompió algo y de seguro que se ha cortado y es la sangre que ves—
Me acerqué a ella e hice que se devolviera de sus pasos, salimos del despacho y cerré aquella puerta intentando cerrar y enterrar con ella los secretos que había oído esa noche. Guie a Miranda hacia la cocina y me serví un vaso de leche al tiempo que ella preparaba un par de sándwiches acompañados por un par de vasos con jugo.
—Aún está— Ella solo asintió con una sonrisa.
—No olvides que mañana hablaremos del plan Miranda y quieras o no, Brent ayudará, si no lo quieres tú, me ayudará a huir de esta maldita locura— sentencié.
—Mañana hermana, hoy déjame creer que soy una chica de 17 haciendo cosas a hurtadillas de sus padres dormidos y con su hermana de cómplice ¿sí?—
Sonreía y se veía como una niña cometiendo su primer chiquillada, pero mi hermana ya tenía 17 años y tanto dolor y secretos tras ella. Me limité a asentir y caminé hacia mi habitación. Miranda no tenía culpa de nada, era el producto de los errores de los demás.
—Ella no tiene culpa de nada— repetía.
Opté por tomar una ducha con agua tibia, tal vez eso terminara por relajar toda la tensión que cargaba sobre mí en aquel momento. Ese secreto, maldito Jared, cómo pudo engañar a Alba y con mi niñera, pero lo que más me preocupaba.
— ¿No soportas haberla perdido? Pues yo no me arrepiento de haberla matado—
Alba había matado a aquella mujer, pero cómo pudo hacerlo, no recordaba mucho de mi vida con Alba antes de que llegara Miranda a nosotros pero, nunca vi una simple fotografía de ella embarazada o con Miranda en brazos de pequeña, sólo recuerdo que todo fue derrumbándose desde que ella llegó. Sentí algo quebrarse dentro mío y hacerme estremecer, ¿Sería ella la?
—Ella no tiene culpa de nada, ni ella ni yo, no somos culpables de nada— me repetía hecha un ovillo bajo las mantas.
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