EL DORADO DE SUS CABELLOS
7 am, y la alarma del teléfono no paraba de sonar, que fastidio. Hacían un par de meses que habíamos llegado a Seatle, fue el destino que mamá había elegido para iniciar nuestra nueva vida. Iba a continuar con mi regularización de cursos en la preparatoria estatal, siempre me gustó el idioma inglés y mamá nos envió tanto a mí como a Alexa a cursos desde muy temprana edad, por suerte, sino estaríamos en aprietos en este momento. Mamá por el área misma en la que se desarrollaba estaba en comunicación constante con clientes extranjeros en la empresa en la que se desempeñaba como Directora de Relaciones Públicas.
Seguí intentando apagar el maldito reloj a tientas, no podía despegar los párpados de una sola vez, y el sonido me estaba volviendo loco realmente. Opté por girar en la cama hasta llegar a la mesita que tenía junto a ésta, estaba seguro que allí lo había dejado al muy condenado.
-¡Ya callate!- grité golpeando al reloj -Ah, demonios- bufé poniéndome de pie.
La venganza de los relojes, estaba empezando a creer en ellas, cada vez que golpeaba a mi reloj con fuerza caía de la cama y golpeaba la boca o la frente contra el frío piso de madera. A regañadientes me levanté del piso desenroscando las cobijas de mi cuerpo, el frío que hacía en este país es realmente mucho, considerando que soy amante de las temperaturas bajas, pero... ¿12 grados bajo cero por las noches?
-¡Yo primera!- oí pasar gritando y corriendo a Alexa.
Salté como pude y tomé una toalla intentando alcanzar primero el baño de la casa pero como siempre...
-Tarde hermanito- sonrió y guiñó el ojo antes de cerrar la puerta en mis narices.
Ya que, resignado decidí bajar a la planta baja donde estaba la cocina comedor, la casa que había conseguido mamá era el típico estilo americano, la clásica, casa de dos plantas y ático, con el porche al frente y un amplio jardín al frente y en la parte trasera de la casa. Al entrar lo primero que se veía era el recibidor con un espejo antiguo que daba una sensación acogedora junto con las maderas blancas que, a mi parecer, eran lo más bello de toda la casa, me encantaba, pero más que todo aquello me gustaba el aroma que provenía de la cocina, mamá estaba practicando su desayuno americano.
-Eso huele de maravilla mamá- dije abrazándola desde atrás.
-Pues lo mejor para mis niños- replicó acariciando mi mejilla para luego girar y darme un sonoro beso.
-¡Desocupado!- gritó Alexa desde la escalera.
-Es que acaso nunca va a comportarse como una señorita- masculló mamá.
-Es un caso perdido mamá- reí al verla bufar.
Subí al baño y efectivamente, Alexa era todo menos una señorita.
- El baño es un asco- bufé antes de abrir la ducha.
Dejé que el agua calentara mi cuerpo helado antes de salir y encerrarme en la habitación con calefacción.
-Increíble tanto frío- gruñí antes de sacar todos los abrigos de mi armario.
Primero una remera mangas cortas, luego la remera negra térmica que mamá había comprado antes del viaje. Unas medias bien abrigadas y un pantalón también térmicos, sí lo acepto, soy muy pero muy reacio al frío. Luego de asegurarme que parezco una copia barata de Wall-e salí de la habitación.
La carcajada de Alexa no se hizo esperar, ella siempre soportó el frío mejor que yo y era su presa favorita para las burlas en la época invernal. Mamá también intentó ocultar una risa pero no pudo.
-Ay por favor, ¡¿tú también mamá?!- resignado tomé unas galletas y el café sin sentarme, no es que no quisiera, no podía por la cantidad de ropa que llevaba.
-¿Qué acaso crees que estamos en Groenlandia?- se burló Alexa.
-Basta- intentó decir mamá para regañarla pero volvió a fallar en el intento.
-Suficiente... son un par de...- comencé a decir antes de saltar sobre mi madre y Alexa -... locas... y así las amo- dije estrellando un par de besos en las mejillas de ambas.
-Ya vayan o perderán el bus-
-Adiós- dijimos al unísono con Alex antes de salir disparados hasta la parada del bus.
-¿Puedes correr Wall-E?-
-Apuesto que aún puedo ganarte- dije no tan confiado.
-Pues será mejor que lo hagas porque el bus esta en la esquina- salió disparada como alma que la lleva el diablo.
-Mierda- mascullé y la seguí.
-Wall-E- gritaba mientras todos reían en el bus.
-Genial hermanita, gracias- murmuré mientras buscaba lugar libre.
-Jo... alguien está de mal humor- dijo en español ante la mirada inquisitoria de todos.
Era más que sabido que los latinos no éramos bienvenidos pero, años de entrenamiento contra el bullying de los hermanos Bronx tendría su uso ahora.
Conseguimos un par de asientos libres al fondo del bus, una cabellera rubia llamó mi atención pero el chico que trataba de ligar a mi hermana y en mi cara hizo que me despreocupara de ello.
-¿Qué se supone que haces?-
-Socializando- dijo y siguió hablando con el chico nuevo.
La verdad es que su inglés era más fluido que el mío. Me dediqué a ver esa cabellera rubia que me traía perdido. Al detenerse el bus solo quise seguirla pero fue imposible. Nada más se perdió en el medio de la multitud de alumnos. Era el primer día luego de las vacaciones por Navidad y todos se reencontraban, era una verdadera locura.
-Por aquí- la voz de Alexa me volvió a ponerme los pies en la tierra y la seguí hasta la Secretaría donde nos darían los horarios a seguir.
Una esbelta señora de ojos grises y cabellos oscuros se encargó de darnos un pantallazo general de lo que era la escuela y las primeras clases que tendríamos.
-Para ti Jona- dijo viendo mi horario -tu primer clase sera matemáticas-
Genial, primer día, primer clase. Al checar el horario de Alexa dijo que su primer clase sería química, la sonrisa de ella me lo dijo todo, había vuelto a salirse con la suya. Negué con la cabeza y me acerqué a la puerta de la sala, tomé aire y un poco de coraje ya que no se me daban las presentaciones y entré.
-¿Señor...?- dijo el profesor acomodando sus lentes.
-Bronx, Jona Bronx- dije tendiendo mis papeles.
-Ah, sí sabía que se uniría a nosotros, un momento- se volvió a los alumnos pidiendo silencio y mi corazón comenzó a latir desbocado.
-Alumnos, un minuto por favor- habló atrayendo la atención de los mismos -este es el señor Jona Bronx, se unirá a nosotros desde ahora y espero y sepan hacer de su estancia algo ejemplar-
Hizo una seña para que me presentara al grupo y por primera vez levante la mirada y me dirigí hacia los alumnos y...
-No... puede...ser- fue lo que sus labios dibujaron al verme con esos ojos pícaros que ya había visto una vez.
-Al nuevo se le olvidó como hablar nuestro idioma- dijo uno y todos comenzaron a reír.
-Tanta ropa le agotó las palabras- carcajeó otro.
Todos comenzaron a reír y el profesor a mi costado negó con la cabeza.
-¡Soy Jona Bronx, vengo de Argentina y sé muy bien el idioma de tu país pend...!- solté de una ante la mirada atónita de todos ya que había elevado la voz sin quererlo -lo siento profesor-
Bajé la vista y él sólo hizo una seña para que me ubicara en un lugar libre, oh suerte la mía el único lugar libre era junto a ella. Avance esquivando mochilas y pupitres y llegué hasta mi futuro lugar.
-Así que Jona Bronx, ¿no era tan largo para decirlo la primera vez que nos vimos?- susurró evitando que el profesor la oyera.
Sonreí de lado y saqué de mi mochila los libros que necesitaba para la clase, ella nada más sonrió y fijó sus ojos en las páginas que había indicado el profesor.
La clase continuó sin más distracciones aunque mi mente vagaba por aquellos cabellos dorados que me tenían embelezado.
Al sonar la campana simplemente me dispuse a guardar mis libros y continuar a mi próxima clase pero algo a mi lado decía que mo no sería tan sencillo. Ella me observaba fijamente sin casi pestañear.
-¿Se te ha perdido algo?- murmuré tratando de ocultar una risa.
-Mmmm... es posible- contestó poniéndose de pie.
-¿Siempre eres así de espontánea?- al volverme la tenía tan cerca de mi rostro que pude perderme en las lagunas azules de sus ojos.
-Cuando algo me atrae desde la primera vez...-
-¿Te atraigo?- sorprendido y con la boca entreabierta casi ni podía respirar.
-Eres lento Bronx- susurró con su vista puesta en mis labios.
Sonrió de lado y se acercó aún más hacia mí, cerró sus ojos y...
-¡Diablos!- murmuró entre dientes -Vamos tortuga, te llevaré a tu próxima clase-
Me sacó el horario de las manos y salió a paso apresurado de la sala. Si alguien es tan amable de decirle a mi cerebro que reaccione por favor...
-¡Bronx!- y ahí estaba ella- oh por favor... muévete- gritó al tiempo que me tomaba de la cintura y empujaba hacia adelante.
Eso era el cielo, lo que sentía con sus pequeñas manos sosteniéndome por completo, lo sé, soy un completo idiota, pero no puedo reaccionar, ella sobrepasa todo mi sistema, lo hizo desde la primera vez que la vi y que creí que nunca más volvería a verla.
-Pues bien, aquí estamos, es tu clase, por lo que veo no coincidimos en otra clase hasta mañana, así que, te cuidas ¿sí?- sonrió poniéndose en puntillas para dejar un pícaro beso en la comisura de mis labios.
Se giró y al verla alejarse creo que al fin por primera vez en su vida mi cerebro reaccionó en el momento justo. Corrí hasta ella y la tomé de la mano haciendo que me viera. Su sonrisa volvió a hipnotizarme al perderme en sus ojos.
-Miranda-
-¿Cómo?-
-Eso ibas a preguntar- volvió a sonreír.
¿Era eso? No, sí, ya que más da, pensé. Y la besé, en aquel pasillo vacío, la besé, no tenía experiencias, no sabía como hacerlo, sólo dejé que el momento me lleve. Sentí sus brazos cruzando mi cuello y pegarse un poco más. Aquello sabía a gloria, era hermosa y ¿era mía?
-Vaya Bronx, reaccionas lento, pero vale la pena la espera- murmuró sobre mis labios.
-Soy muy tímido y no pensé que...- puso su dedo en mis labios y negó con la cabeza.
-Ese es tu problema, piensas demasiado, a veces las mejores cosas suceden cuando eres espontáneo- guiñó el ojo y se alejó lentamente.
-Oye, Miranda, yo-
El timbre de mi teléfono sonó en mi mochila y la vi sonreír. Era un número desconocido, abrí el mensaje y era un pequeño corazón y una sonrisa se formó en mis labios. Levanté mi mirada y ahí estaba ella con su expresión despreocupada y sonriente.
-Llámame cuando quieras- giró sobre sus pies y agitó las manos sobre su cabeza.
-Ya me tiene loco- solté largando el aire que tenía contenido.
Una risa tonta me acompañó durante el recorrido de vuelta a la clase hasta que mis libros literalmente desaparecieron de mis manos.
-¿A quién demonios te crees que llamaste pendejo?- volví la vista hacia el idiota que tenía frente a mí.
-¡Pues acabas de demostrar que no estaba equivocado!- contesté levantando la voz y yendo a buscar mis libros.
-¡Cuando te hablo me ves y te quedas en el lugar!- me tomó del cuello del abrigo e hizo que lo viera.
-¡En tus sueños pendejo!- bufé fastidiado dándole un golpe con la cabeza en su nariz.
-¡Maldito!-
-¡James, basta!- la voz de Miranda tras de mí hizo que detuviera el camino de su golpe.
-¿Vas a defenderlo?- la decepción en su rostro era notoria como también la rabia que sentía.
-Haré más que eso si no te largas en este instante- afirmó acercándose a mí.
-Eres una...-
No pensé, fui espontáneo y reaccioné frenando mi puño contra su mandíbula.
-¡Intenta volver a ofenderla idiota!- grité fastidiado.
No dijo nada, se levantó y se alejó de nosotros maldiciendo por lo bajo, esto estaba mal, muy mal, pero ella era muy importante para mí.
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