O2
Aiko apenas había procesado la breve despedida con aquel rubio de mechones rojizos cuando llegó a casa y se encontró con una escena que parecía salida de una película de comedia. Frente al patio, Haruki estaba rodeado de un grupo de chicos que, con su actitud tan ruidosa, no pasaban desapercibidos. La chica suspiró, no podía esperar menos si eran amigos de su hermano.
A algunos ya los conocía. El primero era un joven de cabello rojizo oscuro, y ojos rubí se veía bastante calmado, se llamaba Tanjiro, un amigo de Haruki que el susodicho había conocido en su primer año de secundaria.
Luego estaba un muchacho rubio con el cual era bastante incómodo mantener conversación, pues era muy hostigador con ella, se llamaba Zenitsu.
También habían otros dos más a quienes no conocía y Aiko suspiró.
Tanjiro estaba tratando de mantener el orden, pero su sonrisa apacible no hacía mucho efecto entre el caos. Un joven de cabello negro con mechones azules y Zenitsu discutían a gritos por algo que Aiko no alcanzaba a entender, mientras Haruki los observaba con una expresión entre divertida y burlona y al lado de su hermano también estaba un chico que parecía irradiar tranquilidad que le resultaba inquietantemente familiar.
— ¡Aiko! —Gritó Haruki, quien había visto a su hermana desde lejos, levantando la mano para llamar su atención— ¡Ven!
Aiko alzó una ceja, curiosa por los nuevos amigos de su hermano. Curiosa sobre todo por el chico de cabello rubio y mechones rojizos, el era más joven o quizá de la misma edad que su hermano y tenía un parecido asombroso con alguien que acababa de despedir hacía poco.
Su cabello dorado con mechones rojizos eran inconfundibles, y aunque su mirada era más tímida que la de Rengoku, había algo en su sonrisa que le recordó al torbellino de energía que era él.
¿Era su hermano, tal vez un familiar de él?
—¡Hola, Aiko! —Saludó Tanjiro con su característica amabilidad—. Es un gusto verte de nuevo.
—¡Tanjiro, hola!—Respondió Aiko, devolviéndole la sonrisa.
—¿Quién es ella? ¿Tu hermana? — Preguntó el pelinegro, inclinándose hacia Haruki con curiosidad exagerada. — ¡Es igual a ti! ¡Aunque se ve media rarita!
—Es mi hermana mayor, imbécil ¡Y quítate, estás muy cerca, Inosuke!— Haruki, rodando los ojos alejó al recién nombrado con sus manos. — Aunque a veces sí es media rara. — Soltó riéndose, la contraria solo miró mal a su hermano suspirando en el proceso por la primera impresión que había tenido de ella Inosuke.
Y antes de que Aiko diga algo Zenitsu golpeó en la cabeza de forma muy brusca al pelinegro.
— ¡Como le dices eso a la preciosa señorita Aiko, animal feo, inmundo! — Gritaba desesperado y al instante intervino Tanjiro intentando calmarlo.
La mujer los miró nerviosa, solo con verlos podía entender el porqué eran amigos de Haruki.
Haruki, quien tenía el cabello rubio y al igual que su hermana unos mechones rosas. También por su puesto unos delicados ojos amarillos. Para Aiko era demasiado ruidoso e infantil que hasta le sorprendía que varias chicas del salón de su hermano se enamoran de el. Debían, estar ciegas o algo.
—Hola a todos. —La muchacha rubia quiso seguir hablando pero sintió como alguien tocaba su mano con mucho dramatismo.
— ¡Nunca me cansaré de repetirlo, tu hermana es hermosa, Haruki! Aiko, ¿sería mucho pedir que fueras la futura madre de mis hijos?
La joven se quedó congelada por un instante, antes de soltar una risa nerviosa. No sabía cómo manejar las declaraciones exageradas de Zenitsu, pero no quería ser grosera.
—Ehm... gracias, supongo —Murmuró, retirando su mano con suavidad.
—¡Déjala en paz, Zenesu! —Espetó Inosuke, empujándolo—. ¡Que no ves que es hermana del idiota de Aruki!
— ¡Ya te dije que soy Zenitsu y el otro idiota es Haruki! — Gritaba desesperado, Aiko miraba la escena con pesar. A la otra definitivamente los ignoraria.
—Calmense, por favor, la señorita Aiko está viéndolos. —Intervino Tanjiro, casi suplicando, colocando una mano en el hombro de cada uno.
Mientras la situación se volvía más caótica, Aiko notó que el chico rubio rojizo, seguía observándola desde un costado y hablando con Haruki que ignoraba a aquel trío. Aiko los miró y en ese instante Haruki hablo en alto, calmando a los otros tres.
—Oh, casi lo olvido — El menor empezó a señalar a su amigo quien estaba a su lado.— Aiko, él también es alguien que conocimos hoy. Se llama Senjuro, es algo tímido. — Se reía Haruki, golpeando al recién nombrado con su codo. — No seas tan callado, idiota.
— U-un gusto conocerte. — Saludaba Senjuro con una ligera inclinación, evitando el contacto visual por unos segundos.
—El gusto es mío — Respondió Aiko, pero ahora que lo tenía más de cerca no pudo evitar notar algo peculiar. Senjuro... Era idéntico a Kyojuro.
—Es nuevo en el barrio. —Añadió Haruki, al notar la mirada de Aiko—. Aunque todavía no sé mucho de él, es como muy tímido. — Rodó los ojos, mirando al contrario.
— Bueno, espero que te sientas bien aquí —Comentó Aiko con amabilidad, tratando de aliviar la incomodidad del chico.
Senjuro asintió con una pequeña sonrisa.
— ¡Tiene un hermano mayor increíble! ¡Es de tu edad Aiko! ¡Ojalá lo hubieras visto! — Gritó con entusiasmo Haruki, quien a la vez golpeaba la espalda de Senjuro con leves golpeteos muy emocionado.
— Sí, ¡Ojalá lo conozcas! — Intervino Tanjiro, quien seguía al lado de Zenitsu e Inosuke.
— ¿De mi edad? Vaya... — La rubia miraba con duda a Senjuro, pues se parecía demasiado a Kyojuro pero le daba pena preguntar así que prefirió quedarse con esa duda. Pero era obvio que era hermano. — ¿Cómo lo conocieron?
— Es que cuando recién llegamos a la escuela estaba hablándole a su hermano ¡Era muy genial! — Gritó nuevamente entusiasmado, golpeando a Senjuro quien recibía los golpes en su espalda con vergüenza.
Antes de que pudiera decir algo más, un chico rubio muy llamativo se adelantó, tomando nuevamente la mano de Aiko con brusquedad.
— Aiko, de todas formas el no es más genial que yo, así qué permíteme ser tu humilde servidor, tu protector, tu...
— ¡Ya te dije que la sueltes, cochino!— De un empujón el chico de ojos verdes apartó al rubio de Aiko.
— ¡Inosuke! ¡Ya te dije que hacer eso es demasiado grosero! — Corría Tanjiro de inmediato para detener a ambos.
— ¡Es él el que siempre empieza! ¡Siempre está quejandose de lo genial que soy y los nombres que les pongo! — Replicaba Inosuke, inflando el pecho con un aire de superioridad.
Mientras los dos discutían a gritos, Aiko no pudo evitar soltar una risa nerviosa. Se sentía un poco abrumada, pero al mismo tiempo divertida por la energía caótica que inundaba el lugar.
Mientras tanto, la discusión entre Zenitsu e Inosuke alcanzaba un nuevo nivel de caos, con Tanjiro intentando separarlos y Haruki riéndose a carcajadas.
—¿Siempre son así? — Preguntó Aiko, con una mezcla de incredulidad y diversión.
— Esto pasa todo el tiempo —comentó Haruki, rodando los ojos. — Han estado así desde que se conocieron y creo que así será todos los días.
Tanjiro al escuchar eso solo suspiró, al parecer también tendría un año duro y de repente Aiko se compadeció de él.
— Sí, pero tienen buen corazón. — Contestó Tanjiro esforzándose por mantener su tono calmado mientras sujetaba a ambos chicos.
La tarde transcurrió entre risas. Pero Aiko no podía dejar de pensar en Senjuro y en esa sensación de familiaridad.
¿Acaso no era mucha casualidad que Kyojuro sea su hermano?
Ya habían pasado prácticamente casi una semana así. Kyojuro y Aiko a veces se dedicaban miradas y se sonreían. Eran interacciones algo extrañas y a su vez raramente tímidas.
— Bueno, ya ha pasado un semana, así que ahora que ya todos se han adaptado a la clase quisiera saber si ya tienen en mente a alguien que sea representante del aula. — De repente ese comunicado de su profesor sacó de sus pensamientos abruptamente a Aiko.
— ¿Y, alguien? — El silencio del aula era totalmente notable pero casi en ese instante un guerrero de Dios alzó la mano levantándose de su asiento abruptamente, era Kyojuro Rengoku, haciendo que todos lo miren y le sonrían con orgullo.
— ¡Yo quisiera ser el representante de nuestra aula!
— ¡Ese es nuestro Kyojuro! — Gritaban animados los de la clase, que no podían parar de halagarlo.
El aula estaba sumida en murmullos y risas, la rubia se sorprendió levemente apenas podía procesar las palabras de Kyojuro que con todo entusiasmo decidió ser el representante.
Para Aiko, Kyojuro se veía genial.
— Aiko, que no se te olvide de cerrar la boca, preciosa. — Sonrió Shinobu burlona, mirandola, mientras Mitsuri solo se reía. La rubia las miro avergonzada.
— Ahora necesitamos dos más que apoyen al representante del aula — Continuó al profesor con su voz grave y pausada—. Uno será encargado de disciplina, y el otro de limpieza, el de limpieza sobre todo se encargará de ayudar a regar las plantas y dirigir quienes serán encargados de limpiar por semana.
— ¡¿Pero por qué tantos profesor Gyomei?! — Gritaban los alumnos en unísono, quejandose.
El profesor Gyoumei Himejima miraba a su clase con un poco de pesar, su presencia dominaba el aula. Su cabello negro y corto caía en mechones ordenados, enmarcando un rostro sereno, mientras sus ojos grises irradiaban severidad y compasión. Su voz grave resonaba, llenando cada rincón del aula.
Su altura y anchos hombros le daban una apariencia intimidante, pero pronto, los alumnos habían descubierto su naturaleza profundamente sentimental. Exageraba en sus gestos, llevándose la mano al pecho o cerrando los ojos dramáticamente al hablar de valores como el amor y la responsabilidad.
— Porque somos una familia, y una familia debe trabajar unida para que todo funcione. —Repitió con lágrimas asomando en sus ojos, haciendo que los estudiantes lo miren con cansancio y poca credibilidad.— Necesitamos dos más que apoyen al representante del aula, por favor, no quiero elegir yo. — Pidió nuevamente, como si el que sufriera fuera él.
Aiko sintió un nudo en el estómago. Miró a Kyojuro, que ya había sido elegido como representante, y recordó la conversación que habían tenido al final del primer día de clases. "Me gusta ayudar a los demás ", le había dicho él con esa sinceridad que la desarmaba. Esa frase resonaba ahora en su mente.
Respiró hondo, buscando algo de valor, y levantó la mano con decisión.
— Me gustaría ser la encargada de limpieza.— Dijo con voz firme, aunque su corazón latía con fuerza.
El aula quedó en silencio por un momento, cuando todos empezaron a murmurar, Kyojuro en cambio giró la cabeza hacia ella, visiblemente sorprendido. Pero pronto, una sonrisa cálida se formó en su rostro, una que parecía decirle que estaba emocionado de que ella también esté ahí.
Antes de que Gyoumei pudiera responder, las amigas de Aiko comenzaron a murmurar.
— ¿Aiko? ¿Por qué? —susurró Shinobu, frunciendo el ceño—. Es mucho trabajo. ¿No prefieres evitar ser la encargada?
— Sí, Aiko, ¡no te sacrifiques! — Añadió Mitsuri, casi en un tono de queja infantil.— No seas tan considerada.
Aiko simplemente negó con la cabeza, dándoles una sonrisa tranquila.
— Quiero hacerlo — Respondió, más para sí misma que para ellas. En respuesta Shinobu se sorprendió un poco pero sonrió levemente, entendiendo tal vez lo que pasaba.
Mientras tanto, un chico de cabello completamente pelirrojo y expresión relajada observaba a la rubia, solo para sonreír de manera altanera.
— Entonces yo quiero ser el encargado de disciplina. — De repente, una voz despreocupada rompió el murmullo de la clase.
Todos voltearon hacia Sengoku, que levantaba la mano con una sonrisa relajada. Su cabello pelirrojo brillaba bajo la luz del aula, y su expresión despreocupada contrastaba con el entusiasmo de Kyojuro.
Aiko también lo miró sorprendida.
Durante esa semana que habían convivido, nunca pensó que Sengoku se ofrecería para algo tan serio. Era conocido por su actitud relajada y algo seria, parecía estar en su propio mundo, sin preocuparse demasiado por los demás.
Mientras el profesor Gyoumei asentía con aprobación, Aiko recordó un momento del tercer día de clases, uno que hasta ahora había dejado en el fondo de su memoria.
Aquel día, la clase de inglés estaba a punto de comenzar, y Aiko buscaba desesperadamente su cuaderno. Sus amigas, charlaban animadamente sin percatarse de su desesperación.
— ¿Dónde lo dejé?— Murmuraba Aiko, revisando su mochila por tercera vez.
De repente, Sengoku, que estaba sentado a su lado, dirigió su mano en dirección de Aiko con un movimiento despreocupado, sosteniendo su propio cuaderno de inglés.
— Toma, úsalo.— Soltó con una sonrisa tranquila, como si no le importara.
Aiko lo miró sorprendida.
— ¿Tu cuaderno? ¿Y tú qué vas a hacer, tenías otro...?
Él se encogió de hombros, como si no le importara en absoluto.
— Eres algo lela, ¿sabes? — Comentó con un tono entre burlón y cariñoso.— Si sabes que la profesora de inglés es jodida ¿cómo puedes olvidarte de tu cuaderno? Para verte tan seria, a veces eres algo despistada.
Aiko se sonrojó un poco ante el comentario, pero negó con la cabeza, devolviéndole el cuaderno.
— No puedo aceptarlo. Si lo acepto, te meterás en problemas. Es mejor que yo me las arregle sola.
Sengoku suspiró, apoyando la barbilla en su mano con una sonrisa de pura indiferencia.
— No te preocupes por mí. Me saltaré la clase, y ya está.
— ¿Qué? ¡Eso no está bien! —Replicó Aiko, indignada.— Si alguien tiene que quedarse sin cuaderno, debería ser yo.
Él negó con la cabeza lentamente, sin perder su sonrisa relajada.
— No hay problema. Además, no me agrada mucho el inglés. Prefiero ayudarte a ti antes que aguantar a esa profesora, tampoco te creas especial. — Le dedicó una sonrisa algo engreída.
Aunque su tono era despreocupado, había algo en sus ojos que Aiko no pudo descifrar del todo, algo que parecía una mezcla de amabilidad. Finalmente, aunque con algo de culpa, aceptó el cuaderno.
De vuelta al presente, Aiko volvió a mirar a Sengoku, todavía sorprendida. A pesar de todo, ese recuerdo había cambiado su percepción de él. Quizás no era tan despreocupado como aparentaba. Tal vez, en el fondo, era alguien con un gran sentido de la bondad, aunque lo disfrazara con esa actitud relajada.
— No te preocupes tanto. — Comentó Sengoku de repente, notando la mirada de Aiko. Le dirigió una sonrisa confiada.— No creo que sea tan difícil.
Aiko asintió aún dudosa pero nuevamente miró a Sengoku con timidez y el contrario alzó una ceja.
— sé que ya te lo he dicho pero aún sigo muy agradecida por lo del cuaderno de inglés.
— ¿De nuevo con eso? ¿No te cansas? — Bufó el pelirrojo haciendo que Aiko lo mire algo avergonzada. — Ya te dije que no me metí en problemas, además el grandulón me ayudó. — Señalando al profesor quien se veía hablando animadamente a Tomioka junto a Rengoku.
A decir verdad parecía un ataque hacia el pobre Tomioka, el profesor que no paraba de hablar junto con Rengoku.
— ¡Ten más respeto por el profesor Gyomei, Sengoku! — Regañó Aiko, el contrario le rodó los ojos.
— Ajá, como digas. — Soltó con simpleza mientras rodaba los ojos. Y con la misma simpleza se acostó en la carpeta dejando nuevamente sorprendida a la muchacha quien soltó una pequeña carcajada al notar cómo Sengoku se dormía.
— Creo que es algo curioso que justo tú seas el que ayude a la disciplina en el salón.— Murmuró mirándolo de reojo.
— Lo curioso es que ustedes tres sean los representantes del aula, Aiko. — Comentó vagamente Shinobu, Aiko solo bufó, no quería escuchar las muy seguramente burlas de su amiga, quién solo la miraba de manera burlona.
— Muy bien, entonces Rengoku será el representante, Aiko estará a cargo de la limpieza, y Sengoku será el encargado de la disciplina. Estoy seguro de que formarán un excelente equipo.— Habló con entusiasmo, interrumpiendo el bullicio que se había formado en el salon. Este llevó sus manos al pecho como si estuviera a punto de llorar. — Me enorgullezco de ustedes.
Los alumnos solo lo miraron con cierto cariño y cansancio. A veces era demasiado dramático.
Desde su asiento, Kyojuro observaba a Aiko y Sengoku, quienes parecían completamente absortos en su conversación. Aunque este mantenía su característica sonrisa amable, había una chispa de duda en sus ojos, una que ni siquiera él lograba comprender del todo. Algo en la forma en que Aiko miraba a Sengoku, en cómo sus ojos se iluminaban mientras hablaban, le causaba una pequeña punzada en el pecho.
El pelinegro que se sentaba detrás de él lo miró de reojo, y también dirigió la mirada en la que estaba concentrado el contrario, mirando con duda la escena.
¿Estaba viendo a Aiko?
— ¿Estás bien, Kyojuro? — Preguntó con su voz tranquila y pausada, notando la distracción de su amigo.
Kyojuro se giró hacia Tomioka, un poco sorprendido por la pregunta. Aún con la duda rondando en su mente, le ofreció una sonrisa que, aunque sincera, llevaba un toque de duda.
— Sí, estoy bien... ¡Estoy emocionado por ser el representante del salón, es todo! — Soltó rápidamente, intentando desviar su propia inquietud.
Tomioka lo miró por un momento, evaluando su respuesta, antes de asentir lentamente, sin hondear más en la respuesta.
— Cuando toque el timbre, el día de hoy a los representantes les tocará limpiar el salón, pero para mañana ya estaremos viendo la lista de los encargados de limpiar por día. — Indicó el profesor, mirando a sus alumnos.
Todos asintieron, menos Sengoku que suspiró con pereza al escuchar que se quedaría a limpiar el salón.
Al tocar el timbre la mayoría salió despavorido.
— ¡Te esperamos afuera, Aiko! — Sonrió con dulzura Mitsuri, y al lado Shinobu que se despidió levemente con su mano de Aiko. Ambas se fueron, dejándola a ella con los otros dos chicos.
Aiko, con un gesto tranquilo miró a ambos chicos y les sonrió.
— ¿Qué les parece si yo limpio la pizarra y las carpetas? Y si tú quieres Kyojuro puedes recoger los papeles tirados en el piso y ayudarme a limpiar las carpetas.— La rubia miró al pelirrojo que estaba sentado en su carpeta con desinterés.— Sengoku tu podrías barrer y botar la basura.— Sonrió dulcemente, el contrario solo asintió.
— ¡Bien, hagamoslo! — Gritó Kyojuro con entusiasmo.
Aiko por su parte comenzó a borrar la pizarra, mientras Rengoku se agachaba a recoger los papeles que se habían caído al suelo. Sengoku, estaba ocupado barriendo el piso, un poco distraído mientras miraba de vez en cuando a sus compañeros.
Luego de un par de minutos, Rengoku empezó a ayudar a la mujer a mover más carpetas.
— Gracias Kyojuro... — Murmuró Aiko, con cierta vergüenza, el contrario rió con alegría.
— ¡No te preocupes! ¡Te ayudaré en todo lo que necesites!
Mientras ellos se ponían a trabajar, Sengoku los observaba desde su rincón. La tarea no era difícil, pero la dinámica entre Aiko y Rengoku parecía tener algo diferente en el aire. Cada vez que uno de ellos se cruzaba con la mirada del otro, ambos esbozaban una sonrisa genuina, y aunque a él no le gustaba meterse en esos detalles, no podía evitar notar el cambio en la atmósfera.
Eran muy irritantes juntos, mientras barría el piso, dejó escapar un pequeño suspiro, sin dejar de observar la escena de reojo.
— ¿Están saliendo? — Preguntó de repente, mirando a ambos con rareza, Aiko se puso roja casi como un tomate y Sengoku juraba que Kyojuro se ruborizó un poco.
— ¡Sengoku, que dices! ¡Somos amigos, apenas nos conocemos! — Vociferó Aiko al segundo, Sengoku arqueó una ceja.
— ¡Sí, Sengoku! — Se rió Kyojuro evitando por completo ver a la mujer.
El pelirrojo suspiró nuevamente, ¿En donde rayos se había metido? ¿En serio tenía que soportar a esos dos todo el tiempo?
Era su culpa, no entendía por qué decidió ser representante, ¿Por qué lo había hecho? ¿Solo por Aiko? ¡Claro que no! Solo tenía curiosidad¿Pero curiosidad de qué?
Sengoku se maldijo a sí mismo y siguió haciendo su labor.
— ¿Estas bien, Sengoku? — Se acercó el rubio rojizo, sacándolo de sus pensamientos. — ¿Pasó algo?
— ¿Qué? — Preguntó levemente pero reaccionando al instante. — Sí, no te preocupes.— Respondió, solo para agarrar el sacó de basura e irse, dejando ahí a Rengoku ignorado, quien rió por lo que había hecho Sengoku.
Aiko vio la escena asustada, entendía que Sengoku era un poco serio pero como podía ignorar así a Rengoku.
¿Siquiera eso era posible?
— Oye, Sengoku...
— No te preocupes, Aiko, estoy acostumbrado a lidiar con chicos como él. — Confesó sonriendo. — Mi mejor amigo cuando lo conocí era mucho peor que Sengoku. — Admitió mientras acomodaba las carpetas, y se reía al recordarlo.— Ahora sigue siendo algo serio pero es buena persona.
— ¿Giyu? — Soltó mirándolo con dudas.
— ¡Ese mismo! — Sonrió nuevamente. — Es serio pero siempre está conmigo cuando lo necesito.
Una voz que conocían perfectamente entonó, hablándoles con simpleza.
— Bueno, parece que ya terminamos ¿No? — El pelirrojo estaba en la puerta observando.
— Creo que sí. — Sonrió Kyojuro luego dirigió su mirada a la chica. — Buen trabajo, Aiko. — Sonrió con dulzura, haciendo a la chica sonrojar.
— Tu también buen trabajo, Kyojuro... — Habló débilmente la rubia.
Sengoku, que había ido a botar la basura, y que estaba yendo a por sus cosas observó el intercambio. Había algo en la manera en que Aiko y Rengoku se entendían, algo que lo hacía sentirse fuera de lugar. Era extraño, sin embargo, no dijo nada.
— Buen trabajo a ambos. — Luego de decir eso, Kyojuro y Aiko se sobresaltaron, mirándolo de repente. Sengoku rodó los ojos.
— ¡Tú también buen trabajo! — Gritaron al unísono con mucha emoción, Sengoku los miró con cansancio, asintió y se retiró del salón.
Después de que Sengoku se fuera, Aiko y Rengoku se quedaron allí un momento más, en un silencio cómodo. Sin decir mucho, Rengoku miró a Aiko, con una sonrisa algo más suave.
— Aiko... me alegra que estemos en el mismo salón. — Soltó con sinceridad, su tono de voz más tranquilo.
La joven lo miró sorprendida por la confesión, y su sonrisa se amplió.
— A mí también me alegra mucho que estemos en el mismo salón. — Respondió, su tono era cálido y genuino.
Y aunque no lo dijeron en voz alta, algo entre ellos dos estaba tomando forma, algo que no podía ser ignorado por ninguno de los dos.
Era tarde, la escuela ya había terminado y Aiko caminaba de regreso a casa, recordando todo lo que había pasado ese día. Sin embargo, algo le llamó la atención: un chico pequeño, tal vez de no más de diez años, estaba junto a un poste, visiblemente alterado. Frente a él, un adolescente lo estaba intimidando, gritándole para que le diera dinero.
La rubia se detuvo, el corazón le dio un brinco al ver la situación. A pesar de la sorpresa, algo dentro de ella despertó. Sin pensarlo mucho, se acercó rápidamente, sintiendo cómo la adrenalina tomaba control de su cuerpo.
—¡Oye! —Gritó, su voz saliendo más fuerte de lo que había planeado, casi desafiante— ¿Qué te pasa? ¡Deja en paz al niño!
El chico mayor se giró, mirándola con una expresión molesta.
—¿Y tú quien eres? — Respondió el chico, mostrando una sonrisa burlona. Pensó que una mujercita no podría hacerle frente, pero Aiko ya estaba a punto de actuar.
— La que te va a dar un buen zapatazo si no dejas en paz al niño.
El chico soltó una carcajada burlona.
— ¿Ah, sí? A ver, inténtalo
En un impulso y sin pensarlo dos veces , levantó el pie y lanzó uno de sus zapatos hacia él, el cual cayó directo en su cara.
Hasta Aiko se asustó por lo que había hecho, estaba completamente loca...Pero ya no se podía retractar.
—¡Eso te enseñará a molestar a los demás! — Exclamó, con la voz firme pero temblorosa por la adrenalina. El chico soltó una maldición, llevándose las manos a la nariz. Miró a Aiko, luego al zapato en el suelo, y al final decidió que no valía la pena quedarse. Murmuró algo entre dientes y se largó a paso apresurado.
El niño, que había estado paralizado por el miedo, levantó la cabeza con algo de alivio al ver que el chico mayor se iba. Aiko se acercó a él, con una sonrisa, aunque todavía un poco nerviosa por lo que había hecho.
—¿Estás bien? — Preguntó, agachándose para verlo mejor.
El niño asintió rápidamente, mirando a Aiko con una mezcla de gratitud y sorpresa.
—¡Sí! ¡Gracias! — Habló el pequeño, aún impresionado por la valentía de la chica.
Aiko se sonrojó ligeramente, incómoda por la situación, pero también se sentía satisfecha por haber podido ayudarlo.
—Eso fue increíble. — Habló una voz detrás de ella, con un tono casi despreocupado.
Aiko se giró y vio a Sengoku acercarse con las manos en los bolsillos.
— ¿Desde cuándo estás ahí?
— Desde que le volaste la nariz a ese tipo con tu zapato. Impresionante, por cierto pero... ¿Estás bien? ¿Y tú niño, estás bien?
Aiko asintió, sonriendo aliviada y sorprendida por verlo ahí. El pequeño miró a Sengoku y sonrió levemente.
— Muchas gracias por ayudarme. — Se inclinó levemente hacía Aiko.
— ¡No me agradezcas! Espero que con eso haya aprendido, solo era un tonto.
— Un par de imbécil de mierda, querrás decir. — Intervino Sengoku con facilidad haciendo que la rubia lo mire sorprendida por sus palabras.
— ¡Sengoku! ¡Cómo dices esas palabras frente al niño! — Regañó Aiko, el contrario rodó los ojos.
El pequeño dejó escapar una risita antes de despedirse con una leve inclinación y alejarse a paso rápido.
La rubia lo siguió con la mirada y luego suspiró, aliviada. Pero cuando volvió la vista a Sengoku, lo encontró mirándola con una sonrisa burlona.
— ¿Y tu zapato?
Aiko quien estaba mirándolo con cierto regaño cambio por completo y lo miró avergonzada. El contrario soltó una carcajada.
—Ah... — Murmuró, sintiendo la vergüenza subirle hasta las orejas—. Tuve que lanzarle uno.
Sengoku soltó una risa al ver el zapato tirado en el suelo y miró el pie de la mujer, la cual estaba solo con su media blanca. Este sonrió burlona, como si estuviera sorprendido de que ella hubiera tenido la idea.
— ¡Eso estuvo increíble! — Exclamó con una sonrisa genuina—. No me esperaba eso de ti pero definitivamente lo hiciste bien. — El pelirrojo fue hasta el zapato para entregárselo a Aiko.
— Gracias... No podía solo ver cómo golpeaban al niño o algo parecido...
Sengoku la miró en silencio por un momento, hasta que una sonrisa más suave y más genuina, curvó sus labios.
— Me alegra que seamos del mismo salón. —Sonrió cálidamente, sus ojos brillando de admiración— En serio, espero poder seguir conociéndote más. Eres genial, Aiko.
La contraria lo miró sorprendida por su sinceridad. No sabía exactamente qué decir, pero algo en sus palabras la hizo sentir especial.
—Gracias, Sengoku. Yo también espero que podamos ser grandes amigos. — Murmuró sonriendo tímidamente.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la calma.
Aiko se sintió más tranquila y satisfecha con lo que había hecho, y la presencia de Sengoku hizo que todo fuera aún mejor.
— Bueno, me voy a casa, seguro mi hermano me espera.
— Claro... Cuídate, Aiko. — Sonrió nuevamente con calma.
Aiko le devolvió la sonrisa antes de girarse para seguir su camino. Pero justo cuando dio un paso, un leve viento se alzó entre ellos, agitando suavemente su cabello rubio, haciéndolo danzar bajo la luz dorada del atardecer.
Antes de alejarse del todo, miró una última vez a Sengoku, quien se quedó quieto, con las manos en los bolsillos, observándola sin decir nada.
El pelirrojo sintió algo extraño en el pecho, una sensación fugaz pero intensa, como si ese instante fuera más importante de lo que parecía.
No lo había notado hasta ahora, pero...
Aiko era jodidamente linda.
¡Espero les haya gustado el capítulo, gracias por leer, nos vemos luego!
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