Capítulo cuatro: Un gesto
Mephisto se permitió soltar un pesado suspiro de alivio, la alegría de ver su habitación intacta sería indescriptible. Posó una mirada irascible sobre Amaimon, quien se entretenía comiendo de una bolsa de frituras.
— ¿No dijiste que Rin estaba aquí?
— Éhl dhijho-...
— ¡No hables con la boca llena! Es molesto.
— Shí, lho shiehntho.
Tuvo que esperar a que Amaimon tragara la exagerada cantidad de comida chatarra que traía en la boca, definitivamente el peli-verde no poseía buenos modales.
Pese a ya tener la boca libre, el de ojos azules se tardó un poco en contestar. ¿No "decir" sería un terminó incorrecto debido a que el Okumura era incapaz de hablar?
— Él escribió que estaría aquí.
— ¿Escribió? Amaimon, ¿Acaso no le has dado el remedio?
El gesto negativo del aludido, mientras continuaba comiendo, causó que el demonio de cabellos morados enarcara una ceja.
— ¿Existe una razón en específico?
— Bhuenho...
— ¡Amaimon!
Sólo atinó a encogerse de hombros ante el regaño antes de hacer caso y estar en condiciones de responder adecuadamente.
— Lo siento. Rin juega más conmigo ahora que no puede hablar.
— "Lo fastidias hasta que no le queda otra opción que regañarte, mejor dicho" ¿Sólo por eso?
— También está más tranquilo. ¿Crees que ya esté de buen humor?
Samael, segundo Rey Demonio de Gehena, tuvo la tentación de masajear el punte de su nariz ante el estrés. Ignoraba si su hermano era estúpido o demasiado ingenuo para comprender medianamente a los seres humanos. ¿Que no era capaz de darse cuenta de la depresión del mayor de los gemelos?
Por algo verdaderamente banal y caprichoso desistió de darle la medicina que le haría recuperar la voz. El lado positivo, era que aquel remedio era igual a las gotas para dejar de ver demonios. Sin importar el tiempo que pasara, seguiría funcionando.
Aunque realmente ese detalle le traía sin cuidado. No contaba con que Amaimon tendría ese tipo de comportamiento, pero daba igual. Seguía siendo interesante y no obstruía sus planes.
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Al no querer depender del todo en Mephisto, Rin había bajado hacia la cocina del inmenso lugar para prepararse algo de comer. Sobraba decir que en un primer instante terminó perdiéndose entre tanta decoración similar y pasillos engañosos.
De sentirse mejor emocionalmente, hubiese aprovechado la presencia de los diversos ingredientes para preparar su platillo favorito. Sin embargo, optó por algo más sencillo y rápido de preparar. No había comido nada debido a que Amaimon se convirtió en su lapa personal.
«¿Qué es lo que pretende?»
En una ocasión, durante sus conocidos regaños en el confesionario de la iglesia, Shiro le advirtió varias veces que nombrar las cosas con ahínco volvía posible convocarlas. Que si él seguía maldiciendo tanto, algún día se le aparecería un demonio del cual no podría escapar. Siempre lo tomó como un juego, hasta ese instante.
— ¿Qué es lo que estás haciendo?
Conocer a Amaimon, fuera de un intento de buscar pelea con él, era más desquiciante que tener que combatir con el mismo. Pasó de responderle, a fin de cuentas, no tenía porque hacerlo. El demonio se dedicó a observarle.
— ¿Qué es lo que cocinas? Huele bien.
Cuando el peli-verde invadió su espacio personal y estaba a nada de recostarse en su espalda para ver mejor, fue su colmo. Se removió de manera brusca en un afán de que se alejara, lograr su cometido le costó un precio alto.
El plato con los huevos que batió minutos atrás terminó volcado sobre el piso. El menor se vio obligado a sacar del fuego la sartén con el salteado que preparaba y apagar la estufa para limpiar aquel desastre.
«¡Joder! ¡Mira lo que hiciste, idiota!»
— Yo no fui.
Aquel comentario lo soltó de repente al presentir que, obviamente, Rin intentaría echarle la culpa de lo que sucedió. Quizá él fuese el causante del estropicio, más era inocente de haber derribado el plato de la mesa.
«¡Me importa un carajo! ¡Sal de la cocina!»
Probablemente el chico hubiese esperado que simplemente no le hicieran caso y Amaimon sólo lo estudiase con la mirada, pero fue una verdadera sorpresa ver que el aludido se retiró momentáneamente para ir por el trapeador al cuarto de limpieza. Que le ayudase a asear los rastros del pequeño accidente tampoco se lo esperó.
— ¿Qué querías hacer?
Darle una explicación detallada estaba fuera de su alcance. Se dispuso a rehacer la mezcla y terminar de preparar su cena mientras el mayor curioseaba las cosas que había utilizado. Su interés se vio eclipsado en el libro de cocina.
— ¿Tú sabes preparar esto?
El Okumura no le prestó intención de inmediato, era peligroso distraerse mientras cocinaba. Apenas terminó, miró a ver de reojo las páginas a las que Amaimon se refería. Ese postre en especial jamás lo había hecho, pero confiaba lo suficiente en sus habilidades culinarias para encogerse de hombros y dejarlo en un "Tal vez"
Finalmente pudo sentarse a cenar. Rin comía, y Amaimon le veía comer, sinceramente le causaba gracia la forma de alimentarse del Okumura. Cuando el joven de pelo negro se incomodó lo suficiente, se detuvo y miró a ver al tercero de los hijos de Satán con fastidio.
«¿Por qué no te vas?»
— ¿Está bueno?
Sentirse parcialmente ofendido por la pregunta causó que frunciera el ceño. Lo que menos necesitaba era que pusiesen en duda sus habilidades en la cocina. Tomó una poco del salteado con los palillos y esperó a que el demonio los sujetara para probar la comida. Sin embargo, el peli-verde comió sin más, irritando al chico al parecer que le daba de comer.
— Está delicioso.
«¡Claro! Lo preparé yo»
Pavonearse de lo que sabía no fue la mejor opción, en ese descuido Amaimon aprovechó para comer de su cena sin pedir permiso alguno. Tras darse cuenta, el mayor de los gemelos alejó el plato en un intento de que entendiesen sus quejas.
«¡Eso es mío, desgraciado!»
— Sabe igual de bien que los dulces que compra Aniue, aunque esto es salado y no dulce.
«Ahora que lo dice, no le he visto comer otra cosa que no sean dulces...»
Haciendo uso de la harina esparcida en la mesa, trató de escribir una oración legible en ella.
«Si querías debiste haberlo pedido»
— Está delicioso, lo demás que preparaste también huele bien.
¿Eso era un sí? Irónicamente, entre más deseaba que se aleje, más tiempo se veía obligado a convivir con él.
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— Yuki-chan ¡Cálmate, por favor!
La única que fue capaz de quedarse sin importar lo tarde que era, fue Shiemi. Después de una exhaustiva búsqueda en un intento de localizar a Rin, tuvieron que ceder a la idea de finalizar dicha tarea por esa noche.
Llegar al dormitorio y ser testigo de la ausencia de las pertenencias de su hermano mayor, simplemente causó que Yukio perdiera la calma. A sabiendas de que su gemelo pudo retornar a la mansión de Mephisto no quitaba la posibilidad de que hubiese abandonado la cuidad y vuelto al monasterio.
— ¿Diga?
— ¡Director! ¿Mi hermano se encuentra con usted?
— Ya lo creo, pese a su mudez sigue siendo bastante difícil ignorar su presencia. Ya es bastante tarde, ¿No cree, Okumura-sensei? Debería descansar.
Con pronunciar esas palabras bastó para que Mephisto decidiese colgar la llamada y dejar a Yukio con la palabra en la boca. El director de la Academia mencionó explícitamente la estadía de Rin en su mansión, en lo que Negaus era localizado. Sin embargo, que no respondieran a sus mensajes le estresaba.
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«Definitivamente no tiene nada mejor que hacer»
En medio de su noctambulismo, al oji-azul no le quedaba más remedio que rodar por la cama, en busca de una posición lo suficientemente cómoda para conciliar el sueño. Esto último sería imposible debido a la presencia de cierto demonio latoso en la habitación.
Con la luz molestándole, cogió un papel cercano y escribió.
«¿No vas a marcharte?»
— Aniue me dijo que no abandonara la mansión.
«¡Pero no por eso tienes que estar en este cuarto! ¡Largo!»
— No quiero.
«¡Fuera!»
— No quiero. Es aburrido estar solo.
Antes de garabatear cualquier comentario ofensivo en la hoja, Rin se quedó quieto ante aquella oración. Es aburrido estar solo... Él lo sabía bien. Pero más que aburrido, la soledad era dolorosa. Aún así ¡No podía fiarse de un demonio!
Y actualmente, le costaba aceptar que tampoco podría fiarse de ningún exorcista. Ya fueran sus maestros o sus mismos compañeros, cualquiera podría intentar dañarlo. Jamás imaginó el peso de la advertencia de Yukio, buscarían herirlo de cualquier forma.
«¡Quiero irme a dormir!»
— Pero, ya estás en tu cama.
«¡La luz me molesta, cabrón!»
Los humanos eran complicados de entender. En su enfrentamiento con el Okumura mayor en Mephisland, estuvo todo el rato bajo su forma de golem. Normalmente, en vez observarle ya hubiese provocado al chico para que volvieran a pelear. No obstante, hasta él era capaz de entender que eso sería imposible por ahora.
Rin estaba lastimado, y por eso no podría medir fuerzas con él. Además, el sujeto que lastimó a Rin aún seguía libre, por lo que el oji-azul necesitaría tener la Koumaken con él para poder defenderse. Ese inminente hecho hizo que Amaimon reflexionara en ese tema, y optó por no volver a arrebatarle la espada nunca más.
El séptimo rey demonio de Gehena sentía un profundo odio por Negaus. Deseó matarlo, o por lo menos verle muerto. Lo peor de todo, era que desconocía la causa exacta de ese anhelo. Siempre tendía a ser lento al captar el estado anímico de los demás, en especial el suyo.
— ¿Quieres que la apague?
«¡Quiero que te largues!»
Aceptaba que se equivocó al decir que Rin era aburrido, resultó ser todo lo contrario, Rin era muy interesante. Aun así ¿Por qué razón la idea de quedar frente a Rin como uno de los malditos héroes de aquellos aburridos mangas que leía su hermano Samael no sonaba tan mal?
Su consciencia fue la encargada de contestarle que, si lograba ganarse un poco la confianza de Rin, probablemente cuando le pidiera al muchacho que jugara con él este no se negaría en complacer su petición. De esa manera se evitaría comerse la cabeza al pensar en alguna estrategia para convencer al chico mitad demonio de pelear con él.
«Es caso perdido»
Rin movió los labios, despotricando en silencio, tomaba en cuenta que por más que se esforzara ningún monosílabo saldría de su boca. Clavó la mirada en el techo mientras se cruzaba de brazos, ¿Tanto estrés experimentaba el viejo cuándo él solía ponerse de necio? Hasta ahora reparaba en toda la lata que daba.
— Rin.
«¿Qué?»
No tuvo que escribir para que comprendiera, su mirada hastiada reflejaba perfectamente el mensaje. Amaimon apagó la luz del cuarto y dejó estar el manga que tomó sin permiso sobre el buró.
— ¡Buenas noches~!
Finalmente, se dignó a retirarse del cuarto tras revolverle el cabello. La puerta quedó a medio cerrar, permitiendo que una franja de luz iluminara la habitación en penumbras. La cara del Okumura mayor se congestionó de la más pura sorpresa ante sus acciones.
Estiró el brazo para tomar el manga y abrirlo justamente en la página en el que aquel demonio descuidado se había quedado, el enojo no lo consternó al ver la punta de la hoja doblada. Más, sin embargo, no supo qué pensar al repasar las viñetas en las que estaba.
«Ese tipo es raro»
Aunque esa rareza no le desagradaba del todo.
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Dos días desde el incidente de Rin Okumura, y sus compañeros seguían sin poder verlo. Suguro volvió a su asiento, cruzado de brazos y con los ojos cerrados. Shima y Konekomaru rieron nerviosos al ver sus notas, mientras que Paku y Shiemi observaban las suyas a punto de llorar.
Izumo desviaba la mirada del grupo con molestia. Siempre que en esas situaciones, la voz alegre e inconfundible del Okumura solía relajar el ambiente. Todo se tornaba mucho más silencioso con su ausencia.
— Los usos del áloe pueden ser diversos, son útiles tratando quemaduras de Ghoul y...
— Sensei.
La explicación de Yukio quedó a medias ante el llamado de Suguro. El chico de cresta teñida, sin saberlo, estaba a punto de cuestionar la misma pregunta que todos querían hacer. Aunque no tuviese idea de cómo realizarla. Odiaba inmiscuirse en asuntos ajenos, pero...
— ¿Cómo sigue Okumura?
Su conciencia no le dejaría en paz hasta saber. Era un golpe bajo a su orgullo, sin embargo, su estupidez casi pasaba a matarlo con un simple Leaper. De no ser por Rin, en el mejor de los casos hubiese terminado en un hospital. El chico era hábil, no obstante, era claro que Negaus tenía más experiencia...
— Suguro-kun, agradecería que hiciese preguntas sobre la clase y evitara distraerse.
Esa respuesta sorprendió a todos, en especial a Shiemi. Yukio se vio en la necesidad de abandonar el aula por una llamada, estaba evasivo. Los estudiantes del curso se sintieron mal en diferentes magnitudes al reparar el traumático suceso que vivió Rin hace tan poco.
— Bien hecho, Bon.
Con aquel comentario sarcástico, Miwa frunció ligeramente las cejas.
— No culpes a Bon, Shima.
— ¿Me pides eso después de lo que acaba de pasar?
La completa incredulidad en el rostro de Renzo causó que el más bajito sintiese la necesidad de abogar por su amigo.
— Seguro que Bon no tenía la intención de incomodar a Okumura-sensei
— Es cierto, no tenía esa intención. Sólo que simplemente...
— ¿Simplemente qué?
La ruda interferencia de Izumo irritó a Suguro
— ¿Eres tan idiota cómo para no poder preguntar algo con tacto? — escupió Kamiki con sorna.
— ¡Izumo-chan!
La reprensión de Paku no pudo importarle menos. La nombrada miró a ver hacia otra parte de forma altiva.
— ¿¡Qué has dicho, pulga!? — chilló Suguro plantándole cara.
— Mh, ¿Ni siquiera puedes recordar lo que recién te acaban de decir? Eres un total inútil, gorila
La respuesta retadora de la chica sólo empeoró las cosas.
— Por favor ¡Absténganse de pelear! — pidió Shiemi, intentando apaciguar el ambiente.
Todos temían que si Yukio se demoraba demasiado, esos dos finalmente terminasen peleando en pleno salón.
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Mientras que aquella discusión se llevaba a cabo, Amaimon vagaba por los pasillos de la mansión. Estar sin hacer nada sólo aumentaba su aburrimiento. Caminó por los pasillos del lugar hasta que a lo lejos divisó la silueta del Okumura. Aceleró su paso, y pronto logró darle alcance.
— Rin ¡Buenos días~!
Él chico no le prestó atención, lo cual molestó a Amaimon haciéndole fruncir las cejas. El medio demonio estaba demasiado ocupado al ensimismarse en sus pensamientos, permanecía ausente de lo que sucediese a su alrededor.
Después de haber recorrido unos cuantos metros junto al joven, decidió llamarle de nuevo. Obtuvo un resultado similar al anterior, lo cual estaba acabando con su ya de por sí escasa paciencia. Detestaba que lo ignoraran.
— No me gusta que me ignoren — soltó al tomarlo del brazo.
Lo que pasó, nunca se lo esperó ni de lejos. Al parecer, lo que tenía tan distraído a Rin como para no oír sus primeros dos llamados era el estar recordando el ataque de Negaus. Por lo que fue mala idea tomarlo tan repentinamente del brazo, prácticamente le había dado un mortal susto al ultrajado joven.
Rin, por su parte, abrió como platos sus ojos al ver lo que había hecho. Por reflejó terminó propinándole un puñetazo a Amaimon. Con algo de miedo, vio como Amaimon le miró a ver, puesto que el golpe le había hecho ver hacia un lado. El demonio caminó hacia a él con aquella cara indiferente de aspecto aburrido hasta acorralarlo contra la pared.
Cuando la espalda de Rin chocó contra el muro, se alarmó y llevó la mano al estuche rojo en intento de desvainar la katana para defenderse. Sin embargo, no fue necesario.
— No voy a hacerte daño — dijo mientras lo envolvía en un abrazo.
«¿Ah...?»
El hijo adoptivo del fallecido Paladín fue incapaz de moverse. Tener el rostro contra el pecho del más alto lo dejó de piedra. Pronto, sintió como leves palmaditas impactaban en su coronilla, como si fuese una especie de mascota a la que tenían que recompensar.
— Todo está bien, todo va a estar bien~
Pese a que su tono daba pinta de querer sonar reconfortante, su rostro no reflejaba emoción alguna. Los humanos eran extraños, varias veces había visto ese tipo de acciones en los mangas de Samael, pese a que ignoraba para qué eran de utilidad o si realmente servían de algo.
«Viejo...realmente me he vuelto patético...»
Terminar siendo consolado por un enemigo... A fin de cuentas, lo único que Rin pudo hacer, fue quedarse quieto y evitar llorar en esos mismos instantes. Ese gesto, era el mismo que Shiro solía emplear con él para calmarlo cuando niño.
Tras la edición, como que este capítulo quedó más sad de lo que ya estaba. Sin embargo, la edición era necesaria para organizar mejor la trama.
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