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Capítulo 5

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     El trayecto a casa fue silencioso, gracias a Dios ya que el menor de los hermanos sólo se molestó en darme un ligero movimiento con la cabeza de manera educada en forma de saludo.

      Yo respondí con un simple "hola" y desde ese instante no se ha escuchado de nuevo una voz en el vehículo, —más allá de la que salía de la radio junto a la música—, o al menos ninguno habló de nuevo hasta que Richard detuvo el vehículo avisando de que en efecto, habíamos llegado a mi casa.

      Cosa que me agrada e incómoda a partes iguales y, es que el hecho de que Ashton Evans supiera donde vivo no me agradaba para nada pero la idea de alejarme de él resulta muy tentadora.

      Había sido capaz de amenazarme en simplemente la primera semana de haber entrado al instituto, no quería saber de que sería capaz si por casualidad volvía a tener un arrebató protector.

      Oh, este chico era capaz de hacer cosas no muy legales, de eso estaba segura.

      Obviamente Richard es quien me ayuda a bajar del vehículo y subir las escaleras del pequeño porche de la casa.

      —Muchas gracias por traerme. De verdad lo agradezco —Hablé mientras buscaba las llaves de la puerta en el bolsillo de mi abrigo.

      —No iba a dejar que la hija de uno de mis amigos caminara sola a estas horas con un tobillo lesionado. Sería poco caballeroso —Sonreí, y fue en ese instante en el que reparé en su rostro de nuevo, que me equivocaba al pensar que debía tener treinta años, si conoció a mi padre en la universidad debe al menos haber cumplido cuarenta y tantos.

      Aunque no los luce para nada, al igual que no luce ningún parecido con su hermano.

      Parecen completamente distintos en todos y cada uno de sus puntos.

      Ashton tenía su espeso cabello negro como el carbón mientras que el de Richard era un color caramelo con algunos cabellos rubios, el menor de los hermanos tenía la piel tan clara que podrías confundirla con porcelana y unos ojos claros helados pero, sin embargo el mayor era todo lo contrario, de piel ligeramente tostada con un tono oliva y ojos de color miel que al mirate te brindaban una sensación protectora.

      Era de locos lo que hace la genética.

      Unos salen idiotas y otros son unos auténticos príncipes azules.

      Evidentemente Ashton es lo contrario a un príncipe.

      Sacudí ligeramente la cabeza para salir de mis pensamientos.

      Noté la mirada de Richard sobre mi jersey.

      —He visto que traes el escudo del instituto Hills, Ashton también va a ese instituto, ¿os conocéis? —Instantáneamente se dibujó una mueca en mis labios.

      Aunque no hubiera un uniforme reglamentario el jersey era un regalo que se hacía a todos los alumnos y yo lo había usado sin mucho pensar.

      —No tenemos mucho en común, la verdad. Nos hemos cruzado en los pasillos pero no hemos hablado precisamente. —Noté como Richard daba un suspiro y miraba al vehículo.

      —Es un buen chico, solo que no es muy sociable. No suele confiar en las personas, dale tiempo, espero que podáis ser amigos, sería algo agradable —Alzó los hombros.

      —No estoy muy segura, pero no me gusta decir nunca, así que sea lo que sea —Traté de quitarle hierro al asunto —Buenas noches, Richard.

      Él me dió una sonrisa de despedida y de nuevo caminó al vehículo. Me quedé ahí hasta que el vehículo arrancó y comenzó a alejarse calle arriba.

      Soy consciente de que desde el interior él me estaba viendo, podía sentir la intensa mira de Ashton sobre mi, aún cuando yo ya no podía verlo a él debido a las ventanas de color negro que portaba el coche.

      Giré y encajé la llave en la cerradura rápidamente para luego entrar en la casa, rápidamente agradecí el calor del interior.

      Al instante escuché el pequeño chirrido del metal de la silla de Helena y el sonido de las uñas de White, chocar contra la madera y venir en mi dirección.

      Me agaché lentamente, tratando de no forzar mi tobillo para acariciar a mi peludo amigo.

      —Estaba preocupada, tardabas mucho y no respondías al teléfono. Llamé a papá y me dijo que te hiciste daño en la pierna ¿Estás bien? —Asentí poniéndome de nuevo en pie, señalé mi tobillo vendado.

      —Es solo una torcedura, el doctor Evans, un amigo de papá, me vio caer y me ayudó. Además él me trajo a casa, por lo que con suerte, tu helado aún no se ha descongelado —Tendí la bolsa en su dirección, al instante sonrió.

      —Oh, muchas gracias. No pensé que lo conseguirías a estas horas, pero bueno, ¿Cuánto tiempo tienes que tenerlo así? — Señalo de nuevo mi extremidad.

      —Solo un par de días, la cosa está en no moverlo mucho, así que a dormir todos. Es tarde —Señale a mi amigo canino su cama, una bastante grande alojada bajo las escaleras junto a su comedero.

      —Lo tuve que sacar al jardín, y no pude recoger sus cosas —Le di una sonrisa de agradecimiento, era mi tarea sacar a pasear a White.

      —Yo me encargaré mañana temprano, ahora a dormir. Papá me dijo que mañana tienes las primeras pruebas —Tome los manillares de su silla y comencé a caminar rumbo al cuarto de Helena.

      La escuché suspirar.

      Ella no estaba completamente de acuerdo en todo esto, no le gustaba tener que pisar los hospitales pero sabía que su padre tenía un ápice de esperanza en que ella pudiera volver a caminar.

      Y ella no iba a romper esa esperanza, porque en el fondo, ella quería que fuera verdad, que algún día papá pudiera ayudarla a volver a caminar.

      —Será como siempre, no va a doler. Papá jamás haría algo que te hiciera daño —La tranquilicé, ella volvió a suspirar y hundió su rostro en sus manos frustrada.

      —Lo sé, pero también será como siempre, no lograré nada y seguiré así. No sabes lo mal que se siente pensar que puede cambiar pero saber que no lo hará —Ambas entramos a su cuarto.

      Me coloqué frente a ella y de manera torpe me puse de rodillas, llevé mis manos a las suyas y las aparté de su rostro.

      —Hel, sé que eso te duele. Pero conoces a papá, habla con él. Si no quieres hacerlo, él lo entenderá y no va a obligarte. Es tu decisión, igualmente renunciar no te hará menos valiente de lo que ya eres —Una pequeña sonrisa se asomó de sus rosados labios y rápidamente envolvió sus brazos en mi cuerpo.

      Siempre me ha parecido que Helena se ponía hermosa cuando lloraba y muchas veces contaba chistes tontos para verla reír hasta que lo hacía.

      Sus mejillas se tornaban coloradas al igual que su nariz, sus largas pestañas se hacían más negras y sus ojos se aclaran, dejando como resultado un precioso color miel que envidiaba demasiado.

      —¿Te quedas conmigo esta noche? —Se paró para ver como yo asentía.

      —Cámbiate, iré a por el portátil y un cuenco de palomitas. Noche de chicas.



.          .           .

      Tras dos películas, las cuales tenían como protagonista principal a Tom Cruise y los tres capítulos de la serie que tenía a Richard Madden como principal y una pequeña charla, sobre Ben y su "relación actual" Helena quedó completamente dormida.

      Me alegró saber que en realidad, tras estos días hablando, Helena había decidido únicamente mantener una relación cordial con ese chico y que más allá de sus otras relaciones, no sentía esa conexión que ella necesitaba para dar otro paso.

      Arropé su cuerpo con las mantas y dejé su silla junto a su cama, apagué las luces y recogí todo aquello que habíamos usado.

      Hice mi camino a la cocina, y es que aunque ya fueran las dos de la mañana no sentía una gota de sueño y no era muy difícil adivinar que sería una de esas noches en las que no conseguiría dormir hasta muy entrada la madrugada.

      Al final y al cabo, no era nada nuevo.

      Dejé los vasos y platos usados en el fregadero, de nuevo, revisé la hora en mi teléfono.

      Agradecería enormemente que mañana fuera sábado, por lo tanto, no debía regresar al instituto.

      Hubiera sido imposible soportar las clases de biología sin haber dormido correctamente, sobre todo si es la señora Jefferson la que se encarga de dar la clase.

      Subo las escaleras de manera torpe por culpa del pie vendado y me encamino a mi cuarto, dispuesta a obligarme a mí misma a conciliar aunque sea un par de horas de sueño.

      Usualmente mi falta de sueño se debía a las pesadillas relacionadas con el accidente que aún me atormentaba determinadas noches, pero no, hoy no era ese el caso.

      Y es que una sola persona era quien no me permitía cerrar los ojos, su nombre Ashton, y su apellido Evans.

      Ese chico, por alguna razón sinceramente; me molestaba, no dejaba de deambular por mi cabeza.

      Sus extrañas miradas asesinas que me había dedicado tanto en el pasillo como la cafetería y el coche de su hermano no lograban dejarme tranquila.

      No entendía la extraña repulsión que sentía hacia mi, y si, así describiría sus miradas, repulsivas., aunque detrás de todo aquello había otra cosa, algo que no logran describir.

      Abrí la puerta de mi cuarto y al segundo una ráfaga de viento congelado golpeó mi cuerpo, solté un pequeño improperio al ver la ventana completamente abierta, y yo juraba haberla cerrado.

      No le dí importancia, pues sabiendo como estaba de despistada estos días seguramente no recordaba haberla abierto, y simplemente así se había quedado.

      La cerré, y coloqué el seguro, para que el aire no la abriera de ninguna manera.

      Caminé hasta la cómoda junto a mi cama, saqué una de las viejas camisetas que usaba para dormir, solía comprarlas en la sección de chico y varias tallas más grandes que la mía..

      No sé porqué, pero la ropa de hombre era mucho más cómoda para dormir.

      No puse nada en mis piernas ya que por la noche al final tenía calor gracias a lo alta que siempre estaba la calefacción.

      Me tiré sobre la cama y no me preocupé de taparme, si tenía frío más tarde lo haría.

      Extrañamente nada más mi cabeza tocó la almohada sentí el sueño invadirme por completo, cerré los ojos y abracé la suave superficie donde descansaba mi cabeza.

      Poco a poco me dejé vencer por la ola de sueño que se había abalanzado sobre mi, dejando así, que Morfeo me llevara hasta sus brazos.

.             .            .

      Una ráfaga de aire congelado corre a mi lado durante un corto instante, no abro los ojos, o al menos no hasta que siento una presencia junto a mi.

      El lado derecho del colchón de la cama se hunde ante aquella presencia, y luego lo hace el izquierdo.

      Abro los ojos, no veo nada.

      Ni siquiera puedo ver la pequeña lámpara que hay sobre mi cama, todo es oscuridad, una espesa y casi palpable oscuridad.

      Aquella figura está literalmente sobre mí, y es que puedo sentir un frío aliento en mi cuello, que sube hasta mi mejilla y finalmente se detiene a centímetros de mis labios.

      Puedo notar mi corazón palpitar tan fuerte dentro de mi pecho que temo que este se escape.

      Parece un caballo completamente desbocado corriendo al galope.

      —Elisabeth —Susurra una voz, de nuevo el frío aliento choca contra mis labios, pero esta vez puedo notar cómo son oprimidos por otros completamente gélidos.

      Unas manos, igual de frías, se colocan en mi cintura, una de ellas permanece en el lugar mientras la otra sube, trazando mi costado hasta mi cuello.

      Debería sentirme asustada, debería gritar pues alguien prácticamente está sobre mí en mi propio cuarto, pero no se siente así.

      Siento que conozco a esta persona, se siente bien; se siente correcto.

      El agarre en mi cuello se hace más fuerte, y los labios de aquella persona se separan solamente unos instantes antes de volver a estrellarlos con aún más fuerza sobre los míos, de manera posesiva.

      La mano en mi cuello afloja su agarre y ahora viaja a mi mejilla, una lágrima se escapa de mis ojos y siento como esta persona la limpia con una suave caricia.

      Esto está horriblemente mal, siquiera sé de quién se tratan esas manos, estoy siendo completamente sumisa de una persona a la que no le puedo ver el rostro.

      Sus labios siguen viajando por mi cuello mientras la mano regresa su camino hasta mi cintura de nuevo.

      Pero todo se detiene cuando siento una ráfaga helada bañarme la piel y así, de la nada, la presencia desaparece completamente.

.           .             .

      Abro los ojos solo para encontrar mi habitación vacía, no había nadie y yo me encontraba igual que me había acostado.

      Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza y vi la ventana, de nuevo estaba abierta.

      ¿No es que yo la había cerrado?

      Me levanté y asomé mi cabeza para ver absolutamente nada, no había nadie, el jardín estaba completamente vacío, y el bosque más allá completamente silencioso.

      Solo había sido un sueño.

      La cerré de nuevo, mañana le diría a papá que le diera un vistazo, quizás había algo roto.

      Regresé a la cama, sintiendo como aún mi corazón martilleaba contra mi pecho y la sensación de aquellos fríos labios aún permanecía en mi piel. 




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