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Capítulo 4



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      Con una última vuelta de llave la puerta se abrió y me hice a un lado indicando a mis amigos que pasarán primero.

      —Podéis poner en el perchero vuestros abrigos —Indiqué señalando el objeto de madera que colgaba de la pared.

      El sonar de las patas de White aparecieron al final del pasillo y rápidamente me puse al frente para recibirlo agachándome a su altura y dejando que como siempre, me llenara de besos las manos.

      Molly se escondió detrás de Andrew y Kenya rápidamente al verlo. Al parecer no le gustaban mucho los perros y yo me disculpé por no advertirle aunque está le quitó hierro al asunto diciendo que no pasaba nada.

       Por su parte Andrew se agachó junto a él y White apreció encantado con el moreno.

      Estábamos entretenidas observando cómo ambos jugaban cuando una voz apareció en el pasillo frente a nosotros.

      —¿Hola? —Los cuatro levantamos la mirada ante la voz de Helena, quien tenía el ceño ligeramente fruncido.

      No le había avisado de la visita sorpresa.

      —Chicos ella es mi hermana, Helena. Hel, ellos son mis amigos —Presenté de manera rápida.

      Molly fue la primera en extender su mano en su dirección, Helena sonrió.

      —Yo soy Molly, y ellos son Kenya y Andrew. Tu hermana nos ha hablado mucho de ti, queríamos conocerte —Helena miró sobre la rubia para ver a mis otros dos amigos quienes le dieron una gran sonrisa.

      —A mi Ely me habló de vosotros —Respondió rápidamente acomodándose en su silla — Consideraros afortunados, no suele considerar a una persona amigos hasta que no han pasado más de dos meses —Bromeó y yo a su lado golpee su brazo sutilmente.

       Mis amigos se rieron.

      —Bueno, yo tengo hambre y asumo que vosotros también. ¿Hacemos la comida? —Todos asintieron y con mi hermana en cabeza dirigimos hasta la cocina.

      Les indiqué a mis tres amigos que tomaran asiento en las sillas de la isla, pero Andrew se quedó en pie.

      —De verdad Andrew, no debes hacer nada. Eres mi invitado —Él rodó los ojos divertido.

      —Déjalo Elise, se le da muy bien cocinar —Informó Kenya.

      Cuando les comente que podrían venir a mi casa sin problemas Andrew me informó sobre su gran afición por la cocina y me pidió permiso para ser él quien cocinara.

      Yo no tenía problema, pero me daba pena que siendo yo la anfitriona él fuera quien cocinara.

      Helena comenzó a reír y todos la miramos, observaba con los ojos brillantes la pantalla del móvil.

      —¿Con quién habla? —Preguntó Kenya.

      Sonreí al ver a mi hermana así de feliz.

      —Con un chico, lo conoció hace un par de días en la tienda de música de la avenida. Al parecer era el nieto de los dueños —Molly me miró triste.

      —Oh, hablas de Ben Hamilton. El chico rubio que trabaja ahí ¿verdad? —Asentí confundida ante el tono desilusionado con el que la rubia hablaba.

      Mire de nuevo a Helena, quien seguía pendiente de la conversación que mantenía con Ben.

      —¿Qué ocurre? ¿por qué tienes esa mirada? —Molly miró a Kenya y esta a Andrew.

      —No queremos meternos en lo que sea que tengan, pero ese chico es un idiota. Mi hermana y él tuvieron varios problemas hace un año y medio —Miré sobre mi hombro para asegurarme de que Helena siguiera en lo suyo, así era.

      —Lo expulsaron de nuestro instituto ¿sabes? Le gustaba molestar a todo el mundo, a Jena, mi hermana la empujó por las escaleras, no fueron más allá de algunos moratones pero fue algo peligroso. Además, se le conoce por ser imbécil con las chicas —Mordí mi labio y maldije mil veces, no estaba dispuesta a que le rompiera el corazón a mi hermana o algo parecido.

      Todos nos alertamos al escuchar el sonido de la silla de Helena.

      —¿Bueno vais a preparar algo o debo morirme de hambre para qué comencéis a trabajar? —Sonreí de manera incómoda y asentí.

      Di un chasquido con mis dedos haciendo reaccionar a mis tres amigos, quienes miraban atentos a mi hermana.

      —¿Ocurre algo? —Preguntó ella desconcertada ante esos tres pares de ojos.

      Todos negaron.

      Helena alzó los hombros y avisó que iría a su cuarto a buscar algo.

     —Podríais ser más discretos —Murmuré.

      —Deberías hablar con ella. No quiero que pase lo mismo que a esas chicas —Asentí ante las palabras de la rubia, quien me daba una mirada de preocupación.

      —Hablaré con ella. Prometido pero ahora hagamos algo de comer, averigüemos que tengo —Abrí el refrigerador para solo notar que no había mucho en lo que escoger.

      En definitiva alguien tendría que ir a la compra.

      Noté como el cuerpo de Andrew se escurría sobre el mío, investigando de igual manera.

      —¿Qué te parece si ordenamos una pizza? —Ambos nos erguimos y cerré la puerta.

      —¿Y no disfrutar de tu destreza culinaria? Es una pena desperdiciar tal oportunidad —Ambos reímos.

      —Entonces yo quiero una con mucho queso —Hizo saber Molly sobre nuestras risas.

     Pues al parecer, pizza será.




.              .              .

      Deshice mis propios pasos volviendo al salón una vez despedí a mis amigos en la puerta.

      Habían pasado un buen par de horas donde habíamos comido y reído mucho, al parecer Helena y Molly habían hecho muy buenas migas pues no habían dejado de hablar.

     Obviamente no habíamos estudiado nada pero no me importaba, me alegraba saber que a Hel le habían gustado mis amigos.

     Observé como la castaña escribía algo en su portátil, tarea seguramente, me senté a su lado y revisé mi teléfono para comprobar que papá había avisado de que hoy se quedaría de guardia en el hospital.

      —Papá no vendrá hoy, creo que iré a dejarle la cena. ¿Quieres que compre algo? —Ella alzó la vista sonriente.

      —¿Puedes comprar el helado de chocolate que compró papá el otro día? —Miré sorprendida a mi hermana.

       —¿Ya te lo has acabado? —Ella asintió, noté sus mejillas tornarse rojas.

      Sonreí y despeiné su cabello. Ella protestó.

      —Está bien, prometo no tardar mucho. Luego tengo que hablar contigo y no quemes la casa por favor —Dije levantándome del sofá, la escuche reír.

      —¡Tú no te pierdas! —La mire ofendida.

      —¡Solo me ha pasado una vez! —Refuté, ella se cruzó de brazos y elevó sus cejas.

       Rodé los ojos y dejé caer mis hombros.

      —Bueno, tres. Pero somos nuevos aquí, tengo derecho a perderme.

       La escuché reír una vez más antes de tomar mi abrigo, mis llaves y mi teléfono. Abrigué mi cuello con una bufanda y coloqué la capucha de mi sudadera sobre mi cabeza, hacía un frío horrible.

      —Adiós —Dije antes de salir y cerrar la puerta.

      Mire mi alrededor, ahora debía tomar dos buses y caminar un par minutos. Esperaba no perderme.


.            .            .

      Agradecí que tanto el restaurante de la avenida principal como la tienda donde solemos hacer el mandado estuvieran aún abiertos.

      A papá le había comprado una hamburguesa con algunas patatas ya que él amaba estas cosas; a mi por el contrario no me hacían tanta gracia. También cargaba con el helado de Helena pues había preferido comprarlo ahora y no arriesgarme a que cerraran la tienda al regresar.

      Para terminar, actualmente me encontraba el bus que me lleva hasta el hospital, el frío era indescriptible y no daban ganas de andar, incluso aunque no fueran más de diez minutos de camino.

      Y para mejorar la situación había comenzado a nevar; no iba a negarlo, amaba la nieve, pero también la odiaba, pues cuando la veía en el suelo, tan perfectamente blanca mi memoria masoquista instantáneamente la tornaba roja, completamente empapada en la sangre de Jessica.

      Asumí que tardaría años en poder sanar esos dolorosos recuerdos que aún me atormentaban.

      Sacudí mi cabeza, apartando todo eso a la vez que apretaba el botón de parada del vehículo público.

     Este paró unos instantes después, dejándome bajar.

      Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza ante el rápido cambio de temperaturas.

      Hice mi camino por la mitad del vacío parking del lugar. Las pocas luces hacían ver el hospital de manera tenebrosa, con su gran cruz roja reluciente en lo alto.

      Un corto y agudo grito brotó de mi garganta cuando mis pies patinaron sobre un resquicio de hielo en el suelo.

      —¡Señorita! ¿ Se encuentra usted bien? —Preguntó una voz algo alarmada, escuché los pasos de esa persona correr en mi dirección.

      —¿Se encuentra bien? ¿Se ha hecho daño? —Alce la mirada para encontrar a un hombre, cerca de la treintena.

      De ojos claros y cabello castaño oscuro, con un poco de barba tapando su bien marcada mandíbula, agachado frente a mi y sus ojos escaneando mi figura en busca de algún signo de dolor.

     —Sí, estoy bien. Muchas gracias, soy bastante torpe —Tomé la mano que el hombre amablemente me tendió para levantarme.

      Reprimí un gemido de dolor cuando apoyé sutilmente mi pie en el suelo, el castaño instintivamente colocó una mano en mi espalda y tomó mi brazo ayudándome.

      —Creo que debería entrar, ese tobillo no luce muy bien. ¿Quiere que llame a alguien? —Lo miré un poco extrañada, era un completo extraño y actuaba de manera muy protectora.

     —Está bien, venía a ver a mi padre. Trabaja aquí, él puede ayudarme —Informé algo desconfiada.

     Parecía notar que me sentía incómoda ante su acercamiento.

     —Lo siento, soy el doctor Richard Evans, jefe de urgencias. Ven, busquemos a tu padre — Instintivamente me sentí más calmada al saber que era doctor.

     Con su ayuda y apoyando sutilmente mi pie, comenzamos el camino al interior del hospital.

      —Entonces puede que usted conozca a mi padre, o al menos lo haya visto. Trabaja igualmente en urgencias, su nombre es Anthony Jhonson —Un pequeña afirmación salió de los labios del doctor Evans.

     —¡Claro! Tu debes ser Elisse, su hija mayor. Soy un viejo amigo de tu padre, nos conocimos en la universidad de jóvenes —Al entrar a la enorme recepción el doctor hizo un gesto a la mujer del mostrador, llamando su atención.

     —Rosa ¿Puedes llamar por favor al doctor Jhonson? Dile que su hija está en urgencias, nada grave — La mujer asintió mientras nosotros seguíamos nuestro trayecto.

     Llegamos a la sala de urgencias, estaba relativamente vacía, y el silencio era agradable. El doctor Evans me ayudó a tomar asiento en una de las camillas.

      —Vamos a ver ese tobillo —Dejó a un lado el abrigo que cargaba, dejando ver su bata blanca con la tarjeta de su nombre.

      Él se encargó de quitar mi deportiva de manera lenta para tratar de no hacerme daño, yo miré alarmada como mi tobillo se había hinchado y se tornaba de un color rojizo.

      —¿Es tan malo como parece? —Pregunté asustada.

      —No lo creo, necesito que trates de mover los dedos ¿puedes? —Acaté su orden y sonreí al poder mover los dedos, eso sí, con cierto dolor.

      —No lo tienes roto en definitiva. Es solo una mala torcedura, iré a por algunas vendas y unas tablillas. Ahora regreso —Me dio una amable sonrisa y yo se la devolví mientras salía del pequeño compartimento.

      Saqué mi teléfono y vi la hora, eran cerca de las diez, creo que iba a perder el último bus y tendría que regresar a pie a casa.

      ¿Por qué siempre era tan torpe?

      La figura de mi padre apareció algo alarmada en la habitación, sonreí en su dirección.

      —Ely ¿Qué ha ocurrido? ¿Estás bien? —Asentí tranquilizando.

     —Estoy bien. Venía a traerte la cena —Miré la bolsa con el helado y su hamburguesa, luego miré mi pie hinchado.

      —Se resbaló en el hielo, tiene una torcedura, nada grave Tony. Con que no apoye el pie en un par de días estará bien —Informó el doctor Evans regresando con lo necesario en una pequeña caja.

      —Rick, gracias por avisarme. Me asusté cuando Rosa me dijo que mi hija estaba en urgencias —El castaño palmeó amablemente la espalda de mi padre.

      —Bueno, supongo que tendré que llevarte a casa —Papá miro mi pie ya vendado por el doctor Evans.

      —No, puedo volver sola. Creo que aún llegaré a tomar el último bus, tú tienes que cubrir el turno de tu amigo, no te molestes —Di un corto apretón sobre su brazo.

      El doctor Evans se levantó una vez colocó de nuevo mi deportiva sin atar sobre mi pie.

      —Yo puedo llevarla a vuestra casa, recuerdo que yo iba saliendo. No tengo problema —Mi padre me miró y luego a su amigo, lucía apenado.

      A papá no le gustaba pedir favores.

      —¿En serio no hay problema? —Preguntó él, el doctor Evans asintió sonriente.

      —Si no recuerdo mal, vives cerca de la avenida principal, ¿no? Tengo que recoger a mi hermano. Me viene de camino —Papá asintió aún algo avergonzado.

      Busqué el paquete de su comida en la bolsa y se lo tendí, tomé el helado y colgué la bolsa de mi codo.

      El doctor me ayudó a ponerme en pie, y luego tomó su abrigo. Papá me ayudó a ponerme el mío.

     —Bueno, supongo que nos veremos mañana, haz que Helena se duerma pronto. Mañana tiene las pruebas —Asentí mientras ambos dejábamos un corto beso en nuestras mejillas.

     —Hasta mañana Tony, espero que la noche sea tranquila. Si necesitas cualquier cosa tengo la busca a mano siempre —Se despidió el doctor Evans.

     Papá marchó cuando su propio busca comenzó a sonar rápidamente, supongo que no sería una noche tranquila después de todo.

     —Vamos —El doctor me tendió su brazo y yo lo acepté amablemente, le dediqué una corta sonrisa mientras comenzamos nuestro camino de regreso a la salida.

      —Escuche lo que ocurrió en el accidente. Lamento mucho aquello, entiendo lo que se siente. Yo también perdí a mi madre joven —Habló el doctor, agaché la cabeza, mirando atentamente los adoquines de la acera por la que caminamos.

     —Fueron momentos muy difíciles, además de perder a mi hermana y a mi madre, Helena, mi otra hermana quedó paralítica. Mi padre se ocupó de su caso y aún sigue haciéndolo, piensa que con terapia puede volver a caminar —Noté la mirada del doctor en mi.

     —¿Tú lo crees? —Lo mire, hice una mueca con mis labios.

     —No realmente, creo que él aún no logra superarlo y enfocarse en mi hermana es su terapia. Helena tampoco tiene muchas ilusiones —Él paro su paso frente un lujoso coche negro, un todoterreno de último modelo.

      Buscó en el bolsillo de su pantalón y rápidamente pulsó el botón para abrir la puerta.

     —Es mejor que vayas atrás, y coloques tu pie en el asiento, debe estar en alto —Yo asentí avergonzada.

     El doctor me ayudó a subir y colocarme, no quería manchar tan lujoso coche por lo que coloqué la bolsa con el helado debajo de mi zapatilla. Él rodeó el vehículo y subió al lado del conductor, tan pronto como se sentó y el teléfono comenzó a sonar.

     —Oh, sí ya voy. Tengo que dejar a la hija de un amigo primero, puedes esperar quince minutos — Escuche el tono divertido en su voz.

     No lograba escuchar del todo la voz de la otra persona pero se escuchaba enfadado.

     —Son quince minutos, eres demasiado impaciente —Lo vi rodar los ojos por el espejo retrovisor mientras se ponía el cinturón — Vale, vale, voy por ti, adiós.

    Colgó la llamada y miró hacia atrás por el espejo frente a él. Recordé que tendría que ir a recoger a su hermano.

     —¿No te importa qué primero pase por mi hermano? Es un adolescente muy molesto como has podido ver —Reí en contestación.

     —No importa doctor Evans, supongo que su hermano tendrá frío. Hace un tiempo horrible — Asintió encendiendo el vehículo.

     —Eso es cierto, pero aún así es un buen día de invierno. No quieres que llegue una de las famosas tormentas de invierno, son horribles. Y por favor, tutéame, el doctor Evans me hace sentir viejo y debo aguantarlo la mayor parte del día, solo Richard, o Rick. Como prefieras —Asentí con una sonrisa, Richard era una persona muy amable.

     Miré por la ventana mientras comenzábamos el viaje, estábamos al final de la avenida principal, un poco lejos de casa.

      Observé la hora en mi teléfono, pronto darían las nueve de la noche y pocos establecimientos permanecían aún abiertos, solo algún bar o cafetería que estaba apunto de cerrar.

      Tardamos unos diez minutos en llegar al encuentro del hermano del doctor, quien debe llamarlo para que salga de la cafetería en la que se encuentra.

      Una figura completamente vestida de negro y con la capucha puesta sale del único antro abierto cercano, las luces que decoran el cartel con el nombre del lugar junto los faros del vehículo son las únicas fuentes de luz del tramo.

      Al parecer las farolas no funcionan en este lugar.

     La puerta del copiloto se abre y se cierra con fuerza una vez la persona ha entrado, se quita la tela que cubre su cabeza y agacha la misma para mover su cabello mojado.

      —Maldito desgraciado ¿No podías tardar más? —Con simplemente la primera palabra abro mis ojos y siento el miedo invadir mi sistema.

      —Hermanito, tenemos una invitada como te dije.

      Richard meneó su mano señalándome a mí ya que ahora estoy ciertamente encogida contra los asientos deseando que estos me traguen para desaparecer.

     Pues resulta que el mismísimo Ashton Evans es quien ha entrado en el vehículo y me mira con esos ojos fríos como el mismísimo hielo, haciendo que cada parte de mi cuerpo sienta un jodido escalofrío.

      Era obvio, Kenya me lo dijo.

     Los gloriosos hermanos Evans.





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