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Capítulo 1

Heart Hills, Montana

12 de Noviembre de 2015

      Ser la nueva, a veces es excitante, abrumador, otras aterrador y jodidamente estresante.

      En mi caso, era muy parecido, nunca había sido de esas personas habladoras, es más, con certeza se podría decir que era realmente tímida y reservada con las personas que no conocía; rasgo que se había incrementado después de lo ocurrido hace casi un año.

      La conclusión de la situación actual es que estaba malditamente nerviosa, pero hasta la mierda, tanto que era consciente de que mi pierna subía y bajaba rítmicamente en movimientos que yo no controlaba. Mientras mantenía la vista más allá de la ventanilla podía deducir que mis manos comenzarían a temblar según saliera del mismo.

      Y odiaba esa sensación, que se expandía por mis entrañas y resecaba mi garganta, odiaba sentirme asustada ante algo que debería ser normal.

      Lo único que lograba calmar mi mente era el sonido de las ruedas del coche en un camino recto y tranquilo junto a los ruidos de la gravilla del asfalto deslizándose bajo las mismas.

      Un bache hizo el coche saltar suavemente y yo me aferré al asiento clavando mis uñas en la tela negra, luego, cuando el coche siguió el trayecto sin más botes inesperados mi cuerpo se relajó de nuevo. Observé mi reflejo en el pequeño retrovisor. El cabello de color cobre caía hasta mis hombros algo desordenado, no me había molestado mucho en peinarme. Mi piel estaba algo más pálida de lo normal y las pecas que llenaban mis mejillas, nariz y frente habían desaparecido casi al completo por la falta de sol en este pueblo. Y para colmo, bajo mis ojos dos sendas manchas violetas comenzaban a opacar el color verde de los mismos.

      Aún había momentos difíciles, aún me costaba respirar sin sentir un ladrillo sobre mis pulmones.

      —¿Elisse? —Había sido difícil subirse a un coche de nuevo, había sido difícil al arrancar y era difícil hasta que me bajaba completamente a salvo —¡Elisse! —La voz de mi padre me sacó de mi atontamiento y me hizo girar la cabeza para darme de lleno con su expresión preocupada.

      —¿Qué? —Pregunté confundida, no lo había escuchado llamarme.

      No era extraño que eso pasara, no desde el accidente. Muchas veces simplemente me perdía dentro de mis propios pensamientos, por minutos, a veces incluso por horas y sacarme era complicado.

      Observé las líneas en los extremos de sus ojos, también en su frente. Papá no había tenido esas líneas hacía un año, tampoco aquellos cabellos blancos que ahora se asomaban en su cabello castaño, idéntico al de Helena.

      Instintivamente yo toqué las puntas de mi cabello, el cual ahora apenas rozaba mis hombros en una línea recta. hacía un año mi cabello era tan largo que casi rozaba mi trasero.

      —Cariño, sabes que si quieres esperar hasta el curso que viene no hay problema —Sonreí suavemente cuando el desvió ligeramente sus ojos sobre mi. —Si después de hoy te sientes incómoda y simplemente quieres esperar unos meses más, está bien, ¿vale?

      Una caricia cálida me atravesó el pecho al ver el miedo y la preocupación brillar en sus ojos claros.

      —Estoy bien, pero te prometo que lo tomaré en cuenta. —Dije antes de dar un beso en su mejilla y salir del viejo Chevrolet. —Hasta luego papá, te quiero.

      Las últimas dos palabras fueron un impulso natural.

      Rodeé el vehículo que no tardó en arrancar, despidiéndose con un pitido del claxon. Tomé una larga inspiración y alcé la mirada observando el imponente edificio frente a mi.

      Para ser un pueblo tan pequeño tenía un instituto bastante grande.

      El color grisáceo azulado de la fachada conjuntaba y contrastaba con el cielo encapotado, casi como si este buscara difuminarse con él en alguna extraña manera. Estaba lleno de ventanas opacas y en la gran entrada había varios banderines con logos que yo no conocía.

      Mi atención descendió a la acera por donde comencé a caminar sumergiéndome en la ola de alumnos rezagados- El camino de cemento que llevaba hasta la entrada estaba algo estropeado con ciertas grietas y huecos en los que fácilmente te podrías tropezar y hacerte mucho daño. Y además, había varios tramos de escaleras que te impiden llegar hasta la entrada principal sin esfuerzo o algún que otro tropezón.

      Ahora entiendo porque Helena estudiaba en casa.

      Si tuviera que venir con su silla por aquí no llegaría jamás a clase.

      Caminé por el destrozado pavimento hasta subir las escaleras del pequeño pórtico de entrada, un escalofrío me recorrió el cuerpo, hacía algo de viento y frío, el invierno había llegado a este pueblo y se afianzaba a mis huesos con heladas caricias. Tendría suerte si no moría de hipotermia antes de año nuevo.

      Respiré profundamente reconociendo el olor de la lluvia en el aire, seguramente llovería a lo largo del día y yo rogaba para que cuando eso pasara yo ya estuviera metida en mi cama entre mis cálidas mantas.

      Entré en el edificio con paso lento, con mis ojos recorriendo cada centímetro del lugar atestado de adolescentes quienes se detenían en cualquier lado en pequeños grupos, charlando despreocupadamente unos con otros.

      Apenas quedaba espacio en el centro como para que los que no se detenían a hablar o a encontrar su taquilla caminaran en paz.

      Crucé con desespero el pasillo tratando de observar sobre el resto de cabezas un cartel, una señal o algo, que me indicara donde quedaba el departamento que yo andaba buscando. Suspiré frustrada y me alcé sobre mis puntas intentado ver algo, necesitaba ir a secretaría a por mi horario a por los libros que había solicitado en el préstamo meses atrás.

      Había demasiadas personas y yo no es que fuera la chica más alta del mundo por lo que me rendí tras dar varios saltos y escuchar varias risas a mis costados, gruñí y caminé con la cabeza gacha hasta un lateral del pasillo dejando paso los acelerados estudiantes.

      El día no estaba empezando bien.

      Quizás tiempo atrás hubiera entendido su emoción por el primer día, sin embargo, ahora sólo trataba de adivinar porque tantas sonrisas. Porque no era su primer día, ellos habían acudido aquí al menos durante dos meses en los que yo no había estado presente, no había reencuentros después de verano, las vacaciones de navidad aún no habían llegado. No podía comprender la emoción de algunos de los que me rodeaban.

      Estaban entrando al lugar donde permanecerían encerrados por horas, ¿qué había de alegre en eso? Ignoré mis pensamientos y mantuve mi vista fija en el esmalte negro de mis uñas, —se estaba cuarteando— y pensé que lo primero que haría al llegar a casa sería repasarlo.

      Cuando la multitud del pasillo cesó un poco logré ver los letreros, el timbré retumbó en mis oídos mientras clavaba mi mirada en las puertas de cristal con la palabra secretaría impresa en ellas, a tan solo un par de metros de mi.

      Gracioso.

      Afiance la correa de mi mochila casi vacía sobre mi hombro y caminé los pocos pasos hasta la puerta, abrí la misma y las bisagras chirriaron suavemente.

      Giré a la derecha donde se encontraba el mostrador y alcé los ojos al encontrarme con una figura, una espalda ancha y alta frente a mi. Genial, me tocaba esperar.

      Sujeté la carpeta con los documentos del préstamo contra mi pecho y comencé a golpear muy suavemente con mi pie el suelo, clavé mis ojos en las horrorosas láminas de cerámica del suelo. Fruncí el ceño al ver un chicle pegado cerca de mi zapatilla y corrí mi posición unos centímetros a la derecha.

      Discretamente mi mirada recayó en la figura frente a mi, la cual se encontraba reclinada muy ligeramente contra la madera del escritorio frente a él. La voz suave de la secretaria se escuchaba al otro lado pero desde mi lugar yo no podía verla a ella.

      Quien fuera, era alto, muy alto, lo suficiente como para que mis ojos quedaran únicamente a la altura de sus hombros y tuviera que alzar la mirada para ver más arriba.

      Tenía el cabello completamente negro, —era lo más oscuro que había visto en mi vida, seguramente sería teñido— y estaba despeinado, el corte era informal, más largo en la zona alta de su cabeza que en el resto. Iba completamente vestido de negro, con una sudadera y unos vaqueros, aun así en su cuello se dejaba ver el tono pálido de su piel y suaves líneas que sobresalían del mismo, como si hubiera un tatuaje o algo parecido que sobresalía de su espalda.

      Él se removió suavemente, alejándose ligeramente de la madera. Un aroma a pino e invierno surcó mi nariz haciéndome cosquillas.

      Me pilló desprevenida cuando este giró por completo y me observó mirándole, tenía gafas de sol puestas, fruncí el ceño ante el hecho de que estábamos en el interior y no hacía sol en el exterior, —raro— pensé para mi misma. Aun así observé la silueta de sus ojos detrás de los oscuros cristales, almendrados y a pesar de la oscuridad, claros.

      Sus facciones eran muy marcadas y varoniles, suavemente ensombrecidas por la pobre luz de la sala. Mis mejillas se calentaron cuando la palabra hermoso se dibujó en la punta de mi lengua.

      Él se quedó allí unos segundos, luego, cuando sabía que sus ojos ya me habían recorrido entera una sonrisa se esbozó en sus labios. Este dio un paso al frente y yo me aparté dejándolo pasar.

      —Piensa en voz baja —Murmuró al hacer su camino fuera de la secretaría.

      Mis ojos se agrandaron con horror y sentí la vergüenza bañar mis mejillas obligándome a morderme el labio inferior, ¿había hablado en voz alta? No estaba segura.

      Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Idiota..., idiota..., repetí una y otra vez.

      Llevé mi mirada a las puertas de cristal y observé su figura caminar alejándose, el olor a pino e invierno perduró unos segundos más bajo mi nariz antes de obligarme a salir de aquella momentánea locura.

      —Hola —Saludé a la amable mujer de avanzada edad que atendía el lugar, ella con una cálida sonrisa me dio todo lo que necesitaba, y me indicó el pasillo en el que era mi primera clase, antes de salir le sonreí y agradecí.

      Había sido muy amable y no merecía mi incipiente mal humor.

      Caminé siguiendo las indicaciones que esa amable mujer me dio y llegué al aula en la que pasaría el resto del año. La 0151.

      Toqué la puerta antes de abrirla, era consciente de que habían pasado largos minutos desde que había tocado el timbre. Un hombre con un rostro serio, sin pelo en la zona central de su cabeza y con una enorme barriga me abrió la puerta.

      —Usted debe ser la nueva compañera ¿no? —Asentí con la cabeza — Pase.

      Yo asentí agradecida y pasé a su lado para entrar a la clase pintada de un color azulado bastante parecido al mismo color de la fachada exterior.

      —¡Muchachos! —El hombre habló mientras cerraba la puerta y caminaba detrás de mí hasta posicionarnos en el centro del frente de la clase.

      Todos allí presentes desviaron la atención de sus calladas conversaciones hasta dejar caer sus ojos sobre mi. Como si fuera puro instinto me encogí en mi lugar.

      —Preséntate —Usó un tono en el que parecía más una orden que otra cosa y noté mis manos comenzando a temblar .

      Suspiré pesadamente y las conduje a mi espalda.

      —Soy Elisse Jhonson, seré su compañera por el resto del curso —Vi miradas amistosas entre las personas sentadas frente a mí, sintiéndome ligeramente más tranquila por ello.

      —Toma asiento junto a la señorita Stell —Señaló a una chica de piel morena y ropa llamativa. Ella me dio una sonrisa mientras levantaba la mano, yo asentí mientras comenzaba a caminar hasta ella.

      Le agradecí silenciosamente cuando arrastró la silla del pupitre vacío para dejarme sentar mientras dejaba mi mochila sobre la mesa.

      —Soy Kenya —Se presentó tendiendo su mano con una manicura perfecta en mi dirección.

      Disfruté del contraste del color anaranjado de su pintauñas con el tono oscuro de su piel.

      —El mío ya lo sabes, bueno, ya lo dije —Respondí nerviosa —Soy Elisse.

      La inspeccioné discretamente mientras ellas se giraba para buscar algo en el bolso que había colocado en el hueco que había entre las dobles ventanas a su derecha.

      Su cuerpo iba enfundado en un suéter naranja, —casi del mismo tono que sus uñas— y unos vaqueros negros. Sus ojos eran un color castaño tan oscuro que casi parecía negro, y eran absolutamente preciosos, y en la piel de su rostro solo un poco maquillaje, más allá de las largas pestañas con algo de máscara y el brillo labial.

      Aparté mi mirada rápidamente antes de que notará que la estaba evaluando.

      Ella se giró de nuevo y tendió en mi dirección un bolígrafo que yo miré confundida.

      —Gracias — Dije sonriendo tímidamente —Pero yo tengo, no te preocupes.

      Alcé mi mochila indicando que había traído mi propio estuche.

      Ella negó suavemente y volvió a invitarme a tomar el bolígrafo en su mano.

      —No te molestes en sacar nada, va a dar cinco minutos de clase y se va a largar. Toma este que ya está fuera — Sonreí de nuevo y lo tomé, ella me devolvió el gesto.

      Ambas préstamos y tomamos atención de lo que el profesor dictó.

      Pero efectivamente como mi nueva compañera había anunciado, el profesor que, resultaba que se apellidaba Anderson. explicó que tenía una junta con el resto de profesores y hoy su hora serviría de estudio para acto seguido dejarnos completamente solos. Cosa que obviamente mi compañera aprovecharía para interrogarme, por lo que me preparé para la horda de preguntas justo cuando sentí como dos figuras más se unían a nosotras.

      —Elisse, ellos son Molly y Andrew, mis amigos —Los presentó la morena, les di una corta sonrisa a ambos. —Y los tuyos ahora.

      —Hola —Saludé.

      El chico, Andrew, me dio una enorme sonrisa que me dio cierta seguridad.

      —No es usual que la gente se mude a este pueblo ¿Qué te trajo a ti, chica nueva? —Miré mis manos con las que jugueteaba nerviosa.

      Y ese era el momento de exacto que había practicado un largo par de veces días atrás, y donde solo exponía la mitad de la verdad de lo que nos había llevado a aquel pueblo en medio de la nada.

      —Tuvimos una mala racha en Denver, y mi padre pensó que lo mejor era alejarnos, un cambio radical —Noté la mirada de Molly sobre mi —Pidió trabajo en el hospital aquí y bueno, ahora estamos aquí.

      Sus ojos castaños estaban rodeados por cortas pero espesas pestañas, estos a su vez, enmarcados por hermosas pecas que de se esparcían por todo su rostro y, su largo cabello rubio iba peinado en dos coletas a los lados, dejando mechones sueltos enmarcando su rostro.

      Se veía como la niña buena del lugar, físicamente era muy parecida a Jessica y eso hizo que mi garganta se tensara, obligándome a desviar la mirada.

      —Osea que de Colorado. Eso suena caluroso —Respondió el moreno con cierto tono bromista.

      —No lo creas, en invierno llega a hacer mucho frío —Contesté de manera rápida.

      Sentí un ligero golpe en mi brazo, Kenya sonreía en mi dirección mientras permanecía recostada sobre su silla.

      —Eres de esas típicas chicas tímidas, ¿verdad? —Agaché la cabeza avergonzada —Se puede notar a leguas.

      —No soy muy buena hablando con la gente supongo —Una sonrisa se expandió por sus rostros y yo no pude evitar copiar el gesto tímidamente.

      Kenya se incorporó y rodeó mis hombros con su brazo llevándome contra ella.

      —Entonces yo te enseñaré —La miré sonriente —¡Mírame! Soy la persona más popular del lugar.

      Escuché como Molly y Andrew estallaban con sonoras carcajadas.

      Kenya golpeó las cabezas de ambos con su bolígrafo, haciéndome reír.

      Me animé a responder entre suaves risas; —Será un gusto aprender de ti supongo.

      Dos horas después aquí nos encontrábamos ambas.

      Kenya mantenía su brazo enredado con el mío y su cabeza ligeramente inclinada hacia mi.

      —Esa es Jennifer Presst, es la jefa del club de teatro — Mis ojos se clavaron sobre la chica de cabello castaño que leía atentamente un guión entre sus manos —Es amable, pero algo extraña, suele ser muy dramática. Ya sabes, cosas de actores.

      Ella rio y yo acompañé el gesto.

      Según Kenya me estaba enseñando a detectar a las personas con las que no debería relacionarme, bueno, más que enseñar me estaba haciendo un examen completo de cada alumno con el que nos cruzábamos.

      —Oh mira —Sacudió ligeramente mi brazo obligándome a hacerle caso —Por ahí viene la parejita del lugar.

      Miré al frente y llevé los libros de préstamo —minutos antes recogidos—, contra mi pecho con fuerza.

      El chico de la secretaría caminaba junto a una despampanante pelirroja.

       Ambos parecían fuera de lugar, como si fueran demasiado intocables como para estar en este instituto.

      —¿Quiénes son? —Cuestioné curiosa.

       Kenya tiró de mi brazo y me llevó a un lateral del pasillo, no aparté la mirada de ambos.

      —Ella es Harper Elgot, la jefa de las animadoras. Una víbora como suelen ser todas ellas, pero ella es una víbora a nivel estratosférico. Y creo que me quedo corta. Incluso algunas de sus compañeras de equipo quieren echarla, pero no se atreven —No iba a juzgar antes de tiempo, pero por la mirada que le dedicaba a los demás sentía que la morena no se descarrilaba mucho.

      —No hay chica en este instituto a la que no haya echo de menos —La miré con los ojos abiertos de asombro, rápidamente volví la mirada.

      Pero esta vez, los ojos de él estaban sobre mi.

      Ahora no cargaba sus gafas de sol, por lo cual el color de sus ojos quedó a la vista.

      Eran de color gris pero había pequeños detalles, que no podía ver en totalidad, que los hacían lucir más oscuros.

       —¿Y él? —Kenya río después de suspirar.

      —Él es Ashton Evans, el guapo del instituto. Se categoriza como el chico malo de cualquier novela barata de adolescentes. Y como buen protagonista tiene el aspecto y la historia de uno —Rodé los ojos y ella rio por ello —Sus padres millonarios fallecieron cuando él y su hermano eran muy jóvenes. Por lo que ahora se sabe viven solo ellos dos en su mansión en el bosque. Y suele estar solo si no es que lleva a ese animal colgando de su brazo. Supongo que la piel de serpiente le queda bien.

      Un escalofrío recorrió cada parte de mi cuerpo cuando ambos estaban a tan solo unos pocos metros de nosotras.

      —Es tan jodidamente caliente —Detalló la morena con los ojos fijos sobre el tal Ashton.

      Aquel escalofrío se repitió cuando pasaron de largo junto nosotras, pero con el detalle de que él no dejó de mirarme.
      Y no sabía como expresarlo pero, había algo familiar en su mirada.

      Di un paso atrás sintiéndome sofocada, Kenya se quejó cuando pisé su pie.

      —Jodido diablo Elisse —Desvié mi mirada hacia ella —¡Evans te ha dado la mirada!

      Negué sin entender a qué se refería.

      —Esa mirada es la de "¡no te cruces de nuevo en mi camino!", su miradita para enterrar a la gente a tres metros bajo tierra —Sus ojos oscuros se quedaron fijos en mí y su cuerpo se cernió sobre mí, yo me encogí bajo ella.

      —¿Y yo qué he hecho para recibir eso? —Pregunté confundida.

      Kenya tomó de nuevo mi brazo y siguió tirando de mí en dirección a la cafetería, donde se supone que es donde habíamos estado yendo desde hace cerca de quince minutos.

      —No me pidas que lo entienda, él es raro, pero de una manera caliente como has podido ver, es un raro sexy —Asentí aún sin estar de acuerdo.

      Podría de nuevo describir a ese chico de muchas maneras, y aunque no negaría que fuera guapo muchos de los adjetivos que venían a mi mente iban más referidos a esa mirada gélida. Algo tétrico y terrorífico.

      En definitiva, este año iba a ser extraño.

      Entramos a la enorme cafetería, las paredes eran altas y el espacio era suficiente como para tener al menos veinte mesas. Kenya, sin soltar mi brazo en ningún momento, me guió hasta la que supongo que sería la mesa en la que ella, Molly y Andrew comían de manera habitual.

      —Hola chicos —Saludó a ambos mientras nos acercábamos.

       En la hora anterior solo estábamos Kenya y yo en nuestra clase, ya que íbamos a lengua avanzada, mientras Molly y Andrew no.

       —Hola Kena, Denver —Respondió Andrew yo sonreí por el mote mientras me sentaba.

      Colgué la mochila de un solo asa en el respaldo de la silla,

      —¿Qué haces? —Preguntó Kenya quien aún seguía en pie — ¿No tomaras nada?

      —No lo creo, no tengo hambre —Ella alzó los hombros restándole importancia.

      —Martin lo que me debes —Extendió su mano derecha en dirección a Andrew y la otra la apoyó en su cintura, él rodó los ojos y comenzó a hurgar en su pantalón.

      Dejó sobre la mano de la morena cerca de diez dólares y esta sonrió con entusiasmo.

      —Te quiero Riri —Bromeó antes de darse la vuelta y supongo caminar a la cola para pedir su almuerzo

      —¿Riri? —Pregunté divertida, Andrew río.

      Entendía más o menos el porqué de ese mote, él era moreno, pero definitivamente no tan oscuro como Kenya. Sus ojos eran de un castaño pero con grandes motas verdes, que casi instantáneamente lo convertían en la versión masculina de Rihanna. Y había que admitir que no tenía un mal cuerpo, pues sus brazos estaban trabajados y por lo ancho y marcado de su espalda pude suponer que usualmente hacía deporte.

      —Déjalo — Se recostó contra la silla —Es una de sus tonterías. Kenya siempre está bromeando y molestando por todos lados, digamos que ese es su toque.

      Molly le preguntó entonces algo a Andrew mientras extendía su cuaderno y con una sonrisa me pidió perdón por interrumpir la conversación, yo sonreí quitándole importancia. Saqué mi móvil y decidí chequear alguna de mis redes sociales, no las usaba hace mucho tiempo, pero me gustaba ver cómo seguía todo en Denver. Revisé Instagram, viendo las historias de las que una vez fueron mis amigas.

      Cuando supieron del accidente solo vinieron una vez al hospital, y luego no volvieron a aparecer. Luego me enteré de que no tenían hueco en su grupo para alguien roto, dicho con sus palabras aunque estas obviamente no fueron tan directas, taparon sus intenciones con algunos "queremos que todo sea igual que antes" o "no nos gustaría ver triste siempre" y esas cosas.

       Unas auténticas víboras como diría Kenya.

      —Siento si te incómoda, pero luces muy joven — Levanté la mirada hacia Molly quien ya habían guardado su cuaderno —¿Has adelantado algún curso?

      —No me molesta, me lo suelen decir con frecuencia, y a la pregunta, la verdad es que no. Simplemente me conservó bien supongo — Bromeé, ambos sonrieron conmigo.

       —Oh mira Elisse, mira sobre tu espalda —Propuso la rubia y yo hice lo que me indicó, para mi sorpresa me encontré con Evans, de nuevo mirándome.

      —Él es...—La corte dándome la vuelta evitando su mirada.

      —Ashton ¿no? Kenya y yo nos lo cruzamos junto a su novia hace un par de minutos —Molly suspiró sin apartar la mirada del chico de cabellos negros.

      Andrew también miraba en su dirección pero con el ceño fruncido, al parecer no le caía bien.

      El gesto no pasó desapercibido.

      —¿Te desagrada? —Pregunté al moreno, él me devolvió una mueca algo extraña.

      —No somos muy amigos por así decirlo, simplemente mantenemos nuestras distancias —Respondió sin apartar la mirada.

       —Es tan guapo —Susurró Molly aún embelesada.

       —Es raro —Murmuré, ambos me miraron sorprendidos.

      —¿Qué? —Pregunté nerviosa.

      —Eres la primera mujer de todo el pueblo a la que no se le cae la baba por un hermano Evans —Rodé los ojos y apoyé mis codos en la mesa, mirando allí donde el chico de aura extraña se había sentado.

      Estaba rodeado de los que supongo eran los amigos de su novia, y se veía tan fuera de sitio que solo verlo resultaba incómodo. Todos conversaban mientras él estaba en su propio mundo, con lo que parecía un bloc de dibujo en sus manos, ausente a la conversación que el resto mantenía.

      —La reina a vuelto amigas —Medio gritó Kenya al llegar —Y además, he ligado con Chloe en la fila.

      —¿Cómo? —Reí mientras tomaba asiento a mi lado.

      —Aún siendo tan obvia no se ha percatado.—Fruncí el ceño —Denver, Kenya es de la otra orilla del río.

      Abrí los ojos con sorpresa y fijé mi mirada en la morena mientras se sentaba con aire despreocupado. Llevó el trozo de pizza margarita a sus labios y dio un mordisco que tragó rápidamente.

      —Siento no llevar un cartel en la frente que diga en letras enormes "me gustan las mujeres" —Negué con una sonrisa.

      —No lo esperaba, como en el pasillo dijiste lo bueno que estaba Evans.

      La morena observó sobre su hombro al chico de cabello negro y luego regresó su mirada a nosotros.

      Tomó una patata frita de su bandeja y la llevó a mis labios, yo por instinto la tomé.

      —Ya sabes — Sonrió —Hay que admirar la buena mercancía, da igual lo que cargué si el empaque es bueno.







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