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Capítulo 3

Podía decir que me encantaba como a cualquier personas unas buenas vacaciones y si ello implicaba salir de la Habana un tiempo y poder dejar todo aquello detrás un tiempo mucho mejor, viajar era como un escape a mi realidad y para ser sinceros creo que era lo mejor que podía hacer en estos momentos, que tampoco diría que estaba huyendo de los problemas y de mi realidad, tan solo era un descanso para aclarar ideas.

Si me preguntan el destino de este paseo, pues sencillo, me voy para la casa de mis abuelos en Camagüey, para ser exacto a más de quinientos kilómetros de casa, no había nada más bueno para mí que estár ya casi al montar en ese ómnibus que me llevaría a mi siguiente destino, no importa que se demorará el viaje eran diez horas para reflexionar sobre lo que quería realmente en mi vida y todo lo que ello traería como concecuencia y lo más importante que tendría que hacer para que mi familia supiese mi verdad.

Esas horas dentro de esa guagua me hacían bien, con ese aire acondicionado y tapado con una manta por el frío, através de la ventanilla podía ver todos los pueblos y ciudades que habían por el camino, era tan relajante ver a todos en sus actividades incluso por la madrugada como las personas se movían por las calles, usando sus mejores ropas, para de seguro ir a fiestas, de igual forma a muchos que se iban a cumplir con su jornada laboral. También a la vista esos enormes campos entre provincias, un lugar perfecto para ser perfectamente libres, donde poder estar en contacto con la naturaleza.

En estos viajes como casi siempre me quedaba dormido y alguien tenía que despertarme cuando ya llegaba a mi destino, yo ya estaba en Camagüey, la ciudad de los tinajones, aquí llegaba Adrián, tenía tantas ganas de ver a los abuelos, baje de la guagua como si fuera la puerta a mi paz interior, lejos de donde me sentía algo estresado, quizás aquí logré poner mi mente en orden. Ya llegando al frente de su casa salí corriendo cuando la vi en el portal y le di un abrazo y un beso enorme, realmente hace ya un tiempo no los veía, ella recogió la mochila con mi ropa, mientras yo iba a darle también un abrazo gigante a mi abuelo.

– ¿ Como está todo en la casa mi amor ?

Me preguntaba mi abuela, siempre para mantenerse al tanto de todo lo que acontecía lejos de ese reinado que era su casa, de igual forma aprovechaba para decirme que ella ya sabía de mi trabajo y que no le gustaba mucho que fuera en un horario nocturno, porque supuestamente era una hora muy peligroso, que podía pasar de todo, yo tan solo me concentraba en comer todo lo que ella le había preparado a su nieto adorado, en este caso obviamente me refería a mi.

Antes de venir de viaje para acá había ocurrido algo extraño y algo que quizás hacía más interesante mi existencia en estos últimos días y algo que quizás le daba una pizca más de picardía y entusiasmo a mis días, había conocido a alguien en el trabajo de mi papá, se trataba de Edu Jiménez Zubizarreta un trabajador de seguridad allá en la editorial, las veces que antes iba allá, las cuales no eran muchas lo veía pero nunca hablaba con el, parecía un soldado de piedra o por lo menos no lograba saber si era capaz de respirar ya que estaba todo el tiempo de la misma manera y era alguien que no hablaba en lo absoluto. Fue hasta que un día decidí ser yo quien lo hiciera hablar, llegaba a ver a Néstor, busque cualquier excusa simple para venir a verlo y al entrar a la puerta el soldado de piedra como le decía yo estaba allí.

– Buenos días, me puedes decir la hora.

El se quedó desconcertado como si no se imaginará que yo pudiera hablarle y se tardó un poco en responderme, y cuando la dijo lo hizo con una voz algo nerviosa, y yo solamente le agradecí y subí las escaleras, mientras lo hacía me quedaba mirando su rostro,el era lindo y desde aquí lo podía ver sonreír. Al final del día me quedé ayudando a mi señor padre con sus cosas y cuando ya nos íbamos él decidió llamarme.

– ¿Crees que puedas llamarme a este número cuando gustes ?

Y me lo dio con sus manos temblorosas, yo estaba con una alegría tremenda que era más que visible, le dije cualquier cosa a Néstor cuando me preguntó que para que Eduardo me había llamado. Días antes que me fuera de viaje el me había llamado a casa, el quería saber cómo estaba y también apesar de decírmelo con una voz algo tímida,el quería que en algún momento nos volveríamos a ver, que yo le parecía un chico simpático, le expliqué lo de mis vacaciones y le di el número de telefono de mi señora abuela.

A medida que pasaban los días aquí en Camagüey no había nada más esperado que la llamada de Edu, siempre mi rostro cambiaba, la sonrisa marcada en mis labios se hacía notar, el día de hoy no era la excepción, yo estaba en el cuarto acostado mirando el techo y pensando en lo de siempre en estos días, hasta que la abuela me llama diciendo que de nuevo el muchacho de la Habana me llamaba, yo fui corriendo para la sala y nos pusimos a conversar de todo lo que ya estábamos acostumbrados, pero esta vez hubo algo distinto, el quería apenas que yo llegara a mi casa que fuera a verlo, expresando su necesidad imperiosa de verme, que según él yo le había llamado la atención y entre sonrisas y palabras terminamos la conversación y mientras mi rostro no se daba cuenta de la cara de niño que tenía con esta felicidad algo inquietante, mi abuela llegaba con un rostro algo serio a donde estaba yo.

– ¿Por qué te llama tanto el mismo hombre aquí a la casa ?

Me quedé pretificad, no sabía que decir, lo que resultaba claro era que la abuela había oído parte de la conversación desde la extensión que había en la cocina, en ese momento mi cabeza explotó y apesar de que me inventé cualquier cosa, ella llamaría a mi mamá para advertirle de lo que ya ella había notado y que ahora era evidente.

Los días en Camagüey se habían convertido en algo extraño, yo había aprovechado un momento en la que Raquel no estaba en la casa y le había llamado a él para decirle que no llamará hasta que yo estuviera allá. Si soy sincero esto era el detonante que yo necesitaba para decirle a todos mi verdad y eso hice, fue llegar a casa y allí estaba mi señora madre esperando una explicación a lo que mi abuela le había dicho y la respuesta fue definitiva, ya no tenía ninguna escapatoria. La palabra gay retumbó en los oídos de mi mamá, ella cayó automáticamente sentada en uno de los balances de la sala y a pesar de que me preguntaba que el porque entonces de esa cantidad de novias y yo le respondía que por miedo a la reacción de ellos.

– Como quiera que seas, eres mi hijo– se secó las lágrimas y fue directo hacia mí con un gran abrazo.

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