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Axel

- Sé que todos se han de preguntar por qué los he reunido aquí.

- ¿Dónde está la pizza?

- ¿No íbamos a hacer la tarea de química? ¡Y ya prende la luz! ¡El efecto dramático sombrío no es lo tuyo! – Y sin decir nada más fue hasta el interruptor y lo paso. – Lumus.

J.K. Rowling estaría orgullosa de ella.

Bienvenidos al reino del caos, el desorden y ropa sucia en el piso... El cuarto de Daniela Josefina.

- Axel... Charlotte... hay cosas más importante que la pizza y saber cómo se hace una formula molecular de algún acido.

- No puede ser... ¡Vamos a reprobar química!

- ¡Y moriremos de hambre! – grito Axel. – ¡Pero no me atraparan con vida! – tras eso empezo a morder su brazo y correr en círculos en la habitación. - ¡Ayuda! ¡Nos atraparon a base de engaños y no tienen pizza! ¡Ayuda! ¡S.O.S! ¡Lamen al 911!

- ¡Idiota! – grito Charlotte mientras tomaba una almohada y se la lanzaba con fuerza. - ¡Eso es en Gringolandia! Aquí se usa el...

- ¡Ya cállense!

Me senté en la cama y tras unos segundos de paz y silencio ellos tomaron su lugar uno al lado del otro.

- ¿Abrazo grupal? – comento Axel.

- Abrazo grupal.

- Axel hueles muy rico. Hueles a macho alfa. Como recién salido de la ducha. – dije presionando fuerte su camisa contra mi nariz. - ¿Es perfume?

- Oye... - dijo Charlotte copiando mi gesto con su camisa. – Es verdad, hueles muy rico. ¿Qué echaste?

- Bueno... Como no me duche desde ayer me bañe en perfume antes de salir. Perfume de macho alfa, pelo en pecho, lomo plateado.

Esas fueron palabras suficientes para alejarnos de un brinco de su lado y frotar nuestro rostro con una toalla cercana.

- Eso fue asqueroso. Deberías ducharte.

- ¡Por favor! ¡Está comprobado científicamente que uno debe ducharse solo cuando lo necesita, y no todos los días! ¡Y no lo digo yo, lo dice la revista de Curiosidades de mi tía!

- Tienes suerte que el perfume tape tu verdadero olor, porque de seguro ha de ser horrible.

¿Estos son los consejeros que querías? ¡Para estas cosas mejor habla con nosotros! Prometimos que no íbamos a pelear... Todo el tiempo. Seré más abierto y no tan analítico.

Y yo tratare de mantener al margen las fantasías y cursilerías y seré racional.

Sera como un cambio de roles.

- No me hablen de cambio de roles, por favor. – susurre muy bajo.

- ¡Podemos hablar de algo que no sea mi higiene, por favor! Dan ¿Para qué estamos aquí? Y por favor pide una pizza, tengo hambre. Aportare... veamos – dijo vaciando sus bolsillos. – Aquí hay... tres pasitas viejas y una pelusa.

- Me gusta un chico, le pedí ser mi novio y dijo que me esforzara. ¿Cómo le pido el noviazgo?

El silencio no pudo ser más incómodo. Esto es ridículo, vergonzoso y antinatural. Sé que dije con anterioridad ser una mujer fuerte del siglo 21, pero... ahora lo estoy dudando.

- ¡¿Qué?! – dijeron al mismo tiempo.

Reaccionaron igual que tú.

- ¿Quién es la victima? – dijo Axel.

- Alee.

¿Qué se siente decirlo en voz alta?

No me lo agradezcan, yo solo estoy aquí para hacer a esta vida más dulce.

- ¡Allí está! – grito Charlotte. – Págame.

- ¿El? ¿En serio? – dijo Axel rascando su cabeza. – Vaya... No lo esperaba, de verdad no. Creí que no lo tolerabas. Me equivoque, debo lavarme las manos, una de esas pasitas tenia jugo adentro.

Axel salió rápido del cuarto y en eso Charlotte halo fuerte mis manos y me tumbo en la cama. Tenía las manos heladas y golpeándome con un pequeño cojín dijo:

- Lo sabía, lo sabía, lo sabía. Qué raro se siente esto. Tienes que contármelo todo.

- Nos besamos. Y mucho.

- ¿Beso a la francesa? ¡Te estas poniendo colorada!

- Ayer en el parque le pedí que fuera mi novio. Pero la verdad lo hice jugando, pensé que ya lo éramos, cosas de niñas, tú sabes. Pero me dijo que yo debía esforzarme, porque él ya lo había hecho. Que debía conquistarlo. Y aquí estoy. – dije quitándole la almohada y arrojándola muy lejos. – ¡Es tan lindo!

Se siente demasiado raro decirlo en voz alta. Siento que algo dentro está haciendo metamorfosis o algo así. Los ojos de Charlotte estaban ya achinados producto de la enorme sonrisa que figuraba en su cara. Y ya podía sentir el calor en mis mejillas.

- ¿Muy lindo?

- Muy lindo. Pero no sé qué hacer. ¿Debo pedirle permiso a mi papa para tener novio? Hace ya mucho tiempo que no hago esto. ¿Qué le diré a mi mama? Me da miedito.

- Si, Dan, ve y llámalo y dile "Papi, me gusta un chico, ¿puedo meterle la lengua hasta la garganta?" ¿Qué parece?

- Estas enferma.

Levante mi cuerpo de la cama y me mire en el espejo.

- Estás tan gorda.

- Cállate. Ya estoy grande. Solo se los presentare.

- O lo mantienes en secreto.

- Se van a enterar y allí si será malo. No les voy a ocultar eso. No seré pendeja. Lo que hare será algo sencillo, pero primero debo encargarme de Alee. ¡Hagamos una pijamada!

- ¡Sí! ¡Pijamada! – grito Axel muy afeminadamente mientras abría de par en par la puerta.

- Tu no.

- ¡¿Es por qué soy hombre, verdad?!

- Las pijamadas son de chicas. A menos qu quieras una noche de cambio de look, manicure y hablar de chicos. A demás mañana tenemos clases y no tengo uniforme de chicos en mi closet y tus cosas están en tu casa.

- ¿Y Charlotte?

- Mi ropa le queda y trajo su bolso para estudiar.

- Puedo decirle a mi hermanito que me lleve mis cosas mañana. Por favor, Dan. Tenemos años que no hacemos una pijamada. Han pasado 10 años desde la última. Y ya tengo 17. No quiero quedarme en casa esta noche. Mamá hará la cena y no quiera amanecer con dolor de estómago. – se lanzó al piso y se abrazó a mis pies. – Dan, please, por lo menos aliméntame y luego me echas a la calle.

Estaba loco. Una pijamada de chicas y un chico. Trio. Es cierto que la mamá de Axel cocina muy mal y él era mi mejor amigo. Romper el orden natural de las cosas por una vez no hará daño.

De hecho ya serian dos veces que rompes el orden natural de las cosas.

- Debo hablarlo con mi papá, y tú debes avisarle a tu hermanito. ¿Charlotte? ¿Puedes? Por favor, por favor. Te necesito esta noche.

- ¡Eres un sol! ¡El más radiante de todos! Y no lo digo solo porque tu cabello se esté levantando y en verdad parezcas un sol.

* * *

- Puedes conseguir un caballo y aparecerte a mitad de la noche lanzando piedras a su ventana. – sugirió Axel.

Eran las once de la noche, ya habíamos estudiado un poco para el examen de química de mañana, pero Charlotte todavía no quería dejar el libro. Axel me ayudaba en buscar una idea lo suficientemente buena para satisfacer el experimento social de Alee.

Él estaba acostado en mi cama, mientras yo estaba tirada en el piso. ¿Qué les puedo decir? Estaba frio y muy rico.

- ¡Claro! ¡Después peleas con un dragón y rescatas al hermoso princeso de la torre más alta! Bien pensado, Axel. – grito ella desde la esquina que había tomado como sus dominios para estudiar. – Diez por tu esfuerzo.

- Recuerda que él está pensando como si fuera Dan. Así que... ¿De que material quieres tu espada? ¿Hierro? ¿Una aleación de titanio?

- ¡Basta! ¡Recuerden que estoy aquí! ¿Sabe que hizo hoy? ¡Me dejo en visto y escribe con puntos al final de cada oración! ¿Por qué digo "oración"? Si lo que decía era "Si", "No", "Aja" y el peor de todos "Jajaja" ¡¿Yo no soy así, verdad?!

- Nah. – contesto Axel.

- ¡Ves!

- Eres peor. – termino de decir.

¡Concuerdo!

¡Secundo la moción!

- Son unos tontos. Los odio. – con la dedos de mis manos comence a acariciar lentamente mi cabello. Era relajante. Hasta que el movimiento en mi cama llamo mi atención, Axel se sentó en la orilla de la misma y halándome de los brazos, logro que levantara parte de mi cuerpo y me puso entre sus piernas, con la vista en dirección hacia donde estaba Charlotte. Y sin decir nada puso sus manos en mi cuello y muy lentamente comenzó a masajear toda la zona. Con sus manos apretaba y deslizaba mi piel. – Mira que si serviste para algo.

Incómodo.

Deliciosamente incómodo.

Charlotte nos miró por un instante y después sonrió. No estuvo así mucho rato ya que volvió a meter su nariz en el libro de química. Definitivamente quería ese 20. Las manos mágicas de Axel iban y venían, se sentía increíble. Cerré mis ojos y deje caer mi cabeza en frente para que el tuviera más campo que masajear.

- Gracias, ahora solo escucha. Si yo quisiera conquistarte a ti, solo... te haría ver lo importante que eres para mí, no te llevaría a comer. Te llevaría a un lugar donde hubiera muchas luces y donde te divertirías; un parque de diversiones. O tal vez, a una fiesta. No te compraría joyas, porque casi no usas. Incluso hay días que no llevas zarcillos puestos.

Sonreí.

- ¿Cómo es que sabes tanto sobre mí?

- Soy tu mejor amigo, es mi deber saberlo. – continuo. – Lo que quiero decir es que busques algo que a él le guste mucho y explótalo, no literalmente. ¿Qué le gusta?

- ¿Qué le gusta? De acuerdo veamos... Le gusta... ¡Le gusta el pan!

- Eso sí es patético. – dijo Charlotte mientras se acercaba a nosotros y se sentaba al lado mío y se apoyaba en una pierna de Axel. - ¿No sabes que le gusta?

- ¡Es que es tan reservado! Pero, conozco a un par que si deben saber que le gusta.

¡Muajajaja!

- De acuerdo. – dijo Charlotte. – Ya es hora de dormir. Son las once ya, y mañana tenemos clases, debemos pararnos a las cinco, para por fin estar listos a las seis y mientras desayunamos se hacen las seis y media lo que nos deja veinte minutos para llegar al colegio y que no nos cierren las puertas. Así que quiero ver movimiento. ¡Tú! – dijo apuntándome con su dedo. – De pie, se acabó el masaje. ¡Y pido el 70% de la cama! Axel, te toca el piso.

- ¡¿Por qué siempre me toca el piso?!

- ¡Pero no tengo sueño!

- ¡Tienes sueño! – dijo Charlotte sonriendo de forma tenebrosa. – Tienes mucho sueño.

Bueno, si lo pones así pues ya me dio sueño... Vamos a dormir.

Eso es lo que tú crees... En la noche mando yo.

* * *

Mire el reloj que se perfilaba en la mesa de noche de la habitación, una y cinco de la mañana. Charlotte había tomado toda la sabana y para colmo su pierna estaba sobre mí. El cuarto estaba muy frió y no se escuchaba nada. Todo estaba tranquilo y sereno. Trate de zafarme del agarre que ella me tenía puesto y con cuidado pase su pierna.

Mis pies tocaron el helado frió provocando un escalofrió que recorrió todo mi cuerpo. Axel estaba tirado en el piso. Tenía varias almohadas y muchas sabanas. Sonreí al verlo tan tranquilo. Se veía muy tierno. De puntillas me moví por toda la habitación y cuando llegue hasta la puerta apreté la manilla con suma lentitud. No quería despertar a nadie. La puerta rechino un poco, pero al final la abrí. Un pasillo oscuro me saludaba, mire a los dos lados, percatándome que mi padre no estuviera despierto a estas horas y de un pequeño brinco salí del cuarto dejando la puerta abierta para ahorrarme la frívola lucha con la manilla al momento de mi retorno.

Acomode mi camisa y subí un poco más mis medias. Con pasos ligeros llegue hasta la sala y mi mente empezó a jugar conmigo, imaginando cientos de figuras terroríficas que se escondían en la oscuridad de la casa.

¿Qué hacemos aquí, Dan? ¿Qué te preocupa?

Escuchar a mi conciencia me tranquilizo un poco y me dio la valentía suficiente para llegar hasta el sofá y subirme rápidamente. Subí mis pies y tras un largo suspiro dije:

- Es que en cierta forma algo me sigue preocupando. Es como cuando te haces una cortada pero en ese momento no te duele porque la adrenalina te toma. ¿Qué pasara cuando mi adrenalina por Alee se acabe?

- No debes preocuparte.

Al escuchar eso mi cuerpo se sobresaltó. Pensé que estaba sola y mis ojos buscaron con desespero al dueño de la voz.

- No debes preocuparte. – volvió a decir Axel. – Lamento lo del susto. Pero te escuche al salir y pensé que te pasaba algo.

Sonreí y golpeando el cojín al lado mío lo invite a sentarse junto a mí.

- Es que él me gusta. Pero ¿y si me equivoco?

- Tienes 16 años, errores vendrán y volverán, pero ¿a quién le importa? Aprovecha el instante. Si este chico te encanta, te hace sentir mariposas y cuando estas con él piensas que el tiempo se detiene, pues quédate con él. No le veo nada malo, y Charlotte opina lo mismo. En cambio si fuera un idiota, drogadicto, que te trata mal; allí sí, allí si se dudosa, allí si se cortante y odiosa como solo tú sabes hacerlo.

- ¿Quién eres y que hiciste con Axel? – dije abrazándolo.

Él no movió sus brazos por un instante, creo que el momento lo tomo por sorpresa, pero luego sentí como me tomaban con fuerzas y enterraba su cabeza en mi cuello riéndose.

- Ay cielos, tú en verdad me encantas. – susurró. 

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