Capítulo 2
En algún momento de la noche me había desmayado. No me encontraba sobre la comodidad de mi cama, sino que en piso frío y mugriento que no se parecía al de ningún lugar que frecuentara. No recordaba dónde estaba, tampoco cómo había llegado allí, y eso me puso de los nervios. Intenté abrir mis ojos, pero la luminosidad del lugar fue demasiada como para poder soportarla por mucho tiempo, así que volví a cerrarlos. Mi respiración era superficial y, por algún motivo, mi cuerpo se sentía diferente, más ligero.
Algo malo había pasado, lo presentía, pero no podía recordar qué.
Volví a intentar entreabrir mis ojos y me sorprendió la claridad con la que veía todo, casi como si gran parte de mi vida la hubiera vivido mirando a través de un vidrio empañado que ahora había sido limpiado. Los colores eran más fuertes y brillantes; me podía perder en ellos y distinguir tonalidades que probablemente jamás hubiera diferenciado a simple vista. Estaba perpleja, casi obnubilada, pero sabía que debía salir pronto de ese asombro: eso no podía significar algo bueno, y me aterraba descubrir la verdad.
Me senté sobre el suelo y acomodé mi cabello, que estaba algo revuelto. Entonces me di cuenta que lo tenía algo duro, como si se me hubiera pegado. Mis ojos se abrieron cuando me di vuelta y noté que el piso estaba manchado de sangre seca.
¿Qué cojones...?
Me puse de pie sin ningún tipo de problema, sintiéndome ágil y, de alguna forma, poderosa. Siempre había tenido una gran destreza con mi cuerpo, jamás había sido alguien considerado "torpe". Los constantes entrenamientos que había recibido por parte de los carmesianos habían ayudado mucho a mis habilidades físicas. Aunque ahora, al moverme, prácticamente no debía hacer esfuerzo. Era más sigilosa que nunca, como si pudiera caminar en el mismísimo aire.
Pero eso no me alegraba. Los únicos que podían ser así de habilidosos eran los tipos que solíamos cazar.
No podía ser...
Como si hubiese habido una descarga de información dentro de mí, todos los recuerdos vinieron tan rápidos como una bala. Me vi a mí misma cazando, persiguiendo a un dhamol por la ciudad; luego entrando a una fábrica abandonada donde me tendió una emboscada un grupo de esas malditas criaturas; allí pensé que moriría. Y después... Oh, joder. No había muerto. El dhamol llamado Ewen no me había asesinado, me convirtió en uno de los suyos.
Necesitaba que todo eso no estuviera pasando, que todo fuera un jodido sueño. Esperaba estar dormida, fantaseando pesadillas, funestos sueños nocturnos, aunque sabía que realmente estaba despierta y con todos mis sentidos funcionando como nunca antes. Llevé mis manos a mi cabeza y grité lo más fuerte que pude, sabiendo que nadie vendría a por mí en aquel sitio. Quería ir en búsqueda de esos dhamols y arrancarle sus ojos lentamente. ¡Lo que habían hecho conmigo era peor castigo que la mismísima muerte!
La rabia y la fuerza bruta parecieron apoderarse de mí, y una neblina me cubrió por un instante. Mis ojos se volvieron más audaces y detrás de mí sentí alguna especie de vibración que nunca había experimentado. Bajé mis manos y las noté pálidas como jamás antes habían estado. Me había transformado, me había convertido en la criatura que había jurado destruir.
De pronto mi vida había dado un giro de 180°. Mis amigos me odiarían, mi familia me aborrecería... Yo, que tenía toda mi carrera con los carmesianos, ya no podría volver. ¡¿Y si me veían transformarme?! Podía guardar la apariencia, tal y como muchos dhamols nos engañaban, pero en noche de luna llena no podría ocultarme. Además, habría ciertos factores en mí que podría provocar que me descubrieran. El aliento, la nueva agilidad, si me tocaba un jodida daga... ¡Incluso si me cambiaban de color los ojos sin darme cuenta! Se formó un nudo en mi garganta; no duraría mucho antes de que me descubrieran.
Y entonces mi propia familia acabaría conmigo.
Los dhamols eran peligrosos. Yo era un peligro justo ahora, y no podía permitir poner en tal situación a la humanidad... Una brillante idea vino a mi mente y me puse a buscar el objeto del que debería escapar. Busqué mi daga; así podría ahorrarle el trabajo a los carmesianos. Me dirigí hacia el lugar donde la habían llevado, pero solo encontré cuartos mohosos, infestados de insectos y con maquinaria antigua.
Mi arma no estaba allí.
Los dhamols se la habían llevado con ellos.
Maldije en voz alta y comencé a pensar cómo podía salir de esta. Entonces recordé a la pequeña carmesiana que cuidaba y entrenaba; aquella niña que había quedado sin padres y yo había sido seleccionada para tenerla a mi cargo. Era una gran oportunidad para Jade, ya que mi familia era muy importante en la orden. Yo había sido muy bien preparada, aunque estaba bastante decepcionada de mí misma.
Había fallado y con el peor de los deshonores; mi sangre había sido manchada.
Sangre... No podía ni siquiera pensar en ella. Los dhamols podían vivir sin beberla, pero se debilitaban tanto como un humano enfermo. Se convertían en presa demasiado fácil para los carmesianos. Además, era necesario consumirla para poder camuflarse en la forma física "humana"; sin ella, eran seres alados todo el tiempo.
Y ahora yo era parte de ese grupo. Increíble.
Sabía que mi padre, si se enteraba de esto, me odiaría eternamente. Pensé en simplemente desaparecer, que me dieran por muerta, pero la idea de dejar a Jade sola me detuvo. No podía protegerla por siempre porque estaba en mi mundo, ambas éramos parte de la Orden Carmesí y estábamos atadas a un peligro constante. Muchos de nosotros salíamos a patrullar sin tener la certeza de que esa noche volveríamos con vida a nuestros hogares. Vivíamos el presente y dábamos a la humanidad toda nuestra vida desde las sombras. Pero tampoco quería causarle dolor, no deseaba que se hiciera preguntas sobre mi muerte. Sería demasiado cruel para ella que ya había vivido tanto. A pesar de que en nuestra vida de cazadores enfrentábamos muchas muertes, no quería generarle más traumas.
Podía volver a casa y cruzar los dedos, pero eso también sería demasiado arriesgado. ¿Cómo confiar en que no atacaría a nadie? ¿Cómo soportar la mirada de desilusión de alguien si descubría en qué me había convertido? Lo más sensato era escapar lejos de aquel lugar, pero yo no me caracterizaba por tomar decisiones sensatas. Yo actuaba si lo sentía, y no podía simplemente no despedirme de Jade.
Tal vez, si lograba estar un día más y despedirme... No necesariamente debía ocasionar daño a alguien, ¿verdad? Tal vez me habían convertido, pero seguía teniendo mi esencia.
O eso esperaba.
Observé aquellas alas que me habían salido y decidí que eran horribles; no quería imaginarme cómo se veían mis ojos... Antes de ir a cualquier parte, debía volver a mi cuerpo. Aunque, muy en el fondo, sabía que esa yo ya no existía.
Espero que les guste este capítulo. <3
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