Llamada 79
Takemichi aventó el celular a la cama, y después se recostó en esta. Definitivamente lo había perdido, no había duda. ¿Es posible ser tan miserable? Claro que es posible, él era la prueba viviente.
Ya habían pasado otra semana más desde que Mikey lo había salvado de aquellos delincuentes y no habían vuelto a verse, ni siquiera hablar por llamada.
Cerró los ojos por un momento, y recordó la vacía mirada del azabache, esos profundos ónix que al detallarlos con detenimiento, más allá de toda oscuridad, podrías encontrar dolor y arrepentimiento. Qué dilema. Takemichi no sabía qué hacer. Su primera acción fue llamar a Mikey, pero para su sorpresa, no hubo respuesta.
¡Jambo! En estos momentos quizás este ocupado comiendo dorayakis o molestando a Ken-chin. Neh, déjame un mensaje, y te llamo cuando pueda. ¡Bye, bye!
Un nuevo nudo en su garganta se formó al oír, después de varias semanas, la voz infantil de Mikey. Respiró hondo ante el recuerdo del chico empalagoso, a quien consideró antes un acosador sin gracia.— Oh, bueno... cuando Mikey-kun escuche este mensaje, por favor llámame ¿Si?
Una extraña sensación de inquietud invadió su cuerpo. Mierda, mierda, mierda. Takemichi no sabía como se encontraba Mikey, ni su ubicación, ni sus relaciones...
Un momento.
—Joder, ¿Cómo no lo pensé antes?
Rápidamente, se levantó, salió del lugar, tomó el primer taxi que cruzó y subió dando una dirección. Después de un premeditarlo demasiado, se encontró a sí mismo frente a la vivienda de la familia Sano.
El sonido cotidiano del timbre sonó anunciándolo. Ni tiempo tuvo Takemichi para ensayar lo que diría a continuación, porque la puerta de la entrada estaba abierta de par en par, CON Emma Sano frente a él.
Al tener a plena vista las hebras rubias de la hermana de Mikey, con una expresión cansada, Takemichi sintió un deja Vu.
—Oh, Takemichi-kun ¿En que pued-?
—Emma-chan, perdona mi osadía, pero necesito que, por favor, me digas si Mikey-kun se encuentra en casa.
El silencio que recibió como respuesta fue sumamente inesperado, y por supuesto, incómodo.
Emma entrecerró los ojos con un puchero.
—¿Por qué te lo diría? Mikey no quiere volver a verte.
El azabache bajo la vista con suma tristeza.
Y con la misma determinación que lo impulsó a llegar hasta allí, realizó una reverencia torpe en frente de la rubia, sorprendiéndola por el acto repentino.
—¡Por favor! ¡Debo hablar con él! ¡Necesito hablar con él! Yo... fui un idiota, no quiero perderle... D-Debes creerme Emma-chan... Porque yo-
—No es necesario el discurso Takellina, solo estaba probándote.
El cuerpo del azabache se tensó levemente.
—¿Probándome?
—Sabía que en algún momento vendrías, otra vez, toma — Le extendió una carta totalmente en blanco y se quedo viendo cómo Takemichi lo tomaba de inmediato—. Mikey dejó esto para ti. Debes comprar el boleto de avión ahora ¡Antes de que mi tonto hermano cometa otra estupidez!
Takemichi posicionó la carta cerca de su corazón, su ritmo cardíaco aumentó. Con una mirada brillante y un calor inundando sus pálidas mejillas, le sonrió a la chica con suma gratitud.
—¡Sí, definitivamente voy a...! Espera, ¿comprar un boleto de avión...?
—Por supuesto, ¿o acaso piensas nadar por todo el mar de Filipinas hasta llegar a él...? ¡Wow, Takemichi-kun! Nunca pensé que fueras tan romántico~ Ken-chan debería aprender de ti.
Parpadeó un par de veces, incluso más demostrando su falta de comprensión inicial, y cuando finalmente lo hizo sintió que su alrededor se agitó por un instante debido a la impresión. Abrió y cerró la boca como si fuese un pez, totalmente incrédulo. Pensó que la rubia le estaba jugando una broma, pero viendo que la rubia mantenía una sonrisa amplía, sin decir más de lo que sabía, no le quedó duda. Emma hablaba en serio.
—No... Solo estaba... Pensé que él... — soltó un suspiro, resignado. Ni debería de sentirse sorprendido. Cuando Mikey había dicho que se mantendría lejos de él y se iría de Japón, no creyó que cumpliría sus palabras.— Muchas gracias Emma-chan, te debo una, tengo que disculparme con Mikey-kun y...
—¿Y~...?
Una sonrisa resplandeciente adorno el rostro de Takemichi, y la determinación nuevamente hizo acto de presencia.—Y decirle que me gusta.
Emma estaba satisfecha con la respuesta y una mirada dulce de su parte Takemichi recibió. Antes de que el azabache tomara carrera, la rubia lo detuvo.
—Si vuelves a herir a mi hermano, te las verás conmigo, Takemichi-kun.— Aquella mirada de color miel se tornó inexpresiva, y detrás de ellas una clara amenaza surcó, e hizo que un escalofrío recorriera su espina dorsal.
Con una temblorosa afirmación, retomó su camino a toda prisa rumbo al aeropuerto de Tokio. Mientras se despedía de forma apresurada de la rubia, se preguntaba qué haría apenas tenga a Mikey en frente. Se mordió el labio inferior, con los nervios a flor de piel. Por supuesto ¿Cómo ignorar el vuelco que dio su corazón ante la posibilidad de ser rechazado?
Takemichi no quería perder la noción del tiempo a causa de sus inseguridades. Llevaba más de dos cuadras corriendo, y si avanzaba un poco más llegaría a tiempo. Se mantuvo atropelladamente en constante movimiento, sin perder el ritmo en ningún momento. No pudo evitar sentir la palpitación del entumecimiento por toda la extensión de ambos tobillos hasta llegar a los dedos de sus pies, recordándole que él no era exactamente un aficionado a los deportes. El cansancio se reflejaba levemente en su expresión, pero aún así, Takemichi se obligó a sí mismo a dejar el sentimiento de fatiga de lado y continuar con el tramo trazado.
No eran nada, pero ojalá pudieran ser algo más.
Takemichi quería algo serio con Mikey.
Lo quería. De verdad comenzó a quererlo, y él de forma ilusa creyendo que nunca pasaría.
El amor llegó a su puerta sin avisar. Así mismo sucedió con Mikey. Aquel chico molesto, egocéntrico y gracioso logró cautivarlo más de una vez por medio de llamadas. No, definitivamente fue más que eso. Logró conquistarlo, logró enamorarlo y encontró la manera de entrar a su corazón.
Takemichi recordó aquella ocasión que le había dicho qué no le permitiría entrar por la puerta de la tienda. Es como si, indirectamente, Takemichi le hubiera dicho a Mikey que no le permitiría entrar a su vida, y aún así, Mikey entró en ella de una forma tan caóticamente hermosa.
Mikey es increíble.
Luego de encontrar a tiempo un avión disponible a su destino, logró llegar a Manila, la capital de Filipinas. El arrullo de las aves tropicales ambientaban la naturaleza que lo rodeaba, y los rayos de sol quemaban sus brazos descubiertos. Las pisadas del azabache quedaban marcadas tras de el, a su vez, mientras Takemichi estaba más cerca de su objetivo sus movimientos más se entorpecían.
Finalmente, se detuvo en seco, se limpió los restos del sudor en su frente con el borde de su camisa, para luego observar el pedazo de papel arrugado que sostenía nerviosamente en sus manos.
Ven al lugar del cual te hablé antes.
Takemichi supo exactamente a dónde tenía ir.
—Aquí es.
Las ruinas de la que alguna vez Mikey le comentó en una llamada, se hicieron visible ante él.
El azabache tragó en seco ante el imponente sitio que se presentaba frente a sus orbes azulados, y luego de darse unos minutos para reunir todo el valor posible, se adentró rápidamente en el lugar. Estuvo explorando sin mucha prisa, detallando cada rincón como si de un turista se tratara, ya que por donde viera, su emoción aumentaba más y más. Camino sobre unas escaleras desgastadas, y cuando finalmente llegó a la cima un jadeo brotó de sus labios resecos.
Para Takemichi, con el pasar del tiempo, sentía que las ruinas se hacían cada vez más grandes. ¿O quizás solo estaba exagerando?
El mal sabor de boca de pronto lo inquietó, y su ritmo cardíaco aumentó de sobremanera al percibir una presencia ajena tras de él.
—¿Takemitchy?
El mencionado sostuvo de inmediato las cintas de ajuste de su mochila. Los nervios lo dominaron, y el cuerpo de Takemichi por unos breves instantes tembló por los sentimientos fuertes que iban y venían como se les daba la gana. Pasó más tiempo del necesario hasta que, al fin, Takemichi volteó, encontrándose a quién había buscado tan desesperadamente.
Un silbido cortó inesperadamente el ambiente tenso entre ambos.
Una pequeña sonrisa divertida se situó en la expresión serena de Mikey, apoyó su cabeza sobre su palma izquierda sin despegar su mirada en la figura contraria.
—Si, definitivamente extraño molestarte con mis llamadas.
Las lágrimas inevitablemente se asomaron en los bordes de los ojos de Takemichi. Y después de percatarse de ello, las seco inmediatamente, sintiéndose avergonzado.
Allí frente de Takemichi se encontraba él con la mirada de siempre. Mikey se encontraba allí, y la alegría que se situaba en el corazón del azabache era indescriptible.
—Mikey-kun... y-yo... yo... Mmp- ¿Has estado durmiendo bien? — expresó Takemichi dubitativamente.
Cuando por fin tenía a Mikey frente suyo, en vez de ir al grano, tenía que surgir su cobardía para sabotearlo.
Justo cuando finalmente lo encontró Takemichi tenía que...
—Sí, dormí mis ocho horas completas. ¿Y tú~?
Justo cuando finalmente... finalmente...
Takemichi inevitablemente balbuceo sin saber cómo continuar la conversación, simplemente explotó. Un mar de lágrimas brotaron, deslizándose sin parar en sus mejillas las cuales se tornaban de un color carmesí. Y cuando se dio cuenta que el resistirse era inútil, frunció el ceño temblorosamente, sin apartar sus orbes azulados de Mikey, habló.
—Lo... Lo siento
La sonrisa del más bajo se desvaneció. Y un silencio, de forma inesperada, se situó en el ambiente. Al parecer no era lo que quería oír.
Mikey se levantó airoso, casi solemne, y descendió de los restos, que quedaron de las ruinas, parsimoniosamente para luego acercarse, y permaneció a una distancia considerable de Takemichi. No sonreía, ya no, y el azabache no esperaba que lo hiciera ahora.
—Entonces, estás aquí.— finalmente Mikey pronunció, sin mover apenas los labios.
El azabache asintió.
—¿No tienes algo más que decirme?
La respuesta quedó por un momento atascada en la punta de su lengua. No pudo formular de inmediato y de manera coherente. Eso le frustraba de sobremanera. El simple hecho de escucharlo de nuevo, y envivo, hacía que sus piernas temblaran un poco.
—Tengo miedo. — su voz quedamente se hizo escuchar, y sintió como Mikey lo miró con atención—. Mi mente me jugará siempre en contra, podré pensar que no lo merezco, y tal vez no lo hago, pero... pero... solo quiero decir, digo, quiero decirte que me-
Los brazos reconfortantes de Mikey rodearon a Takemichi, y gracias a aquel nuevo contacto, pudo darse cuenta de que su cuerpo no dejaba de temblar. Después de que el azabache finalmente correspondería el abrazo, el alivio inundó completamente su ser.
Mikey otorgó caricias lentas en los hombros, los brazos, las hebras alborotadas, y por impulso besó las mejillas furiosamente sonrojadas de Takemichi hasta que los músculos de su cuerpo se suavizaron. Continuó trazando un camino invisible con las yemas de sus dedos, quemando la piel del azabache ante la agradable sensación, y sin poder resistirlo más, sus labios se juntaron.
Un brote de mariposas revoloteó en sus estómagos, y sus corazones se unieron en un mismo ritmo. Correspondiendo finalmente sus sentimientos.
Takemichi nunca había besado a alguien con tanta intensidad. Probablemente, porque nunca había tenido miedo de perder a alguien.
Se separaron, y el azabache dio un paso adelante en busca de más, y a su vez, temiendo a que él se fuera lejos otra vez. Por otro lado, Mikey recostó su cabeza en el hombro contrario, ocultando su rostro para seguir conservando la calidez que los envolvía a ambos.
—Estas aquí Takemitchy — repitió.
Y sí, estaba ahí, por fin estaba ahí.
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