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Llamada 76

Takemichi recobró la consciencia nuevamente, fue ligera y confusa. Hubo un dolor punzante en su nuca y en toda la extensión de su cuerpo como recordatorio de lo sucedido, pero el recuerdo de lo anterior todavía no lograba procesarlo del todo.

¿Cómo todo terminó de esta manera? Se preguntó, y así como aquella interrogante surgió, se le sumó otra serie más, hasta intensificar su dolor de cabeza. Escuchó leve risas al fondo, conversaciones difusas, y algunas exclamaciones provenientes de los cómplices de su secuestrador.

El azabache frunció el ceño al recordar al hombre de lentes con traje sofisticado, aquel que le habló con familiaridad, ¿Quién rayos era? No tenía idea, pero al parecer, él lo conocía.

No obtenía ninguna respuesta a sus dudas y era tan frustrante. En primer lugar, no encontraba razón para su secuestro, porque él no poseía nada de valor, y en segundo lugar, nadie vendría a su rescate.

No era especial para nadie, pierden su tiempo.

Y de nueva cuenta, regresaba ese pensamiento que tanto lo atormentaba.

— ¡Oi, Akkun! ¿Ya quieres dormirte? ¿¡O quieres más de mis puños para hacerlo!?

El bullicio se intensificó ante aquellas palabras, y Takemichi observó con claridad y horror lo que sucedía a lo lejos del gran lugar. Su amigo de la infancia, su única familia y alguien que siempre estuvo para él desde que tiene memoria se había convertido en el saco de boxeo para aquel grupo de delincuentes. El pelirrojo era sostenido por dos gorilas del montón desde sus hombros y brazos, manteniéndolo en pie aún si se veía que perdería el conocimiento con cada golpe y risa que transcurría, su rostro lleno de moretones y sangre seca mostraba una mirada de color brezo claro totalmente neutra.

Ante el breve momento en que los golpes cesaron, y Sora le preguntó aquello, Akkun escupió restos del líquido carmesí hacia un costado, desafiante, mostrando luego sus perlas ensangrentadas en una sonrisa arrogante.  — Puedo seguir con esto toda la noche, solo espero que tú no te canses demasiado, zo-rra.

El mismo bullicio, se volvió en contra del delincuente, y al verse humillado por las palabras del pelirrojo, prosiguió con los golpes hacia el rostro y cuerpo del pelirrojo con más intensidad siendo motivado por las exclamaciones de sus compañeros, los cuales disfrutaban del espectáculo improvisado con suma euforia.

Takemichi no podía seguir viendo más, apartó la mirada impotente pero unas manos contrarias tomaron de ambos lados de su cabeza, obligándolo a seguir viendo lo que pasaba con su amigo sin compasión.

— Mira con atención, Hanagaki-kun. — el azabache intentó resistirse al agarre, pero el mismo se afianzó logrando lastimar un poco su cuello.— Observa como la basura que tu considerabas familia es golpeada, ¿No es gratificante?

— ¿Qué...? — musitó con fuerzo, su garganta rasposa no le era de ayuda en lo absoluto.

El contrario se mantuvo en silencio, uno en el cual al pasar los segundos le hacia tener un escalofrió del demonio en su espina dorsal. En eso en que intento tragar saliva para desatar el nudo que se formó en su garganta, sus hebras azabaches fueron jaladas hacia atrás, y el rostro del castaño lo analizó con sus orbes vacíos para así soltarlo con fuerza.

Ahora que se daba cuenta, ya no se encontraba en el suelo como cuando despertó la primera vez, estaba atado en una silla de manera con sus brazos amarrados detrás de su espalda y con cada movimiento de forcejeo que daba su piel le irritaba.

— Tráiganlo aquí.

Y ante aquella orden, los golpes se detuvieron abruptamente junto al escándalo. El grupo de delincuentes que conformaba los hombres de Kisaki avanzaron con el cuerpo del pelirrojo hacia ellos, para así, en un parpadeo terminar atado como el azabache a su costado.

Ambos permanecieron así, y nuevamente el silencio asfixiaba a Takemichi, lo hacía sentir pequeño. 

— Takemichi...

La voz de Akkun lo sacó de sus pensamientos, y volteó ante el llamado del mismo reaccionando finalmente — ¡A-Akkun!

Cuando el azabache se encontró con la figura inconfundible de Atsushi Sendo, estaba hecho mierda.

— Realmente tuviste un largo sueño Hanagaki-kun, pasaron muchas cosas en ese intervalo de tiempo...

La mirada de Takemichi se desvió hacia adelante, cruzándose ambos orbes de color azul entre sí.

El castaño los miraba tanto al azabache como al pelirrojo con sumo detalle, y en el mismo silencio que plasmo hace varios minutos, se quitó la chaqueta, para así quedar solamente con su chaleco y comenzar a remangar su camisa blanca delicadamente. Realizó aquellos movimientos suaves sin apartar su mirada indiferente de Akkun y Takemichi.

— Atsushi Sendo — habló con su voz profunda, Kisaki continuó —. Siempre fuiste una piedra en mi zapato. Siempre te guarde rencor... Desde que Hanagaki-kun y tú se fueron del orfanato.

El corazón de Takemichi dio un vuelco en su pecho al escuchar aquellas palabras, y no pudo articular alguna palabra a lo dicho por el castaño, porque en eso en qué el contrario propinó una patada a un costado del cuerpo moribundo del pelirrojo, todo nudo en su garganta se disipó ante la rabia.

El quejido lastimero de Akkun preocupó en demasía al azabache.

— ¡Detente! ¡Maldición! ¡Detente! — exclamó en un grito suplicante, las lágrimas no se hicieron esperar en el rostro de Takemichi, observando como las patadas se intensificaban con cada ruego que de sus labios salían.— ¡Te he dicho que te detengas, desgraciado!

— Quizás nuestro pasado sea el problema — murmuró Kisaki sin intención de detenerse —, porque de no haber sido por eso, no hubiera insistido tanto en hundirte a ti y a tus padres entre tantas deudas — un golpe de rodilla fue dado en la cabeza de Akkun y la mirada de Kisaki se oscureció — Qué patético...

Akkun se mordió la lengua para mantenerse impasible pero aún así después de recibir otro golpe en el estómago, todo aire que tuvo retenido fue expulsado y su furia se hizo ver de inmediato.

— ¡YA LO SÉ! ¡SÉ QUE TODO LO QUE ESTÁ PASANDO ES MI CULPA!

— ¿Y realmente te sientes así? Mezquino de mierda.

— Solo quería saldar las deudas que los llevó a la tumba, solo eso... — Akkun soltó un suspiro lastimero, sus hombros agitados por su rápida respiración bajaron, y después de dar una breve mirada al suelo, levantó la misma de inmediato para así observar a Kisaki fijamente.—, Kisaki... Es como tu mismo dijiste; nuestro pasado es el problema, las deudas de mis padres me mantienen atado a ti ¡Takemichi no tiene nada que ver con esto!

Takemichi escuchaba retazos de la conversación que ambos hombres mantenían. La información era escasa para su debida comprensión, sin embargo, fue suficiente para que su corazón se volcara de miedo.

Algunos músculos tensionados no hacían más que aumentar su dolor, volviendo su visión borrosa por la confusión. Hubieron comentarios fuera de contexto que lo hicieron armar su propia idea de lo que estaba pasando, pero no pudo hacer nada para intervenir. En su actual posición, estaba a merced de lo que esos delincuentes pudiesen hacerle y él solo rogaba internamente volver en una pieza a su hogar.

— ¡Oi! — Kisaki extendió su mano hacia un costado, y un arma había sido colocada en ella de inmediato.—, yo decidiré si es que él está envuelto o no.

La mirada de Kisaki recayó en el azabache, y un nuevo escalofrío lo recorrió de pies a cabeza, mantuvo la cabeza en alto.

— Hanagaki-kun... ¿Por qué has estado actuando... Como si no estuvieras involucrado con todo esto?

— ¿Qué?... Y-Yo...

El sonido del seguro del arma se hizo escuchar, y sin más preámbulo el arma fue usada en dirección al azabache.

¡Bang!

Unas gotas de sangre se deslizaron por la oreja izquierda de Takemichi, y el cuerpo de él comenzó a temblar aún más debido al shock del momento. La bala había rozado con su oreja izquierda para así terminar en alguna parte tras sus espaldas, y como consecuencia, el líquido carmesí seguía bajando al costado de su cabeza paulatinamente. Sus orbes azules se encontraban abiertos de par en par, y su respiración comenzó a escucharse claramente por el miedo que lo carcomía.

Él pudo haber muerto si el castaño lo hubiera querido. Y la idea le aterró.

Akkun observó aquello con sus orbes de igual forma desorbitados, con el corazón en la boca, y sin saber de dónde provino el surgimiento de su valentía se dirigió al castaño con suma desesperación, una exclamación salió desde el fondo de su garganta.— ¡DIJE QUE TAKEMICHI NO TIENE NADA QUE VER CON ESTO! ¡ÉL NO RECUERDA NI UNA MIERDA DE LO QUE PASÓ!

Kisaki ladeo la cabeza, quizás considerando la idea de que el azabache no le recordase. 

Suspiró cansado, y peinó sus hebras castañas hacia atrás con su mano izquierda pensativo.— Nadie pidió tu puta opinión Akkun, él debe de recordarme tarde o temprano... ¿Cierto?

— Maldito enfermo de-

El arma anteriormente usada fue ubicada sobre la cabeza de Akkun, y este se mantuvo quieto al sentir el frío metal en sus hebras rojizas.— Entonces viejo amigo, ¿Tienes unas últimas palabras qué decir?

El jadeo de Takemichi aumentaba con intensidad, la ansiedad comenzaba instalarse en su cuerpo en sí y el pánico se hizo ver en su mirada. La falta de aire en sus pulmones le quemaba por dentro, el sudor le causaba frío, el ritmo de su corazón le zumbaba en los oídos logrando que cayera en un estado de shock total.

— T-Takemichi...— murmuró el pelirrojo tragando saliva, el silencio del contrario aumentaba sus nervios.— Takemichi...

El silencio fue la misma respuesta, y después de un tiempo corto en el que Takemichi estaba tenso, con la mirada perdida y luchando por recuperar el aliento fue que Akkun nuevamente tomó la situación en sus manos antes de que fuera demasiado tarde.

— ¡TAKEMICHI! — gritó Akkun con la poca fuerza que le quedaba, logrando finalmente que Takemichi reaccionara y con dificultad volteara a mirarle desenfocado.— Escucha, Takemichi, estas serán mis últimas palabras dedicadas a ti.

El pecho del azabache se contrajo en sí mismo, y su corazón aumentaba en ritmo. Las lágrimas amenazaban nuevamente por salir.

— Muchas cosas pasaron en estos últimos doce años. Después de que te fuiste de la casa, todo se fue a la mierda — una risa sin gracia brotó de sus labios resecos, continuó sin ganas —. La enfermedad de mamá, las deudas de papá, esfuerzo tras esfuerzo por sacar a mi familia adelante... Sin darme cuenta termine involucrándome en pura mierda. La muerte de mis padres, de nuestros padres... Todo lo que ha pasado, lo que está pasando, es mi culpa...

Takemichi miró a Akkun en silencio, sin ser capaz de interrumpirlo en lo absoluto.

El pelirrojo tomó nuevamente el aire suficiente para así exclamar.— ¡PERO, NO ME ARREPIENTO DE HABERLE PEDIDO A PAPÁ QUE TE LLEVARÁ CON NOSOTROS! ¡FUI EGOÍSTA, LO SÉ, AÚN ASÍ ERES LO ÚNICO QUE ME IMPORTA EN ESTE MUNDO!

— Akkun... — musitó Takemichi, con las lágrimas cayendo sutilmente por sus mejillas.

Su pecho se oprimió más al ver al pelirrojo con una sonrisa cálida en su expresión demacrada.

— Solo espero, que puedas perdonarme y... — la mirada suave de Akkun cayó en él para después rodar una efímera lágrima en su mejilla sin dejar de sonreír, y aquella última imagen de su amigo se grabó inconscientemente en la memoria de Takemichi.

Los labios de Akkun se movieron, dos palabras más se expresó en sus labios. Y como si fuese una señal, nuevamente el gatillo fue presionado.

¡Bang! ¡Bang!

Las dos balas ocasionaron un ruido sordo en el lugar y arrebató una vida en el proceso. El cuerpo del pelirrojo ante el impacto de bala en su cabeza, fue inevitablemente atraído por la gravedad en descenso. 

Takemichi no supo si fue su imaginación, pero el movimiento de la caída de Akkun fue de una lentitud tortuosa que le quitaba el aliento y en ella, al mantener su mirada fija en la figura ya sin vida del chico, reflejó súbitamente una serie de recuerdos donde ellos dos eran los protagonistas.

El sonido en seco de la caída se dio y luego de unos segundos, el líquido carmesí se presentó bajo su cabeza, bañando con recelo las antes suaves hebras rojizas que con anterioridad portaba una fragancia habitual del shampoo que siempre usaba Akkun. Ante sus fosas nasales el olor nauseabundo y metálico de la sangre lo envolvía. Las lágrimas de Takemichi habían dejado de salir desde que aquel revolver fue usado, y estaba ahí, en blanco.

Akkun no puede estar...

Takemichi no tenía la capacidad de gritar ni de llorar, pero que tantas ganas tenía de hacerlo.

Akkun, no puedes, levántate...

Quería llorar al menos por la perdida, cuanto daría por darle al menos un último abrazo. Uno en el cual no lo vuelva a rechazar.

Por favor, Akkun, no me dejes... No puedes estar...

Justo cuando algo hizo clic en la cabeza del azabache, sintió gruesas gotas de aguas saladas caer y su garganta cerrarse.

Esto debe de ser una pesadilla.

— ¿Cómo se siente perder a alguien, Hanagaki-kun? — la sonrisa amplia de Kisaki le causó nauseas, su rostro portaba algunos rastros de la sangre de otra víctima tomada por sus manos.— La soledad es ensordecedora, ¿Verdad?

Takemichi no respondió.

Kisaki bufó divertido ante el silencio, para así colocar el arma ahora en sus hebras azabaches.— ¡No te preocupes! Te dejaré irte con la basura muy pronto.

Takemichi nuevamente no respondió.

El castaño se inclinó casi a la altura de su rostro pálido y sin expresión, pero aún así, las lágrimas caían en silencio de forma sutil.

Chasqueó la lengua y regresó a su posición anterior, frente al azabache y con arma apuntándolo a la cabeza.— Qué decepción. Pensé que seriamos nosotros dos contra el mundo...

Takemichi levantó su mirada en dirección a Kisaki, para así observar al susodicho derramar de igual forma lágrimas sin apartar su expresión dura. Qué chiste más cruel.

Allí, en ese preciso momento al ver la expresión contradictoria de Kisaki Tetta, lo recordó.

— Saski-kun...

Una sonrisa ladina brotó de los labios de Kisaki con ironía.— Hace tiempo que no escuchaba ese ridículo apodo... En fin, hasta luego... Mi héroe.

El azabache cerró los ojos de inmediato esperando lo peor, pero ante todo pronóstico, un nuevo sonido rugió en el lugar.

El motor del vehículo fue reconocido por más de uno, después de todo, hace tiempo no se hacía escuchar desde que se retiró de aquel bajo mundo.

Era la Honda CB250T del Invencible Mikey.

Kisaki apartó el revolver divertido.— O eso es lo que diría, aunque no me conviene... ¿No es verdad, Mikey?

En ese preciso momento en el cual aquellas palabras fueron dichas, la entrada del lugar fue abierta de par en par para así ingresar el invitado de honor.

El ex líder de la Tokio Gang había llegado.

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