Capítulo 22
No olviden comentar, puercos 😏🫦
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Lizar se puso de pie y juntó sus labios con los míos, el sabor de mi semen llegó hasta mis papilas gustativas, siendo una prueba viviente de lo que él había hecho y lo mucho que disfruté.
Mordí su labio inferior y separé nuestras ávidas bocas.
-Te-tenemos que irnos, nos pueden encontrar -susurré, sin poder respirar bien.
-No te preocupes, nadie va a venir -dijo, antes de volver a devorar mi boca con hambre.
Sus manos se deslizaban dentro de mi suéter y acariciaban por mi piel que cada vez se sentía más caliente y ardía ante su toque.
-Lizar, por favor.
-¿Qué necesitas cariño?
Sus ojos me miraban atentos mientras sus dedos encontraban mis pezones y empezaban a juguetear con ellos, me mordí la lengua para evitar gemir, agarré sus antebrazos y saqué sus manos de mi camiseta.
-Podemos seguir en otro lado.
-¿Lo dices después de que me ahogaste con tu polla? -preguntó, disgustado con mi propuesta.
-¿Qué te pasa? -lo miré, un tanto confundido-. Recuerda que acordamos mantener esto fuera de la universidad, acá nos pueden encontrar.
-No nos van a encontrar, Amet.
Intentó volver a besarme, pero lo detuve colocando mis manos en su pecho y empujándolo con suavidad. Me agarró de las muñecas y se rodeó la cintura con mis brazos y los dejó allí.
Ni siquiera me dio tiempo a objetar cuando empezó a dejar suaves besos en mi mandíbula, restándole importancia a mis palabras. Intenté detenerlo, o al menos empujarlo en el pecho, pero la carne es débil y la mía aún más y lo único que hice fue acercarlo más. Un escalofrío me recorrió cuando sus labios tocaron mi cuello, él sabía lo susceptible que yo era en el cuello y lo usaba a su favor.
-Hueles delicioso -susurró, con su aliento chocando contra mi piel.
Un leve gemido se escapó de mis labios cuando sus dientes atraparon con fuerza la piel sensible, una de sus manos llegó hasta mi nuca y sin poder evitarlo incliné la cabeza dándole más acceso. Su lengua acarició el lugar donde mordió segundos atrás, antes de que su boca impacte de nuevo, contra la mía.
Esa vez el beso fue más lento, sin afán, me derretí entre sus brazos al punto en el que olvidé que en cualquier momento alguien podría abrir la puerta del salón y encontrarnos, en realidad, en ese momento no me importó el riesgo que corríamos, no mientras Lizar tenía sus labios sobre los míos y me besaba hasta perder la razón. Cuando nuestros pulmones no aguantaron la falta de aire nos alejamos, él juntó su frente a la mía y me miró de una manera que me desarmó por completo.
-Si sigues besándome así harás que me enamore -susurré, intentando bromear, aunque mis palabras no pudieron ser más acertadas.
-Quizá eso sea lo que busque.
Mordió mi labio inferior, robándome un suspiro y se alejó un paso, de inmediato extrañé su calor abrazando mi cuerpo. Pero Lizar sonrió, sus labios esbozaron una perfecta sonrisa que se llevó cualquier rastro de aire que había en mis pulmones y su lejanía valió la pena, por completo.
-Ven -dijo, antes de empezar a caminar.
No lo pensé dos veces antes de subirme los pantalones y seguirlo hasta su escritorio, donde me esperaba apoyando el trasero en el borde.
Me colé entre sus piernas abiertas y llevé una mano hasta su nuca para luego acariciar la piel de allí. Mis ojos estaban puestos sobre los de él, intentando identificar qué era lo diferente que veía en ellos.
Lizar metió sus manos en los bolsillos traseros de mi pantalón y llevó hacia su cuerpo con fuerza, la distancia que quedaba entre nosotros era mínima, al punto en el que nuestras respiraciones se mezclaban y nuestros labios estaban a punto de rozarse.
-¿No me piensas besar, cariño? -preguntó, mirándome a los ojos cuando pasaron varios segundos y notó que yo no tenía pensado hacer ningún movimiento.
-Si te beso no saldremos de aquí en un buen rato, Lizar -susurré.
-Perfecto.
Y me besó.
Sus labios colisionaron con los míos de tal manera que perdí casi por completo las fuerzas en las rodillas, gemí contras su boca y le di un tirón a su pelo, gruñó y yo volví a halarle el cabello. Su lengua rozó la mía y fue entonces cuando desapareció todo rastro de miedo o incertidumbre por si nos encontraban, de un momento a otro nuestras lenguas empezaron a bailar hambrientas. La necesidad de tenerlo sin ropa, con su piel caliente tocando la mía, eran tan grandes que dudaba poder contenerme y no desnudarlo ahí mismo
Parece que me leyó la mente, porque sus manos se metieron dentro de mi sudadera y acariciaron mi abdomen y pecho, pero no intentó quitármelo. Gemí impaciente e intenté sacarla por la cabeza, pero Lizar me detuvo.
-Yo también quiero tenerte desnudo -dijo, en voz baja, aun con sus labios rozando los míos-. Pero por ahora te vas a quedar con tu ropa intacta, al menos una parte de ella.
En un ágil movimiento me puso de cara contra el escritorio y cernió su cuerpo encima del mío.
-No hagas ruido, cariño -murmuró con su aliento contra mi nuca, sin darme tiempo a reaccionar.
Sus dedos tomaron los bordes de mis pantalones y los bajaron hasta mis tobillos, lo sentí arrodillarse y luego me quitó los zapatos y arrastró mis pantalones por mis piernas, con sus dedos tocando, convirtiendo un simple roce en una tortura.
»Me gustan tus piernas -dijo, con sus labios a centímetros de mis pantorrillas-. ¿Sigues yendo al Gimnasio?
Ni siquiera llegué a responderle porque empezó a besar mis tobillos y fue subiendo despacio mientras mi cuerpo se estremecía y yo olvidaba por completo de la pregunta que me hizo.
-También me gustan tus glúteos -dijo sobre estos, segundos antes de morder el cachete de cada uno-. ¿Me permites follarte aquí, Amet?
-Donde sea que me lo pidas -respondí.
-Bien.
Lo sentí alejarse y segundos después el sonido de su correa siendo desabrochada llegó a mis oídos.
Sin aviso alguno, la palma de su mano chocó contra mi nalga derecha tomándome desprevenido, callé el quejido que salió de mi garganta mordiéndome el labio.
-¿Crees que no harás ruido? -preguntó, mientras frotaba la piel adolorida que golpeó.
Mi única respuesta fue separar las piernas para darle más acceso, mi miembro totalmente erecto rozó con la superficie del escritorio, estaba tan concentrado en lo que decía y hacía Lizar que no me percaté de que volvía a estar duro.
-No traje lubricante, e imagino que tú tampoco lo has hecho, vamos a tener que apanárnosla a la vieja usanza -dijo antes de separar mis nalgas y escupir entre ellas.
Luego sus dedos se abrieron paso y dos de ellos introdujeron en mí robándose algunos gemidos que tuve que ahogar, los movía dentro de mí buscando dilatarme, ante cada movimiento mi respiración se volvía más errática de lo que ya estaba y mis rodillas perdían las pocas fuerzas que, si no hubiera sido por la mesa que soportaba mi torso habría caído al piso. Su boca llegó hasta mi nuca donde empezó a morder y besar sin contemplación alguna.
No pasó mucho tiempo antes de que una mano alzara mi pierna, dejándola encima de la superficie.
Me embistió lentamente, haciéndome enloquecer en el proceso, al punto en el que tuvo que ahogar los ruidos que salían de mis labios con la palma de su mano.
No había manera de que yo no hiciera ruido, no cuando era Lizar el que estaba tan dentro de mí que dolía, no cuando cada penetración era más tortuosa que la anterior.
Dentro del salón de clases donde supe su nombre, Lizar me folló como nunca lo había hecho, ese día se tomó su tiempo para enloquecerme poco a poco mientras mordisqueaba, lamía y besaba mi nuca. En algún momento, sus embestidas se volvieron más rápidas y fuertes, luego de eso fue poco el tiempo que pasó antes de que un orgasmo me abrazara por completo, ni siquiera necesité estimular mi pene. Él seguía penetrándome sin descanso, hasta que su propio clímax lo alcanzó llenándome de su esencia.
—De hoy en adelante —susurró, en mi odio con la voz ronca y la respiración agitada—, cada vez que entres a este salón vas a recordar cómo se siente tener tu polla en mi boca, como intentabas no hacer ruido y como te dejaste follar por tu profesor en plena aula.
Soltó mi pierna y acto seguido se deslizó fuera de mí, no me moví, en cambio, cerré los ojos e intenté normalizar mi respiración. Aun dentro de la bruma del orgasmo, lo escuché hurgar en su mochila antes de sentir algo húmedo tocar mis muslos internos.
Lizar me estaba limpiando.
No sé por qué, pero en ese momento, cuando Lizar se puso a limpiarme, sabiendo que en cualquier momento nos podrían encontrar, algo caló en mí, ese acto tan simple, y lo mucho que significó en ese instante, fue el primer indicio de que estaba cayendo en una espiral sin retorno.
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Luego de lo que hicimos en el aula, Lizar me dijo que me adelante y que lo espere a una cuadra de la universidad, él quería que fuéramos a su apartamento y yo no me iba a negar.
Me recogió en su coche y apenas entré, me sonrió de una manera que me desarmaba. Cuando llegamos fui directamente al baño a darme una ducha, ni siquiera le dirigí la palabra, aunque en realidad no tenía nada que decirle.
Me metí bajo el chorro caliente de agua y un suspiro se escapó de mis labios mientras mis músculos se relajaban.
-Debo pedirte disculpas -dijo Lizar detrás de mí sobresaltándome.
-¿Por qué? -pregunté con los ojos cerrados.
No me dio una respuesta hasta segundos después, cuando su cuerpo desnudo rozó el mío.
-Porque mentí -depositó un suave beso en mi hombro-. Te dije que me gustaban tus piernas y glúteos, pero la verdad es que me encantan, todo tú me encantas.
Volteé y lo miré a la cara, él sonrió y pegó sus labios a los míos por unos breves segundos antes de alejarse. Yo me encontraba petrificado en mi lugar, sin saber cómo reaccionar ante esa situación, no sabía por qué estaba reaccionando así si no era la primera vez que compartimos la ducha. No llegué a formular ninguna respuesta a las preguntas que me llenaban la cabeza, porque Lizar tomó la esponja, la llenó de jabón y empezó a frotar mi piel con ella.
Aún seguía sin saber cómo actuar, quería decir algo para llenar el silencio, pero mis labios estaban callados y mi cerebro en blanco. Pero, lo que más me abrumaba, o más bien me tenía petrificado, era el hecho de que mi corazón galopaba en mi pecho desbocado, en realidad no era lo rápido que latía, era la verdadera razón que traía detrás.
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Los amo.
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