8
Asher llamaba a uno de sus hombres para que nos vinieran a remolcar mientras yo estaba tratando de hacer que la máquina expendedora me diera mi chocolate.
Hacía casi media hora que el auto empezó a expulsar humo del capó lo que causó que Asher y yo nos preocupemos, paramos en una gasolinera que estaba más desierta que mi situación amorosa, pero el problema aquí no era ese, el problema era que estábamos en medio de la nada y para colmo el motor estaba sobrecalentado y no íbamos a esperar a que se enfríe.
—Listo, ya vienen a buscarnos —dijo mi amigo detrás de mí —espera, ¿Qué diablos estás haciendo? —preguntó cuando notó que yo le estaba dando patadas a la estúpida máquina.
—Esta cosa del demonio no me quiere dar mi chocolate—. Hice un puchero, él solo suspiró.
—Iré al baño, no te metas en problemas.
—¡Oye! —grité indignado, él solo se rió bajito antes de entrar en el servicio público que había en el lugar, ni sé porque estaba abierto, pero bueno.
Cuando por fin la estúpida máquina soltó la golosina escuché a los lejos un ruido o más bien el sonido de un vehículo que se acercaba, supuse que era la persona a la que Ash contactó.
Estaba disfrutando el chocolate cuando una motocicleta se detuvo justo delante de mí, no pude identificar al chófer hasta que este se quitó el casco, era Lizar.
—Hola —saludó.
—Buenas noches.
—¿Necesitas un aventón?
—No.
—¿Estás seguro? —preguntó enarcando una ceja.
—Segurísimo —respondí sin pensarlo dos veces, aunque en el fondo si quería el aventón, pero no iba a dejar a Asher sólo.
—¿Qué haces en medio de la nada? —interrogó—. Este no es un lugar muy lindo que digamos —agregó mientras miraba todo el lugar.
—No te impor...
—Nuestro auto se averió —interrumpió Asher a mi espalda, Lizar, en cambio, lo miró fijamente—. Si quieres puedes irte con él—. Lo miré por encima del hombro —seguro no es tan mala compañía—, guiñó un ojo.
—¿Y tú qué? —pregunté.
—A mí ya me vienen a buscar, ¿recuerdas?
—Deberías hacer lo que dice tu amigo Amet —habló Lizar.
—Pero...
—Venga, vamos, deja el drama y vete—, lo miré mal.
—Está bien—. Mantenía una expresión y lenguaje corporal que demostraba que no me gustaba la idea pero por dentro gritaba de la emoción.
—Bien, súbete—. Me pasó un casco que tenía atado en la parte de atrás de la moto, hice lo que dijo y apenas llegué a rodearle la cintura con un brazo cuando arrancó.
Maldito loco.
Veinte minutos después llegamos a la ciudad, Lizar empezó a zigzaguear entre los autos hasta que llegamos a un McDonalds.
—Me vas a disculpar, pero tengo hambre.
—Está bien, yo ya me puedo ir solo a casa —expliqué.
—Nada de eso, me vas a acompañar, no me gusta comer solo.
—Bueno...
Entramos al establecimiento y mientras él compraba yo lo esperaba en una mesa del fondo, cabe destacar que el lugar estaba vacío excepto por Lizar, el chico de la barra y yo.
—Aquí tienes, una hamburguesa y una cerveza —dijo Lizar cuando llegó a la mesa. Comíamos bajo un silencio incómodo, no me importó, pero lamentablemente este fue roto por Lizar.
—¿Qué hacías con tú —hizo una pausa —amigo en una zona rural en medio de la noche?
—Se dañó el auto.
—Eso ya lo sé, pero ¿qué hacían en la zona?
—Dábamos un paseo —mentí.
—Un paseo, así es como le dicen hoy en día —murmuró de manera irónica.
—Pues eso.
—No tienes que disfrazarlo con un "dábamos un paseo" cuando es obvio que estaban en el lugar para follar.
Lo miré a los ojos por unos segundos, después me reí por su absurda idea, ¿Quién pensaría que Asher y yo follaríamos?: Lizar, por lo visto.
—A ti no te importa si tengo sexo con mi amigo o no—. Me puse de pie —vamos, llévame a mi apartamento.
Era lunes y lo único que me motivaba era que ya solo me quedaban cinco meses para graduarme y el café que me estaba tomando mientras esperaba a que inicie mi primera clase del día: Matemáticas, aunque también esa era una buena razón para no desvivirme, quería ver al profe, ¿para qué negarlo?
Lizar llegó con una expresión de malhumor y empezó a explicar una nueva unidad, después de media hora nos asignó unos ejercicios para que resolvamos, a decir verdad, el tema no era tan complejo. Aunque en ese momento solo quería agarrarle el culo al profe, cabe mencionar que este estaba inclinado en el pupitre de un compañero en la primera fila, y gracias al Dios divino que me permitió tener semejante vista. Desde la primera vez me fue inevitable no fijarme en el trasero del profe, es que él tiene todo lo que un hombre desea.
En momentos como esos, o más bien desde que quedé flechado del profe, ni una pizca de arrepentimiento sentía por haber aplazado tanto esa materia, ni de haberla reprobado tantas veces.
Cuando acabó la clase, traté de salir del aula deprisa para llegar a la cafetería en el menor tiempo posible, pero justo cuando estaba en la puerta me halaron. Era Lizar quien había realizado la acción y que no soltaba mi mano.
—Nos vemos en mi oficina en 15.
—Bien, nos vemos.
Con dolor en el alma fui directamente a la cafetería y no a al despacho como en verdad debería haber hecho si no quería llegar tarde, pero en mi defensa tenía hambre y lo mejor era aprovechar antes de que no quede nada comestible en el menú.
Cuando agarré dos sándwiches y un refresco procedí a ir donde debería estar hacía ya media hora.
—Siempre estás comiendo, ¿nunca te cansas? —preguntó Lizar tras abrirme la puerta y dejarme entrar.
—No, ¿tú lo haces? Nunca te veo haciéndolo —contesté.
No respondió, en cambio dijo:
—Llegas tarde.
—La fila en la cafetería, misteriosamente hoy estaba más larga de lo normal —me excusé, aunque no era del todo verdad.
—Podrías haber ido después de terminar tu reunión conmigo.
—Y abstenerme a comer las sobras, nada de eso —exclamé antes de sentarme en la silla que tenía colocada delante de su escritorio—. ¿Para qué soy bueno?
—Su nivel académico Amet —dijo mientras posaba su trasero en el sillón tras el escritorio —ha disminuido en la última semana, se está durmiendo en clases y los trabajos entregados no tienen la misma calidad.
Pensaba que no había notado qué me he dormido en todas sus clases.
—¿No piensa responder?
—Es que no se que decirle.
—La verdad Amet, diga la verdad, no puede costar tanto.
—Pues... —hice una pausa—. Es qué estoy leyendo una nueva saga —murmuré de manera casi inaudible.
—No lo escuché—. Parecía irritado —¿Qué le impide dormir por las noches Amet? O ¿Qué es lo que lo mantiene distraído?
Respiré hondo y contesté cabizbajo: —Es que el fin de semana pasé por una librería y me compré una saga que quería desde hace mucho tiempo, y no he podido parar de leer, ni siquiera en las noches.
Estuvo en silencio por unos segundos.
—Dios mío Amet, tiene que dormir en las noches si quiere tener buen rendimiento durante el día—. Suspiró sonoramente —por un momento pensé que se debía a que tenía pareja o algo parecido.
—No tengo novio, ni novia mucho menos.
—Puede irse, y aprenda un poco de autocontrol, parece que le hace falta un poco.
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