7
Me tomó mucho tiempo lograr convencer a Asher para que me acompañe al campeonato de boxeo clandestino, necesité sacar la artillería pesada pero al final logré convencerlo. Tuve que ir a recogerlo a su casa y el estúpido todavía no se había preparado, me tocó esperar media hora hasta que él estuvo listo y por fin logramos partir.
—¿Ya llegamos? —preguntó Asher cuando apagué el auto a unos cien metros de un edificio que parece que ha estado abandonado por siglos.
—Sí—. Mientras miraba el lugar y buscaba cosas extrañas o fuera de lo normal, me colocaba una Glock en la cinturilla de mi pantalón, justo en la espalda baja.
—Parece que no hay nada extraño, ¿Vas bien armado? —interrogó Ash, mientras miraba todo el sitio.
—Sí, acabemos con esto de una vez—. Salí del carro y me dirigí en dirección al edificio.
Cuando llegamos a la entrada miré hacia el sitio donde se encontraba mi auto parqueado, este estaba bien oculto detrás de unos matorrales, allí era imposible de ver.
—Entremos —indicó Ash antes de empezar a caminar dentro del edificio.
Una vez en el interior me quedé parado en medio de lo que debería ser el recibidor y miré todo el sitio en busca de posibles salidas, seguimos caminando por la puerta de servicio como lo indica el instructivo que me envió mi padre.
—¿A dónde vamos ahora? —estábamos parados delante de dos pasillos que iban en direcciones contrarias.
—A la izquierda, luego se supone que tenemos que encontrar unas escaleras que van hacia abajo.
Minutos después estábamos delante de una gran puerta de hierro, la cual se hallaba custodiada por un hombre un poco corpulento.
—Contraseña —pidió cuando nos paramos delante de él, le dijimos la contraseña que correspondía a la zona VIP. Nos explicó que una vez dentro, tenemos que subir por la escalera que queda al fondo en el lado izquierdo.
Cuando entramos lo único que hallamos fue un estrecho y oscuro pasillo en el cual solo había unas escaleras que se dirigían hacia abajo. Cabe destacar que desde donde estábamos éramos capaces de oír el ruido de la gente más la música electrónica, según íbamos bajando el bullicio, cada vez se escuchaba más fuerte.
Minutos después llegamos al dichoso lugar donde serán las últimas batallas del campeonato y lo que encontramos allí, fue un montón de gente alrededor de un ring que estaba situado en medio de lugar, muchas de estas personas estaban bailando, otras estaban tomando alcohol, fumando o drogándose.
—Odio el olor de este sitio, el alcohol, las drogas, los cigarrillos y el sudor no huelen bien juntos —dijo mi querido amigo arrugando la nariz y haciendo una mueca de asco.
—No —afirmé—. Ven, vamos a nuestro sitio.
—Ojalá y allá huela mejor.
Cuando logramos llegar a las escaleras una vez más encontramos a un hombre, o bueno, a otro gorila parado delante de las escaleras, lo único que tenía diferente al otro es que este poseía una tableta en las manos.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó con una voz ronca y tensa.
A mi espalda Ash soltó un sonoro suspiro y después respondió, el hombre nos dejó pasar y nos indicó dónde iríamos
—Hasta que llegamos —expresó Ash cuando entramos en el compartimiento que me había reservado mi padre.
Desde donde estábamos podíamos ver todo el lugar.
Me sentía ansioso por salir de ese sitio, tenía un mal presentimiento y, además, desde que acepté seguir las pistas que me envió mi padre me siento como hace años, estoy justo llevando a cabo lo que hace tres años me prometí no hacer. Por otro lado, no entiendo cómo fue que le dije que sí.
Para colmo, me está gustando mi jodio profesor de matemáticas. Me pone cada vez que le grita a alguno de mis compañeros, un poco masoquista lo sé, pero es que, ¿a quién no le gusta el profe? Desde que llegó a la universidad solo hablan de él (sin importar el género). Incluso, ya varios estudiantes han tenido problemas por tratar de tener algo con él. Como una chica de la facultad de derecho que entró a escondidas en su oficina cuando él estaba en clase y lo esperó desnuda, al día siguiente fue expulsada.
—Oye—. Miré a Ash que me hacía señas —checa a ese tipo que está ahí debajo —apuntó a un hombre que estaba solo en un rincón fumando —¿No te parece conocido?
—No, será alguien qué has visto en la calle.
—Lo dudo. Pero bueno —miró su reloj —ya casi empiezan las batallas, ¿apostarás por alguno?.
—Posiblemente.
Al rato anunciaron que estaba a punto de iniciar las peleas y la primera batalla que sería entre Vlack la serpiente y The hunter. Hunter ganó después de unos minutos que empezó el enfrentamiento. Creo que su contrincante se va a acordar durante toda su vida el puñetazo que le dio Hunter, o bueno, yo lo haría si ese fuese mi caso.
Cinco peleas consecutivas más tarde y ya solo faltaba la final para ver quien ganaría para que se enfrente con The Captain. Asher llegó a mi lado agitado y estaba ¿sonrojado?, literalmente tenía las mejillas como dos tomates.
—Vámonos de aquí—. Sus ojos me miraban de manera suplicante —por favor.
—Vamos—. Seguí a Ash que empezó a zigzaguear entre la gente, llegamos al pasillo y subimos lo más rápido posible por las escaleras—. ¿Qué pasó? —pregunté curioso.
No respondió, simplemente siguió caminando, en poco tiempo llegamos al auto y una vez que estuvimos en la carretera repetí la pregunta:
—¿Qué pasó, Ash?
—Nada—, hizo una pausa —simplemente no quería seguir allí.
—¿Por qué estabas sonrojado? —interrogué tras un largo silencio.
Su reacción fue sonrojarse aún más, Asher en todos los años que tengo conociéndolo solo se sonrojó una vez y fue cuando dos tíos le propusieron hacer un trío.
—No estaba sonrojado, idiota.
—No te entiendo—. Me incliné un poco sobre el asiento del auto —¿Qué te puso así?
—Estaba corriendo, Amet.
—No fue por eso, ¿Qué pasó? —insistí.
—Pues es-es —empezó a balbucear.
Fue un momento que nunca olvidaré, es que por primera vez en toda mi vida vi a mi mejor amigo avergonzado, nervioso y sonrojado.
—¿Sí?
—Me estaba enrollando con un tío —lo dijo tan bajito y rápido que llegué a pensar que eran imaginaciones mías.
—¿Qué?, no te escuché.
—¡Qué me estaba enrollando con un tío! —me reí.
—¿En serio?, ¿Y qué tal?, ¿Te gustó?
—Bueno, pues solo fueron unos minutos de besuqueo hasta que el nos detuvo. Y la culpa la tiene el alcohol.
—Sí, el alcohol —bufé—. Algo no me cuadra —murmuré pensativo.
—A ti nada te cuadra, Amet.
—¿No estabas con unas chicas? yo incluso te vi salir con una de ellas.
—Sí, pero luego llegó el chico, nos interrumpió y pasaron algunas cosas.
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