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El estridente sonido de los autos que estaban en medio del atasco me tenía de los nervios. Además, si no salía rápido de allí llegaría tarde y eso no era una opción, o bueno, en el fondo no quería llegar tarde porque posiblemente el profesor no me permite entrar a clase.
Aunque llegué con unos diez minutos de retraso, eso no evitó que todos se quedaran mirándome cuando entré.
-Buenas noches, Edwards -saludó el profesor con un claro tono de burla.
-Buenos días.
-¿Se le pegaron las sabanas al cuerpo?
-Lamentablemente no.
La verdad es que me dormí tarde y de tarde me refiero a las cinco de la mañana ya que estaba leyendo un libro y me fue imposible dejarlo a medias y para cuando me había tragado todas sus páginas solo faltaban tres horas para que suene la alarma.
Como no dijo nada fui directo hacia mi pupitre, saludé a Cris con un gesto de cabeza y me senté. Recosté mi mejilla contra la fría superficie y casi de inmediato sentí como mis párpados se cerraban con voluntad propia.
Cris me estaba zarandeando con brusquedad, me puse derecho mientras bostezaba y justo cuando iba a preguntarle que porque me despertó por el rabillo del ojo logré captar la sombra de alguien en mi escritorio, cuando miré con curiosidad para saber quién era pude divisar a un Lizar enojado y con los brazos cruzados.
-Espero y haya dormido bien señor Edwards, ¿Podría por favor resolver el ejercicio que está en la pizarra? -miré hacia la susodicha, por suerte era sobre el tema que él dijo días atrás que iba a impartir y yo lo estudié, gracias a Dios era capaz de resolver la ecuación que había en la pizarra.
Tomé el marcador que me estaba ofreciendo el profesor y tras haberme parado de mi asiento caminé hasta llegar al pizarrón. Cuando terminé le pasé el marcador a Lizar y de forma efímera nuestros dedos se rozaron, experimenté como mi corazón dio un vuelco, el aire en mis pulmones se condensó y una corriente eléctrica recorrió mi columna, causando así que cada bello de mi cuerpo se erizara. Me dirigí hacia mi pupitre con el corazón acelerado y con la sensación de que mis mejillas estaban ardiendo.
-¿Por qué estás tan rojo? -preguntó Cris cuando me senté.
-Tengo calor.
Cuando el timbre sonó, sentí que ese sonido era música para mis oídos, estaba loco por salir de ahí. Tomé mi mochila y traté de abrirme paso entre las personas que estaban delante.
-Edwards -exclamó Lizar.
Volteé como respuesta
-Ya que llego tarde, no solo a la clase, sino que también a la cita que tenía conmigo, lo quiero en mi despacho en veinte minutos.
Asentí y me dirigí hacia la cafetería a comprar mi desayuno primero. Tras haber comprado dos sándwiches y una malteada fui a su oficina, gracias a Dios cada puerta en el edificio asignado a los docentes tenía una placa de metal con el nombre grabado de cada profesor al que pertenecía la oficina, no tarde mucho en encontrar la de Lizar. Toqué la puerta de madera y segundos después escuché un pase amortiguado.
-Llega tarde -fue lo primero que dijo cuando entré.
Lizar estaba sentado detrás de su ordenado escritorio.
-Estaba comprando mi desayuno.
-No importa, siéntate -ordenó.
Acaté su mandato, entonces me permití mirar el lugar con curiosidad. La oficina era grande, había bastante iluminación gracias al gran ventanal del fondo, el escritorio que estaba situado en medio de la estancia, las dos sillas que estaban colocados en ambos lados y el gran sillón que estaba posicionado de forma aleatoria en la zona izquierda eran los únicos muebles en el sitio.
-Necesito que me expliqué por qué no entregó el primer proyecto asignado, y porque faltó tantos días.
-Hirieron a mi madre.
-No me venga con excusas, Edwards -dijo en un tono bajo -dígame la verdad.
-Dije la verdad, mi madre estuvo por error en el lugar equivocado y resultó herida por una bala.
-¿Por qué no dejó una excusa en dirección?
-No tuve tiempo, tampoco lo pensé.
-No sé si creerle -colocó los codos en la superficie y se inclinó -ya han utilizado esa excusa conmigo -me escudriñó por unos segundos -recuerde que no estamos en secundaria.
-¿Quiere que le muestre el historial médico o fotografías? -pregunté irritado.
-¿Existen acaso? -su rostro desde que estaba allí era carente de alguna emoción, mantenía una expresión neutra, casi aburrida.
-Le enviaré todo a su correo -dije como respuesta -¿me puedo ir?
-Todavía no, ¿qué hará respecto a la asignación que me debe?
-¿Qué quiere usted que haga?
-¿La tiene lista?
Asentí.
-Entonces entréguelo, se puede ir.
Me paré de la silla y me dirigí hacia la puerta.
—Y no vuelva a llegar tarde a mi clase, Edwards.
—Le hace falta una polla —murmuré enojado, mi profesor era un gilipollas, aunque estaba buenísimo y me lo quería comer.
—No me hace falta —una ola de terror me recorrió el cuerpo —me llueven tanto "pollas" como vaginas
—Pase buen día —dije antes de salir de allí como alma que lleva el diablo.
Ese mismo día cuando llegué a casa le envié un correo con el archivo de la tarea adjunto a Lizar.
En la noche, cuando estaba a punto de dormir recordé que tenía una semana que no hablaba con Brandon, así que decidí llamarlo, este respondió al tercer tono
-Me gusta mi profesor -confesé de la nada.
-Hola, Met, yo estoy bien, tu ¿cómo estás? -dijo con sarcasmo.
-Me gusta mi profesor -repetí.
-¿Y qué harás? -preguntó tras un largo silencio.
-Aún no lo sé, pero me prende con solo verlo.
-¿Quieres tener sexo con él?
-Eso es obvio, no me importa cómo, pero lo voy a lograr.
-No te enamores -dijo -no te enamores y ten cuidado.
-Por muy bueno que este también es un gilipollas.
-Un gilipollas -repitió en un tono de voz extraño.
-Un gilipollas extremadamente bueno, dejaría que él me escupa, me pise y que haga conmigo lo que quiera.
-!Por Dios Amet!, es tu profesor, respeta -exclamó entre risas.
-Mi sexi profesor de matemáticas me está seduciendo sin darse cuenta Brandon, no es mi culpa.
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Hola, amores
¿Cómo les va?
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