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Antes de que lean el capítulo les quiero agradecer por las cien mil lecturas. Desde que inicié a escribir acá en Wattpad veía esa cifra como algo imposible o lejano, muchas gracias por tanto a cambio de tan poco.🥺
PD: ¿Ya vieron la nueva portada?, ¿Qué piensan de ella?
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Necesitaba ir al gimnasio, o más bien volver a ir si no quería engordar, porque teniendo en cuenta que comía como un cerdo y que me pasaba el día acostado en cualquier momento me convertiría en el hombre más obeso del mundo, aunque claro el hombre más obeso, pero también el más guapo.
Cuando por fin me dejé de haraganerías fui al gimnasio y estaba a punto de morir, no sabía en qué humilde momento decidí que descuidar mi condición física y resistencia era lo mejor, pero lo peor es que meses después me arrepentía aún más que haber nacido.
Mis músculos estaban que ya no podían más, la tela de mi camiseta se pegaba a mi piel gracias al sudor y la música que retumbaba en mis oídos empezó a molestarme. No volvería a ir ese infierno, decidí morir como una masa de grasa, bella, sexy, deliciosa y tierna.
Cuando por fin acabé en la máquina de correr me dirigí a los baños a sacarme la mugre, en el camino choqué con un chico musculoso, rubio y lleno de tatuajes que me trajo tantos recuerdos buenos como malos.
Él estaba de espaldas sin notar mi presencia, pero yo lo reconocería en cualquier lugar, fácilmente sería por su característico cabello rubio o la colonia que usaba desde la preparatoria. O quizá sea por la manera peculiar que tenía de pararse, no sabía en exactitud porque a pesar de los años sin verlo lo encontré en un gym cualquiera de New York cuando se supone que vivía en Alemania.
-Moritz Schneider -susurré sorprendido, él volteó al escucharme, unos ojos azules me devolvieron la mirada y sus gruesos labios adornados por un piercing en el inferior dibujaron una sonrisa antes de dar unas zancadas y envolverme en sus cálidos brazos.
-Amet, te vuelvo a ver después de tantos años -murmuró cerca de mi oído con una voz más varonil de lo que recordaba, rompió el abrazo y con sus ásperas manos agarró mis mejillas como si fuese un bebé -solo mírate, estás muy cambiado y más guapo.
-Suéltame maldito -exigí mientras intentaba safarme de su agarre-. ¿Qué haces aquí?, ¿No deberías estar en Alemania? -interrogué una vez que me liberó y pude respirar bien.
-Estoy aquí hace un mes por cuestiones de trabajo -respondió antes de despeinarse el cabello. -¿Tú vives aquí?
-Sí, me mudé desde...
-Desde lo de Kira -terminó por mí en un susurro entrecortado. -Yo también me mudé, aproveché la beca de arquitectura en Paris, creo que desde su funeral no nos vemos -su rostro se había ensombrecido y sus hombros se encorvaron. Deduje que tres años después le seguía doliendo la muerte de Kira.
-No, no nos vemos desde entonces.
-¿Te vas a duchar? -asentí en respuesta ante su pregunta -Perfecto, te espero en la salida.
Caminé hasta los baños y me duché lo más rápido posible, no podía creer que tres años después me volvería a encontrar con el mejor amigo de mi hermana, ellos desde pequeños estaban juntos en todos lados, al punto en el que se convirtió en uno de mis más grandes amigos.
El día que Kira se suicidó Moritz estaba ahí conmigo charlando fuera del edificio de mi padre, él fue el primero en sentir que algo andaba mal, pero fue demasiado tarde, no llegamos a reaccionar cuando mi hermana se lanzó y en cuestión de segundos a unos pocos centímetros de donde nos encontrábamos su cuerpo estaba hecho añicos delante de nosotros, la sangre nos salpicó y por un segundo quedamos petrificados sin saber cómo reaccionar y marcados de por vida.
Salí del gimnasio con los músculos más relajados y la mente un poco más serena, el rubio me esperaba recostado en una de las paredes del establecimiento mirando los autos y la gente pasar.
-¿Qué estamos viendo? -pregunté posicionándome a su lado.
-Ni idea -se paró correctamente -¿Viniste en auto?
-No, mi apartamento queda cerca y me apetecía caminar.
-Perfecto, iremos a la cafetería que está al lado.
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Mi teléfono no dejaba de sonar gracias a todas las llamadas entrantes de mi padre, este que desde la última vez que "hablamos" y me exigió seguir unas pistas que me envió de The captain por un correo, que claramente no seguí, sino que lo ignoré, me estaba llamando casi todos los días, pero yo no quería estar bajo sus juegos y mucho menos conseguir más traumas en el camino.
Aunque la curiosidad picaba en mi piel y cada día eran más grandes las ganas de saber quién era el susodicho y porque lo buscaban con tanto afán.
Bloqueé el número telefónico de mi padre antes de apagar el celular y salir en dirección a la universidad, era lunes y no me podía permitir faltar.
Meses atrás odiaba a Asher por haberme retado a tomar matemáticas en mi último semestre como optativa, a pesar de que no era necesario y solo me traería más estrés, pero en ese momento le agradecía un poco porque si no hubiese sido imposible poder acercarme al profe, aunque si yo no fuese su alumno no correría tantos riesgos.
La universidad estaba completamente desierta cuando llegué, por lo qué asumí que era temprano, pero cuando revisé la hora eran las ocho de la mañana, y a esa hora los pasillos eran un caos, en cambio, en el lugar solo estaba el personal de limpieza y uno que otro profesor.
No me explicaba porqué no había nadie si no era día feriado y estábamos en pleno lunes.
-¿Qué haces aquí? -preguntó una conocida voz a mí espaldas, volteé y a poca distancia encontré a Lizar mirándome de manera un tanto extraña.
Antes de responder di un repaso lento y tortuoso a su cuerpo, que como ya era costumbre estaba enfundado con un traje a la medida que solo lo hacía ver más bueno, ese día en especial vestía unos pantalones azul oscuro que dejaban a la imaginación que tan musculosas eran sus piernas, una camisa blanca que se ajustaba perfectamente a su parte superior y una chaqueta junto a la corbata del mismo tono de azul solo hacían que se vea aún más Sexi. Tragué saliva cuando regresé mis ojos a los suyos que me seguían mirando de la misma manera.
-Estudio aquí -murmuré sarcástico.
-Oh, no sabía, gracias por aclararme la duda -exclamó en un tono cargado de ironía, luego respiró hondo y cerró los ojos por unos segundos. -¿Si sabes que hoy no se impartirán clases?
«Espera, ¿Qué?»
-Pero si... -no sabía qué decir, tampoco recordaba que ese día no tendría que ir, si no, no me hubiera levantado tan temprano.
-¡Dios mío, Amet!, Eso lo anunciaron el viernes pasado -Dijo Lizar un poco contrariado.
-Lo siento, no sabía nada.
-Ya no importa-, acortó la distancia entre nosotros pero dejando espacio suficiente para que lleguemos a tocarnos -ven a mi oficina conmigo -susurró por lo bajo cerca de mi oído con segundas intenciones claras en su tono de voz.
-¿Qué haces aquí? -pregunté evadiendo lo que él dijo.
-Quería adelantar un poco de trabajo. -respondió con una rapidez impresionante -¿Vienes o me vas a dejar con las ganas?
-¿Qué obtengo a cambio? -me alejé dos pasos para mantener la distancia y evitar que nos encuentren infraganti.
-¿Qué quieres?
-Un libro y otra caja de chocolates -hice un puchero al recordar que se acabó la última que él me dio.
-Entonces ven.
«Chocolates, libros y sexo, el combo completo».
Lo seguí por los pasillos de la universidad por unos pocos minutos, mientras miraba como los pantalones se amoldaban de una manera perfecta a su culo. Él entró primero y con la puerta agarrada esperó que yo haga lo mismo, caminé dos pasos antes de que Lizar se pegue a mi espalda, rodee mi cintura con sus brazos y empiece a recorrer mi cuello con besos ligeros que me encendieron en cuestión de segundos y despertó mi parte baja.
«Parezco un puberto excitándome con tan poco» pensé.
-¿No crees que deberíamos evitar tener "encuentros" aquí en la universidad? -pregunté antes de inclinar un poco mi cabeza para darle más acceso a mi piel, que cada día era más sensible a su tacto.
-¿No quieres tener más encuentros conmigo? -metió sus manos por mi sudadera y empezó a acariciar mi abdomen con la punta de sus dedos con movimientos circulares y perezosos, mi piel cosquilleó de deseo y mis pulmones se oprimieron, el órgano que tenía de corazón retumbaba dentro de la caja torácica y mi mente ya se estaba nublando.
-No-. Mordió de manera cruel mi cuello y provocó que un pequeño gemido se escape de mi garganta.
-Mientes muy mal -separó nuestros cuerpos y casi de inmediato el calor del suyo le hizo falta al mío.
-¿Me vas a castigar por hacerlo? -lo provoqué de manera seductora en voz baja mientras mordía mi labio inferior e imaginaba todas las maneras en las que podría castigarme.
-Quizá -susurró mientras agarraba mi mano y caminaba hacia el sillón que estaba a poca distancia, se sentó en este y palmeó sus piernas en una silenciosa invitación.
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