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14

Narra Lizar

Tomé la ropa de Amet que estaba tirada en el piso, la doblé y coloqué en una silla, después caminé hasta la cocina a preparar el desayuno. Solo tenía puesto un bóxer, pero eso no me impidió hacer el desayuno, una vez que preparé el café y las tostadas, lo serví en dos platos, cuando tenía todo listo volteé para ir a ducharme, pero encontré a Amet mirándome recostado en el umbral de la puerta. Me sorprendí al verlo ahí, ya que esperaba que siguiese durmiendo.


—El desayuno está listo, puedes comerlo mientras me ducho.

Puedo jurar que cuando escuchó la palabra "desayuno" se le iluminó la cara.

—Está bien —susurró antes de bostezar —Tendrás que llevarme a casa, tengo clase en dos horas, además, hay que hablar.

Intuí que quería hablar sobre lo de ser compañeros sexuales, yo también quería hablar con el sobre eso y poner ciertas reglas.
Hacía ya mucho tiempo que no tenía una relación de ningún tipo, ni siquiera un compañero sexual —aunque nunca había tenido uno, Amet fue primero—. Cuando la noche anterior dijo que si me sentí feliz, por fin iba a poder hacerlo mío.

Una vez duchado y vestido, salí de mi habitación para ir hacia donde sea que estaba Amet, lo encontré durmiendo en él sofá, —sofá que la noche anterior profanamos—. Sonreí ante el recuerdo.

Lo sacudí suavemente, pero el mocoso no despertaba, por lo que no me quedó de otra más que hacerle un chupetón en el cuello para ver si reaccionaba, logré mi cometido, cuando despertó me dio un manotazo en el hombro.

—Déjame en paz —susurró adormilado.

—Tenemos que hablar, además, tienes que ir a la universidad —dije, no me prestó la más mínima atención y siguió durmiendo, o eso intentó. —Deja de dormir.

—Tengo sueño por tu culpa, no me dejaste descansar en toda la noche, eres una maldita bestia.

Bufé, si hablábamos de bestias él me ganaba con creces.

—Tú eras el que pedía más y más, yo solo hice lo que ordenabas—, me miró de tal manera que cualquiera pensaría que me odiaba —Venga, vamos, te compraré uno de esos chocolates que siempre estás comiendo.

Su reacción fue casi inmediata, literalmente se sentó a la velocidad de la luz con la espalda recta y con una expresión parecida a la de un perrito emocionado.

—Pareces un cachorrito —esas palabras las dije sin querer, Amet, en cambio, entrecerró los ojos.

—Si te refieres a que soy lindo como uno, gracias, pero yo no soy lindo, soy sexi, sensual, una tentación andante...

Aparte de goloso, también es egocéntrico, lo que me faltaba.

—¿Nos vamos?

—Sí, hablamos en el camino.

—Bien.

Me encaminé a la salida con Amet siguiéndome, una vez en el pasillo esperé a  que esté afuera para cerrar la puerta.

Cuando lleguemos al auto, desactivé el seguro y entre por la puerta del piloto, Amet realizó la misma acción por la puerta contraria y una vez puestos los cinturones arranqué.

—Tenemos que poner reglas —exclamé tras un largo silencio.

—¿Reglas?

—Si reglas, ¿te parece bien? —Le miré por unos segundos, su respuesta fue asentir, por lo que seguí hablando: —la primera es que lo que tenemos es exclusivo, para ambos, nada de andar con otras personas. La segunda es que nos haremos análisis para ver si tenemos alguna enfermedad, no quiero usar condones.

»La tercera es que no se lo puedes decir a nadie, ¿vale?, la cuarta, me das permiso para hacer con tu cuerpo lo que yo quiera y donde quiera.

—No están mal —respondió, —pero solo acepto la cuarta si yo puedo hacer lo mismo, y quiero agregar una quinta, esa sería que debes cocinar y regalarme libros cuando yo quiera, o no hay trato.

—Perfecto.

La conversación terminó ahí, las canciones que salían desde la radio era el único sonido dentro del auto.

—Oye —dijo después de un rato.

—Mmm.

—¿Me comprarás mi chocolate? —sonreí al escuchar la pregunta, parece que nunca se cansa de comer.

—Ya te dije que lo haré.

—Bien.

Minutos después llegamos a su edificio, Amet trató de salir del auto rápidamente, pero lo detuve antes de que logre escapar.

—¿Te vas sin despedirte? —No esperé su respuesta y lo halé por la nuca para poder estampar mis labios a los suyos en un beso cargado de deseo y segundas intenciones, mordisqueé su labio inferior para luego separarnos.

Me acomodé en el asiento, a la vez lo incliné un poco hacia atrás. Amet no esperó a que le diga que hacer, simplemente se sentó encima de mí, creo que esa era mi posición favorita, tenerlo arriba era una maravilla.

Me besó con ferocidad mientras se aferraba a mi cabello. Le agarré los glúteos y empecé a mecerlo causando una placentera fricción en mi erección.

Metió su lengua en mi boca y empezó a moverse más rápido, gemí de placer y luego entré una mano en sus pantalones y lo masturbé a través de la tela del bóxer, mi otra mano todavía la tenía agarrada firmemente en su trasero. Separé nuestros labios y empecé a recorrer su cuello con mi boca, dejando un rastro de mordidas y besos en el camino.

Amet ya tenía un rato gimiendo suave, ese sonido no causaba más que aumentar mi excitación, los sonidos que salían de sus labios eran melodía para mis oídos.

Aumenté la velocidad de mi mano en el miembro de Amet, sus pantalones y ropa interior en cuestión de segundos quedaron húmedos gracias a su inevitable eyaculación.

—Deberías irte, antes de que te folle —dije tras haber sacado mi mano de sus pantalones.

—Está bien.

Lo miré a los ojos, los cuales estaban vidriosos y con las pupilas dilatadas. Eran hermosos, siempre me gustaron sus ojos, pero cuando tenía esa mirada de satisfacción pura me gustaban mucho más.

Le di una cachetada en el culo y un último beso antes de dejarlo salir.

Antes de llegar a casa hice una parada en el supermercado y compré una caja de chocolates, justo los mismos que Amet siempre está comiendo. Se los daría tras la clase que le tocaba conmigo en la tarde.

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Caminaba por los pasillos de la universidad en dirección a la última clase que iba a impartir ese  día, pero en la puerta del aula me encontré con Amet muy carameloso con un tipo, que curiosamente no era el mismo con el que siempre andaba.

Cuando pasé a su lado ambos se estaban riendo de algún chiste que hizo el tipejo ese y ni los miré. Chequé el reloj y maravillosamente faltaba un minuto para que inicie la clase, por lo que me paré en la puerta para cerrarla, cuando Amet vio que lo iba a dejar fuera, se despidió del tipejo con un abrazo, y el niñato que estaba pegado al mocoso como una garrapata agarró uno de los glúteos de Amet. Sentí mi sangre hervir. Al parecer, las reglas que aceptó en el auto le entraron por el culo.

Me sentía tan furioso que no lo miré en ningún momento.

Una vez concluida la clase, le halé por el brazo.

—¿Nos vemos esta noche? —pregunté una vez que lo solté.

—No, tengo una cita con Brandon.

—¿Vas a tener sexo con él?

—¿Ya me está celando, profe? —preguntó socarrón.

—¿Crees que te dejaré follar con otra persona?

—No lo haré, es mi amigo.

—No vayas —me aproximé un poco más —no lo hagas o aquí se acaba el trato.

—No eres quién para prohibirme salir con mis amigos, y el trato acaba cuando yo diga —acortó la distancia y depositó un beso en la comisura de mis labios, luego se alejó y caminó hasta la salida.

—Si vas te juro que... —grité antes de que abra la puerta, pero no me dejó terminar de hablar.

—¿Qué harás?, ¿Me vas a follar? —interrogó expectante y con un tono burlón.

—Oh, sí, te voy a follar tan duro y tantas veces que antes de estar con otro lo vas a considerar—. Me acerqué hasta donde él estaba, sujeté su barbilla e incliné su rostro, su respiración se volvió errática, tragó saliva e intentó alejarse, pero no sé lo permití y apreté más el agarre—. Te voy a follar tanto, Amet que el único nombre que vas a gemir será el mío.

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GRACIAS POR LEERME, LOS AMO.

Pueden encontrar  adelantos e informaciones relevantes de este libro en mi Instagram. Estoy como @laravers_

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