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𝟬𝟬𝟴 | Merry Christmas, Navier

008. ┊໒ ⸼ | 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗘𝗜𝗚𝗛𝗧 | 🐝•˖*

❛ 𝖬𝖾𝗋𝗋𝗒 𝖢𝗁𝗋𝗂𝗌𝗍𝗆𝖺𝗌, 𝖭𝖺𝗏𝗂𝖾𝗋 ❜

Esta era la primera Navidad que Navier pasaba en Hogwarts, de hecho, las primeras vacaciones que ella pasaba aquí.

Ella siempre había escuchado las historias de Harry sobre las cosas que se solían hacer en el castillo, como el banquete que daban a los alumnos que se quedaban, y como en muchas ocasiones, los profesores, en vez de ponerse a patrullar, se hacían de la vista gorda para que los pocos chicos que no iban de vacaciones, pasen un momento agradable, incluso sin su familia.

Así que Navier, para no perder momentos valiosos de este día, se levantó muy temprano por la mañana, casi a las cinco. Draco Malfoy ya se había ido ayer junto al resto, y como acto de bondad (aunque muy raro ante la mirada de Navier), le sugirió a su prima y a Nott que se tomaran una fotografía para que se las envíen a sus padres y abuelos, para así poder hacer más creíble esta mentira.

Hermione se despierta de un momento al otro cuando escucha un ruido, y era que a Navier se le había caído de casualidad su cepillo de cabello, aquel pesado y de oro que le regalaron a los ocho años. Así que hizo un gran ruido.

─ Wow, ¿dónde está mi amiga?

─ Muy graciosa.

─ Nunca te había visto vestida así, ¿cuál es la ocasión? ─pregunta con un poco de diversión, apoyando su mejilla en la palma de su mano mientras analizaba mejor a Navier ─. Creí que usaríamos los suéteres que la señora Weasley nos enviara.

─ Sí, pero antes quiero enviarle una postal a mi tío Calix. Me pidió el favor, y como soy su sobrina favorita y desde hace tiempo no me ve, quiero verme más guapa de lo que soy en aquella fotografía que tomaré.

─ Bueno, entonces los mortales te esperaremos en la sala común, y... dormiré un rato más.

Navier asintió, se terminó de abrochar el collar y luego giró porque quiso preguntarle a su amiga su opinión sobre la ropa. Sin embargo, frunció el ceño cuando se dio cuenta de que Hermione ya se había quedado dormida.

Minutos después, ya estaba cambiada y perfumada. Se miró una vez más al espejo y usando sus habilidades de cambiante, hizo sus mejillas más coloradas y el cabello ondulado. Una vez satisfecha con su aspecto, emprendió camino hacia la sala común de Slytherin. Ella ya sabía la contraseña (cortesía de Jodie).

Navier bajó a la planta de los chicos, y buscó en los letreros de las puertas el nombre de Nott. Así que un rato después, y al final del pasillo, terminé dando con la habitación del chico.

─ ¿Tienes la cámara?

Theodore Nott era el único en la habitación, y estaba completamente dormido cuando la chica Black lo interrumpió.

─ ¿Son como las cuatro de la mañana? ─pregunta con voz ronca, frotándose los ojos.

─ Ya son las seis.

─ Estás loca.

─ Tal vez, pero también soy rica y bonita, así que no importa ─suspiró, dejándose caer en una de las camas vacías ─. Dijimos que nos tomaríamos la foto en la mañana.

Nott no tuvo de otra que levantarse a regañadientes y obedecer a Navier. Sabía lo insistente que podía llegar a ser. No se iría sin aquella foto.

─ ¿Al menos saldrás para que pueda cambiarte?

─ Ni que hubiera algo nuevo que ver.

─ Salte.

La rubia salió de la habitación. Se apoya en la pared y no mucho después la invitan a pasar. Así que con su varita levanta la cámara y usa un poco de magia para poder hacer clic.

─ Hagamos esto rápido para poder irme. Y tú para que vayas con tu noviecita.

─ No es mi novia.

─ Sí, me olvidé de que los chicos como tú no buscan nada serio.

─ ¿Algún día te quedarás callada? ─preguntó Nott, acomodándose la corbata.

─ Solo sonríe.

Navier y Theodore nunca se habían terminado de llevar bien. Siempre tenían sus épocas. Se conocían desde los ocho años, y desde ahí habían tenido problemas de convivencia. Navier era una niña con mucha energía e ideas liberales. Theodore era un niño con ideas relacionadas con la pureza de la sangre. Nada compatibles.

De todas formas, ahora eran adolescentes con ganas de ser rebeldes con sus familias, y si por eso debían actuar y trabajar juntos, lo harían. Así que para que la foto se viera natural, él pasó su brazo por los hombros de la rubia, la acercó de un solo movimiento y le tiró un suave codazo para que sonriera.

─ Debe parecer más real.

─ No te aproveches, Nott.

Navier rodó los ojos, y luego utilizó magia para presionar el botón de la cámara. Esperó un par de segundos, y finalmente, salió expulsado un pequeño rectángulo con la foto impresa. Eran de esas movibles. Ambos chicos salían sonriendo, y cualquiera pensaría que se llevaban bien.

─ Bien ─Navier usó un hechizo de duplicación, y luego le dio una de las fotografías a Theo (por si quería mandárselas a sus padres) ─. Fue un gusto hacer negocios contigo.

Antes de que Theodore pudiera decirle algo, ella ya había salido de ahí. Bajó las escaleras y rápidamente llegó a la sala común, donde encontró un rostro familiar mirando por las ventanas. Así que Navier se acercó con una sonrisa en el rostro.

─ Caelum, ¿tu novia te abandonó?

El joven giró al escuchar la voz de Navier. Vio a la niña, más no le preguntó qué hacía aquí tan temprano, ni por qué estaba tan formal.

─ Sí, Cedric se fue.

─ Me refería a Jodie, pero supongo que también cuenta.

─ Bueno, Jod se fue con sus padres a un viaje por Alemania, y Cedric se fue con los suyos a su casa. Yo les dije a mis padres que no tenía ganas de viajar, y que me quedaría con unos amigos aquí, así que me dejaron.

─ Suenan a gente agradable.

─ Lo son, lo son ─repite convencido ─. ¿Y tú? Cedric me dijo que siempre vas a tu casa para las fiestas.

─ Lo hago ─responde, apoyando sus codos en la baranda de la ventana para poder ver a través del cristal ─, pero mi primo y un amigo de este me ayudaron con la mentira de este año.

─ Creí que no te vería, así que te doy tu regalo en la comida, ¿sí?

─ ¿Me compraste un regalo? ¿A mí?

─ Sí, ya sabes, no somos amigos de traumas ni nos conocemos desde el primer año, pero eres una niña agradable.

Caelum nunca en su vida había pensado que sería amigo de una niña menor que él. Siempre le desagradó la idea. Incluso siempre le pedía a Merlín que sus padres no tuvieran otro hijo; no sería buen hermano mayor.

Sin embargo, con Navier era diferente. Aún no sabe por qué.

─ Y tú eres uno de los pocos Slytherin que me caen bien. De hecho, en la lista solo están Jodie y tú.

─ Ese es un gran honor... ¿Qué miras?

Navier sacudió un poco su cabeza, mirando el hombro de su amigo. Estaba con pijama, a diferencia de otras veces, así que podía ver una parte de su espalda. La zona que estaba por debajo de su cuello, un poco a la izquierda.

En ese lugar había una pequeña mancha.

─ ¿Qué es eso?

─ Es una marca de nacimiento.

─ Oh, ya veo, uhm, nunca había visto una así.

─ Mi madre dice que mi abuelo lo tenía, así que supongo que es herencia.

Asintió. Era común que familias de magos tuvieran una marca distintiva que pasaba de generación en generación.





















Navier había regresado de la sala común de Slytherin y había convencido a sus amigos de dar un paseo por la nieve. Así que todos se abrigaron muy bien y salieron solo para darle gusto a su amiga, que estaba muy emocionada por todo esto.

─ ¿Cuándo nos darán los regalos? ─preguntó Ron, quien estaba ansioso por los regalos de Navier. Siempre obtiene algo bueno y de calidad. Era muy pretensioso, pero quería una escoba de regalo, y sabía que su familia no le podía costear una.

Ni siquiera saben que él quiere entrar al equipo de quidditch.

─ Ron, mañana, es la tradición. ─señala la rubia, apoyándose del brazo de Harry para no caer al pasar por aquel bulto de nieve, donde estaba segura de que caería.

─ Es raro que te quedaras, lo sabes, ¿verdad?

─ Es la única nieta de sus abuelos, Ron. Claro que le darán todo lo que quiera cada vez que puedan.

─ Aunque no lo crean, Malfoy y Nott me ayudaron a convencerlos.

Ninguno de los tres podía creer que ambos Slytherin la hubieran ayudado, pero, de todas formas, no querían saber más sobre el tema. Así que en su lugar, los cuatro decidieron acercarse al lago.

─ Adoro esto. Sin tantas reglas y con amigos.

Dice Navier, y sus amigos piensan que es por la gran amistad que tienen, sin embargo, el mensaje de la chica va mucho más allá, porque era cierto: le gustaba eso. No tener que vivir sin tantas reglas, sin tener a alguien que le grite al despertar, ni la obligue a saber para qué sirve cada cuchara del mundo.

─ ¿Qué me compraste? ─pregunta Ron.

─ Es una sorpresa.

─ ¿Te hace daño? ─pregunta Harry con preocupación, observando cómo su amiga jugaba con el dije de su collar. Tal vez tiene una alergia o algo parecido.

Black se la había pasado tocando su reliquia familiar durante todo el camino. Ni ella misma sabía por qué lo hacía, pero sentía la necesidad de hacerlo. Como si aquello le llamara de alguna manera, aunque sentía que si lo decía en voz alta, la tomarían como loca.

─ Nos podremos los suéteres que nos envió la madre de Ron mañana temprano, ¿no? ─pregunta en su lugar, obligándose a sí misma a dejar el collar de lado.

─ No sé por qué te emociona tanto.

─ Me emociona porque nunca había pasado fiestas con ustedes, no seas aguafiestas, Ronald.

─ Ya, déjala en paz, Ron.

Navier se dejó caer en la nieve, y sus amigos le acompañaron. Entre ellos comenzaron a contar cosas que habían visto por los pasillos (aunque al final hablaron sobre lo que se enteraron del hipogrifo de Hagrid). Sin embargo, luego volvieron a temas muy normales. Era un momento tan normal, podían ser niños.

Tuvieron una pelea de bolas de nieve e hicieron una tregua al final construyendo muñecos de nieve.

«Valió la pena quedarme», pensó Navier.




















─ ¡Vamos!

─ ¡Déjame ponerme zapatos al menos!

Pidió Hermione cuando Navier la levantó a punta de tirones, obligándola prácticamente a salir de su cama. La chica estaba tan emocionada que apenas había dormido unas horas y ya estaba de pie, ahora esperando impacientemente a que su mejor amiga terminara de colocarse sus zapatillas.

─ Feliz Navidad a todos.

Dice la chica Black cuando entra al dormitorio de Harry y Ron, cargada de sus propios regalos, que se trataba de varias cajas chiquitas, y un gran paquete mal envuelto.

─ Primero los regalos de Navier, o creo que morirá si no lo hacemos. ─señala Ron en un tono burlón, aunque por dentro estaba emocionado por la idea.

Hermione había decidido que sería la primera en abrir su presente, así que soltó el lazo y este se abrió de una forma muy pintoresca, como si fuera una pequeña flor. Sin embargo, segundos después, cuando se dio cuenta del contenido, la envoltura pasó a segundo plano.

─ ¡¿Cómo?!

─ ¿Tengo que repetirte que con dinero no hay límites? ─sonrió Navier, pues le había regalado a Hermione una colección de libros que no es tan fácil de conseguir, y mucho menos en inglés.

Era el turno de Ron, así que toma su respectivo paquete, y comienza a abrirlo como loco (porque claramente tenía forma de una escoba envuelta). Sin embargo, cuando rasga el papel, su cara de decepción es evidente cuando se encuentra con una broma de su amiga, que había acomodado muchas medias y les había dado la forma de escoba.

─ Oh, gracias...

─ Ya, quita esa cara ─comienza a reír ella, y toma su varita para atraer el verdadero regalo, el cual no estaba envuelto, solo llevaba un listón rojo ─. No soy tan cruel... tal vez solo un poquito.

Todos comienzan a reír; Ron estaba feliz con su escoba y esquivaba muy bien las preguntas de Harry sobre "¿Por qué te regalo una escoba?"

─ ¿Qué será esto? ¿Acaso explotará en mis manos? ─pregunta Harry, cuando ve una pequeña caja con su nombre en una etiqueta.

Al cabo de unos segundos lo abre, y se da con la sorpresa de que era un libro con un par de fotos en él. Decidió cerrarlo de inmediato antes de que alguien más vea, y miró a Navier.

─ Gracias.

─ De nada. ─sonrió ella ─. Creo que ahora sí podemos abrir nuestros demás regalos.

Los chicos abren los paquetes de sus respectivas familias. Navier no tenía muchos obsequios, pero no le importaba. Abrió el de la señora Weasley y se encontró con un suéter de color rojo con un león bordado en el pecho, y una "N" en la parte trasera, acompañado de una caja de postres caseros. Así que, sin perder más tiempo, se colocó la prenda de ropa y le dio un gran mordisco al pastel de calabaza, para luego seguir abriendo sus demás regalos.

─ No puedo creerlo. ─balbucearon ambos chicos al mismo tiempo.

Sin embargo, Harry y Navier tenían reacciones muy diferentes.

La chica veía aquello como una simple escoba, pero él lo veía como LA ESCOBA.

─ ¿No tiene tarjeta? ─pregunta Navier, frunciendo el ceño y buscando algo que indicara quién le hizo el regalo ─. ¡Espera! ¿Por qué tenemos el mismo regalo?

─ ¡Nada! Caramba, ¿quién se gastaría tanto dinero en hacerte un regalo? ─preguntó Ron, quien ya había buscado una etiqueta en los paquetes ─. De Navier lo entiendo, sus abuelos se lo regalaron, pero Harry, ¿tú?

─ Mis abuelos no fueron, no les gustan los deportes. ─menciona Navier, pensando en la posibilidad de que Calix le enviara esto.

─ Bueno ─dijo Harry, atónito ─. Estoy seguro de que no fueron los Dursley.

─ Estoy seguro de que fue Dumbledore ─dijo Ron, dando vueltas alrededor de la Saeta de Fuego, admirando cada centímetro ─. Te envío anónimamente la capa invisible...

─ Había sido de mi padre ─dijo Harry ─. Dumbledore se limitó a remitírmela. No se gastarían en mí cientos de galeones. No puede ir regalando a los alumnos cosas así.

─ Ése es el motivo por el que no podría admitir que fue él ─dijo Ron ─. Por si algún imbécil como Malfoy lo acusaba de favoritismo... ¡Malfoy! ─Ron se rió estruendosamente ─. ¡Ya verás cuando te vea montado en ella! ¡Se pondrá enfermo! ¡Ésta es una escoba de profesional!

─ ¿Oliver se enamoró de mí y me regaló esta escoba para meterme al equipo? ─pregunta Navier, pues la posibilidad de que sus abuelos le dieran este regalo se reducía a cero.

Luego le cruzó por la cabeza que el regalo fuera hecho por Remus Lupin, pues en una ocasión comentó que era fan del quidditch; sin embargo, el profesor Lupin no tenía muchos recursos para comprar una escoba tan cara.

─ Oliver tomaría para sí mismo esa escoba, ¡Es la mejor! ─señala el pelirrojo, sacándola de sus pensamientos.

─ Navier también te regalo una linda escoba. ─Hermione frunció el ceño.

─ Le pedí a mi elfo que comprara la mejor escoba que viera.

Los tres chicos (Navier, Ron y Harry), estaban emocionados hablando de escobas, de los regalos, y de quién pudo hacérselos, aunque se vieron obligados a detenerse cuando vieron el sobrio rostro de Hermione.

─ No sé ─dijo Hermione ─. Pero es raro, ¿no les parece? Lo que quiero decir es que es una escoba magnífica, ¿verdad?

Ron suspiró exasperado:

─ Es la mejor escoba que existe, Hermione. ─aseguró.

─ Así que debe ser carísima...

─ Probablemente costó más que todas las escobas de Slytherin juntas. ─dijo Ron con cara radiante.

─ Bueno, ¿quién enviaría a Harry algo tan caro sin siquiera decir quién es?

─ ¿Y qué más da? ─preguntó Ron con impaciencia ─. Escucha, Harry, ¿puedo dar una vuelta en ella? ¿Puedo?

─ Creo que por el momento nadie debería montar en esa escoba. ─dijo Hermione.

Harry y Ron la miraron. ─¿Qué crees que va a hacer Harry con ella? ¿Barrer el suelo? — preguntó Ron.

─ Mejor me llevo a Hermione antes que peleen ─señala Navier, cargando sus regalos en una mano, y tirando del brazo de Hermione con la otra ─. Y por cierto, yo usaré la escoba. Capaz es el momento de meterme en el equipo de Quidditch.

Las chicas bajaron las escaleras, mientras comentaban sobre sus regalos. Estaban tan concentradas en su conversación, que no se dieron cuenta de que la profesora McGonagall las estaba llamando....o llamando a Navier.

─ Felices fiestas, profesora. ─sonríe la rubia.

─ Igualmente, señorita Black ─saluda, con un tono formal, a diferencia de cómo la trato ayer en la cena.

─ ¿Qué sucede?

─ Sus abuelos tuvieron una emergencia. Necesitan que usted vaya con ellos.

La sonrisa de Navier se desvaneció por completo, y más cuando, por el hombro de la profesora, logra ver a sus dos abuelos en la puerta de la sala común.

Juzgando por la mirada de ellos, sabe que está en graves problemas.

─ Navier, cariño, no necesitas empacar tus cosas ─menciona su abuela desde lejos, analizándola con la mirada ─. Solo cambiáte para poder hacer el viaje de regreso.

Oh no.





















El resto del día de Navidad había sido un asco para Navier.

Sus abuelos solo habían mantenido las apariencias cuando la fueron a recoger, porque fuera de la vista de todos, la comenzaron a regañar, incluso su abuela le pellizcó el brazo durante todo el camino a casa. Así que llego con el brazo moreteado.

─ ¿Qué hacías al lado de una sangre sucia? ─grita su abuelo, y es la primera frase que sale de su boca en todo el camino.

─ Antes estaba con The...

─ ¡Theodore Nott, una mierda! ¡Lo vimos con su verdadera pareja en el pasillo! ¡¿Creíste que podías vernos la cara?!

Navier sabía que estaba en problemas cuando su abuelo se encargaba de los castigos, y comenzaba a asustarse cuando la apuntó con su varita. Solo atinó a cerrar los ojos cuando vio un pequeño brillo saliendo de esta, pero, para su sorpresa, no sintió nada... Así que muy confiada volvió a ver...

─ No. ─soltó, viendo cómo el suéter que la señora Weasley le había regalado ahora estaba hecho pedazos en el suelo.

Quiso agacharse a recoger las partes, pero el hombre Von Stein la tomó del brazo, comenzando a arrastrarla sin cuidado alguno. El agarre del brazo era tan fuerte que lastimaba a Navier, pero al parecer ese era su objetivo.

─ ¿Quieres tomarnos por idiotas, no? ─espetó, abriendo la puerta del sótano con magia y comenzando a arrastrar a su nieta hacia adentro.

La soltó con brusquedad, y antes de que la menor pudiera excusarse, él ya le había dado un puñetazo en el rostro, haciendo que cayera al suelo mientras intentaba aguantar el dolor y no darle a su abuelo ningún motivo más para golpearla.

Incluso cuando de todas maneras la golpearía, y aún quedan varios días para regresar a clases, no le convenía hacerlo enojar más...

─ Eres una Von Stein, Navier. Somos sangre pura, familia influyente... ¿Y tú estás ahí conversando con una sangre sucia?

─ ¡Se llama Hermione Granger!

Sí, ella no sabía callarse. Incluso cuando se obligaba a sí misma a hacerlo, terminaba abriendo su boca para defender lo que sentía.

─ Esta es mi última advertencia, Navier ─soltó, con los dientes apretados y la mandíbula tensa ─. Tienes una imagen que mantener, un legado que seguir. Naciste con la maldición de tener a dos padres incompetentes, pero te estamos ayudando a cambiar la historia. No nos hagas arrepentirnos.

─ No metas a mi madre en esto, ¡ella me quería! ¡Me protegió de los mortífagos!

Grito sin pensarlo. Su tío Calix se había encargado de contarle la buena persona que era su mamá y cómo murió siendo una heroína para su hija.

Navier esperó a que su abuelo dijera algo, que le siguiera gritando y diciendo el discurso de siempre sobre la pureza de la sangre y cómo debe comportarse más como su primo Draco Malfoy, que era un hijo ejemplar que seguía el legado de su familia.

Ella hubiera deseado eso.

La varita del hombre se levantó y conjuró sin miedo alguno un: crucio.

El dolor fue tan intenso, tan devastador, que Navier olvidó dónde estaba: era como si cuchillos candentes le horadaran cada centímetro de la piel, y la cabeza le fuera a estallar de dolor. Gritó más fuerte de lo que había gritado en su vida.

Comenzó a retorcerse en el suelo, el dolor era insoportable, tanto que no podía articular palabra alguna y maldecir a su abuelo. Su cuerpo comenzaba a sufrir de espasmos y sus músculos se tensaban, contrayéndose involuntariamente.

La niña yacía en el suelo, respirando con dificultad y entrecortadamente. El dolor parecía irradiarse por todas las partes de su cuerpo, lo que le impedía concentrarse en nada más. Todo lo que podía hacer era esperar a que la maldición terminara su curso, indefenso y a merced de su abuelo.

Feliz Navidad, Navier.

Le dijo su abuelo, mientras subía las escaleras del sótano. 

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