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𝗼𝗻𝗲. pilot

001. ┊໒ ⸼ | 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗢𝗡𝗘 | 🐝•˖*

❛ 𝗉𝗂𝗅𝗈𝗍 ❜

Navier siempre pensó que la casa más embrujada de Gran Bretaña era su propio "hogar", o mejor dicho, la mansión Von Stein. Ella siempre creyó que Merlin le estaba haciendo pagar por los errores de sus antepasados, o incluso vidas pasadas. Una casa embrujada que cuenta con una tétrica fachada, candelabros antiguos pero lujosos, estatuas y cuadros que probablemente cuestan más que su propia vida. Cualquiera que entraría aquí pensaría que se trata del museo del terror.

Perfección, ambición y rencor eran las tres cosas que se respiraban en esta casa a diario.

─ ¡Navier Black! ─se escuchó un grito que resonó por toda la mansión, incluso hizo que los vidrios de las ventanas temblaran.

Ella sabía que le tocaba. De hecho, lo había provocado, pero era por su propia supervivencia.

Hace unos minutos un joven de dieciseis años había salido corriendo y maldiciendo de la "cita" que había tenido en el comedor de la mansión. Antes de irse, le dijo a la mujer Von Stein que su nieta había colocado explosivos en el café y la comida.

Era el tercero que huía este mes. Sus abuelos habían tenido paciencia con los dos anteriores, pero por el grito que pegó su abuelo, no cree que esta vez corra con la misma suerte.

─ A este paso ella terminará espantando a todos los muchachos de las familias pertenecientes a los Sagrados Veintinueve.

─ Ya no puedo lidiar con esa niña, mujer. ─soltó el hombre, subiendo las escaleras con el diario El Profeta en la mano.

─ ¿Y crees que a mí me encanta lidiar con la hija de un asesino? ─suspiro la anciana, viendo cómo su nieta se acercaba, así que tomó su varita en mano y la levantó: el destino de Navier estaba más que sellado ─. Te crees muy lista...

─ Soy muy lista, no me creo muy lista.

La mujer Von Stein no aguantó el arrebato de su nieta, y sin inmutarse lanzó un hechizo que comenzó a cortar el abdomen de la chica. La sangre comenzó a brotar de su herida, manchando el suéter blanco que le habían obligado a usar para la cita, además del dolor que poco a poco se iba intensificando. Y gracias a que su abuela seguía sosteniendo el hechizo, el dolor era constante; era como si tuviera una navaja aún dentro de la herida, y que incluso la removían por pura diversión.

─ Aún quedan quince familias con hijos en edad de matrimonio.

─ ¿Qué edad tienen? ¿Ocho y diez años? ─preguntó con burla ─. Buena edad para contraer matrimonio.

Navier tenía un defecto: nunca podía quedarse callada, incluso si eso le traía problemas.

Y para prueba de ello, por aquel último comentario, se ganó un corte más en su hombro. Aunque este es más pequeño y menos profundo... Su abuela o abuelo siempre procuraban que sus castigos nunca sean en lugares visibles, mucho menos en su rostro. Su nieta podría ser una bastarda no grata, pero era bonita, y no podían arruinar su oportunidad de casarse con un joven de alta sociedad y con influencia. La pureza de la sangre debía mantenerse. No volverían a cometer el mismo error que con su hija.

La niña, por su parte, ya estaba acostumbrada a los cortes. Sin embargo, agradecía que en verdad no sea un crucio, como muchas veces la habían amenazado. A sus doce años, lanzaron el hechizo, pero por obra de Navier, este terminó rebotando. También está el hecho de que una reunión importante por otras familias estaba por iniciar, así que sus abuelos no le hicieron nada más ese día.

¿Cómo podían hacer magia sin ser molestados en el ministerio?

Navier no estaba muy segura. Una vez escuchó decir que era por un embrujo que le habían hecho a la propiedad muchos años atrás.

─ Abre a las visitas. ─ordenó su abuela cuando se escuchó el timbre.

En otras circunstancias no la hubiera dejado abrir la puerta, porque debía mantener apariencias, pero esta vez sabía de quién se trataba. Los Malfoy habían escrito hoy en la mañana para informar que su hijo Draco dejaría un paquete en la casa Von Stein y que luego tomaría el té con Navier.

La chica se sujetó el estómago y rogó que su primo trajera varita, incluso cuando sabía que él no la ayudaría. Aun así, caminó hacia la entrada y abrió la puerta para evitar más problemas. Además, tuvo que actuar al ser observada por su abuela, e hizo una reverencia cuando se encontró frente a Draco Malfoy.

El chico frunció el ceño en señal de asco, y luego entró a la mansión, dejando el paquete en una mesita y volviendo a salir cuando le informaron que el té se tomaría en los jardines.

─ ¿Ya espantaste a Nott? ─preguntó Draco una vez que se sentó.

Conocía ya la rutina.

Por alguna razón sus padres lo obligaban a juntarse con Navier y venir a esta casa cada vez que podía. Y cada vez que lo hacía, su prima siempre se había metido en algún problema y había sido castigada por ello. Antes era en menor medida, pero en estos últimos años, siempre la veía castigada.

Él le atribuía toda la culpa de esto a los amigos de Navier en Hogwarts: la sangre sucia de Hermione Granger, el traidor de la sangre que es Ron Weasley; y por último, el peor de todos, Harry Potter.

─ ¿Tu varita? ─preguntó, mientras uno de los elfos servía el té y le ofrecía panecillos a los jóvenes magos.

─ En mi sombrero, ¿la saco?

─ Señorita Black, su collar ─uno de los elfos se acercó a ella, ofreciéndole aquella joya que había perdido unos días atrás. Ni siquiera sabía cómo pasó eso, pero lo terminó perdiendo.

─ Gracias, Kinnie ─dijo ella, tomando el collar entre sus manos e indicándole al elfo que se acerque más a ella ─. Busca mi varita y damela.

La criatura chasqueó los dedos y desapareció, pues también conocía la rutina: la más joven de la familia le venía a pedir ayuda, y él, sin rechistar, se la brindaba. Debía seguir órdenes, y no precisamente de los abuelos de Navier.

─ Bien, ¿en qué nos quedamos? ─preguntó Navier, como si no pasara nada, no es que sus heridas siguen sangrando y manchando cada vez más su suéter, no, nada importante ─. Oh, si, Nott. No, aún no viene a conquistarme. Hace un rato, el hermano de Pansy Parkinson salió corriendo. No soporto mis encantos.

─ Eso explica el nuevo diseño en tu suéter.

─ Sí, tengo mi propio diseñador. No encontrarán una prenda igual. ─usaba el humor como mecanismo de defensa, de otra manera su vida sería muy triste.

El elfo llegó como desapareció, solo que a diferencia de antes, ahora llevaba la varita de Navier. La chica parecía desesperada. Tomó la varita y se apuntó a sí misma, curando sus heridas con un poco de magia y limpiando su ropa con otro hechizo.

─ Y limpia tu cabello ─añadió Draco, antes de tomar su taza de té ─. Te pareces a mi madre.

─ Mierda.

─ Las señoritas no maldicen.

─ Y los caballeros no señalan el cabello de las señoritas. ─respondió, obligándose a sí misma a mantener su cabello totalmente rubio y liso.

La relación de ambos chicos era una especie de amor-odio (más odio que otra cosa), pero de una extraña manera habían crecido juntos, así que por el bien de las familias, se soportaban.

─ Ahora sí. ─dijo la chica; una vez estaba sin dolor y con la ropa limpia.

Tomo muchas galletas de golpe y comenzó a comerlas como si no le importaba como se viera haciéndolo.

─ Al menos levanta el meñique. ─él rodó los ojos.

Ambos se quedaron en silencio. Debían cumplir al menos una hora juntos en la fiesta del té para poder irse. Ninguno de los dos se molestó en contarse cosas sobre sus vidas, estuvieron en silencio, pero cuando apenas faltaban tres minutos para que la hora regla termine, Malfoy habló:

¿Sabías que el asesino de tu padre escapó de Azkaban?

─ Eso explica por qué cuando mis abuelos hablan no hacen gruñendo. ─soltó ella, sin dejar ver a Malfoy lo que en verdad le hacía sentir aquella noticia.

Siempre había sido buena ocultando lo que siente. Siempre tuvo que ocultar muchas cosas de su vida, incluso a sus amigos.

Pero esta noticia sí que tocó una fibra sensible en ella: Sirius Black había traicionado y asesinado a los Potter, y por si no fuera poco, es la razón por la cual la madre de Navier falleció.

No sabía si lo odiaba, pero estaba segura que Sirius Black le traería muchos problemas.

¿Acaso él la quería matar a ella así como lo hizo con su madre?





















Aún faltaban unas semanas para entrar a Hogwarts (no sabía si iría o no este año), pero aún así, se emocionaba imaginando el momento en que se reencontrara con sus amigos, y qué noticias nuevas tendrán para ella, ya que no pueden comunicarse por cartas.

"Estaré de viaje fuera del país durante vacaciones, no creo que me lleguen las cartas", es la mentira que había dicho.

Hace un poco más de dos semanas había sido el cumpleaños de Harry, y este día era el de Navier, un dieciocho de agosto. Era media noche y sus abuelos probablemente ignoren este día; aunque tenía un solo consuelo, por esto se las había arreglado para salir a los jardines y esperar entre las flores a la única persona que podía hacer feliz sus días.

─ Trece años, dicen que a esta edad las chicas se vuelven rebeldes y ya no quieren abrazar a sus tíos.

La voz le hizo sonreír, así que se levantó de un salto y corrió a los brazos de Calix, aquel hombre que venía a visitarla cada vez que podía y tenía una que otra discusión con sus padres para defender a su sobrina.

─ ¡Tío Calix!

─ Feliz cumpleaños, creciste un montón ─dijo, separándose de la menor para entregarle un regalo ─. Y te queda muy bien el cabello color rosa chicle.

Navier, cuando estaba muy feliz, su cabello cambiaba de color. Era metamorfomaga, aunque se lo ocultaba a la mayoría de personas.

─ ¿Un diario? ─inquirió ella al abrir el obsequio que su tío le había dado ─. Ellos me matarán si escribo mis memorias en un trozo de papel.

─ Todo se borra ─comenzó a explicar, sentándose en una banca junto a Navier ─. Es más rápido que las lechuzas, escribe ahí, y el mensaje me llegará de inmediato a mí. Estaré un poco ocupado investigando unas cosas, y no podré verte tan seguido este año.

─ ¿Se debe a Sirius Black?

Calix se quedó en silencio por un par de segundos. Creía que ella no sabía nada; sus abuelos nunca se lo dirían por el simple hecho de repudiar a Black, y hubieran esperado que su nieta se enterara en Hogwarts.

─ ¿Te lo contaron?

─ Draco me lo dijo. ─se encogió de hombros.

─ No es exactamente por Black ─respondió Calix, y no le estaba mintiendo a su sobrina, él no iba por Sirius, tenía una pista mejor, pero hasta que nada sea seguro, ni una sola palabra más ─. Tranquila, en Hogwarts estarás segura.

─ Puede ser. Aunque no volveré, si me logran casar antes del primero de septiembre. O tal vez me casen y me envíen a estudiar. Todo puede pasar.

─ Dime que involucraste explosivos. ─pidió Calix cuando vio una sonrisa en el rostro de Navier.

─ Si, en su café y en su comida.

─ Zahar hizo lo mismo, aunque con ella empezaron a los catorce.

Navier suspiró, y más cuando vio a uno de los elfos hacerle una señal desde detrás de un arbusto. Sabía que el tiempo se había acabado y que uno de sus abuelos se había despertado, así que para no tener más problemas, se despidió de su tío.

─ Cuidate.

─ Y tú. ─murmuró Calix; se sentía triste al no poder hacer mucho por su sobrina, pero desde que huyó de la casa nunca tuvo un hogar estable, y ahora tiene un trabajo que lo tiene ocupado, y lo último que quisiera ser como sus padres con Navier.

Vio a la niña irse, y entrar por una de las puertas laterales para evitar ser vista. Ella era una combinación de Zahar y de él.

Y de Sirius...

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