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𝗳𝗶𝘃𝗲. you remind me of your mother

. ┊໒ ⸼ | 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗙𝗜𝗩𝗘 | 🐝•˖*

❛ 𝗒𝗈𝗎 𝗋𝖾𝗆𝗂𝗇𝖽 𝗆𝖾 𝗈𝖿 𝗒𝗈𝗎𝗋 𝗆𝗈𝗍𝗁𝖾𝗋 ❜

─ Creí que usted no me castigaría. ─murmuró Navier, arrodillada en el suelo mientras ojeaba unos libros que tenía que ordenar en el despacho del profesor Remus Lupin, por orden del mismo.

Ella estaba dirigiéndose a divertir a Cedric durante el castigo que la jefa de casa del chico le había impuesto, sin embargo, en el camino terminó encontrándose con el profesor Lupin, quien le pidió ir a su despacho a cumplir un castigo por no llegar tarde a clases.

─ No es un castigo... tomalo como tarea extra.

─ Es un castigo.

─ Bien, tómalo como un castigo ─terminó por aceptar él, haciendo sonreír a Navier por un segundo porque tuvo razón ─. No lo iba a hacer, pero fuiste la única que cometió una infracción en mi clase hasta el momento.

─ Y tiene que mantener una buena imagen frente a todos porque es el nuevo, entiendo, soy su conejillo de indias. ─rodó los ojos, colocando el libro en su respectivo lugar.

Remus Lupin empezó a calificar los trabajos teóricos que había hecho esa misma mañana con los de quinto. Con su pluma iba tachando cosas que no tenían sentido, y corrigiendo errores ortográficos notorios en los trabajos. De vez en cuando veía a Navier, pero no porque quisiera imponerle más castigos o algo parecido, si no porque ella no acomodaba los libros de inmediato; se quedaba leyéndolos por breves periodos de tiempo, pasando por sus páginas rápidamente y luego colocándolos en su lugar.

─ Me alegra que tomes esto como aprendizaje.

─ ¿Aprendizaje? ─preguntó ella, soltando una risilla ─. Tan solo estoy acomodando libros.

El mayor dejó su pluma recargada en el tintero, apoyó sus codos en el escritorio y miró a la rubia con una leve sonrisa.

─ Cada vez que acomodas un libro lo lees, al menos un poco ─señala ─. ¿Qué cosas recuerdas?

─ Bueno, no mucho en verdad. Algunos hechizos, maldiciones y contrahechizos... formas de agarrar la varita, criaturas mágicas.

─ ¿En qué páginas? ─él decidió probar la mente de Navier.

─ Criaturas mágicas en la página setenta y dos, en la parte baja de la hoja había una fotografía movible de un Inferius.

Esto sorprendió un poco a Remus, no había visto a un alumno que recordara detalles de libros, y mucho menos cuando parece estar enojado por un castigo.

─ ¿Memoria fotográfica?

─ No ─negó la menor de inmediato ─. No creo que tenga una memoria bendecida, pero cuando me interesa un tema, suelo concentrarme mucho en eso, y cuando no, simplemente me pongo a hacer otra cosa.

─ Te deben gustar todas las materias.

─ ¿Por qué dice eso?

─ Tienes notas impecables. En tu año solo podrías competir con la señorita Granger o el joven Malfoy.

─ Ah, eso. ─murmuró Navier.

Ella se limitó a asentir. No todas las materias eran de su agrado. Pociones sería una de sus clases favoritas, si no fuera porque el profesor Snape, cada vez que recordaba que ella era hija de Sirius Black, se ponía como un ogro. Entonces su materia favorita oficial sería Defensa Contra las Artes Oscuras, incluso cuando cambiaban de profesores cada año, y sus clases eran raras. Todo libro relacionado con eso le gustaba.

Pero ese no era el motivo de sus buenas notas. En realidad, ella era aplicada porque llevar un "T" en su libreta sería una aberración para sus abuelos, y de alguna manera, quería llevar la fiesta en paz... Y claro, también por aquella amenaza de "Sacas una nota por abajo de aceptable, y te cambio de escuela".

E irse de Hogwarts no sería una opción.

─ ¿Te gusta esta materia? ─preguntó él.

─ Mucho.

Remus Lupin pensó un segundo en lo que haría, porque aún tenía un desprecio, incluso odio dirigido hacia Sirius Black por sus acciones pasadas, pero no por eso se iría en contra de su hija, y más cuando una de sus más grandes amigas en su época de escuela era Zahar Von Stein (y la primera que conoció su secreto).

─ Podría darte lecciones extras.

A Navier se le iluminaron los ojos. ─ ¿Habla usted en serio?

─ Podría enseñarte una cosa o dos sobre la materia, secretos de mago a mago.

─ Acepto.

La rubia asintió repetidas veces; esta era una de las mejores cosas que le había pasado en lo que iba el curso escolar. Incluso con su apretado horario escolar, decidió tomar las clases extras.

Casi una hora después, Navier se despidió del profesor Lupin y se fue a su sala común, donde no encontró a sus tres amigos. Tiempo después ellos llegaron y le contaron que fueron a ver a Hagrid por el incidente con Draco Malfoy que hubo hoy en su clase.





















A principios de octubre, las cosas para Navier iban mejor que nunca, de hecho, si se quitaba el pequeño detalle que Sirius Black está vivo, este podría ser su año favorito.

Ella tomaba todas las asignaturas que quería, aprendía un montón, investigaba sobre temas que tal vez no hubiera tocado en unos años, y tenía sus lecciones extras con el profesor Remus Lupin, los cuales se hacían los viernes por la tarde.

─ ¿Tus abuelos siguen de viaje? ─interrogó Hermione, mientras se ponía a corregir su propio ensayo, tachando palabras, agregando otras y traspasándolo a un pergamino nuevo.

Oh, eso.

La fecha al paseo en Hogsmeade estaba prácticamente a la vuelta de la esquina, y Navier no tenía ni la menor idea de qué podría hacer para ir con sus amigos al paseo, así que decidió mentir un poco.

─ Ellos aún no regresan mi carta con la firma ─mencionó ella, poniendo su mejor cara, porque ella nunca había enviado una carta ─. Mi tío debe estar fuera del país, y bueno, mi elfo doméstico no puede firmar la carta.

─ ¿Por qué no? ─se burló Ron ─. Suena bien.

─ Kinnie es un excelente elfo, no me quejo de él, y si sabría firmar como mis abuelos, créeme que se lo pediría.

Navier tenía un gran aprecio por aquel elfo. Desde que ella tiene memoria, él siempre estuvo ahí, ayudándola a espaldas de sus abuelos; incluso tengo contra sus propias órdenes para salir en beneficio de ella. Kinnie conoce sus penas, estuvo presente cuando Navier lloraba, y es testigo del dolor que se esconde bajo la fachada feliz de la familia Von Stein.

─ ¿Entonces no irás?

─ Estoy planeando falsificar una firma. ─se encogió de hombros, escandalizando de inmediato a su mejor amiga.

─ ¿Qué ha pasado? ─inquirió Harry hacia sus tres amigos, que estaban sentando al lado del fuego, terminando sus deberes ─. Por cierto, Navier, esto te lo envía Oliver. Espero que algún día recuerden que no soy una lechuza.

─ Bueno, hablábamos del primer fin de semana en Hogsmeade ─le dijo Ron, señalando una nota que había aparecido en el viejo tablón de anuncios ─. Finales de octubre. Halloween.

Harry se dejó caer en una silla, al lado de Ron, y la alegría lo abandonó. Hermione comprendió lo que le pasaba.

─ Harry, estoy segura de que podrás ir la próxima vez ─le consoló ─.Van a atrapar a Black enseguida. Ya lo han visto una vez.

─ Espero que sí. ─añadió Navier, quien rodó los ojos ante la mención de su padre.

─ Black no está tan loco como para intentar nada en Hogsmeade. Pregúntale a McGonagall si puedes ir ahora, Harry. Pueden pasar años hasta la próxima ocasión.

─ ¡Ron! ─dijo Hermione ─. Harry tiene que permanecer en el colegio.

─ No puede ser el único de tercero que no vaya... claro, junto a Navier ─señaló Ron─. Vamos, Harry, pregúntale a McGonagall...

─ Si, lo haré. Pero ahora, mejor─comenzó a decir Harry, tratando de olvidar la idea de Hogsmeade ─. ¿Qué dice Oliver esta vez?

─ Dice que sí puedo hacer que el enemigo esté castigado para el próximo partido.

Navier sonrió, sabiendo perfectamente que Oliver se refería a hacer que castiguen a Cedric (capitán del equipo de quidditch de Hufflepuff). El chico Wood siempre estuvo detrás de Navier, pero no de la mala forma, ni de la romántica. Todo lo contrario, desde que la vio lanzarle una quaffle a la cara de Goyle y acertar, la quiere en su equipo.

Pero ella siempre se niega, pero no porque no le gustase estar en el equipo; al contrario, ella hubiera querido tener una posición en este; sin embargo, sus abuelos consideran el quidditch como un deporte de hombres. Navier solo tiene permitido dedicarse al ballet.

Harry de pronto bostezó. Le apetecía acostarse, pero antes tenía que terminar su mapa. Cogió la mochila, sacó pergamino, pluma y tinta, y empezó a trabajar.

─ Si quieres, puedes copiar el mío. ─le dijo Ron, poniendo nombre a su última estrella con un ringorrango y acercándole el mapa a Harry.

Hermione, que no veía con buenos ojos que se copiara, apretó los labios, pero no dijo nada. Crookshanks seguía mirando a Ron sin pestañear, sacudiendo el extremo de su peluda cola. Luego, sin previo aviso, dio un salto.

¡EH! ─gritó Ron, apoderándose de la mochila, al mismo tiempo que Crookshanks clavaba profundamente en ella sus garras y comenzaba a arrastrarla con fiereza ─. ¡SUELTA, ESTÚPIDO ANIMAL!

Ron intentó arrebatar la mochila a Crookshanks, pero el gato siguió aferrándola con sus garras, bufando y rasgándola.

─ ¡No le hagas daño, Ron! ─gritó Hermione. Todos los miraban. Rondio vueltas a la mochila, con Crookshanks agarrado todavía a ella, y Scabbers salió dando un salto...

¡SUJETEN A ESE GATO! ─gritó Ron en el momento en que Crookshanks soltaba los restos de la mochila, saltaba sobre la mesa y perseguía a la aterrorizada Scabbers.

Una persecución (típica en estas últimas semanas) comenzó. Harry y Navier se quedaron en su sitio mientras intercambiaban trabajos para terminar más rápido. Ellos no se metían en las cosas de Hermione, Ron y sus mascotas.

Siempre terminaba en una pelea sin fin entre ambos, y no querían involucrarse.

─ ¿Tú tampoco irás a Hogsmeade?

─ No creo, Harry ─respondió Navier en un murmullo ─. Pero puedo quedarme contigo.

Él sonrió ─ . Eso sería bueno.





















Un día antes de ir al paseo, Navier decidió pasar el día sola en el patio. Quería poder leer un rato y distraer su mente. Cedric le había hablado tanto de Hogsmeade, que ella quería ir. Sin embargo, sin la autorización, no se podía hacer mucho.

Es por eso que mientras leía y leía, dejaba notas en los márgenes.

─ Ahí está, mi hermana de otra sangre.

Ella levantó su mirada al escuchar la voz de Jodie y una sonrisa se formó en sus labios al verla. Como era viernes por la tarde, la joven estaba vestida con su ropa de civil: unos vaqueros, una camiseta azul marino de rayas blancas y unas zapatillas blancas.

─ Hola, Jodie.

─ Hola.

Una tercera voz se escuchó. Era proveniente de un chico alto de cabello negro. Estaba vestido más formal que Jodie. Él llevaba un traje. Rápidamente, Navier se dio cuenta de que era el tal Regulus... o Caelum.

─ ¿Caelum, verdad?

─ ¿Navier, verdad? ─pregunta de vuelta, sentándose a su lado ─. Jodie me hablo de ti, dice que son hermanas de trauma o algo así.

─ Solo le hablé un poquito, al parecer ya te conocía. ─agregó ella, quien se había acomodado al otro lado de Navier, y tomó su libro para ver qué estaba haciendo.

─ ¿Tengo admiradores?

─ Bueno, siempre se tiene que conocer a la chica que pone a Malfoy en su lugar, y a la chica que le rompió la cara a Goyle. Además, que eres Black, en Slytherin te conocen.

─ ¿Cuál es tu apellido? ─interroga Navier, pues todos (o al menos la gran mayoría) de alumnos pertenecientes a Slytherin son sangre pura.

Tal vez ella reconozca el apellido.

─ Regulus Leo Buckley, para servirle, señorita.

Navier asintió: reconocía el apellido. Es decir, no pertenecía a los Sagrados Veintinueve, pero era una familia de sangres puras de Gran Bretaña.

Tampoco es que ella juzgará a alguien por su estatus de sangre, pero crecer en la casa Von Stein significaba hacer este tipo de preguntas siempre, y de alguna manera se le había pegado aquello.

─ La abandonó una semana para hacer mis tareas y me cambió.

─ ¿Hablas de mí, guapo? ─pregunta Caelum, con una sonrisa burlona en rostro.

─ Hablo a la pulga de ahí abajo. ─Cedric señala a Navier.

─ ¿Ustedes dos se conocen?

─ Sí, somos mejores amigos. ─afirma Caelum.

Navier y Jodie se miran entre sí, con el ceño fruncido y muy confundidas por la nueva premisa. Ninguna de las dos al parecer estaba enterada de que aquellos dos chicos se conocían, y que, encima, eran mejores amigos.

─ ¡Somos amigos desde primero y nunca me enteré de tu relación con señor bonito! ─se queja Garroway.

─ Y yo no supe nada de tu mejor amigo; se supone que tú y yo somos compañeros de castigo. Me siento indignada. ─Navier hace un falso puchero.

Cedric se sienta frente a los chicos, de tal manera que entre los cuatro forman una pequeña redondela.

─ No somos mejores amigos de los empalagosos, pero cuando nos necesitan, ahí estamos. ─explica.

─ Bueno, Hogwarts es pequeño. ─Navier se encoge de hombros.

─ Por cierto, ¿por qué nosotros tres de quinto año hablamos con una pulga de tercero?

─ Porque esta pulga es adorable.

─ Ay, aja.

Navier entrecierra los ojos, tirándole un zape a Cedric, que solo se rie ante lo cómico que es todo esto.

─ ¿No firmaron tu autorización? ─preguntó Jodie, sacando el pequeño papel que estaba entre las hojas del libro que antes le quitó a Navier ─. Podemos falsificarla. Siempre lo hice con las mías.

─ Lo pensé, pero creo que prefiero quedarme.

─ ¿Quedarte? ¿En tu primera experiencia en Hogsmeade? ─preguntó Caelum con sorpresa, pues en su sala común solo escuchaba como los niños de tercero hablaban de eso.

─ A un amigo mío no le firmaron ni firmarán su autorización, y el recurso de firma falsa ya no sirve porque nuestra jefa de casa ya sabe que no se la firmaron, así que me quedaré con él. ─sonrió ella, satisfecha por su decisión.

Era algo que Harry también haría por ella.

─ La pulga se puso sentimental. ─se burla Cedric.

─ Diggory, una más, y te mando a la tumba.

Jodie tomó su varita y dijo «accio mochila». En un segundo el objeto requerido llegó a sus manos, de ahí sacó una pluma y firmó el permiso de su amiga, haciendo una falsa con el apellido Von Stein.

─ De todas formas, por si cambias de opinión. ─añade, doblando la autorización y dejándola otra vez en medio de la página de los libros.

─ Gracias.

─ Ahora que entramos en confianza ─dice Caelum, juntando sus manos y dándole una mirada divertida a Navier ─. ¿Por qué te disculpabas con Nott hace unas semanas? Sí, de eso te recordaba.

─ Bueno ─ella hace una mueca ─. Yo fuí una mala persona, y me hago responsable de mis acciones.

Exactamente, cinco segundos pasaron, y los cuatro chicos comenzaron a reír a carcajadas por lo dicho por Navier. Ellos sabían que eso no era cierto, y más por el tono y la expresión que menor puso al decirlo.

─ Espera ─dice Caelum de pronto ─, ¿por esta pulga estabas castigado?

─ Desde su primer año. Yo siempre llego en los momentos justos, y terminó asumiendo la culpa de casualidad ─se encoge de hombros ─. Es un ritual. Si no lo hago, en el año me va mal.

─ Él es mi ángel guardián. ─suelta Navier con una sonrisilla.





















Al día siguiente, a primeras horas de la mañana, Navier recibió una lechuza. Para su sorpresa (mucha sorpresa), era una carta de sus abuelos, la cual tenía su autorización firmada.

Eso la dejó completamente helada en su sitio, porque ella no había enviado ninguna carta, así que esto debía ser una broma. De hecho, miro a todos lados como paranoica, esperando que alguien apareciera con la cámara oculta.

Aunque la característica firma del hombre Von Stein era inconfundible.

Una vez procesó las cosas, le contó a Hermione que tenía el permiso. Ahí por fin decidió alegrarse, y hacerle prometer a su mejor amiga que no le diga a nadie hasta el último segundo, porque quería que esto fuera una sorpresa para los chicos. Es por eso que después del desayuno se puso en la fila, junto a Hermione y Ron, y erróneamente pensó que Harry también tenía permiso, pero cuando el chico se despidió, decidió actuar.

─ Te traeremos un montón de golosinas de Honeydukes. ─le dijo Hermione, compadeciéndose del chico.

─ Claro, y a tu mejor amiga nada ─suelta Navier, cruzándose de brazos con falsa indignación en rostro ─. Muy mal, Hermione.

─ ¿No te dieron permiso? ─preguntó Ron.

─ No, al parecer mis abuelos siguen de viaje y no notaron mi carta ─respondió ella, causando la confusión en Hermione, quien sabía de la autorización ─. Me quedo con Harry, no será tan malo. Por cierto, chocolates, muchos. Y si quieren con el resto, cómprense otras cosas.

La rubia les entregó su monedero, donde había dinero que podían usar.

─ Hermione, si ves un libro interesante, cómpralo ─añade, enganchando su brazo al de Harry ─. ¿Nos vamos?

Hermione y Ron se despidieron. Navier y Harry miraron como sus amigos cruzaban la estricta seguridad de Filch, el conserje, que se aseguraba de verificar los nombres y examinar cada rostro.

─ ¿Te quedas aquí, Potter? —gritó Malfoy, que estaba en la cola, junto a Crabbe y a Goyle—. ¿No te atreves a cruzarte con los dementores?

─ Cierra la boca, Malfoy, o te la cierro yo.

─ Navier, ¡querida! ─suelta Draco con falsedad ─. ¿Te quedas acompañando al patético de Potter? ¿Acaso nunca se te van los malos gustos?

─ No me firmaron el permiso.

─ Claro, como si tus abuelos no lo hubieran enviado por la mañana, mi padre me avisó ayer que lo harían.

─ Mentiroso. ─refunfuña ella, aunque eso que él había dicho era verdad.

Navier no quería levantar sospechas, así que tomó la mano de Harry y comenzó a llevarlo hacia la torre de Gryffindor; sin embargo, ambos coincidieron en que no querían ser molestados por los niños de primero y segundo que se habían quedado.

Por eso caminaron sin rumbo por los pasillos.

─ ¿Malfoy dijo la verdad?

─ Mi primo debería dejar el quidditch e inscribirse al deporte de "molestemos a Navier".

─ Navier...─llamó Harry, mirándola con seriedad.

Así que ella no tiene más remedio que confesar la verdad.

─ Mi autorización llegó hoy en la mañana. Pero Harry, somos amigos, no te iba a dejar solo. Tú no lo hubieras hecho, y lo sé.

─ Mi autorización llegó hoy en la mañana. Pero Harry, somos amigos, no te iba a dejar solo. Tú no lo hubieras hecho, y lo sé.

Ella sonríe, mientras se acomoda la diadema de tela que tenía en la cabeza, asegurándose que sus mechones de cabello estén ordenados.

─ ¿Harry? ¿Navier?

Ambos chicos regresaron sobre sus pasos cuando escucharon sus nombres, y se terminaron encontrando con el profesor Lupin, que los miraba a ambos desde su despacho.

─ ¿Qué hacen aquí? ¿Donde están Hermione y Ron?

─ En Hogsmeade. ─respondió Harry, con voz que fingía no dar importancia a lo que decía.

─ Sí, no teníamos autorización. ─añade Navier.

─ Ella sí tenía. ─Harry frunció el ceño.

─ ¡Ese no es el punto!

─ Ah ─dijo Lupin. Observó a Harry un momento ─. ¿Por qué no pasas? Acabo de recibir un Grindylow para nuestra próxima clase.

─ ¿Un qué? ─preguntó Harry.

─ Falta de cultura. ─murmura Navier, quien ya sabía de antemano que era un grindylow.

Entró en el despacho siguiendo a Lupin. En un rincón había un enorme depósito de agua. Una criatura de un color verde asqueroso, con pequeños cuernos afilados, pegaba la cara contra el cristal, haciendo muecas y doblando sus dedos largos y delgados...

─ Navier, ¿honores?

La rubia sonrió, pues esta criatura había sido una de las muchas que Lupin le había explicado previamente en sus clases de los viernes.

─ Es un demonio del agua básicamente ─comienza a explicar ─. Pero en definitiva, luego de las anteriores criaturas que el profesor Lupin nos ha mostrado, esta debe ser más fácil.

El Grindylow enseñó sus dientes verdes y se metió en una espesura de algas que había en un rincón. Mientras ambos se quedaban viendo aquella criatura, Remus Lupin les ofreció té, a lo que ambos asintieron, para luego sentarse en las dos sillas frente al escritorio.

Navier comenzó a hablar sobre algunas criaturas. Sin embargo, se detuvo al ver la cara rara de Harry. Remus también se dio cuenta de eso, así que pregunto lo obvio.

─ ¿Estás preocupado por algo, Harry?

─ No ─mintió. Él sorbió un poco de té y vio que el Grindylow lo amenazaba con el puño ─. Sí ─dijo de repente, dejando el té en el escritorio de Lupin ─. ¿Recuerda el día que nos enfrentamos al Boggart?

─ Sí. ─respondió Lupin.

─ ¿Por qué no me dejó enfrentarme a él? ─le preguntó.

Lupin alzó las cejas.

─ Creí que estaba claro. ─dijo sorprendido.

Le explicó que tenía miedo que la clase se volviera un caos si Lord Voldemort se materializaba en el Boggart, todo lo contrario a lo que pensaba Harry, quien atribuyó eso a su "falta de habilidad".

─ ¿Así que pensabas que no te creía capaz de enfrentarte a un boggart? ─dijo Lupin astutamente.

─Bueno..., sí ─dijo Harry. Estaba mucho más contento, alegrando a Navier en el proceso ─. Profesor Lupin, usted conoce a los dementores.

Se quedaron charlando un poco más, sin embargo, Harry, al ver la hora (o cuando sintió que había tenido suficiente del profesor Lupin), se levantó y miró a Navier.

─ ¿Nos vamos?

─ Voy en un rato, Harry ─contestó ella ─. Quiero hablar sobre una duda de la clase con el profesor.

─ Bien, entonces, profesor, le deseo buena suerte con ella. ─se burla Harry, despidiéndose.

Harry Potter los dejó, y el profesor Lupin se dio cuenta que la menor quería hablar de alguna cosa que no eran las clases. Había tratado con ella el último mes, y comenzó a leer sus expresiones.

─ Puedes contarme.

─ Bien ─murmura ─. Hace tres semanas mencionó el nombre de mi madre; lo balbuceó, y cuando le pregunté, me cambio de tema.

Lupin se quedó pensando un segundo en si debería decirle sobre eso o no.

─ Sabes ─dijo él, dejando un poco de lado las formalidades de profesor y alumno ─. La primera vez que te vi te reconocí de inmediato. No porque fuera la última en mi lista de asistencia que faltaba, ni por tu apellido. Si no por tu rostro, tu forma de pararte... aún no lo descubro bien, pero cuando hablas sobre lo que te gusta, o prestas atención en las clases que te doy por los viernes, leyendo e investigando, eres igual a tu madre.

─ ¿La conoció? ─preguntó ella con emoción, porque lo único que conocía de su madre eran cosas malas, como fue una oveja negra en su familia y cómo... murió.

─ Ah, sí, yo la conocí.

─ Tu madre me apoyó y me ayudó cuando nadie más lo hacía. No solo era alguien talentosa, también era una mujer con buen corazón. Podía ver la luz en otros cuando incluso ellos no podían verlo... y también tenía la habilidad innata de cambiar su apariencia. Metamorfomaga.

Navier sonrió cuando escuchó aquello. Nunca había escuchado historias buenas sobre su madre, y que venga del profesor Lupin, que al parecer era un buen amigo de ella, se parecía excelente... aunque luego cayó en cuenta de lo último que dijo, así que entrecerró los ojos.

─ Lo sabe.

─ Cuando estás muy emocionada aparecen mechones negros entre tu cabello. A tu madre le pasaba lo mismo, pero con blanco. Debe ser por el contraste entre sus colores de cabello.

Ella apoya sus brazos en el escritorio, apoyando su mentón en sus manos.

─ Mi originalmente es negro, pero... ─se dio cuenta que estaba hablando de más, así que para no delatar a sus abuelos, se atribuyó la culpa ─, me recuerda mucho a ella. Lo cambié a rubio por eso.

Remus asintió. ─ Me sorprende que nadie sepa de eso, ¿tus amigos saben de esto?

─ Solo Hermione, pero ella cree que me aburro de mis habilidades y que nunca las uso. Aunque en transformaciones me servirá mucho...─se percata de la hora ─. Mis amigos deben estar ya en el banquete, al que usted también debe ir.

─ Está bien, ve con cuidado.

Navier fue hacia la puerta, pero antes de salir, giró sobre sus talones y miró a su profesor.

─ Gracias por hablar de mi madre conmigo... ¡y guarde mi secreto!

─ Lo haré.

«Y yo guardaré el suyo», dijo Navier para sí misma, corriendo para llegar al banquete, donde se reunió con sus amigos, y pudo escuchar de las anécdotas de Hermione y Ron sobre su visita a Hogsmeade.

Navier comió muy animada; es cierto que la felicidad abre el apetito, así que incluso repitió. La noche se hizo más animada, porque Harry había olvidado que no tuvo autorización, y porque Hermione y Ron no estaban peleados.

El banquete terminó con una actuación de los fantasmas de Hogwarts. Saltaron de los muros y de las mesas para llevar a cabo un pequeño vuelo en formación. Nick Casi Decapitado, el fantasma de Gryffindor, cosechó un gran éxito con una representación de su propia desastrosa decapitación.

─ Nunca me había gustado tanto un banquete. ─mencionó Navier.

─ Nunca te habíamos visto comer tanto. ─dijo Ron entre risas, lo cual era cierto, la chica siempre cuidaba su alimentación...o al menos no comía mucho.

Harry, Navier, Ron y Hermione siguieron al resto de los de su casa por el camino de la torre de Gryffindor, pero cuando llegaron al corredor al final del cual estaba el retrato de la Señora Gorda, lo encontraron atestado de alumnos.

─ ¿Por qué no entran? ─preguntó Navier. Era extraño que todos estén aquí en las escaleras, sin pasar o hacer algo.

Navier miró delante de ella, por encima de las cabezas de los chicos que le impedían ver bien que pasaba. De lo único que se percató es que el retrato estaba rasgado.

─ Déjenme pasar, por favor ─dijo la voz de Percy. Se esforzaba por abrirse paso a través de la multitud, dándose importancia ─. ¿Qué es lo que ocurre? No es posible que nadie se acuerde de la contraseña. Dejenme pasar, soy delegado.

La multitud guardó silencio entonces, empezando por los de delante. Fue como si un aire frío se extendiera por el corredor. Oyeron que Percy decía con una voz repentinamente aguda:

─ Que alguien vaya a buscar al profesor Dumbledore, rápido.

Las cabezas se volvieron. Los de atrás se ponían de puntillas.

Al cabo de un instante hizo su aparición el profesor Dumbledore, dirigiéndose velozmente hacia el retrato. Los alumnos de Gryffindor se apretujaban para dejarle paso, y Harry, Ron, Navier y Hermione se acercaron un poco para ver qué sucedía.

─ Que Merlín nos acompañe... ─murmuró Navier, cogiéndose al brazo de Harry.

La Señora Gorda había desaparecido del retrato, que había sido rajado tan ferozmente que algunas tiras del lienzo habían caído al suelo. Faltaban varios trozos grandes. Dumbledore dirigió una rápida mirada al retrato estropeado y se volvió. Con ojos entristecidos vio a los profesores McGonagall, Lupin y Snape, que se acercaban a toda prisa.

─ ¡Apañados vais! ─dijo una voz socarrona.

Era Peeves, que revoloteaba por encima de la multitud y estaba encantado, como cada vez que veía a los demás preocupados por algún problema.

─¿Qué quieres decir, Peeves? ─le preguntó Dumbledore tranquilamente. La sonrisa de Peeves desapareció. No se atrevía a burlarse de Dumbledore. Adoptó una voz empalagosa que no era mejor que su risa.

─ Le da vergüenza, señor director. No quiere que la vean. Es un desastre de mujer. La vi correr por el paisaje, hacia el cuarto piso, señor, esquivando los árboles y gritando algo terrible ─dijo con alegría ─. Pobrecita. ─añadió sin convicción.

─ ¿Dijo quién lo ha hecho? ─preguntó Dumbledore en voz baja.

─ Sí, señor director ─dijo Peeves, con pinta de estar meciendo una bomba en sus brazos ─. Se enfadó con ella porque no le permitió entrar, ¿sabe?

Navier comenzó a tener más sospechas sobre lo que había pasado, y antes que Peeves diga algo, ella apoyó su cabeza en el hombro de Harry, de tal manera que su vista estaba cubierta, porque la tenía pegada a la sudadera de su amigo. Él, al ver esto, pasó su brazo por detrás de la espalda de la chica, atrayéndola en un abrazo cuando comenzó a sospechar que pasaba.

─ Ese Sirius Black tiene un genio insoportable.

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