𝘁𝗲𝗻. Padfoot
010. ┊໒ ⸼ | 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗘𝗡 | 🐝•˖*
❛ 𝖯𝖺𝖽𝖿𝗈𝗈𝗍 ❜
Navier ni siquiera se había puesto los zapatos, y ya se encontraba corriendo hacia afuera de su habitación, yendo directamente al de las chicas. Y al parecer, había sido la primera en llegar, viendo de primera mano como Ron estaba muy alterado, con una expresión de pánico en el rostro. Ella evidentemente se preocupó; solo había visto al pelirrojo cuando veía una araña, por más chiquita que sea, pero esto evidentemente era diferente.
─ ¡Black! ¡Sirius Black! ¡Con un cuchillo!
─ ¿Sirius Black vino aquí? ─preguntó Navier.
─ ¡Aquí! ¡Ahora mismo! ¡Rasgó las cortinas! ¡Me despertó!
─ ¿No estarías soñando, Ron? ─preguntó Dean.
─ ¡Miren las cortinas! ¡Les digo que estaba aquí!
Todos los de la habitación se levantaron de sus camas; Harry fue el primero en llegar a la puerta del dormitorio, y sin pensarlo, tomó la mano de Navier, comenzando a guiarla hasta afuera, y afortunadamente lo hizo, porque ella se encontraba congelada. Ambos chicos estaban llegando a la sala común, escuchando a alumnos (particularmente chicas), que preguntaban qué estaba pasando.
─ ¿Estás seguro de que no soñabas, Ron?
─ ¡Les digo que lo vi!
─ ¿Por qué arman tanto jaleo?
─ ¡La profesora McGonagall nos ha mandado acostarnos!
Para este momento, la mayoría de chicos ya estaba abajo, preguntando porque tanto alboroto a estas horas,
─ Estupendo, ¿continuamos? ─preguntó Fred Weasley con animación.
─ ¡Todo el mundo a la cama! ─ordenó Percy, entrando aprisa en la sala común y poniéndose, mientras hablaba, su insignia de delegado en el pijama.
─ Percy... ¡Sirius Black! ─dijo Ron, con voz débil ─. ¡En nuestro dormitorio! ¡Con un cuchillo! ¡¡Me despertó!
Todos contuvieron la respiración.
─ ¡Absurdo! ─dijo Percy con cara de susto ─. Has comido demasiado, Ron. Has tenido una pesadilla.
─ Te digo que...
─ ¡Venga, ya basta!
Llegó la profesora McGonagall. Cerró la puerta de la sala común y miró furiosa a su alrededor.
─ ¡Me encanta que Gryffindor haya ganado el partido, pero esto es ridículo! ¡Percy, no esperaba esto de ti!
─ ¡Le aseguro que no he dado permiso, profesora! ─dijo Percy, indignado ─. ¡Precisamente les estaba diciendo a todos que regresaran a la cama! ¡¡Mi hermano Ron tuvo una pesadilla...!
─ ¡NO FUE UNA PESADILLA! ─gritó Ron ─. ¡PROFESORA, ME DESPERTÉ Y SIRIUS BLACK ESTABA DELANTE DE MÍ, CON UN CUCHILLO EN LA MANO! ¡ESCUCHE QUE MURMURÓ EL NOMBRE DE NAVIER!
La nombrada se quedó helada, apretando con fuerza la mano de Harry. Miro a todos lados con paranoia, y no hubiera dejado de hacerlo si Hermione no aparecía y la calmaba con un simple toque.
─ No digas tonterías, Weasley. ¿Cómo iba a pasar por el retrato? ─soltó la profesora McGonagall.
─ ¡Hay que preguntarle! ─dijo Ron, señalando con el dedo la parte trasera del cuadro de sir Cadogan ─. Hay que preguntarle si ha visto...
Mirando a Ron con recelo, la profesora McGonagall abrió el retrato y salió. Todos los de la sala común escucharon conteniendo la respiración.
─ Sir Cadogan, ¿ha dejado entrar a un hombre en la torre de Gryffindor?
─ ¡Sí, gentil señora! ─gritó sir Cadogan.
Todos, dentro y fuera de la sala común, se quedaron callados, anonadados.
─ ¿De... de verdad? ─dijo la profesora McGonagall ─. Pero ¿y la contraseña?
─ ¡Me la dijo! ─respondió altanero sir Cadogan ─. Se sabían las de toda la semana, señora. ¡Las traía escritas en un papel!
La profesora McGonagall volvió a pasar por el retrato para encontrarse con la multitud, que estaba estupefacta. Se había quedado blanca como la tiza.
─ ¿Quién ha sido? ─preguntó con voz temblorosa ─. ¿Quién ha sido el tonto que ha escrito las contraseñas de la semana y las ha perdido?
Hubo un silencio total, roto por un leve grito de terror. Neville Longbottom, temblando desde los pies calzados con zapatillas de tela hasta la cabeza, levantó la mano muy lentamente.
Navier giró sobre sus talones y corrió hacia su habitación a vista de todos. Ella no trataba de esconderse; todo lo contrario, quería llegar hasta su baúl, donde había guardado el mapa del merodeador, con él que podría ver donde estaba Sirius Black.
A Navier no le había resultado fácil conciliar el sueño aquella noche, incluso Harry se preocupó al ver que su amiga apenas había cerrado los ojos por cinco minutos y luego ya se encontraba yéndose a cambiar para poder irse de la sala común apenas le dieron visto bueno.
Agotada era cómo se describiría, pero no era algo diferente en ella. En vacaciones siempre suele ser así, y eso era lo que le daba miedo. Que Hogwarts se convirtiera en un lugar que ya no considerase un refugio de la vida que le había tocado vivir. Todo por culpa de Sirius Black.
Ahora mismo, la chica se encontraba en la puerta de la sala común de Slytherin, aquella detrás de un muro de piedra en las mazmorras del castillo. Luego de decir la contraseña, pudo ingresar. Aunque su estancia aquí no se debía para poder visitar a su primo (eso jamás pasaría, a menos que se tratase de algo que la beneficiara, básicamente por interés). El punto es que Navier había ido antes a la sala común de Hufflepuff, pero cuando los amigos de Cedric le informaron que él se había ido muy temprano en la mañana, fue a su segunda opción, que era verse con su compañera de traumas, Jodie. Sin embargo, al preguntar a las chicas con las que compartía habitación, le dijeron que tampoco estaba.
Por un momento se planteó volver con sus amigos de Gryffindor, pero ahora mismo esa no era una opción: Ron estaba espantado con el tema de Sirius, y probablemente en la conversación salga el tema de su pelea con Hermione por sus mascotas; Hermione le diría que no salga del castillo y que devuelva el mapa del merodeador, y Harry solo la escucharía sin decir nada por el tiempo que fuera necesario.
Eso no quería ella ahora. Quería alguien que la escuchara, la apoyara, y también hablara sobre el tema.
─ ¿Navier?
La voz la hizo detenerse, retrocediendo sus pasos, pues estaba a punto de salir. Levanta la mirada y se encuentra con Caelum (por un segundo ella no lo reconoce). Estaba vestido tan informal a diferencia de otras veces: un vaquero, zapatillas y una camiseta que tenía el estampado de una cabra con gafas.
─ Escuche que preguntaste por Jodie.
─ Oh, sí, sus amigas me dijeron que salió muy temprano. Lo mismo me dijeron los amigos de Cedric cuando pregunté por él.
Él estaba a punto de aceptar aquello, aunque una loca idea pasó por su cabeza, y luego comenzó a reír como si de un loco se tratase. Aunque de inmediato se detuvo al contemplar la idea que sus dos grandes amigos estén juntos... juntos. Era extraño.
─ ¿Crees que están juntos? ─pregunta Navier, al ver la expresión del chico.
─ Creo que muy juntos.
─ Espero borrar esa imagen de mi mente. ─se estremece, al imaginarse a Jodie y Cedric besarse por los pasillos de Hogwarts, aunque la idea también le resultaba rara, pues nunca se habían mostrado así de cariñosos entre sí, eran amigos, y tal vez solo estaban haciendo una tormenta en un vaso de agua.
Ambos se tomaron un segundo para poder seguir con la conversación.
─ Se corrió la voz que Sirius Black logró entrar a la sala común de Gryffindor, ¿cómo estás?
─ Bien, o eso creo ─hace una mueca ─. Pero me gustaría que no fuera así.
─ ¿Te gustaría que no estés bien?
─ No eso, si no que me gustaría haber tenido otro padre, siendo que las cosas hubieran sido más fáciles para mí.
─ A veces la vida no es fácil.
─ Jamás lo es ─suelta un suspiro ─. Si vez a Cedric o Jodie, o ambos, diles que sí podemos ir juntos a la siguiente salida en Hogwarts.
─ Yo les diré. ─sonrié de lado, mientras se despide con la mano de la niña que ahora corre hacia la salida, evitando a toda costa encontrarse con Draco Malfoy, quien llegaba a la sala común, caminando entre sus dos secuaces.
Navier no sabía a quien recurrir para poder quitarse este sentimiento (y dudas) que tiene encima desde que ocurrió el incidente de ayer, así que luego de pensar unos minutos sobre a quién podía recurrir, a su mente vino solo un nombre: Remus Lupin.
Ya había descubierto que el profesor conocía a su madre, y probablemente también a Sirius Black. Así que, llena de esperanzas, se fue directo a buscarlo, encontrándolo calificando unos trabajos en su despacho, sin embargo, al verla entrar, los dejó de lado.
─ Buenos días, profesor ─saluda ─. ¿Está muy ocupado para hablar?
─ Anda, Navier ─le hace una seña para que la niña entre y se siente frente a él en su escritorio ─. ¿Te de frutos rojos?
Los ojos de la niña se iluminan. Aquella era la bebida que siempre pide cuando está en casa; su elfo doméstico se encarga de llevarle una taza de te de frutos rojos cada vez que se lo pide.
─ Es mi favorito.
─ A tu madre también le gustaba. ─comenta Lupin casi sin pensarlo, pero al no ver ninguna reacción negativa por parte de Navier, se da por satisfecho.
Termina de preparar las bebidas, y por fin puede sentarse a tener la platica con la niña.
─ ¿Es por lo de anoche? ─pregunta ─. Lo rastrearon por todo el castillo y no lo encontraron. Puedes estar tranquila.
─ ¿Cree que Sirius Black quiera matarme?
Aquello tomó por sorpresa a Remus Lupin, quien afortunadamente aún no había bebido de su te, o lo hubiera terminado tirando de la impresión.
─ ¿Por qué dices eso?
─ Ron dice que lo escucho murmurar mi nombre, y sé que él asesinó a mi madre... ¿Y si quería terminar con el trabajo? Matarme a mí, y luego a Harry. No importa el orden, pero, ¿cree que me quería matar?
Lupin había estado en el primer año de Navier, claro, no tan frecuente como le hubiera gustado estar, pero en varias oportunidades, vio de primera mano cómo el que alguna vez fue su mejor amigo podía desvivirse con su hija, al punto de usar ridiculos disfraces para poder hacer que esta riera (aunque no era muy difícil hacer). Cuando Navier era un bebé, bastaba con despeinar un poco su nulo cabello, o soplarle en la cara para que una risilla escapara de sus labios.
En ese momento, la idea de que Sirius le hiciera daño estaba muy alejada de la realidad, pero luego de enterarse de lo que le hizo a los Potter, y lo que le hizo a su propia esposa, no sabía qué creer.
─ No lo sé. ─fue lo único que pudo decir.
─ ¿Usted sabía que el papá de Harry era mi padrino? ─preguntó, aunque de inmediato sacudió su cabeza ─. Claro que ya lo sabia.
Esto tomó por sorpresa a Remus, pero no tuvo corazón para poder corregir a Navier.
─ No estoy seguro si Sirius Black quiso o quiere matarte. Sé que no es la respuesta que esperabas, pero es la única que tengo. Puedes venir a mi oficina cuando quieras; las puertas están abiertas para ti.
─ Usted hubiera sido un gran padrino para mí.
A pesar que Navier tenía el permiso para poder ir a Hogsmeade, una vez más salió ilegalmente del castillo junto a Harry, usando el pasillo secreto otorgado por el mapa del merodeador para poder llegar al pueblo y pasear un rato junto a Ron. Al final, antes que fuera hora de regresar, se detuvieron cerca de la casa de los gritos, pero cuando Draco Malfoy vino a molestar a Ron (el único que lograba verse), Harry y Navier tuvieron la genial idea de lanzarle bolas de nieve al slytherin... y al parecer, en algún momento vieron sus rostros.
Malfoy salió corriendo de ahí, probablemente para informar a algún maestro. Así que Harry y Navier regresaron al castillo, escondiéndose y evadiendo la cena para evitar algún tipo de castigo.
─ No creo que Draco dijera algo ─comenta Navier ─. Si hubiera sido así, el profesor Snape o alguien ya nos hubiera encontrado.
─ ¿En serio crees que Malfoy se perdió la oportunidad de hacer que me castiguen?
─ Buen punto.
Ambos habían salido de sus camas; era poco más de medianoche, pero ninguno de los dos podía conciliar el sueño, y terminaron encontrándose en la sala común. Luego de platicar por cinco minutos, notaron un nombre en el mapa del merodeador, así que ambos, por curiosidad, terminaron saliendo a recorrer los pasillos de Hogwarts, viendo el mapa para poder evitar a los prefectos.
Cuando se dieron cuenta que sus rondas acabaron, Navier se metió el mapa al bolsillo (sin desactivarlo), para poder ver de rato en rato si alguien se acercaba.
─ Mi primo probablemente corrió como niñita a contarle al profesor Snape, porque me encontré con la profesora McGonagall y no me dijo nada.
Los chicos se quedaron en silencio después de eso, recorriendo los pasillos y tratando de llegar al punto donde vieron aquel nombre.
─ Al menos sabemos que Black no está en el castillo.
─ ¿Te da miedo?
─ Sí ─confiesa Navier ─, pero creo que podría enfrentarme a él si algún día aparece.
Harry, en un intento de no poner nerviosa a Navier, y mucho menos cuando están en un pasillo del castillo a mitad de la noche, tan solo le pide que vean una vez más el mapa, solo para asegurarse que están yendo por el camino correcto a encontrar a aquel tipo. En realidad fueron tras él porque el nombre les resultaba familiar, pero a esa hora no podían preguntarle a nadie sobre el hombre, así que fueron por su cuenta a averiguarlo.
Sin embargo, cuando Navier sacó el mapa de su bolsillo, señaló de inmediato a alguien que antes no estaba ahí: Severus Snape.
─ Dime que traes tu capa de invisibilidad.
─ No.
─ Entonces mi único plan es apagar las luces y correr. ─terminó por decir, cuando lo vio tan solo en el pasillo de aquí al lado, a punto de doblar, porque no habían otros caminos.
Sin muchas más opciones, ambos asintieron, de acuerdo con el plan. Navier apuntó al mapa y murmuró "Travesura realizada", y luego, junto a Harry, ambos dijeron "nox", para apagar la luz que emitían sus varitas.
No tuvieron ni tiempo de huir, porque apenas unos segundos después de apagar todo, el profesor Snape apareció frente a ellos, haciendo que su varita se ilumine, apuntando a ambos directamente, como si los hubiera atrapado con las manos en la masa.
─ Potter, Black. ─señaló con desdén.
─ Cuadros, pisos, varitas...─comenzó a contar Navier, obteniendo una mirada de confusión de parte del profesor ─. Pensé que estábamos ennumerando las cosas que había en este pasillo.
Él hombre rodo los ojos. ─ ¿Por qué andan paseando por los corredores de noche?
─ ¿Conoce usted el sonambulismo?
─ Eso te hace...
─ ¡Cómo se parecen a sus padres! ─dijo de repente Snape, con los ojos relampagueantes ─. También él era muy arrogante. No eran malos jugando al quidditch y eso les hacía creerse superior a los demás. Se pavoneaba por todas partes con sus amigos y admiradores. El parecido es asombroso.
─ ¡Mi padre no se pavoneaba!
Dijeron ambos al mismo tiempo, y Harry no se sorprendió al decir eso, pero Navier sí. Había defendido a su padre; lo había llamado padre en voz alta.
─ Sus padre tampoco respetaba mucho las normas ─prosiguió Snape, en sus trece, con el delgado rostro lleno de malicia ─. Las normas eran para la gente que estaba por debajo, no para los ganadores de la copa de quidditch. Era tan engreído...
─ Usted, callese. ─soltó Navier, quien sentía un profundo deseo por desmetir aquello, aunque no sabía por qué.
─ ¿Qué has dicho, Black?
─ Ella ha dicho que usted se calle, y yo le digo ahora lo mismo: callese.
─ Tal para cual, como sus padres.
─ ¡Le he dicho que deje de hablar de mi padre! Conozco la verdad. Él le salvó a usted la vida. ¡Dumbledore me lo contó! ¡Si no hubiera sido por mi padre, usted ni siquiera estaría aquí!
La piel cetrina de Snape se puso del color de la leche agria.
─ ¿Y el director te contó las circunstancias en que tu padre me salvó la vida? ─susurró ─. ¿O consideró que esos detalles eran demasiado desagradables para los delicados oídos de su estimadísimo Potter?
Harry se mordió el labio. No sabía cómo había ocurrido y no quería admitir que no lo sabía. Pero parecía que Snape había adivinado la verdad, y por alguna razón él también veía a Navier.
─ Lamentaría que ambos salgan de aquí con una falsa idea de sus padres ─añadió con una horrible mueca, y luego miró a Harry ─. ¿Imaginabas algún acto glorioso de heroísmo? Pues permíteme que te desengañe. Tu santo padre y sus amigos me gastaron una broma muy divertida, que habría acabado con mi vida si tu padre no hubiera tenido miedo en el último momento y no se hubiera echado atrás. No hubo nada heroico en lo que hizo. Estaba salvando su propia piel tanto como la mía.
Se detuvo un segundo, que utilizó para cambiar su mirada a Navier.
─ ¿Y sabes quién fue el autor intelectual de la broma? ─preguntó, y sin esperar respuesta, prosiguió ─. Tu queridísimo padre, Black. Si su broma hubiera tenido éxito, lo habrían echado de Hogwarts.
Antes que Navier pueda decirle algo, Snape se adelantó, y aun apuntando a ambos con la varita, les ordenó:
─ ¡Den la vuelta a sus bolsillos!
Ambos se miraron entre sí, temblando de miedo al saber que los había descubierto. Así que sin más alternativas, Harry sacó lentamente la bolsa de artículos de Zonko que tenía, y Navier sacó el mapa del merodeador.
─ Todo me lo dio Ron.
─ Y esto es un pergamino que me sobró. Estaba haciendo tareas.
─ Supongo, Navier, no necesitarás un trozo de pergamino así de viejo ─dijo ─ ¿puedo tirarlo?
─ El trozo de pergamino es mío, no importa si entrego mis trabajos en uno viejo o no ─responde muy tranquila, para evitar que la descubran e irse de aquí de una vez por todas ─. Así que, ¿me lo devuelve?
─ ¿Cree que soy tonto?
─ ¿En serio quiere que yo responda a eso? ─la rubia enarca una ceja.
Snape tomó el pergamino entre sus manos.
─ ¡Revela tu secreto! ─dijo, tocando el pergamino con la punta de la varita.
No ocurrió nada y Navier comenzó a rogar internamente que eso siguiera así. No quería que le decomisen aquel mapa.
─ ¡Muéstrate!
Siguió en blanco. Así que Harry y Navier respiraron aliviados por eso.
─ ¡Severus Snape, profesor de este colegio, te ordena enseñar la información que ocultas! ─dijo Snape, volviendo a golpear el mapa con la varita.
Como si una mano invisible escribiera sobre él, en la lisa superficie del mapa fueron apareciendo algunas palabras, pero antes que termine de escribirse todo, Snape le dio el mapa a Navier.
─ Señorita Black, lealo.
Navier tuvo que hacer un esfuerzo sobre humano para no reir, sin embargo, como era una estudiante obediente, que siempre hace caso a sus maestros, leyó:
─ «El señor Lunático presenta sus respetos al profesor Snape y le ruega que aparte la narizota de los asuntos que no le atañen.»
Snape se quedó helado, y Navier, al ver que aparecieron más palabras, siguió leyendo:
─ «El señor Cornamenta está de acuerdo con el señor Lunático y sólo quisiera añadir que el profesor Snape es feo e imbécil.» No lo digo yo ─señala Navier ─, lo dice el señor Cornamenta, uh, hay más.
Lo siguiente sonaba como algo que Navier hubiera puesto para los entrometidos, por eso, incluso antes de leerselo a Snape, se aclaró la garganta, como si de un gran discurso se tratase.
─ «El señor Canuto quisiera hacer constar su estupefacción ante el hecho de que un idiota semejante haya llegado a profesor.»
Le agrada el señor Canuto.
Ella se tomó unos segundos para no soltar una carcajada y finalmente leyó la última parte.
─ «El señor Colagusano saluda al profesor Snape y le aconseja que se lave el pelo, el muy guarro.»
Sin decir nada, el profesor se dirigió al fuego, cogió de un tarro un puñado de polvo brillante y lo arrojó a las llamas.
─ ¡Lupin! ─gritó Snape dirigiéndose al fuego ─. ¡Quiero hablar contigo!
Totalmente asombrados, Harry y Navier se quedaron mirando el fuego. Una gran forma apareció en él, revolviéndose muy rápido.
Unos segundos más tarde, el profesor Lupin salía de la chimenea sacudiéndose las cenizas de la raída túnica.
─ ¿Llamabas, Severus? ─preguntó Lupin, amablemente.
─ Sí ─respondió Snape, con el rostro crispado por la furia ─. Primero encontré a estos dos fuera de sus camas, y luego me encontré con que tenían esto.
Snape señaló el pergamino en el que todavía brillaban las palabras de los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta. En el rostro de Lupin apareció una expresión extraña y hermética.
─ ¿Qué te parece? ─dijo Snape. Lupin siguió mirando el mapa. Navier tenía la impresión de que Lupin estaba muy concentrado ─. ¿Qué te parece? ─repitió Snape ─. Este pergamino está claramente encantado con Artes Oscuras. Entra dentro de tu especialidad, Lupin. ¿Dónde crees que lo pudo conseguir Black o Potter?
Lupin levantó la vista y con una mirada de soslayo a los chicos, les advirtió que no lo interrumpiera.
─ ¿Con Artes Oscuras? ─repitió con voz amable ─. ¿De verdad lo crees, Severus? A mí me parece simplemente un pergamino que ofende al que intenta leerlo. Infantil, pero seguramente no peligroso. Supongo que Harry lo ha comprado en una tienda de artículos de broma.
─ ¿De verdad? ─ preguntó Snape. Tenía la quijada rígida a causa del enfado ─. ¿Crees que una tienda de artículos de broma le vendería algo como esto? ¿No crees que es más probable que lo consiguiera directamente de los fabricantes?
Tanto Harry como Navier no entendían qué quería decir Snape. Y daba la impresión de que Lupin tampoco.
─ Chicos, ¿conocen a alguna de estas personas? ─preguntó Lupin.
─ No. ─respondieron ambos rápidamente.
─ ¿Lo ves, Severus? ─dijo Lupin, volviéndose hacia Snape ─. Creo que es de Zonko. Y yo me los llevo, al pergamino y a los chicos. Los devolveré a su sala común.
Los chicos caminaron detrás del profesor Lupin durante todo el trayecto, y antes de subir las escaleras que los llevarían a la torre de Gryffindor, él los miró a ambos.
─ Profesor, nosotros
─ No quiero sus disculpas ─les dijo Lupin en voz baja ─. Da la casualidad de que sé que este mapa fue confiscado por el señor Filch hace muchos años. Sí, sé que es un mapa ─dijo ante los asombrados Harry y Navier ─. No quiero saber cómo ha caído en sus manos. Me asombra, sin embargo, que no lo entregaran, especialmente después de lo sucedido en la última ocasión en que un alumno dejó por ahí información relativa al castillo. No se los puedo devolver.
Navier sabía que había arruinado las cosas, y que su profesor favorito ahora estaba enojado; sin embargo, aún así se atrevio a preguntar:
─ ¿Por qué pensó Snape que obtuvimos el mapa de los fabricantes?
─ Porque... porque los fabricantes de estos mapas habrían querido sacarte del colegio. Habrían pensado que era muy divertido.
─ ¿Los conoce? ─dijo Harry impresionado.
─ Nos hemos visto ─dijo Lupin lacónicamente. Miraba a Harry y Navier más serio que nunca ─. No esperes que los vuelva a encubrir. No puedo conseguir que se tomen en serio a Sirius Black, pero creía que los gritos que oyes cuando se te aproximan los dementores te habían hecho algún efecto, o a ti Navier, todo lo que me has contado. Y ustedes les corresponden muy mal... cambiando su sacrificio por una bolsa de artículos de broma. Ahora vayan directo a sus camas.
Harry comenzó a subir las escaleras, pero Navier no. Ella dio un paso hacia Remus, y con la cabeza baja por la vergüenza le dijo:
─ Lo siento.
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