O7: Day By Day.
Era un juego cruel. Sana se daba cuenta cada día más de ello.
Era fácil ignorarlo cuando hablaba de contratos y hacía falsas promesas al señor Park y al señor Wilson, su codicia por el dinero y el poder brillaba tan claramente en sus ojos como en los de Sana.
Pero con JiHyo... Bueno, esa era otra historia.
Los ojos de JiHyo eran grandes y de un hermoso color marrón miel con un rastro de tristeza. Eran ingenuos y brillantes, pero llenos de preocupación e incertidumbre al mismo tiempo. No tenían dirección mientras miraban alrededor de la habitación con una necesidad de cuidado y conexión que Sana sabía que estaba explotando para acercarse a la chica. Y entonces había comenzado a sentir la culpa pesando en su corazón con cada mentira que le decía a la chica, devorándola lentamente desde adentro cada vez más con cada falsa promesa que hacía.
—¿Sana? — Escuchó la voz familiar de la chica llamarla cuando estaba a punto de dejar la empresa por el día.
—JiHyo, qué bueno verte —respondió educadamente, muy consciente del hecho de que estaban rodeadas de gente.
—¿Te vas? —preguntó JiHyo después de acercarse a ella.
—Sí, estoy a punto de hacerlo. ¿Tú también?
—Sí, ¿te gustaría acompañarme a almorzar quizás?
—¿Junto con tu encantador equipo de seguridad? Creo que paso —dijo Sana riendo mientras señalaba a los diez guardias que estaban detrás de la chica. Se inclinó hacia ella un momento después y susurró: —¿Podríamos salir corriendo? ¿Escabullirnos de todos ellos?
—¿Cómo?
—Nos vemos en el baño —susurró Sana antes de dar un paso atrás— Bueno, fue encantador verte de nuevo, JiHyo.
—Fue maravilloso verte también. Adiós —respondió JiHyo, siguiéndole el juego perfectamente.
Sana se alejó y esperó pacientemente en uno de los cubículos hasta que escuchó a JiHyo entrar.
—Hola Barbara, ¿quieres un rápidin? — Dijo con una voz extraña mientras abría dramáticamente la puerta, haciendo que JiHyo saltara un poco de sorpresa.
—¿Coger en un baño? ¿No es eso demasiado cliché? — cuestionó JiHyo riéndose.
—Los clichés son clichés por una razón, nena, son verdaderos y probados— respondió Sana.
—Bueno, todavía tendré que pasar por ahora, pero me encantaría aceptar tu oferta de salir de aquí.
—Entonces, come on Barbie, let's go party — dijo Sana con un guiño antes de sacar una navaja de bolsillo y abrir a la fuerza la pequeña ventana que se encontraba en lo alto de la pared.
—¿Esperas que pase por ahí? — dijo JiHyo escépticamente.
—Bueno, eres toda tetas y culo, así que entiendo tu preocupación, pero saldrás, te lo prometo— dijo Sana, sin pasar por alto que las mejillas de la chica se pusieron de un dulce tono rosa después de su primer comentario.
—Supongo que, ¿gracias por esa garantía? ¿Me darías un empujón al menos?
—Por supuesto, quítate los zapatos primero. Preferiría que mi mano no fuera apuñalada por un tacón de aguja hoy —le dijo Sana.
JiHyo se quitó los zapatos y segundos después Sana la levantó sin esfuerzo, lo que le permitió agarrarse al borde de la ventana y comenzar a levantarse. Sana la empujó hacia arriba por el trasero, apretando un poco la suave piel mientras lo hacía. JiHyo estaba muy feliz de que Sana no pudiera ver su rostro en ese momento, sabiendo que estaría tan roja como un tomate. Finalmente logró levantarse por completo, suspirando aliviada una vez que sintió el duro asfalto debajo de sus manos y rodillas.
—¡Te veré afuera, Barbie! Hay una motocicleta estacionada a la vuelta de la esquina, encuéntrame allí —dijo Sana en voz alta antes de meter los zapatos de JiHyo en su bolso y salir.
Los guardias de JiHyo parecían no darse cuenta de su escape, permaneciendo en silencio y calmados junto a la entrada del baño mientras Sana pasaba rápidamente junto a ellos. Salió apresuradamente del edificio, dando la vuelta a la esquina donde encontró a una azabache familiar parada junto a su motocicleta.
—Tus guardias no son los más brillantes, ¿verdad? — bromeó Sana.
—No, me temo que son todo músculos— bromeó JiHyo. —Entonces... ¿quieres llevarme a dar un paseo, nena?
—Oh, me encantaría llevarte a dar un paseo— dijo Sana, recogiendo el casco y caminando hacia JiHyo para ponérselo con cuidado. —Pero la seguridad es lo primero, ángel.
—Tranquila— dijo JiHyo, poniendo los ojos en blanco.
—Oh, por favor, te encanta— respondió Sana con una sonrisa burlona.
De repente, JiHyo la acercó para darle un beso profundo, tomando a Sana completamente por sorpresa.
—Tal vez sí— respondió antes de subirse a la motocicleta. —¿Vienes?
—Sí... Sí, sí.
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