16: Out Of Control.
Cuando JiHyo se despertó, el cielo estaba oscuro y Sana no aparecía por ninguna parte. Le dolía la cabeza, pero lo último que quería era estar allí cuando volviera su padre, así que se obligó a levantarse. Subió las escaleras a toda prisa, se puso unos jeans y una sudadera rosa con capucha antes de empaquetar su vida en una mochila rosa. Se dio cuenta que no necesitaba demasiado, sólo algo de ropa, sus identificaciones, su pistola y toda su colección de joyas. JiHyo no era tonta, sabía que no podía usar tarjetas de crédito a menos que quisiera que su padre la encontrara enseguida, así que en su lugar metió todas sus joyas y todo el dinero que pudo encontrar, incluido todo lo que su padre guardaba en la caja fuerte de su despacho.
Acomodó cuidadosamente las almohadas bajo las mantas para que pareciera que estaba durmiendo antes de escabullirse por la entrada trasera de la casa. Era un camino arriesgado, pero su padre podía llegar en cualquier momento y JiHyo no estaba dispuesta a volver a su celda.
Toda su vida la habían subestimado, y ahora se daba cuenta de que ella también había dejado que la gente la subestimara al permitir que la juzgaran por ser demasiado perfecta, demasiado tonta, demasiado zorra, demasiado estirada, demasiado gay, demasiado joven, demasiado ingenua, o lo que fuera que quisieran creer que era. Pero ya no, ella iba a salir y a tomar las riendas de su propia vida.
Park JiHyo era mucho más que una maldita heredera y se lo demostraría a todos.
Y empezaría por vengarse de Sana.
La sangre le hervía, los ojos le ardían en lágrimas ardientes y el corazón le dolía por la traición. Sana era una maldita mentirosa, sobre todo con su propio corazón, y JiHyo iba a demostrarlo. Se negaba a aceptar el rechazo después de todo lo que habían pasado. Había algo entre ellas, estaba segura, y no permitiría que Sana lo borrara.
Mientras caminaba por las frías calles vacías, se mantenía caliente con el ardiente deseo de crucificar a su amante, planeando en su mente cada detalle del funeral temporal de Sana. Por supuesto, JiHyo no tenía intención de hacer daño a Sana, al menos eso creía, pero no podía prometer que no le apuntaría a la cabeza con una pistola si volvía a encontrarla.
No hay nada más peligroso que una mujer con el corazón roto, JiHyo lo sabía mejor que nadie después de lo ocurrido con su madre. Lo único que necesitaron fue una foto de su marido con otra mujer y un par de pastillas mezcladas con alcohol, y lo siguiente que supieron fue que Park HyeKyo estaba apuntando a su marido con una pistola delante de su hija de doce años, con la cara llena de lágrimas mientras amenazaba con revelar todos sus secretos al mundo.
Por supuesto, no fue el padre de JiHyo quien murió aquella noche...
JiHyo había aprendido una cosa ese día, los hombres realmente harían cualquier cosa para ocultar sus indiscreciones, incluso si eso implicara dañar a su propia familia. Ese fue el día en que supo que nunca estaría verdaderamente a salvo en la casa de Park Harold. El extraño misterio de la muerte de Park HyeKyo era un tema del que nadie hablaba nunca, pero JiHyo sabía que todos sospechaban que su padre estaba detrás.
Y tenían razón, lo hizo.
Mató a su propia esposa.
La estranguló hasta la muerte delante de su propia hija simplemente para proteger sus secretos.
JiHyo pensó que era liberador aceptar por fin esa verdad. Durante años había intentado alejar la verdad, había intentado convencerse de que no había visto realmente lo que vio aquel día, de que la historia del cáncer de su padre podía tener algún sentido aunque ella lo supiera. Pero ahora la verdad por fin podía llenar su mente por completo, calmar la confusión y traerle paz.
Por supuesto, seguía sin hacer nada para aplacar su sed de venganza, pero el alivio de aceptar la verdad de su pasado seguía sintiéndose liberador. Sonrió al sentir que se le caían las lágrimas y se cubrió la cabeza con la capucha mientras corría por la carretera, dispuesta a salir al mundo en busca de su objetivo.
JiHyo era plenamente consciente de que estaba fuera de control, pero no le importaba. La locura que llevaba dentro se había desatado por completo y estaba feliz de dejarla salir. Por fin nada podía retenerla, por fin su destino era suyo, y Dios, iba a recibir su merecido.
Encontraría a Sana, no importa cuánto tiempo le llevara.
Conseguiría su venganza.
O su amor.
O ambos.
No estaba segura de sí importaba cuál de las dos cosas.
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